Title. [Libre]

por Invitado Miér Jun 23, 2010 8:22 am

Un fuerte estallido prominente del cielo iluminó la escena; Su cuerpo se encontraba maltrecho y uno de sus brazos, el izquierdo, se veía claramente inutilizable. Sendero de heridas se marcaba por encima de aquella extensión de su cuerpo y la ropa de dicha zona se encontraba totalmente rasgada. La temblorosa figura en cuestión se encontraba recargada contra uno de los muros de aquellas tan maltrechas calles de un mercado que ahora, dada las altas horas de la noche se encontraba cerrado. Su respiración era de por si pesada e inconexa y hacia que pequeñas estelas de vapor se disipasen entre el frío invernal.

Había conseguido liberarse del encierro al que se había visto sometido en una de aquellas prisiones de metal en las que, cómo animales se veían enclaustrados. Ya se lo habían advertido los que allí le habían dejado, si en un mes nadie le compraba, sus vísceras servirían de comida para los cans que merodeaban por la zona, unos que minutos atrás le rasgaron la piel e hicieron trizas un brazo que ahora a duras penas era capaz de mover sin explayar una mueca de eterno dolor. La lluvia persistía bañando su maltrecha figura pero al intentar moverse recibía un serial de pinchazos que no eran agraciados, por lo que terminó sujetándose el lastimado con la mano sana y haciéndose presión con los dedos logró que el dolor cediese un tanto a la vez que procuraba mantener un fino torniquete al lugar herido.

Amainado el dolor se movió de manera serpenteante hacía delante, arrastrándose en todo momento sobre el muro y dejando todo un rastro rojizo de aquello que su herida expulsaba desde el hueco dejado por su anterior atacante. Tenía hambre; Demasiada hambre. No sólo no había conseguido no llevarse nada a la boca, sino que encima ahora la clara perdida de energía le estaba haciendo desfallecer. Maldijo en voz alta y contundente a aquellos que durante días le habían alimentado meramente con pan mohoso y tras ello soltó un audible gruñido que manó de su garganta, haciéndola vibrar de manera imperiosa: Mataría al primero que se posase delante de una mirada que destilaba ira.

por Invitado Jue Jun 24, 2010 3:31 pm

Los mas agraciados decían que el mundo había cambiado para mejor, aunque no era una opinión que Riki compartiese. El alto grado de libertinaje y egocentrismo de la gente había aumentado tanto y tan mal como una mala plaga, y las veces que había intentado escapar de los barrotes que limitaban su libertad habían sido incontadas aquel mes; llevandose de paso castigos que al parecer no le hacían desistir en su intento de ser libre.

El Barrio donde se ubicaba el mercado parecía ser un laberinto ingeniosamente construido. Una vez podías salir del local te esperaban demasiados obstáculos fuera antes de ver la civilizada ciudad. Tras esfuerzos desmesurados Riki había logrado salir de la jaula y traspasar la puerta, arrastrando consigo el grueso grillete y parte de la cadena sujetas con firmeza en una de sus piernas. Sin embargo había desperdiciado fuerzas en vano, ya que había estado hasta bien entrada la noche tratando de salir de aquel siniestro lugar. Ahora, con una tormenta sobre su cabeza, caminaba por uno de los callejones, empapado, tras haber corrido una larga distancia, escapando de un tendero al que había logrado robarle comida. Se limpió la herida del labio con rabia, recordando también el contratiempo con una de las bandas de matones que al parecer eran demasiado abundantes por allí.

Pasos apresurados tras su espalda le hicieron levantar la cabeza, y apuró el paso, atando la bolsa con la comida a su cinturón. La cadena tintineó cuando corrió, chasqueando la lengua ante la molestia que suponía tener gente tras de si. Estaba cansado de escapar, pero aún mas cansado estaba de no poder actuar por instinto. Lo que menos le convenía en aquel momento era llamar la atención.

Voces y mas gritos dando ordenes de su busca se perdieron con el zumbido de la lluvia, mientras Riki descargaba la frustración con un golpe al muro tras el que se había ocultado. Parpadeó, mirandose los nudillos y luego a la pared, a la que volvió a palpar.

"¿Sangre...?" -miró a un lado, encontrando a alguien que no parecía estar en su mejor momento. Riki no se consideraba alguien caritativo, pero sabía prestar ayuda a los que parecían necesitarla. En ese aspecto, quizás era demasiado noble.

Repeinandose el pelo mojado hacia atrás se acercó, mirando a su espalda, atisvando luego entre la niebla que parecía levantarse en aquel lugar desolador. Lo tomó por el hombro y se inclinó hacia el, sin dejar de estar alerta ante posibles atacantes.

-No te recomiendo quedarte tan a la vista -susurró con simpleza, pero sabiamente.

[Permiso~]

por Invitado Vie Jun 25, 2010 5:23 am

Voces se alzaron en medio de la aparente calma que la lluvia otorgaba al herido: Estaban buscándole. Si más no eso es lo que creyó de manera fehaciente, pues a fin de cuentas y que él supiera, había sido el único con las suficientes agallas como para escapar de la jaula en la que sin compasión le habían enclaustrado por algo más de un mes. Ni en sueños iba a permitir tornarse carnaza para los cans que custodiaban la zona. Un esfuerzo más y alcanzaría la gloria. Un esfuerzo más y podría verse desenvuelto de la opresión ofrecida por aquellos grilletes de los que con tan mala fortuna había conseguido desenredarse.

Jadeos propios corearon con el fino chapoteo que sus pies creaban al caminar sobre aquel asfalto colapsado en el agua que caía del cielo sin tregua y llegados a un punto, dejó de arrastrarse, dejó de intentarlo. Fuerzas fallaban de manera imperante, su vista, incluso, llegó a perder visibilidad. ¿Niebla o mareo? No era algo que ahora que estaba desfalleciendo le importase. Trémulos dígitos omitieron el torniquete sobre la zona sangrante, dejando que el líquido carmesí fuera barrido por la férrea y persistente agua que recaía sobre los cuerpos que se atrevían a andar en medio de aquella imponente oscuridad. Tinieblas truncadas por el suave tintineo de alguna que otras farolas que no parecían dispuestas a colaborar en la iluminación del lugar.

Instintos básicos dormidos hicieron que no pudiera percatarse del aproximamiento de aquel otro igual. Toque en su hombro detonó la alarma en un gesto anteriormente compungido en dolor empero antes de poder reaccionar con los puños, un susurro se instaló en medio del fluir de la lluvia, impactándole casi en el oído. Sofocada respiración hizo acto de presencia y nuevamente, su calidez corpórea hizo mella en tan frío ambiente, creando vapor al abrir su comisura empapada en agua, pero contradictoriamente reseca. –Vete al infierno.- respondió en susurros de la misma índole y es que pese a la ira momentánea prefirió no alzar la voz.

Sosegado movimiento ejecutó con el rostro para mirar por encima de su hombro, encontrándose con un rostro de piel morena –quizás no tanto, pero las luces no ayudaban en ése momento.- y con un labio visiblemente herido. Era otro fugitivo.

-Mierda... Te pillan escapándote a ti y tienes que venir en mi dirección?- ira contenida bañó esos vocablos mientras repasaba con desdén al que tenía justo tras de sí, pero no le dio tiempo a adornar sus palabras, pasos anunciaron la llegada de los indeseables y casi por instinto, su mano sana, esa enguantada en sangre, agarró sin pudor o remilgos la muñeca de quién podía notarse más musculoso a su persona y de un tirón le obligó a iniciar una silenciosa marcha hacía uno de los callejones cercanos. Fuera quién fuese no podía dejarle ir, pues temía que si lo capturasen éste llegase a decir su ubicación.

En ése mundo de nadie, no podía llegar a fiarse de un mero humano. Le miró de soslayo, infundiéndole con ello la clara orden de permanecer en silencio y temblorosa figura la propia encabezó el ritmo de huída, con los saqueadores pisándoles los talones.

por Invitado Dom Jun 27, 2010 4:27 pm

Riki no tenía la costumbre de meterse en los asuntos ajenos, pero era demasiado evidente que el chico allí vigilante y en extremo cuidadoso con todo lo que le rodeaba necesitaba algo de ayuda. No pretendía sobreestimar a nadie, pero vió obvio que en aquel estado no pudiese hacer nada si a un grupo de bándalos le diera por jugar a las cacerías, poniendo en riesgo no solo su vida, sino el poco orgullo que les quedaba a los esclavos como seres humanos que eran.

Cuando la alarma saltó en su cabeza y en la de su interlocutor, pareciera que ambos habían pensado lo mismo. Aprovecharían el manto de agua de la tormenta y se escabullirían a un lugar seco, cálido y fuera de la vista de los "enemigos" para así poder descansar, reponerse e improvisarse alguna cura para las heridas mientran llenaban el estómago. Se vió arrastrado mientras enarcaba una ceja, trotando por inercia ante la mirada seria del otro.

-No es como si quisiera venir exactamente a donde estabas -no fué una protesta, ya que no estaban en situación de pelearse también-. De todas formas dejas evidencias de por donde pasas -le miró el brazo herido antes de hacir un movimiento con la mano y soltarse de su agarre, incómodo ante un contacto físico que no conocía de nada.

Miró a su espalda y luego al frente, colocando la mano sobre los ojos para poder alzar la vista sin mucha incomodidad y obervar la estructura que les rodeaba. A lo lejos se oían leves chirridos de rueda, alguna bocina y el zumbido de la lluvia, que parecía haberse hecho la mayor protagonista de aquella huída.
Si mal no recordaba había venido desde aquella parte de la calle y había cogido por los únicos dos callejones que habían. Uno sin salida y el otro daba a una parcela de tierra y escombros custodiada por uno de los grupos delictivos de turno, con los cuales no quería verse las caras o terminaría cansandose en vano.

Iba a detener a su repentino compañero de fuga al quedarse en medio de la calle ancha, rodeada de edificios viejos y mustios, cuando tuvo el instinto de apartarle del trayecto de un pequeño ciclomotor apurado, seguramente de algún vecino que tenía demasiada prisa por llegar a casa. Cogiendole del hombro le había empujado hacia atrás, chocandolo contra si, no teniendo tiempo de escuchar sus quejas o preguntas, siendo él esta vez el elegido para arrastrarle hasta la endeble seguridad que podría proporcionarles el bulto de un gran cubo de basura, ubicado casi al fondo de la calle. Tras un traspiés y un chapoteo, quedó pegado a este, tirado en el suelo con el otro chico sobre si, de espaldas, tapandole la boca ante la advertencia de que se callase al menos un momento.

El grupo de matones de la parcela de tierra se estaba moviendo con bastante extravagancia; afortunadamente para ellos. Riki frunció las cejas, irritado y frustrado mientras intentaba contener incluso el vaho de su helado aliento, escuchando como las voces se opacaban poco a poco y se mezclaban con el resto de sonidos de la calle.

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