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Comenzando a conocerlos [Privado]
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Comenzando a conocerlos [Privado]
Aun recordaba la última vez que sus labios rozaron con los de quien el consideraba su único y verdadero amor, aunque sus amigos siempre consideraban aquellos sentimientos como los de un infante que se aferra a quien le alimenta, una relación de dependencia como la que tuvo con Francis no era sana, pero aun así continuaba incrustado en su mente. Salio de su sopor buscando con su mirada algo con desesperación a aquella pequeña y frágil criatura que estaba a su cuidado, el hijo de su primo que casi le había suplicado que cuidara ya que tenia que viajar, pero le aseguro que regresaría ese mismo día, la verdad es que cuidar de aquel niño no le molestaba, los pequeños le agradaban y sus amigos siempre comentaban que su profesión era la equivocada, como pediatra probablemente se sentiría más cómodo y realizado, pero su trabajo ya estaba definido y con eso ya estaba más que bien. Se alzo rápidamente de la banca en la cual descansaba un poco, se apresuro a ir a donde un numero considerable de niños jugaban, pero que en ese momento solo estaban quieto mirando a una chica que de no más de cinco años que a causa de un mal movimiento su cuerpo había salido expulsado de un columpio, no con demasiada fuerza, pero si con la necesaria para que algunas heridas fueran provocadas por el roce de la arenilla que estaba esparcida bajo esos juegos- No te preocupes pequeña, yo te ayudare -le alzo arrugando el entrecejo pues el peso de la pequeña era demasiado ligero aun para su edad- Kosuke ten cuidado, cualquier cosa extraña que veas o suceda solo me llamas ¿Vale? -su primo en segundo grado, el que era un jovencito de seis años con una melena de color miel que armonizaba con sus ojos, una piel ligeramente tostada y una estatura más baja que el promedio, asintió con la cabeza sin dejar de observar a la chica que cargaba en sus brazos, camino de regreso a la banca donde con un cuidado único le deposito- Ahora te curare esas heridas ¿Te duelen? -pregunto solo para distraerla ya que era obvio que le dolían, del bolsillo interior de su chaqueta retiro una pequeña cajita de no más de 10 centímetros de largo y 8 centímetros de ancho, de un impecable color blanco y en medio una cruz roja que resaltaba
- Me duele un poco, pero soy valiente -murmuro ella apretando un poco sus labios tal vez para intentar convencerle, era una jovencita bastante singular, le sonrió de forma amable para que se tranquilizara al menos un poco, de la caja de primeros auxilios retiro un pequeño spray el que le enseño.
- Esto es un anestesiante local, hará que la herida no te duela por un buen tiempo -apretó el seguro del frasco y rocío la herida que a su parecer era la que le causaba dolor, espero el tiempo prudente para que hiciera efecto para comenzar a desinfectar y limpiar la herida, luego que aquello acabo le bajo de la banca con delicadeza- Ahora puedes ir a disfrutar con tus amigos -acaricio sobre sus cabellos y le indico que era libre para continuar aquello que estaba haciendo. Cuando la vio partir con su vista reviso a todos los adultos presente en ese lugar ¿Quién seria el responsable de aquella pequeña? Como fuese se quedo en la banca mirando a todos los niños que jugaban divertidos, saludo tanto a su pequeño primo como a la muchachita que le sonreía bastante animada y le aseguraba que no le dolía ya.
Hizo su cuerpo hacia atrás a que estaba cansado, había estado hasta muy entrada en la mañana cubriendo el turno de un sempai que necesitaba tiempo para no perder a su pareja una mujer madura que le reclamaba siempre el poco tiempo que tenían para disfrutar juntos, para alguien que deseaba formar una familia y mantenerla en el tiempo no era conveniente ser doctor, ni menos de los que atendían urgencias. Para él aquel problema no existía no podía formar una familia porque su inclinación sexual le impedía tener familia con un hombre, obviamente estaba claro que era homosexual y no cambiaría eso aunque deseara tener a quien cuidar.
Se sentía relajado, tranquilo y completamente aturdido, pero tan solo por el cansancio que ya debía ser notorio en la expresión de su rostro, cuanto deseaba sentir la exquisita temperatura del agua de una terma, o la de otra persona entre sus brazos, permanecer recostado en algún lugar cómodo, pero tendría que conformarse con el agua de la tina y una comida de supermercado porque no tenia animo para cocinar nada, pero, por un momento había olvidado a Kosuke, tendría que cocinarle algo después de todo estaba a su cuidado y no quería que luego le criticaran por darle comida calentada eso seria algo malo para su imagen. Suspiro levemente y solo se quedo mirando a los pequeños jugar aun cuando sus ojos se resistían a quedar abiertos cada vez que pestañeaba y el ritmo casi hipnótico de los movimientos que realizaban los menores no le ayudaban a mantenerse consciente- Rayos… -murmuro algo fastidiado observando al resto de los adultos sin mucho interés, si al menos tuviese con quien hablar, podría distraerse un poco, alzo una de sus manos hasta su rostro para frotar sus ojos en otro intento de mantenerse despierto.
Invitado- Invitado
Re: Comenzando a conocerlos [Privado]
Si sus hijos no le echaban la bronca aquella vez también sería un milagro. De nuevo se había enfrascado tanto en su trabajo que no había podido ir a recoger a los niños, y una vez mas pagaría las consecuencias en forma de gritos de su hija, que no dudaría ni un segundo en reprender su irresponsabilidad como padre. Mientras perdía el aire y sostenía bien una carpeta de diseños se preparaba mentalmente para cuando llegase aquel fatídico momento del día, ya que no tendría con que disculparse apropiadamente.
Hacía casi un año y medio que su esposa les había dejado. Al parecer sospechaba de que Takamasa, el cual casi nunca podía estar en casa debido a su trabajo como diseñador (aún mas en épocas de nuevas ideas y exigencias por parte de los jefes), tuviese una aventura con alguien mas joven. Desde luego, le parecía un gran disparate, aunque no tuvo ni la oportunidad de explicarse como dios manda antes de que cogiera sus cosas, le entregara la custodia de sus hijos y se marchase. En aquel tiempo había intentado ser un buen padre: había reducido los gastos del alquiler al mudarse a un piso mas pequeño para los tres y todo el dinero que entraba en su sueldo lo dedicaba a sus hijos. Material escolar, ropas, uniformes, comida precocinada (al menos no se le quemaba...), y aunque no tuviese tiempo para jugar con ellos, o incluso ir a recogerlos o llevarlos al jardín de infancia creía que no lo estaba haciendo del todo mal. Por supuesto, muchas veces se sentía culpable de no poder con todo, ya que aunque pudiese llevarse el trabajo a casa había ocasiones en la que las situaciones le superaban. No era un hombre con gran paciencia ni capacidad para centrarse en muchas cosas a la vez...
Kayumi Takamasa, de treinta y ocho años corría con la ropa desarreglada por la calle residencial que precedía al parque dónde les había dicho a sus hijos (Yuki y Shingo), que esperasen por él después del colegio para ir a cenar fuera. Quería que al menos una vez comiesen algo que no se le quemase demasiado. Jadeando y con la gabardina cayéndole por los hombros dio la vuelta a la esquina, deteniéndose de golpe antes de llevarse por delante a una mujer.
-¡Disculpe! -puso cara de apuro antes de seguir su camino. Se sentía un completo fracaso como padre, y por un momento suplicó internamente por algo de ayuda externa. Pero tenía muy pocas ganas de volver a casarse...
Cuando arribó en el parque, completamente a rebosar de niños que jugaban unos con otros y padres preocupados vigilándoles mientras mantenían una conversación con otros miró a su alrededor en busca de sus propios hijos.
-¡Papá! -Shingo le hizo señales, con las largas mangas de un suéter azul desde la casita del tobogán. Takamasa suspiró y se acercó, esquivando niños y saludando desde lejos a algunas madres que había visto ya algunas veces antes. Al estar a su altura levantó el brazo que tenía libre de cargas y le cogió cuando este le hizo señales de querer bajar.
-Lo siento, llego tarde -esa disculpa se había repetido muchísimo en el último año- ¿Y tu hermana?
-Estaba jugando allí -señaló a algún lugar indefinido- Pero se cayó y le salió sangre. Un hombre se la llevó.
-¿¡Que!? -el peso de una piedra con la palabra “Mal padre” hizo presión sobre su cabeza. Por suerte no tuvo tiempo de hacer mas elucubraciones pues su hija, con una llamativa coleta a un lado había aparecido a sus pies cogida de la mano de otro chaval para darle una soberana patada en la espinilla.
-¡Papá estúpido! ¡Llegas tarde! -y ahi empezaba la bronca. Aunque gracias a Dios no se la había llevado nadie- ¡Tengo hambre! -frunció sus pequeñas cejas mientras el niño que estaba a su lado parecía pedirle que se calmase con una vocecilla infantil y preocupada. Takamasa se agachó, dejando que su hijo Shingo le trepase por la espalda y la cabeza para mirar la herida que se había hecho su hija al caer. Poniendo morritos le explicó como “aquel señor” (señalando al banco de mas allá) le había curado y que ya no le dolía para nada. Dejándola irse a otro de los columpios con el chico y bajando a Shingo de sus hombros para que hiciera lo propio se colocó la ropa y sostuvo bajo el brazo la carpeta antes de andar hacia aquel hombre medio dormido. Parecía completamente fuera de lugar con toda aquella elegancia y porte que desprendía. Y no negó que le resultó gracioso ver como se tambaleaba de sueño.
-Parece agotado -comentó momentos después tendiéndole una lata color arena con un gran logo que ponía “Caffe” a un lado. En la otra sostenía la suya- Tenga. Siento que sea de lata, pero al menos le mantendrá despierto -sonrió ligeramente- Le agradezco que haya ayudado a mi hija, ¿le importa que me siente? -señaló a su lado, con su aspecto desgarbado e igual de cansado que el otro. Llevaba dos días trabajando sin dormir mas de tres horas seguidas. Se mantenía ya en pie por mera inercia.
Hacía casi un año y medio que su esposa les había dejado. Al parecer sospechaba de que Takamasa, el cual casi nunca podía estar en casa debido a su trabajo como diseñador (aún mas en épocas de nuevas ideas y exigencias por parte de los jefes), tuviese una aventura con alguien mas joven. Desde luego, le parecía un gran disparate, aunque no tuvo ni la oportunidad de explicarse como dios manda antes de que cogiera sus cosas, le entregara la custodia de sus hijos y se marchase. En aquel tiempo había intentado ser un buen padre: había reducido los gastos del alquiler al mudarse a un piso mas pequeño para los tres y todo el dinero que entraba en su sueldo lo dedicaba a sus hijos. Material escolar, ropas, uniformes, comida precocinada (al menos no se le quemaba...), y aunque no tuviese tiempo para jugar con ellos, o incluso ir a recogerlos o llevarlos al jardín de infancia creía que no lo estaba haciendo del todo mal. Por supuesto, muchas veces se sentía culpable de no poder con todo, ya que aunque pudiese llevarse el trabajo a casa había ocasiones en la que las situaciones le superaban. No era un hombre con gran paciencia ni capacidad para centrarse en muchas cosas a la vez...
Kayumi Takamasa, de treinta y ocho años corría con la ropa desarreglada por la calle residencial que precedía al parque dónde les había dicho a sus hijos (Yuki y Shingo), que esperasen por él después del colegio para ir a cenar fuera. Quería que al menos una vez comiesen algo que no se le quemase demasiado. Jadeando y con la gabardina cayéndole por los hombros dio la vuelta a la esquina, deteniéndose de golpe antes de llevarse por delante a una mujer.
-¡Disculpe! -puso cara de apuro antes de seguir su camino. Se sentía un completo fracaso como padre, y por un momento suplicó internamente por algo de ayuda externa. Pero tenía muy pocas ganas de volver a casarse...
Cuando arribó en el parque, completamente a rebosar de niños que jugaban unos con otros y padres preocupados vigilándoles mientras mantenían una conversación con otros miró a su alrededor en busca de sus propios hijos.
-¡Papá! -Shingo le hizo señales, con las largas mangas de un suéter azul desde la casita del tobogán. Takamasa suspiró y se acercó, esquivando niños y saludando desde lejos a algunas madres que había visto ya algunas veces antes. Al estar a su altura levantó el brazo que tenía libre de cargas y le cogió cuando este le hizo señales de querer bajar.
-Lo siento, llego tarde -esa disculpa se había repetido muchísimo en el último año- ¿Y tu hermana?
-Estaba jugando allí -señaló a algún lugar indefinido- Pero se cayó y le salió sangre. Un hombre se la llevó.
-¿¡Que!? -el peso de una piedra con la palabra “Mal padre” hizo presión sobre su cabeza. Por suerte no tuvo tiempo de hacer mas elucubraciones pues su hija, con una llamativa coleta a un lado había aparecido a sus pies cogida de la mano de otro chaval para darle una soberana patada en la espinilla.
-¡Papá estúpido! ¡Llegas tarde! -y ahi empezaba la bronca. Aunque gracias a Dios no se la había llevado nadie- ¡Tengo hambre! -frunció sus pequeñas cejas mientras el niño que estaba a su lado parecía pedirle que se calmase con una vocecilla infantil y preocupada. Takamasa se agachó, dejando que su hijo Shingo le trepase por la espalda y la cabeza para mirar la herida que se había hecho su hija al caer. Poniendo morritos le explicó como “aquel señor” (señalando al banco de mas allá) le había curado y que ya no le dolía para nada. Dejándola irse a otro de los columpios con el chico y bajando a Shingo de sus hombros para que hiciera lo propio se colocó la ropa y sostuvo bajo el brazo la carpeta antes de andar hacia aquel hombre medio dormido. Parecía completamente fuera de lugar con toda aquella elegancia y porte que desprendía. Y no negó que le resultó gracioso ver como se tambaleaba de sueño.
-Parece agotado -comentó momentos después tendiéndole una lata color arena con un gran logo que ponía “Caffe” a un lado. En la otra sostenía la suya- Tenga. Siento que sea de lata, pero al menos le mantendrá despierto -sonrió ligeramente- Le agradezco que haya ayudado a mi hija, ¿le importa que me siente? -señaló a su lado, con su aspecto desgarbado e igual de cansado que el otro. Llevaba dos días trabajando sin dormir mas de tres horas seguidas. Se mantenía ya en pie por mera inercia.
Invitado- Invitado
Re: Comenzando a conocerlos [Privado]
Por más que intentaba mantenerse consciente aquello a esas alturas le resultaba una proeza, una cosa era mantenerse despierto hasta muy entrada la madrugada y otra era permanecer despierto, la mayoría del tiempo de pie, prestando atención a todos los síntomas que le indicaban los pacientes, contando la rapidez y eficiencia de la cual debía hacer gala. Con torpeza llevo una de sus manos hasta su cara y con el mismo escaso animo de realizar las cosas que tenia, se froto los ojos de forma insistente, debía cuidar de su primo, ese chico era su responsabilidad, si algo llegase a sucederle solo seria su culpa y no tendría palabras con las cuales expresar una disculpa, se encontraba tan adormecido que dio un respingo al oír la voz de un hombre dirigirse a él- Bueno, fue una noche larga en el hospital -murmuro aceptando aquella lata con gusto.
- No se preocupe, gracias a usted me he salvado de caer rendido en esta banca -con la cabeza le indico que tomara asiento a su lado, parecía ser un hombre asalariado, tenia un aspecto un tanto descuidado con aquel cabello ligeramente alborotado y las notorias ojeras bajo sus ojos- Oh, esa jovencita tan valiente es su hija, solo puse un anestesiante y desinfecte su herida, no veía a sus padres, creo que hice lo que cualquiera con sentido común haría -no quería parecer arrogante y su voz se torno en un suave regaño, era peligroso dejar a dos pequeños en cualquier sitio, pero como le había visto presentarse bastante agotado supuso que solo él se encargaba de los niños- Lo lamento, solo me preocupe al ver que estaba sola, las calles no son precisamente seguras en estos días, es mejor prevenir que curar -dirigió su mirada a él mientras aproximaba su mano- Soy Aoyama Hijiri, es un placer ¿Cómo te llamas? -a pesar de que le gustaba mantener respeto por las personas no vio necesario tratar de usted a un hombre tan joven, no sabia si eso le agradaba o no, de cualquier forma este le corregiría.
En una acción que paso desapercibida para él se dedico a girar la lata de café antes de beber del contenido, a si como cada cierto tiempo se quedaba observando el perfil del hombre, era curioso que antes pidiera alguien con quien hablar y ahora estuviese con aquel hombre. Sonrío a su primo el que se aproximo a ellos mientras no soltaba la mano de la hija de su compañero de banca- Tío… ¿Me puedes dar algo para comer? -pregunto el pequeño bastante avergonzado por tener que pedir algo frente a otra persona y sin dejar de observar a la chica de reojo. Ladeo la cabeza, recordando que por la mañana había preparado su almuerzo, pero al recibir la llamada de su primo no había conseguido comerlo, tomo el maletín que llevaba, lo abrió y enseguida soltó una risita ligera al ver como los pequeños hacían un tierno gesto de sorpresa al ver cuan ordenado estaba, sin miramientos ni tapujo la menor se quedo observando a su padre como si con aquella silenciosa comunicación le estuviese diciendo mucho, con cuidado saco el recipiente que contenía algunos onigiri rellenos y un omelet de huevo con verduras- ¿Les gusta la salsa? -pregunto inclinándose hacia ellos, como ambos asintieron con la cabeza con cuidado dibujo algunas figuras, se los entrego junto a unos palillos y unas servilletas- Que tengan buen provecho -acaricio sobre sus cabellos y luego suspiro cansado.
Pero bien valía si aquellos chicos podían disfrutar, no porque fuese algo que le satisficiera demasiado pero era algo ya arraigado a su personalidad, se hizo hacia atrás, se encontraba tan cansando, sus ojos ardían cada vez tenia que pestañear y su cuerpo estaba casi entumecido por completo, de continuar de ese modo terminaría durmiendo sobre el contrario cosa que no seria conveniente.
Dio un sorbo más del contenido de la lata, sintiendo el amargo sabor del café- Esto no esta nada mal o por el sueño siento que todo es más dulce -soltó una risita como aquellas que utilizaba para las conquistas pero que en aquella oportunidad fluyo con naturalidad, una risilla mezcla de madurez, encanto, y un toque de sensualismo.
- Cuéntame sobre ti y tus hijos, no quiero parecer impertinente pero me parece que solo tú cuidas de ellos… lo que me recuerda, que al tomar entre mis brazos a tu hija me moleste al sentir que esta bajo peso, pero entiendo porque, no tienes tiempo suficiente ¿Verdad? -era una persona observadora aunque siempre sacaba sus propias conclusiones, al ser doctor tenia muchas veces que obtener información que los pacientes se negaban a dar por propia voluntad, observo al hombre de reojo y sonrío, si las cosas eran como él creía aquel era un buen padre, cuidar de dos pequeños, mantener un trabajo e intentar darles lo que pudiese, pero el tiempo jugaba en su contra y probablemente esos pequeños preferirían pasar tiempo con su padre antes de tener cosas, pero ellos también se esforzaban en intentar no causarles problemas, por la forma en que actuaban, ese chica se había aguantado el dolor, debía ser valiente, pero crecer tan rápido no era conveniente.
Froto nuevamente sobre sus ojos sintiendo su mente algo más despejada, tal vez efecto del café o solo la curiosidad que sentía por aquella curiosa familia.
- No se preocupe, gracias a usted me he salvado de caer rendido en esta banca -con la cabeza le indico que tomara asiento a su lado, parecía ser un hombre asalariado, tenia un aspecto un tanto descuidado con aquel cabello ligeramente alborotado y las notorias ojeras bajo sus ojos- Oh, esa jovencita tan valiente es su hija, solo puse un anestesiante y desinfecte su herida, no veía a sus padres, creo que hice lo que cualquiera con sentido común haría -no quería parecer arrogante y su voz se torno en un suave regaño, era peligroso dejar a dos pequeños en cualquier sitio, pero como le había visto presentarse bastante agotado supuso que solo él se encargaba de los niños- Lo lamento, solo me preocupe al ver que estaba sola, las calles no son precisamente seguras en estos días, es mejor prevenir que curar -dirigió su mirada a él mientras aproximaba su mano- Soy Aoyama Hijiri, es un placer ¿Cómo te llamas? -a pesar de que le gustaba mantener respeto por las personas no vio necesario tratar de usted a un hombre tan joven, no sabia si eso le agradaba o no, de cualquier forma este le corregiría.
En una acción que paso desapercibida para él se dedico a girar la lata de café antes de beber del contenido, a si como cada cierto tiempo se quedaba observando el perfil del hombre, era curioso que antes pidiera alguien con quien hablar y ahora estuviese con aquel hombre. Sonrío a su primo el que se aproximo a ellos mientras no soltaba la mano de la hija de su compañero de banca- Tío… ¿Me puedes dar algo para comer? -pregunto el pequeño bastante avergonzado por tener que pedir algo frente a otra persona y sin dejar de observar a la chica de reojo. Ladeo la cabeza, recordando que por la mañana había preparado su almuerzo, pero al recibir la llamada de su primo no había conseguido comerlo, tomo el maletín que llevaba, lo abrió y enseguida soltó una risita ligera al ver como los pequeños hacían un tierno gesto de sorpresa al ver cuan ordenado estaba, sin miramientos ni tapujo la menor se quedo observando a su padre como si con aquella silenciosa comunicación le estuviese diciendo mucho, con cuidado saco el recipiente que contenía algunos onigiri rellenos y un omelet de huevo con verduras- ¿Les gusta la salsa? -pregunto inclinándose hacia ellos, como ambos asintieron con la cabeza con cuidado dibujo algunas figuras, se los entrego junto a unos palillos y unas servilletas- Que tengan buen provecho -acaricio sobre sus cabellos y luego suspiro cansado.
Pero bien valía si aquellos chicos podían disfrutar, no porque fuese algo que le satisficiera demasiado pero era algo ya arraigado a su personalidad, se hizo hacia atrás, se encontraba tan cansando, sus ojos ardían cada vez tenia que pestañear y su cuerpo estaba casi entumecido por completo, de continuar de ese modo terminaría durmiendo sobre el contrario cosa que no seria conveniente.
Dio un sorbo más del contenido de la lata, sintiendo el amargo sabor del café- Esto no esta nada mal o por el sueño siento que todo es más dulce -soltó una risita como aquellas que utilizaba para las conquistas pero que en aquella oportunidad fluyo con naturalidad, una risilla mezcla de madurez, encanto, y un toque de sensualismo.
- Cuéntame sobre ti y tus hijos, no quiero parecer impertinente pero me parece que solo tú cuidas de ellos… lo que me recuerda, que al tomar entre mis brazos a tu hija me moleste al sentir que esta bajo peso, pero entiendo porque, no tienes tiempo suficiente ¿Verdad? -era una persona observadora aunque siempre sacaba sus propias conclusiones, al ser doctor tenia muchas veces que obtener información que los pacientes se negaban a dar por propia voluntad, observo al hombre de reojo y sonrío, si las cosas eran como él creía aquel era un buen padre, cuidar de dos pequeños, mantener un trabajo e intentar darles lo que pudiese, pero el tiempo jugaba en su contra y probablemente esos pequeños preferirían pasar tiempo con su padre antes de tener cosas, pero ellos también se esforzaban en intentar no causarles problemas, por la forma en que actuaban, ese chica se había aguantado el dolor, debía ser valiente, pero crecer tan rápido no era conveniente.
Froto nuevamente sobre sus ojos sintiendo su mente algo más despejada, tal vez efecto del café o solo la curiosidad que sentía por aquella curiosa familia.
Invitado- Invitado
Re: Comenzando a conocerlos [Privado]
Que fuera médico le daba mas credibilidad a la historia de ayudar y curar a su hija sin ningún tipo de intención detrás, y mucho menos estando él mismo con un niño en un parque lleno de gente que aunque pareciera plenamente atenta a sus hijos también lo estaban a chismorrear como querían entre murmullos en los grupitos que se formaban junto a la fuente, en los bancos o cerca de los columpios. Takamasa prefirió ignorar los cuchicheos que se mezclaban entre los gritos y las risas incomprensibles de los niños que jugaban y se limitó a estirar el brazo y estrechar la mano de aquel hombre que no parecía mas viejo que él. De hecho si se ponía a mirarle bien no parecía el tipo de persona que se relacionase con alguien como él.
-Kayumi Takamasa -se presentó, titubeando ligeramente con su primer nombre. No le gustaba para nada. Teniéndolo tan cerca pudo apreciar el olor al desinfectante una vez ocupó su lugar en el banco, dejando la carpeta a un lado y reposando la espalda hacia detrás. Tenía una tensión acumulada en los hombros que le hacía crujir el cuello. Notaba los tendones tan tiesos que apenas podía mover la cabeza. Estaba desentrenado. Por otra parte no tuvo nada que decir con respecto al haber desatendido a sus hijos en un lugar como aquel, aunque no por eso no se sintió molesto u ofendido dadas las insinuaciones de Hijiri. Siempre que podía les daba todo lo que necesitaban, incluso el trabajo de sus sueños era algunos días una obligación necesaria para poder mantener a la familia que había quedado desde que les abandonaron. “Supongo que esa es la impresión que doy” pensó con un suspiro.
-¿Que tienes que decir, Yuki? -le devolvió la mirada a su hija, que solo le faltaba babear la ropa para poner mas énfasis a su estado hambriento. Pensaba llevarlos a cenar igualmente, pero suponía que no pasaba nada por un aperitivo. La niña, fascinada con la comida dijo un efusivo “gracias” antes de alejarse con el otro joven hasta sentarse en el cerco de piedras que rodeaban una gran caja de arena. El chico, caballeroso como el solo le había dado a elegir que coger primero a su hija, la cual pareció ruborizarse. Takamasa solo pudo pensar que crecían demasiado deprisa- Veo que vienes con recursos y todo. Creo que mas de una te habrá echado el ojo como posible candidato a marido -bromeó, no pasando por alto el buen aspecto de la comida.
Buscando la caja de cigarros entre los bolsillos de la chaqueta miró al cielo frunciendo las cejas y mirando al refinado hombre de reojo, como si tanta conclusión precipitada sobre sus hijos y él le estuviese sacando de quicio. Pero no parecía un mal hombre y no había ironías o sarcasmos en sus palabras. ¿Preocupación?- ¿Estás insinuando que no cuido bien de mis hijos? Trabajo exclusivamente para ellos -no pudo evitar que le saliese un tono arisco. Luego pareció calmarse- Es una historia como otra cualquiera -agitó la arrugada cajetilla hasta que un par de cigarrillos emergieron de la caja, tomando entre sus labios el mas alzado de todos. Luego la guardó y buscó el mechero, chasqueando la piedra un par de veces antes de prenderlo y dar una larga calada- Mi exmujer se fue de casa y me dejó con la custodia de los niños. No hay mucho mas que contar.
Por supuesto era algo mas complicado que aquello. Takamasa se inclinó hacia delante, apoyando los antebrazos en las rodillas mientras se masajeaba el cuello con una de sus manos- Es increíble como las mujeres pueden malinterpretar que un hombre “trabaje sin descanso para mantener a los suyos” a “no estar nunca en casa porque se tiene una aventura” -en aquel punto el pensamiento de las mujeres le resultaba incomprensible. Y por otra parte quería excusar su pésima disposición como padre delante de Hijiri. Se alzó, viendo como Shingo venía corriendo hacia donde Yuki y compañía estaban comiendo. Su hermana pareció regañarle por su efusiva entrada antes de ofrecerle la mitad de su onigiri. El otro chico pareció alcanzarle una pequeña botella de agua llenada en la fuente para que no se ahogase.
-Un niño educado -apreció- No es tu hijo, ¿verdad? Antes te ha llamado “tío” -miró a Hijiri- ¿No tienes hijos propios? ¿Esposa? -dio otra calada y soltó el humo hacia arriba- Supongo que ser médico también ocupa gran parte de tu tiempo -levantó la lata y dio un largo trago. No le gustaba demasiado hablar de sus habilidades como único cabeza de familia, pues sabía que tenía todas las de perder aunque no lo admitiese en voz alta.
-Kayumi Takamasa -se presentó, titubeando ligeramente con su primer nombre. No le gustaba para nada. Teniéndolo tan cerca pudo apreciar el olor al desinfectante una vez ocupó su lugar en el banco, dejando la carpeta a un lado y reposando la espalda hacia detrás. Tenía una tensión acumulada en los hombros que le hacía crujir el cuello. Notaba los tendones tan tiesos que apenas podía mover la cabeza. Estaba desentrenado. Por otra parte no tuvo nada que decir con respecto al haber desatendido a sus hijos en un lugar como aquel, aunque no por eso no se sintió molesto u ofendido dadas las insinuaciones de Hijiri. Siempre que podía les daba todo lo que necesitaban, incluso el trabajo de sus sueños era algunos días una obligación necesaria para poder mantener a la familia que había quedado desde que les abandonaron. “Supongo que esa es la impresión que doy” pensó con un suspiro.
-¿Que tienes que decir, Yuki? -le devolvió la mirada a su hija, que solo le faltaba babear la ropa para poner mas énfasis a su estado hambriento. Pensaba llevarlos a cenar igualmente, pero suponía que no pasaba nada por un aperitivo. La niña, fascinada con la comida dijo un efusivo “gracias” antes de alejarse con el otro joven hasta sentarse en el cerco de piedras que rodeaban una gran caja de arena. El chico, caballeroso como el solo le había dado a elegir que coger primero a su hija, la cual pareció ruborizarse. Takamasa solo pudo pensar que crecían demasiado deprisa- Veo que vienes con recursos y todo. Creo que mas de una te habrá echado el ojo como posible candidato a marido -bromeó, no pasando por alto el buen aspecto de la comida.
Buscando la caja de cigarros entre los bolsillos de la chaqueta miró al cielo frunciendo las cejas y mirando al refinado hombre de reojo, como si tanta conclusión precipitada sobre sus hijos y él le estuviese sacando de quicio. Pero no parecía un mal hombre y no había ironías o sarcasmos en sus palabras. ¿Preocupación?- ¿Estás insinuando que no cuido bien de mis hijos? Trabajo exclusivamente para ellos -no pudo evitar que le saliese un tono arisco. Luego pareció calmarse- Es una historia como otra cualquiera -agitó la arrugada cajetilla hasta que un par de cigarrillos emergieron de la caja, tomando entre sus labios el mas alzado de todos. Luego la guardó y buscó el mechero, chasqueando la piedra un par de veces antes de prenderlo y dar una larga calada- Mi exmujer se fue de casa y me dejó con la custodia de los niños. No hay mucho mas que contar.
Por supuesto era algo mas complicado que aquello. Takamasa se inclinó hacia delante, apoyando los antebrazos en las rodillas mientras se masajeaba el cuello con una de sus manos- Es increíble como las mujeres pueden malinterpretar que un hombre “trabaje sin descanso para mantener a los suyos” a “no estar nunca en casa porque se tiene una aventura” -en aquel punto el pensamiento de las mujeres le resultaba incomprensible. Y por otra parte quería excusar su pésima disposición como padre delante de Hijiri. Se alzó, viendo como Shingo venía corriendo hacia donde Yuki y compañía estaban comiendo. Su hermana pareció regañarle por su efusiva entrada antes de ofrecerle la mitad de su onigiri. El otro chico pareció alcanzarle una pequeña botella de agua llenada en la fuente para que no se ahogase.
-Un niño educado -apreció- No es tu hijo, ¿verdad? Antes te ha llamado “tío” -miró a Hijiri- ¿No tienes hijos propios? ¿Esposa? -dio otra calada y soltó el humo hacia arriba- Supongo que ser médico también ocupa gran parte de tu tiempo -levantó la lata y dio un largo trago. No le gustaba demasiado hablar de sus habilidades como único cabeza de familia, pues sabía que tenía todas las de perder aunque no lo admitiese en voz alta.
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