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Ayudando a un ingrato (?) [Privado]
Pure Bestiality :: Tokyo :: Hoteles
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Ayudando a un ingrato (?) [Privado]
Caminando por las calles se dio cuenta de que la gente que transitaba a altas horas de la mañana, que eran más bien pocas, la verdad, por que con el frío que hacía uno podría morirse congelado y no cuenta te dabas, le miraba de una forma extrañada, como temerosa – ¿¡Qué coño miráis, panda de estúpidos?! – Les gritó a todos mientras seguía andando ofuscado, haciendo que cada uno volviese rápidamente a lo suyo para no cabrear más a ese afeminada, por lo había oído decir a uno y estuvo a nada de soltar al rubio e ir y partirle la cara al descarado que había osado tacharlo de mujer. Cerró los ojos, intentando no pensar y siguió caminando con el menor colgado de su hombro, el cual parecía más muerto que vivo – Ya lo decía yo, si me lo hubiese cargando en el parque seguro que el tipo este sería más feliz – Negó con la cabeza y entrecerró sus orbes bicolores. Unos metros más allá consiguió divisar un hotel, bastante grande y lujoso, suspirando y viendo que tendría que sacar su billetera, maldijo de nuevo a aquel ingrato mocoso.
[…]
Una vez en la recepción del hotel, la mujer que atendía le había mirado en parte fascinada y en parte atemorizada por estar cargando semejante peso muerto en su hombro como si nada – Olvide al borracho que tengo prácticamente encima, señorita, sólo deme la puta habitación que éste tipo pesa y no precisamente como una pluma – Le dijo ya bastante irritado, la tipa se la había quedado mirando casi media hora sin siquiera cerra la boca.
– Ah, si, claro, claro, lo siento, señor Hell – La chica le paso la tarjeta, abochornada y sonrojada, haciendo reír de forma ligera al moreno. Asintió, cogió la llave y, con un último gracias, se fue rumbo al ascensor para poder dejar el “cargamento” y largarse de una jodida vez ha hacer cosas mejores que cuidar de un mocoso que seguramente no se lo agradecería. La temperatura del hotel era de una agradable 25 o 26 grados, una temperatura cálida pero sin se agobiante, y eso lo agradeció su pobre espalda mientras, un vez ya en el piso 24 de aquel hotel, había entrado la habitación y dejado al rubio en aquella enorme cama matrimonia.
Con una última mirada suspiró y se quitó la cazadora, dejándola tirada en un pequeño y cómodo sillón de color blanco; inspeccionó el cuarto, éste era de un suave tono blanco, detalles en negro y gris y tenía hasta una pequeña cocina y un minibar. Aquello le hizo feliz, desabrochando los botones de su camisa, dejando al descubierto el firme aunque delicado pecho, se dispuso a servirse una copa y a tomar un baño caliente para quitar aquel sensación de frío que tenía su cuerpo. Le echó una última mirada al rubio, viéndole dormir plácidamente aunque, de vez en cuando, se agitaba con cierta ligereza y, para su horror, se descubrió a sí mismo observando al pequeño descarado.
Horrorizado, negó varias veces con la cabeza y, tomando una vaso y una botella de whisky, entró al baño, sacándose la ropa con una mano en el camino, dejándola regada por el suelo cubierto de un suave y acolchado tapiz blanco. Su simple y sencilla mente estaba empezando a complicarse y eso era algo que jamás iba a permitir así que, encerrado en el baño y con alcohol en mano, se dispuso a darse una ducha para alejar el frío y cualquier sentimiento inútil o complejo de su cabeza.
[…]
Una vez en la recepción del hotel, la mujer que atendía le había mirado en parte fascinada y en parte atemorizada por estar cargando semejante peso muerto en su hombro como si nada – Olvide al borracho que tengo prácticamente encima, señorita, sólo deme la puta habitación que éste tipo pesa y no precisamente como una pluma – Le dijo ya bastante irritado, la tipa se la había quedado mirando casi media hora sin siquiera cerra la boca.
– Ah, si, claro, claro, lo siento, señor Hell – La chica le paso la tarjeta, abochornada y sonrojada, haciendo reír de forma ligera al moreno. Asintió, cogió la llave y, con un último gracias, se fue rumbo al ascensor para poder dejar el “cargamento” y largarse de una jodida vez ha hacer cosas mejores que cuidar de un mocoso que seguramente no se lo agradecería. La temperatura del hotel era de una agradable 25 o 26 grados, una temperatura cálida pero sin se agobiante, y eso lo agradeció su pobre espalda mientras, un vez ya en el piso 24 de aquel hotel, había entrado la habitación y dejado al rubio en aquella enorme cama matrimonia.
Con una última mirada suspiró y se quitó la cazadora, dejándola tirada en un pequeño y cómodo sillón de color blanco; inspeccionó el cuarto, éste era de un suave tono blanco, detalles en negro y gris y tenía hasta una pequeña cocina y un minibar. Aquello le hizo feliz, desabrochando los botones de su camisa, dejando al descubierto el firme aunque delicado pecho, se dispuso a servirse una copa y a tomar un baño caliente para quitar aquel sensación de frío que tenía su cuerpo. Le echó una última mirada al rubio, viéndole dormir plácidamente aunque, de vez en cuando, se agitaba con cierta ligereza y, para su horror, se descubrió a sí mismo observando al pequeño descarado.
Horrorizado, negó varias veces con la cabeza y, tomando una vaso y una botella de whisky, entró al baño, sacándose la ropa con una mano en el camino, dejándola regada por el suelo cubierto de un suave y acolchado tapiz blanco. Su simple y sencilla mente estaba empezando a complicarse y eso era algo que jamás iba a permitir así que, encerrado en el baño y con alcohol en mano, se dispuso a darse una ducha para alejar el frío y cualquier sentimiento inútil o complejo de su cabeza.
Invitado- Invitado
Re: Ayudando a un ingrato (?) [Privado]
Entre las maldiciones que pudiera soltar su mente en aquel momento de semi-inconsciencia, Yonekuni se preguntaba muchos factores de aquella situación en la que había caído sin saber aún el por qué. Desde pequeño no toleraba el frío. Desde pequeño prácticamente le habían perseguido con una jodida bufanda y una estufa en la mano, insistiendo con regular su temperatura corporal. Agobiante. Pero de hecho, y con el paso de los años, aprendió a llevarlo. La cosa era que si no se mantenía en sus grados recomendados, palmaría. Así de sencillo. Aquella noche había sido una de las mas frías, y aunque eso no significaba confinarse completamente en su casa si que quería decir que, si salía, volviese rápido a ella. Y entonces, había pasado todo lo demás...
<Mierda... No me toques, jodido crío... -sus pensamientos parecieron suspirar- ¿Por qué demonios tiene que recogerme un hombre? Si fuera una mujer podría... robarle todo su calor corporal... -sus sentidos se obnubilaban, y su razonamiento se perdía poco a poco, a cada vibración que le llegaba desde el cuerpo en movimiento que le había separado los pies del suelo- … Si fuera... una mujer...>
[…]
Yonekuni no dormía. Hacía mucho que, por el camino, había perdido el conocimiento. Su cuerpo tiritaba hasta quedarse completamente inmóvil, frío como un cadáver, y atrapando cualquier fuente de calor del ambiente que pudiese. Del cuerpo bajo suyo, de la recepción del hotel, de las mantas de la cama... Arrugó las cejas y se removió, quizás por instinto, hacia el otro lado, entreabriendo sus gruesos labios mientras su cuerpo parecía querer calentarse aún mas. Aún con la agradable temperatura, no podía. Una vez bajaba, volver a subir y estabilizarse era tan difícil que en ocasiones había necesidad de forzarlo con algo mucho mas directo.
Un calor intenso, fuerte, que chocase contra su piel. Que fuera tan gráfico como una de las sesiones de sexo múltiple que tenía con las chicas. Aunque no iba a ser tan cínico como para decir que solo lo hacía por el calor; era agradable. Aburrido, insustancial últimamente, pero agradable a su modo. Y siempre se levantaba bastante rejuvenecido.
<Caliéntame...> -su mente despertó, y no supo exactamente cuanto tiempo había estado dormitando entre fantasías sobre cuerpos de mujeres o espacios en blanco. Ahora, lo que inundaba sus recuerdos era aquella escena de su niñez, dónde había tenido que depender de un hombre para poder recuperarse. Aquella época, cuando nadaba, quedó atrás hacía mucho... ¿Por que la situación se repetía? Desde que le había tocado humillarse por un poco de calor había tenido particular cuidado siempre que salía. No quería volver a abrazarse a un tío, por Dios...
-... -sus dedos se movieron sobre la manta de raso, perfectamente plisada y brillante. Sus brazos, al poco, sostuvieron el peso de todo su cuerpo, haciendo que quedase sentado en la cama, con los pies tocando el suelo. Su mirada, cubierta por aquel tupido y ondulado flequillo, siguió la estela de toda aquella ropa, que se perdía dentro de una de las habitaciones con centro de puerta de cristal cromado. Entreabrió los labios, secos y helados, antes de levantarse, sacándose la gruesa chaqueta y la bufanda y dejándolas caer en la cama. Caminó con paso silencioso hacia la puerta, alargó la mano y giró el picaporte.
La espalda pálida que vio casi de frente le hizo agachar el mentón, como si vigilase a una presa especialmente suculenta. Sentía el vapor humedecer su piel expuesta y las ansias llenandole el estómago. Dados sus movimientos casi mecánicos y su mirada, pareciera que andase dormido. En todo caso, lo que aconteció a continuación, si bien no era decisión de su mente, lo era de los instintos de su cuerpo, por lo que el hecho de que se acercase a zancadas y le rodease completamente con los brazos desde atrás fue a voluntad de algo completamente ajeno a lo que él pudiera pensar sobre aquel tipo de acercamientos con hombres. Una parte de si estaba desesperada, la otra tenía demasiado frío como para no aprovecharse de aquello. Pero la que se negaba siempre a rebajarse y mirar a otro de su mismo sexo había desaparecido.
Sus labios se pegaron a su húmedo cuello, deslizándose por este hasta que el impacto de algo de cristal rompiéndose se mezcló con el zumbido del agua al caer.
<Caliéntame mas...>
<Mierda... No me toques, jodido crío... -sus pensamientos parecieron suspirar- ¿Por qué demonios tiene que recogerme un hombre? Si fuera una mujer podría... robarle todo su calor corporal... -sus sentidos se obnubilaban, y su razonamiento se perdía poco a poco, a cada vibración que le llegaba desde el cuerpo en movimiento que le había separado los pies del suelo- … Si fuera... una mujer...>
[…]
Yonekuni no dormía. Hacía mucho que, por el camino, había perdido el conocimiento. Su cuerpo tiritaba hasta quedarse completamente inmóvil, frío como un cadáver, y atrapando cualquier fuente de calor del ambiente que pudiese. Del cuerpo bajo suyo, de la recepción del hotel, de las mantas de la cama... Arrugó las cejas y se removió, quizás por instinto, hacia el otro lado, entreabriendo sus gruesos labios mientras su cuerpo parecía querer calentarse aún mas. Aún con la agradable temperatura, no podía. Una vez bajaba, volver a subir y estabilizarse era tan difícil que en ocasiones había necesidad de forzarlo con algo mucho mas directo.
Un calor intenso, fuerte, que chocase contra su piel. Que fuera tan gráfico como una de las sesiones de sexo múltiple que tenía con las chicas. Aunque no iba a ser tan cínico como para decir que solo lo hacía por el calor; era agradable. Aburrido, insustancial últimamente, pero agradable a su modo. Y siempre se levantaba bastante rejuvenecido.
<Caliéntame...> -su mente despertó, y no supo exactamente cuanto tiempo había estado dormitando entre fantasías sobre cuerpos de mujeres o espacios en blanco. Ahora, lo que inundaba sus recuerdos era aquella escena de su niñez, dónde había tenido que depender de un hombre para poder recuperarse. Aquella época, cuando nadaba, quedó atrás hacía mucho... ¿Por que la situación se repetía? Desde que le había tocado humillarse por un poco de calor había tenido particular cuidado siempre que salía. No quería volver a abrazarse a un tío, por Dios...
-... -sus dedos se movieron sobre la manta de raso, perfectamente plisada y brillante. Sus brazos, al poco, sostuvieron el peso de todo su cuerpo, haciendo que quedase sentado en la cama, con los pies tocando el suelo. Su mirada, cubierta por aquel tupido y ondulado flequillo, siguió la estela de toda aquella ropa, que se perdía dentro de una de las habitaciones con centro de puerta de cristal cromado. Entreabrió los labios, secos y helados, antes de levantarse, sacándose la gruesa chaqueta y la bufanda y dejándolas caer en la cama. Caminó con paso silencioso hacia la puerta, alargó la mano y giró el picaporte.
La espalda pálida que vio casi de frente le hizo agachar el mentón, como si vigilase a una presa especialmente suculenta. Sentía el vapor humedecer su piel expuesta y las ansias llenandole el estómago. Dados sus movimientos casi mecánicos y su mirada, pareciera que andase dormido. En todo caso, lo que aconteció a continuación, si bien no era decisión de su mente, lo era de los instintos de su cuerpo, por lo que el hecho de que se acercase a zancadas y le rodease completamente con los brazos desde atrás fue a voluntad de algo completamente ajeno a lo que él pudiera pensar sobre aquel tipo de acercamientos con hombres. Una parte de si estaba desesperada, la otra tenía demasiado frío como para no aprovecharse de aquello. Pero la que se negaba siempre a rebajarse y mirar a otro de su mismo sexo había desaparecido.
Sus labios se pegaron a su húmedo cuello, deslizándose por este hasta que el impacto de algo de cristal rompiéndose se mezcló con el zumbido del agua al caer.
<Caliéntame mas...>
- Spoiler:
- [Siento el retraso, tenía falta de ideas mortal. No sé si tomar ese “se encerró en el baño” como que pasó la llave o solo cerró la puerta. Si lo interpreté mal dime y edito~]
Invitado- Invitado
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