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Mensaje por Invitado Vie Ene 14, 2011 10:34 pm

Mordió su labio inferior ansioso, sintiendo cómo la ya conocida sensación de victoria, que invadía su cuerpo a diario cada vez que lograba algún encargo, lo volvía a visitar. Por haber sonsacado información a un tipo que, a su criterio, no valía tanto como el precio que tenía su cabeza, ahora mismo disfrutaba de tener la billetera gorda, además, con lo que tenía por el momento podría darse unos cuantos lujos. Entre éstos el de salir a divertirse, costumbre que repasaba por las noches aunque ya no tan periódicamente.

A diferencia de días anteriores, esta noche no frecuentó el local al que normalmente asistía. Esta noche, como nunca, sólo quiso ir al que estuviera más cerca; los pies los tenía hecho polvo y la flojera residía en cada célula de su ser. Casualidad tremenda fue el hallar uno a unas cuantas calles, no muy lejos, que al menos no parecía de mala muerte. Para nada. Derrochar el dinero y el tiempo ahí parecía una idea tentadora y horrible a la vez. Horriblemente atrayente.

No apresuró los pasos. Caminó con las manos en los bolsillos del pantalón negro, hundidas hasta el fondo por el frío, y la atención perdida en algún pensamiento suyo. Sentía el cuerpo desnudo cada vez que algunos golpes de viento ondeaban su cabello, traspasaban sus ropas y le enfriaban hasta el tuétano de los huesos, por lo que no tardó mucho en sacar del bolsillo derecho un cigarro, prenderlo con el encendedor plateado que conoce tantas calles como él, y aspirar del malsano tabaco: su mayor relax y ayuda cuando intentaba entrar en calor. A distancia podía observar las luces entreveradas dentro del ambiente animado que en el que pretendía mezclarse después, y una vez en la puerta, con algunas personas embriagadas ya alrededor haciendo el ridículo, apoyó la espalda en una pared, siguiendo degustando del humo gris que se deslizaba suave y peligrosamente de sus labios entreabiertos. No había entrado aún; otro de los hombres que también se tambaleaban ahí afuera había logrado captar su atención tanto como para detenerlo a tiempo antes de perderlo de vista entre la multitud.

Ahí, casi en la puerta, sus oídos se llenaban de la música estruendosa que obligaba a su pensamiento a enfocarse en sólo eso. Sus ojos aguamarina, de mirada desconfiada y distante, revisaron con cautela los labios secos del tipo frente a él, el cual le hablaba sin sonido; lo único que oía era la música que ponían tan alto dentro del local que lograba sonar hasta por los alrededores. Miró sus manos con un polvo blanco, leyó sus labios y cayó en la cuenta de que se estaba metiendo con algo peligroso. Sin embargo, estaba acostumbrado al peligro. Negó con la cabeza, colocándose el cigarro el la boca para evitar gastar palabras y saliva por nada, pero la curiosidad y las ansias propias de un chico de su edad comenzaban a carcomerle la cabeza de a pocos, empezando a sentir emoción. Y se quedó en silencio unos minutos, preguntándose internamente qué hacer, si probar lo nuevo o no.

Minutos después su cuerpo reposaba despreocupado sobre un asiento perteneciente a la barra del local. Por suerte y comodidad, los asientos a sus costados no estaban ocupados, sólo a excepción de uno, más alejado, en donde dormía alguien. Otro de los muchos ebrios, seguramente. Aún entretenido con un cigarro en la mano, apoyó los antebrazos en la superficie descansando los hombros. Sin levantar la vista y después de dar un suspiro profundo pidió un trago al barman que, al no tener más trabajo, enseguida comenzó a atenderlo. Las luces no lo mareaban si no las veía de frente; el ruido comenzaba a animarlo tanto a quedarse como a irse, pues había peligro de un fuerte dolor de cabeza o de sordera; y la pista de baile no llamaba su atención, a diferencia del resto. Era su primera vez en ese lugar, por lo que le tocaba ser crítico, mucho, si quería volver a visitarlo.


Última edición por Axis el Vie Ene 21, 2011 10:00 pm, editado 1 vez

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Mensaje por Invitado Sáb Ene 15, 2011 8:52 pm

Suspiró condescendientemente mientras veia como se alejaban un par de figuras que habia estado atendiendo las ultimas dos horas; dos Alemanes con quienes había concretado un muy buen negocio le habían alegrado el dia, aun cuando la conversacion le parecia monótona. Como se notaba el cambio de culturas, en sus modales y respeto ante un cliente que no conocian... Nada comparado con las ratas con las que siempre lidiaba, aquellas que estan tan cegadas por el negocio que no compreden entre riesgos o discresión... Esos dos caballeros fueron una compañía agradable aunque gélida aquella noche, dejando como regalo una caja de tabacos importados, aquellos que tanto le gustaban como obsequio de una duradera y futura sociedad. Se habían tomado el tiempo de estudiarle... los rubios eran astutos. Se preguntaba que mas sabrían sobre el... Aun cuando esto sorprendientemente le alegrara... detestaba rodearse de socios incompetentes, aun cuando tuvieren dinero.
Entregó la caja a uno de los fornidos Rusos que le acompañaban, degustando una copa de vino que recien pedia. Aquel lugar cada vez se llenaba de gente mas extraña...dejando de ser exclusivo. Pronto deberia buscar otro en donde poder llevar a cabo sus reuniones o su prescencia seria muy notoria como para dejarse ver, despues de todo, enemigos, a su edad le abundaban, pero aquello no era mucho problema para el, como siempre tenia la mente ocupada para otras cosas que le concernieran mas, como el trafico y comercio ilegal que siempre le mantenía ocupado... y un par de pensamientos sobre las Orquideas que estaban por florecer en su jardin... pronto seria hora de ver el ansiado resultado de su cosecha.

Hacía bastante frio dentro del local... Resolvió ladear la cabeza apoyandola por sobre un par de dedos, despues de encender un cigarro, ubicandolo al final de la larga cigarrera de platino metal que siempre llevaba consigo, dando la primera calada a esta, mientras el fulgor de aquel tizon rojo se avivaba junto al par de orbes carmesi furioso que adornaban su rostro, entre una mirada seria. Había demasiadas cosas de las que tendría que ocuparse el mismo... puesto que padecia de aquel mal tan impropio. No confiaba en nadie mas que en el, y mas en su negrocio... seguramente es por ello que nunca habia tenido algun pecance entre las relaciones con sus colegas... o al menos nadie se habia enterado de ello, debido a su acostumbrada discreción... La verdad le aburria siempre ocuparse de todo aquello....

La gente caminaba de un lado a otro frente a el, mientras un par de luces de colores se posaban en su rostro blanquesino e inerte, llevando la cristalina copa a sus labios. Pensaba constantemente en ella, aun sin querer esto... su inconsciente le traicionaba, y se preguntaba con frecuencia cuando rayos seria el dia que le dejare en paz... estando viva o estando muerta le odiaba y no podia soportar en su sobervia aun recordarse de ella. Maldita mujer..... Ahora el humo salia apresurado de sus labios entreabiertos. Había conseguido arruinarle la noche. Nada nuevo que aquella condenada niña no hubiere hecho ya con su vida. Ojala estuviese muerta, era lo unico que esperaba en lo mas hondo de su ser., pensó mientras bajo la mirada hasta conseguir batir un poco la copa en sus manos, llena de la purúrea bebida.

La puerta de acceso central se abrió dejando entrar la luz de la calle entre el bullicio de la musica que ya se sabia de memoria al frecuentar tanto aquel sitio.Levanto la mirada al observar sin ningun interes en especifico, como entraba una figura de alta anatomía, de tez blanca, y delgado ingresando a la barra cercana el.. Este se veia bastante despreocupado, hasta acceder a la barra pidiendo un trago. Su cuerpo delgado descansaba sobre un sofa de cuero negro, enmarcando su blanquesina piel. Dejó salir un delgado hilo de humo de sus labios, exhalando el humo del tabaco dulce que siempre fumaba, para despues saborear nuevamente el alcoholico gusto de la copa de Merlot que tenia en la mano, apenas mojandose los labios.

Suspiró mientras sacudia la cigarrera plateada sobre un cenicero, escuchando la musica entonaba aquel local, que al parecer era lo unico que le mantenia alli. Bajó la mirada hasta sus dedos, poniendo la copa a su lado, mientras se cruzaba de brazos, de nuevo cigarro en mano. Su mirada se manteina inerte. frecuentaba tanto ese sitio que ya estaba por concluir que seguramente aque no pertenecia a ese entorno. <<Un extranjero, quizas>> Pensó, llevando el metal tibio a sus labios para dar una nueva bocanada. manteniendose en silencio, sosteniendo la recia mirada en direccion a aquel, divagando en sus pensamientos, inconscientemente.

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Mensaje por Invitado Lun Ene 17, 2011 12:12 am

En los parvos minutos que el barman se tomó para atenderlo, el azabache había estado pensando en varias cosas: últimamente recibía buenas pagas, además, no tenía que realizar trabajos tan pesados. Apenas uno que otro encargo algo espinoso y dificultoso, pero siempre que le tocaba uno de aquellos su paga era anormalmente incrementada, y qué decir del para nada acostumbrado buen trato que recibía a diferencia del resto. Estaba comenzando a sospechar en varios aspectos sobre el hombre que le ofrecía dichos trabajos; había notado una preferencia quizás enfermiza. Enfermiza para él, que no acostumbraba a vender su trasero así por dinero. Si algún día pasaba que su “jefe” se le mandaba encima, aunque esperaba que no pasara por el bien suyo y ajeno, ya vería cómo ingeniárselas con otro trabajo. Continuó profundizando el tema, comenzando a sentir cómo una corriente eléctrica recorría su espina dorsal debido al desagrado de imaginarse junto a su jefe: tal vez si conseguía buena información sobre ilegalidades, lo cual veía bastante fácil y factible en cualquier local como en el que estaba, su hermosa y preciada cuenta bancaria iría en asenso. Después de todo, su jefe resultó ser un mafioso que se beneficiaba de cualquier clase de datos, especial y preferidamente de otros negocios turbios de los cuales salir favorecido tras una serie de… quién sabe qué. El azabache no se metía en eso, por lo que no comprendía muy bien cómo era el trato entre mafiosos y sus territorios, negocios, pactos, alianzas, etc.

El sonido del vidrio golpear la barra lo saco de su ensimismamiento. El barman colocó cuidadosamente el trago sobre la superficie e inmediatamente se giró a otra dirección para atender a otra gente, mientras el ambiente a su alrededor no parecía haber cambiado demasiado. Los asientos seguían vacíos, las luces más entreveradas que nunca y el sonido estruendosamente fuerte como para acaparar la atención de cualquiera ahí dentro. Aquella charla mental, a las cuales no acostumbraba demasiado, le había parecido una eternidad, mas sólo se trató de unos cuantos segundos, segundos en los que, por alguna razón, otro hombre sentado a lo lejos le había plantado su mirada como si se tratase de algún espécimen raro. O tal vez no lo miraba a él, sino a la nada, pero no creía que la nada se ubicara justamente en su espalda.

Ignorando por el momento al tipo ese, tomó la copa con maña y sapiencia, no como los ebrios que bailaban al azar unos cuantos pasos más lejos, allá en la pista de baile. Por supuesto que era culto; no por nada sus adoptivos padres se habían esmerado en su enseñanza durante el tiempo que estuvieron vivos, sin embargo, tal vez su apariencia indicara lo contrario. Bebió tranquilo, dando un trago ligero y bajando la copa con elegancia, aunque a la vez con desgano. El sabor del trago se deshizo en su lengua siendo opacado otro más amargo, el cual había tenido en la boca desde que se percató del peligro que corría de seguir con su jefe en aquellos trabajos; los mafiosos eran posesivos y engreídos, no dejaban irse por las buenas a nadie, especialmente si le tenían ganas. Bebió el segundo trago, esta vez prolongándolo más en un experimento por ver si la amargura desaparecía ya, sin embargo, al no ser así se mandó la copa entera o lo que quedaba en ella. No tenía mucha resistencia al alcohol, pero no se le notaba casi nunca.

La mano izquierda, ocupada hasta el momento en mantener firme el cigarro encendido entre sus dedos, se dirigió a sus labios, que como parte de unas fauces hambrientas aprisionaron el tabaco entre ellas. Después de haber aspirado soltó el humo con arrogancia, y pidió la segunda copa de la noche. Ésta demoró en llegar a comparación de la anterior, sin embargo, al estar ya levemente afectado por el alcohol no le dio tanta importancia. Bebió de la copa raudamente, dejándola vacía en consecuencia sobre la barra junto a algunos billetes sueltos que sacó del bolsillo de su pantalón. Recordó entonces, sin tener nada qué hacer, la mirada de hace un momento, volteando la vista hasta él y, después de regresarle otra igual de insistente, lo dejó de lado. Parecía un tipo soberbio, de esos a los que tanto les sobra el dinero que no tienen que preocuparse por nada. De los peores hombres en la tierra, a su parecer, pero aquello de una forma u otra lograba hacerlo interesante. Mas no se le acercó, al contrario, eligió a algún otro para empezar a divertirse… O ligar, lo que pasara primero.

Hablaba amenamente, suelto y fresco como acostumbraba cuando quería sacar provecho de alguien. Hasta reía, pero desde lejos se notaba que la curvatura que sus labios formaban en aquella sonrisa no era más que sino fingida a tu totalidad. Luego de unos minutos de charla, el azabache guió al otro hasta la barra y pidió dos tragos. El barman los atendió después de preparar una bebida para una dama que se hallaba esperando regular de tiempo, y una vez les entregó a ambos sus respectivos pedidos Axis abandonó la barra junto a su copa para dirigirse casi hacia el tipo sentado a lo lejos, el que lo había estado mirando. Y “casi” porque realmente lo que quería era ir hacia otra persona que, según el “amigo” que conoció antes, le podría dar información sobre ciertos asuntos turbios. El azabache andaba embriagado ya, ciertamente, por lo que no pudo esquivar, por más que sus sentidos estuvieran al cien por ciento, un golpe que un tipo en su camino le dio, ocasionando que la copa en sus manos cayera inevitablemente sobre el hombre en el sofá de cuero ajustado. La bebida era helada, con colores que arruinarían la ropa de quien sea. Pero eso no era lo que le llamó la atención, sino lo fue la casualidad divina que Dios o algún otro ente poderoso había querido que sucediera especialmente con el azabache que le observaba anteriormente. No sabía si había tenido suerte o si debería ahora mismo querer que la tierra lo hunda.

-Ups, lo siento.

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