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Mensaje por Invitado Sáb Nov 06, 2010 5:56 pm

La idea que tenía su hermano de vacaciones era aislarse en un lugar donde no hubiesen hombres. Lo cual, dada su personalidad, no era del todo mal plan. Kunimasa solo quería un lugar tranquilo, ya que debía hacer una tesis demasiado larga y detallada como para poder centrarse si tenía a alguien molestandole todo el rato.

En otoño era buena opción ir a sitios como una posada con termas. Mas que nada para no tener que preocuparse por si su hermano se desmayaba en algún lugar tras cometer alguna de sus imprudencias. Aunque los viajes familiares con Yonekuni a cuestas no le hacían ninguna gracia, debía agradecer que este pagase, ya que él carecía de trabajo fijo por el momento.

-Oye, ayúdame con las maletas -por supuesto, se había estado quejando casi todo el camino ante la nula capacidad de su querido hermano de querer cooperar con él. El coche les había dejado a principios de la cuesta, ya que le sería imposible subir por ella. Los alrededores estaban rodeados por un fino bosquecillo y la simulación de escaleras estaban reforzadas por tablillas de madera ancha bastante estéticas.

Tras unas palabras de aliento, que realmente no le alentaron para nada, llegaron al final de la pendiente.

El hostal era de estilo tradicional y olía a madera, mezclado con el olor a hierba que desprendía el bosque a su alrededor. Era una casa amplia, con una gran entrada y un gran recibidor exterior, cubierto por el tejado que sobresalía dos pisos mas arriba. Al final de la cuesta había un gran arco rojo que la coronaba y un faro a modo de recibimiento. Los colores propios del invierno, entre el rojo, naranja y ámbar, llenaban tanto la copa de los árboles como el suelo cubierto de hojas; que bailaban inevitablemente con el viento.
Esperando en la puerta había una mujer vestida con un kimono perfectamente ajustado y un peinado de toque muy artesanal que les invitó -una vez Kunimasa pudo llegar, sin aliento, y maldiciendo- a pasar dentro, guiándoles hacia su habitación, situada en el primer piso.

El interior era mucho mas grande de lo que por fuera aparentaba. Tenía pasillos anchos, grandes ventanales donde poder sentarse con vistas al bosque y las formaciones rocosas de enfrente y unas habitaciones donde podría caber un equipo entero de baloncesto. La que les tocó, concretamente, tenía un tatami muy cuidado y una mesa baja centrada. Nada mas entrar, la gran ventana con barrotes bajos, simulando un balcón.

Mirando a su alrededor, Kunimasa soltó las maletas. Era un lugar tranquilo, silencioso y con unas vistas relajantes; como bien el otro pudo apreciar al asomarse. Dejándose caer en el suelo una vez la mujer se retiró, empezó a abrir su propio equipaje para organizarse. Pondría la ropa que usaría a la vista y las cosas de estudio a un lado, para no perderlos cuando empezasen a rebuscar...

Tras el aviso de Yonekuni de su partida a las termas, el menor acabó levantándose, dejando los libros sobre la mesa baja. Soltó un suspiro, mirando por la ventana para ver como el cielo naranja poco a poco ennegrecía. El viento frío le hizo templar suavemente, mientras miraba entre los arbolillos que apenas habían cerca de la posada. Faltaba poco menos de una hora para que sirviesen la cena, así que podía hacer tiempo. Dando media vuelta, y cerrando la puerta corrediza a sus espaldas, caminó por el pasillo, volviendo a bajar las escaleras antes de salir de nuevo. Miró a su alrededor, acabando por tomar el camino de su derecha, rodeando la gran posada y la valla alta de madera que supuso esconderían las termas, atisbando mucho mas allá de la oscuridad y los árboles que lograba adivinar. Metiéndose las manos en los bolsillos, acabó dirigiéndose hacia mas allá del claro.

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Mensaje por Invitado Lun Nov 08, 2010 4:23 pm

¿Quién le iba decir que le tocara un viaje a las termas en la ciudad? Encima incluido te venía una habitación y la ropa con el yukata para que pasaras una maravillosa experiencia, sinceramente era el mejor regalo que podía decidir, y eso que no se lo buscó mucho, él iba caminando por la calle en uno de sus días normales, con sus amigos los magos había conseguido algo de dinero y había decidido malgastarlo en esos típicos sorteos cuando la pelotita de color dorado le hubo tocado: Directamente se fue al cielo.

Nunca había estado en una cosa de esas, le hacía especial ilusión, todavía recordaba como al saltar de la emoción había golpeado la madera que sostenía todo, tirando por los aires cada una de las piezas pertenecientes al juego, menos mal que había un coro de gente que se echó unas risas porque si no se hubiera tenido que enfrentar al comerciante. Su rodilla estaba aún un poco lastimada, pero como era de costumbre que le pasaran estas cosas, no se mantenía preocupado, apenas se había colocado unas tiritas e iba tan pancho.

Se encontraba en la habitación, sentado, observando cuidadosamente cada zona decorada… era todo muy hermoso, unas flores descansaban en una jarra con agua, pero estaban colocadas de forma especial, tenían un rocío característico que lo estaba dejando hechizado, observando aquellas gotas cristalinas que se deslizaban por el sedoso pétalo carmesí. Su cuerpo estaba prácticamente desnudo, apenas una toalla escondía sus nalgas y aquellas zonas impuras, siendo como una serpiente que se enrollaba en sus piernas dejando únicamente liberada su cola, que se movía lentamente de un lado a otro acompasada con la tranquilidad y serenidad que tenía en joven. El brillo de la luna dejaba ver su piel traslucida, pálida, realmente tentadora a cualquier ojo humano, aquella carne se tornaba pecaminosa, su cintura era estrecha, y solo ver sus hombros al descubierto provocaba una inminente atracción sexual.

Estaba listo para ir a darse un baño a la parte vip, que se encontraba en medio del bosque, en la completa naturaleza. Una sonrisa nació de sus labios mientras imaginaba el momento en que pudiera sentir aquella agua caliente sobre sí mismo, sus manos pasearon por sus brazos para frotarse del gusto que le daba, mientras se fue espabilando, levantándose por completo, no iba llevar ni chanclas, iría descalzo. Le hacía gracia, además quería sentir la naturaleza, un poco avergonzado pero seguro se dirigió hacia la puerta corrediza y la abrió tranquilamente, agarrándose con una mano la toalla, dio un salto hacia delante como si de un niño se tratara, notando enseguida un completo escalofrío por la tierra fría y el viento gélido-..aaaahn…. – se le puso la piel de gallina, empezando a desear con mucha fuerza llegar.

Sin más preámbulos sus piernas comenzaron a correr por el lugar, dando botecitos, se veía un poco cómico mientras apartaba las ramas y seguía las indicaciones, marcadas por flechas, era bastante ágil, se notaba que tenía sangre de animal pues verdaderamente ahora mismo se fundía con el bosque como si se tratara de uno. Sus piernas se estiraban, marcados aquellos muslos desnudos y tersos. Lo más divertido es que corría como si no le fuera ver nadie, justo en ese momento pasaba por la parte más pública y a lo lejos, donde quedaba la posada y las murallas de madera, entre los árboles se vio su figura.


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Mensaje por Invitado Miér Nov 10, 2010 6:16 am

El atardecer en la montaña era muy diferente que en la ciudad. Mas que nada porque parecía que todo oscurecía a una velocidad de vértigo. El cielo, que hacía poco estaba del color del fuego, pareció ennegrecer de golpe, como si alguien hubiera bajado un tupido velo negro en un instante. Por suerte para él, incluso en el bosquecillo contaba con algunas luces a lo lejos, desde la posada, para guiarse. A parte de la iluminación que le llegaba, aunque escasa, desde algunas otras termas situadas en el claro.

Estando en la montaña no dudaba que hubiesen por allí algunos animales. Mientras caminaba, esquivando los finos arbolillos que se metían en su camino, podía oír a lo lejos un correteo, así como algún sonido distante sobre las ramas. ¿Monos? Solían frecuentar los alrededores, según tenía entendido. De todas maneras no había que preocuparse por ellos. Continuó caminando, guiándose por los destellos de luz que veía a lo lejos, junto a un mar de tallos de bambú. Se preguntó quién iría a bañarse en un lugar tan alejado, con aquel frío que hacía por la noche en los lugares altos. Lo mas seguro es que su hermano hubiese optado por las termas interiores, sabiendo como era. Solo esperaba que estuviese controlando su temperatura o tendría que ir a recogerle flotando en el agua.

Apartando una elástica rama y girando la cabeza para mirar hacia atrás, alertado por el ruido que se acercaba poco a poco, lo vio. La imagen mas rara que se hubiese topado nunca. Era un joven, únicamente vestido con una toalla -que bien mirada era la de la posada-, dando saltos mientras corría, como si se creyese una gacela. Tenía una expresión casi estúpida en el rostro, como si estuviera metido en su propio mundo de fantasía infantil.

-... ¿Ah? -Kunimasa no pudo evitar levantar una ceja y hacer una mueca igual de cómica que el aspecto que tenía aquel chaval que poco a poco se le acercaba, como si no le hubiese visto para nada. ¿Que demonios estaba haciendo aquel lunático, de noche, en medio del bosque, prácticamente desnudo y con aquella cara de haber tenido un día perfecto? Parecía brillar tanto que el mayor casi había quedado deslumbrado por su aura.

-Oye... -lo vio zigzagueando entre los arboles, por suerte no dándose con ninguno. Por desgracia, no parecía por la labor de esquivarlo a él- ¡Oye, tu...! ¡¡Hey!!

¡Plaf! Ni por esas había evitado que se le echarse encima. El golpe que se llevó contra el suelo, a parte del de la rama en plenas narices había hecho que algunas de las hojas resecas se elevasen en el aire. El eco del quejido que emitió al sentir su espalda contra el suelo, mas el peso de aquel crío encima pareció hacer eco, mientras una fuerte ráfaga de viento removía la copa de los árboles, haciendo caer mas hojas sobre ellos.

-¿¡Pero que demonios...!? -bufó, levantando la nuca del suelo, adolorida, para mirarle.

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Mensaje por Invitado Miér Nov 10, 2010 9:35 am

Iba demasiado contento, demasiado despistado, demasiado feliz, corriendo por aquel bosque, de verdad se sentía un niño, solo de pensar en la satisfacción que tendría metiéndose en aquellas aguas un escalofrío de emoción recorría su espalda logrando que una gran sonrisa se estableciera en su rostro. Sus piernas eran ágiles por el bosque, esquivando los arboles, dando buenos saltos, disfrutando de la sensación en sus pies que producía pisar hojas secas o algunas ramitas, incluso algunas zonas de hierba que enseguida le daban un gusto que un humano no hubiera podido comprender. Estaba tan ensimismado que obviamente ni se fijó en lo que tenía delante, como siempre.

MH¡¡ - de pronto así de buenas chocó de bruces contra algo duro que logró que se cayera hacia delante llevándoselo por la tremenda intensidad del golpe. Notó como su cuerpo desnudo se impactaba contra un pectoral, sus piernas se juntaron notando un vacio en su estomago por culpa de la ingrávida, quedando sin respiración hasta que volvió a estar sobre algo consistente. Sus ojos estaban cerrados respirando agitado muy confundido y aturdido, como era normalmente muy torpe pensó que quizás se debía a algún tipo de muñeco. Si, pensó en un muñeco en un bosque antes que una persona.

Por ello, cuando sus manos comenzaron a inspeccionar lo que estaba debajo suya, empezó a sentir que su corazón se aceleraba como una pequeña locomotora, dándose cuenta del inminente error. Ya solo le faltó escuchar el grito molesto del ser para confirmar su pensamiento y ponerse tenso. Su cabeza se elevó poco a poco, pues se había golpeado la nariz y le dolía un poco, el puente de esta lo tenía algo rojo, sus cabellos desordenados caían por su frente ocultando un poco aquellos ojos arrepentidos de tono rojizo, inmediatamente hizo fuerza con sus brazos, levantando su torso para dejar algo de espacio aquella persona, haciendo una presión sobre el mismo, su expresión era culpable y devastadora, verdaderamente lograba hechizar.

Lo siento mucho, no miraba por donde iba ..y.. aa.hora me aparto – dijo mientras se recolocaba poco a poco, sin pensarlo se sentó en su pelvis para ayudarse después, dejando que su trasero descansara allí sin problemas, aún tapado por la toalla que magistralmente seguía envuelta entre sus piernas tapando su sexo pero mostrando aquellos tentadores muslos. La cola se movió de un lado a otro como calculando como se iba levantar sin demasiado esfuerzo, pensó que al final la mejor opción era apoyar los pies y hacer una especie de sentadilla para alzarse.

No tardó demasiado, agachó la cabeza hasta que poco a poco apoyándose con las manos en su pecho quedó de pie, con las piernas abiertas y el cuerpo del mayor debajo suya. El menor lo miró un poco más dándose cuenta de lo grande que era teniendo la necesidad de que la tierra lo tragase, su mini yo interior estaba con unas líneas depresivas en su rostro y un aura oscura. Dio un paso hacia atrás, dejándole espacio mientras llevaba la mano a su nuca notando la responsabilidad caer sobre sus hombros, no sabía que decir, por ello se quedo dudoso mientras con la otra le daba al mayor un posible apoyo para que se levantara.
-..No te vi.. ¿te has hecho daño?.. –dijo normal, sin importarle nada su desnudo ocasional quedando se forma simple y agradable.

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Mensaje por Invitado Vie Nov 12, 2010 7:39 am

Kunimasa experimentó un cambio de carácter drástico, a parte de un cambio de opinión tan repentino como había sido el golpe de la rama contra su cara. La visión del lunático que tenía al haberle visto correr por el bosque como si huyese de una manada de Jabalíes se transformó instantes después, al verle levantar la cabeza de su pecho, en una opinión del chico que le dejó en blanco. Sus cejas, fruncidas con enfado, se levantaron un momento al ver aquella cara que parecía disculparse por todos sus poros, aquella expresión infantil, adorable y dulce que le miraba, arrepentida.

Soltó un jadeo al notarle sentarse en un mal lugar. Fue ahí cuando comprobó que no solo su aspecto parecía inocente y despreocupado, sino que era posible que toda su persona también lo fuese. Kunimasa se incorporó como pudo sobre sus brazos, dejándolos descansar sobre el manto de hojas del suelo. Sus ojos se deslizaron inevitablemente por aquel cuerpecito semidesnudo, pálido y al que intuía suave y cálido por alguna razón. Claro que toda aquella fascinación suya desapareció momentáneamente cuando le escuchó volver a hablar. Por un momento pareció que una gran flecha de neón había aparecido sobre su cabeza para recalcar su casi metro ochenta. Alguien bastante difícil de no ver...

-¿Que no me has visto? -bufó- ¿Es que estás ciego? -se incorporó, con la vena de la sien notablemente marcada. Se sacudió las hojas pegadas al cuerpo y miró al frente, encontrándose con aquella mano. Alzó la vista, recorriendo su brazo hasta su rostro.

Kunimasa se caracterizaba por ser una persona curiosa. No le interesaban los demás a menos que estas tuvieran un ADN que le gustase. Era alguien que se dejaba guiar por todos sus sentidos antes de dignarse a elegir a alguien como “pareja”, lo cual era aún mas desconcertante. Aquel muchacho, a simple vista, era perfecto. Pero no podía saberlo sin comprobarlo antes.

-Tu... -levantó la mano, y en lugar de tomar la que el otro le extendía para levantarse sostuvo su muñeca de manera firme, sintiendo el tacto aterciopelado de aquella piel. Tiró de ella hacia delante, haciendo que volviese a caer a horcajadas sobre su regazo. Se acercó, sin soltarle, y pareció entretenerse olisqueando su cuello, sus hombros y su clavícula, rozando su piel con la punta de la nariz. Su otra mano se separó del suelo y se posó en su cadera, acariciando hasta su espalda y bajando por esta, topándose con la cola- Un pet. ¿Eres un gato? -murmuró cerca de su oído, respirando el aroma que desprendía su cuerpo. La otra mano se había hecho con la cola, que se movía inquieta entre sus dedos. Había bajado por esta, rozando el nacimiento en su espalda, donde recordaba que los felinos eran extremadamente sensibles.

-No, este olor... -se lo acercó mas, soltando su mano para agarrar su mentón, haciéndolo a un lado para seguir oliéndole- no parece de un gato doméstico. ¿Un tigre...? -parecía murmurar solo, mientras seguía con su autoreconocimiento sin tomar en cuenta la opinión del pobre joven al que sostenía con firmeza.

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Mensaje por Invitado Vie Nov 12, 2010 4:45 pm

No había que ser tan borde, pero entendía en cierta medida el enfado que podría haberle ocasionado. En fin, tenía razón, estaba de lo más ciego para no ver a una persona que le superaba en altura de una forma bestial, incluso parecía ser dos veces él, así cualquiera se sentía pequeño, cosa a la que no estaba acostumbrado, pues su medida no era digamos la menor para un chico de su edad. Ese tipo lo estaba mirando de forma muy rara, entre cabreado y analizador, un conjunto que sinceramente no le resultó nada confiable, aquellos ojos dorados y su expresión seria daban a entender demasiadas cosas para su persona, una pantera que al fin y al cabo tenía instintos, sobre todo si se trataba de reconocer un depredador.

Su mano aún seguía tendida pero para su sorpresa las falanges del mayor no fueron donde se esperaba, siendo agarrado de la muñeca con rotundidad no le dio ni tiempo a recobrar la compostura cuando así por las buenas volvía al lugar del cual se había levantado, sus caderas chocaron contra la pelvis por la caída producida por el golpe quedando de nuevo encajado en ella. Obviamente se molestó por la situación. Fue a quejarse, abriendo la boca para soltar aquellas palabras que saldrían despedidas de su garganta como una muestra de enfado, pero no le dio tiempo pues así de pronto, sintió como la nariz del mayor rondaba por su cuello y la zona de sus hombros resultando ser demasiado confuso y espeluznante. Su respiración quedo marcada, su pecho se elevó mientras sus pulmones se llenaban de oxigeno quedando a expensas, con unos nervios en su estomago que lograban dejarle sin aliento ,conseguir una expresión aturdida un tanto peculiar.

Su corazón bombeaba fuerte e intenso por la situación que se estaba creando, apenas podía reaccionar, como en estado de shock, efectivamente nadie en su sano juicio hubiera podido adivinar que ese hombre terminaría actuando de aquella forma, al mismo tiempo que la segunda mano se posaba en su cadera, un hormigueo lo recorrió desde la punta de la nuca hasta su cola, poniendo su piel de gallina, el frio ocasionado logró que de sus labios saliera un alarido mientras la mano libre que tenía se alzaba un poco con los dedos estirados. Lo único que le falto fue el modo que tuvo el mayor de coger su cola. Allí ya si se alteró, sus hombros se tensaron mientras las oleadas producidas por el tacto de la zona sensible comenzaron atacarle logrando que su corazón se acelerara mucho más siendo un ritmo muy difícil de seguir. ‘’ qué demonios’’ Eso estaba llegando demasiado lejos, las falanges estiradas se convirtieron en un puño que fue tomando altura, en sus ojos se vio el brillo de confusión inseguridad y placer, hecho que nunca admitiría.

P-a-n-t-e-r-a – Dijo de golpe ante las palabras y la curiosidad del otro, enseguida para cortar todo el momento aquel puño fue directo a su cabeza, dándole un coscorrón enorme en el cual no se refrenó. Su yo interior dio un saltito de alegría como mostrando su orgullo por el acto , su cabeza se echó hacia delante logrando que sus cabellos crearan una cortina que de nuevo ocultaba su mirada, no tardo nada el menor en empujarle, apartándose de él, incluido el agarre que sostenía con su muñeca derecha, del cual fue liberado. -…¿Qué te has creído? –dijo en un tono algo seco, siendo bastante hábil para esta ocasión, ya colocándose de pie, con una toalla que estaba a nada de caer al suelo por culpa de tanta tralla. Se puso a la defensiva, sin dejar que ese tío pudiera ver una debilidad tan obvia en su persona.
¡No puedes ir tocando a la gente así! ¡Maldición! – su voz volvió a ser más apacible mientras sin pensar se llevaba las manos atrás, tocándose la lumbar y el nacimiento de su cola, acariciándolo como para quitar la sensación de los dedos del otro sintiendo escalofríos, no pudo evitar apretar las nalgas mientras murmuraba molesto palabras sin sentido.

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Mensaje por Invitado Lun Nov 15, 2010 4:31 pm

Sentía curiosidad. No. Quizás mas que eso. Aquel chico con aspecto infantil e inocente tenía un olor agradable; tanto como para hacer caer sus sentidos. Toqueteaba aquella suave cola, notando como se unía a la vértebra de la espalda y daba comienzo la piel, erizada por el frío. La punta de su nariz seguía rozando su pómulo y colándose entre el espacio de su oreja y su cuello, como si quisiese memorizar aquello que estaba sintiendo en aquel instante. Parpadeó cuando le escuchó hablar, crispado, separándose y abriendo la boca para soltar algo así como “No lo pareces”, aunque no le dio tiempo a entonar siquiera la primera palabra cuando sintió el golpe, que aunque dado con aquella pequeña mano, le había dolido igualmente.

Frunció las cejas, quedando con una de las manos en el aire cuando el otro se apartó, apoyando la otra en el suelo cuando recibió un nuevo empujón, manteniendo el equilibro gracias a su complexión mas robusta. Le escuchó echarle la bronca, como si realmente tuviese derecho a hacerlo. Kunimasa era alguien ilógico en cuanto a atracción por los demás se refería, y verle apartarse como si hubiese tocado a algún asqueroso bicho le cabreaba. Además de que había interrumpido su reconocimiento de genes personal.

-Oh, cállate de una vez -bufó, cansado de tanto chillido asqueado. Se levantó, sacudiéndose la ropa sin mucho recato, mirándole ya desde su increíble altura. Una vez sus pies sostuvieron su peso, el otro parecía incluso mas pequeño que antes. Dando un paso al frente se cernió sobre él, sujetándole del brazo y bajando la mano restante a la cadera y sus cuartos traseros, impulsándose para levantarle con una facilidad insultante y colgárselo al hombro, con la precaria toalla a punto de abandonarle por completo. Poco importaba. El gatito tenía una buena complexión, una cara hermosa y mas cosas que no tardaría en descubrir por si mismo. Por lo pronto estaba notando bajo su mano un redondo trasero que no le dejaba indiferente para nada. Era como estar sosteniendo a una mujer...

-No estás nada mal. Me gusta -dio media vuelta, encaminándose hacia la terma independiente al aire libre del bosquecillo, que por el olor que le llegaba no podía estar lejos. Nunca había pensado que un hombre pudiera ser lindo o tener algún atractivo en particular, aunque no era tan extremo como su hermano. Y de hecho, seguía pensando lo mismo. Era otra parte ilógica de su personalidad: solo miraba por el bien propio y actuaba sin importarle las opiniones de los demás. Eso podría ser una buena faceta, pero en su caso...

Traspasó unos pocos árboles de troncos finos antes de llegar a un descampado. Esquivó maleza y vio, frente a un inmenso y tupido bosque de bambú la gran terma, rodeada estéticamente de rocas pequeñas, como si fuera obra de las mismas gentes que se habían bañado allí en su día. Por aquellos sitios las fuentes de aguas termales naturales eran bastante corrientes, sobre todo por la cantidad de núcleos de calor que los recorrían bajo tierra. A un lado, una pequeña cabaña, no mas grande que una habitación corriente, con la entrada sin puerta y una gran ventana en un lateral sin cristales, como si fuese un resguardo provisional para la ropa durante el baño. Pensando que aquello sería suficiente, pasó de largo lo que quedaba del descampado y la humeante terma vacía, con algunas de las hojas resecas flotando en la superficie.

Soltó a la joven pantera en uno de los bancos de madera, adjuntos a la pared de la cabaña, quedándose con la toalla en la mano antes de inclinarse sobre él, llevando las manos a sus rodillas, separandolas.

-Caminando por ahí medio desnudo... -le reprochó, como si él si que tuviese plenos derechos de hacerlo. Observó descaradamente su intimidad, con aquella cara de mal carácter que intimidaba- Mas te vale que seas virgen... -soltó, antes de comenzar a tocarle, ya no de manera superficial, como si quisiera comprobar por si mismo sus sospechas, acoplado perfectamente frente a él para que no volviese a huir otra vez.

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Mensaje por Invitado Jue Nov 18, 2010 9:59 am

¡¿Cómo?! ¿Que se callara? ¿Pero quien se había creído? A parte, ¿porque tenía que ser tan alto? Maldición en comparación con él, era enorme, poseía un cuerpo musculado, anchas espaldas, mentón cuadrado mirada profunda, seria expresión y … sin dudarlo intimidaba. Dio un paso hacia atrás algo torpe, pero antes de poder escapar los fuertes dedos del mayor agarraron su brazo tirando de él, realmente le dio la sensación de que volaba, se alzaba con mucha facilidad, cogiendo la altura de su hombro, obviamente se quedó sin aire al sentir como su estomago cocaba con su clavícula quedando como un saco de patatas, pero quizás eso no era lo que más le molestaba, si no el hecho de que una de las manos ahora estaba en su muslo, sosteniéndole, probando su piel sin reparo, sus nalgas se tensaron y sus nervios se crisparon ofreciendo resistencia. Lo que ya le faltó fue que tomara su nalga así por las buenas.

-… Suéltame ahora mismo
–dijo intentando aparentar seriedad , sus labios estaban apretados sus piernas se movían logrando apartarse, era tan alto que incluso le estaba dando un poco de vértigo, tuvo que coger aire repetidas veces , sus falanges desnudas tomaban su camisa con fuerza, tirando de ella consiguiendo que se arrugara, esperó un poco para ver si el hombre que lo tomaba a la fuerza, no estaba tan loco como para seguir lo que estuviera haciendo, pero así fue, y empezó a darse cuenta que sus pasos iban encaminados a donde supuestamente sería la sala vip para él, la verdad es que en ese momento no se detuvo a contemplar la belleza del paisaje, el sonido del agua caliente, la colocación de la piedras, la pequeña casita situada a un lateral, sinceramente controlaba su corazón y pensaba en alguna opción para huir de ese sicópata. Había escuchado de ellos pero ¿Quién iba imaginar que le tocara uno?

¡Ahn! –pegó un buen bote una vez el mayor le arrebatara la toalla quedándose sin aire, encogiendo su vientre, sus manos enseguida fueron a tapar su sexo, una vergüenza mortal lo engullo dejándole sin aliento, y una sensación de agonía en su corazón- Una vez sentado, no pudo hacer nada más para que ese hombre sujetara sus rodillas abriendo enseguida la puerta que escondía su sensibilidad, sin poder ser ocultada más. Era lindo, su pene estaba acogido en el vello púbico del menor, con un color azabache como sus mismos cabellos , lucía flácido, la longitud era carnosa y su punta se tornaba apetecible, esponjosa de un color rosado , incluso la uretra era algo atrayente, provocador definitivamente. Escalofríos, hormigueos, el joven sufría toda clase de síntomas, sus piernas ahora temblaban un poco, al igual que su labio inferior, la boca se había entreabierto sin querer y de ella salían sonidos cortados.

¿Más le valía ser virgen?.. ¿Un violador? No no no no no no no no, enseguida reaccionó, aun que su cuerpo le falló pues su miembro comenzaba hincharse suavemente por la sensación de ser observado y sentir el aliento caliente de una boca cercana. Pero tomo valor , porque no podía huir, el grande lo tenía bien agarrado, así que se enfrentaría, no podía permitir que un desconocido le hiciera daño, menos uno tan enorme, seguro que no era lo único que tenía con ese adjetivo, no quería perder la virginidad y menos que le hicieran daño, por mucho que su instinto le dijera que se dejara, como las hembras con el macho más fuerte y dominante. MHH¡¡ -de repente su rodilla tomó fuerza, alzándose violenta chocando contra la mandíbula del otro, no se contuvo para nada, soltando el aire que tenía quedando como un mini grito realmente excitante.

- ¡No voy a ser tu carnada!– Dijo con todos sus pulmones mientras gracias a ese golpe el otro se echaba para atrás, sin dudarlo esta vez se lanzó hacía delante, y si, piso su estomago , perdiendo el equilibrio completamente torpe, casi liándose con sus propios pies, pero por fortuna dando como saltos consiguió estabilidad, su cola se meneaba de un lugar a otro encajadita en su lumbar antes del comienzo de sus nalgas justo al filito, verdaderamente esa imagen era sublime, los glúteos eran suaves se tornaban esponjosos y un poco duros. Perfectos.



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Mensaje por Invitado Lun Nov 22, 2010 7:49 pm

El universitario no mostró pena alguna mientras miraba el pene del joven muchacho, al cual había forzado -porque esa era la palabra, por mucho que Kunimasa lo negase- hacia la cabaña para, sin mas, despojarlo de lo poco que le tapaba y mirarle fijamente, sin vergüenza alguna. Mientras recorría su miembro, su suave vello, su estómago, sus piernas; todo con la mirada, insistía en que ver atractivo en otro hombre era ridículo. Ninguno tendría algo que no se hubiese visto ya, así que ¿por que debería fascinarse por el hecho de vérselo a los demás?

Aquel joven tenía un rostro inocente, un cuerpo delicado y una voz atrayente. Al menos eso, lo admitía. Sujetándole las rodillas, apenas pensó en su próximo movimiento. Su instinto parecía actuar por él desde que había empezado a olisquear al mas joven en el bosque, y dada la atracción que había sentido a causa de ello solo quería hacer una cosa...

-¡Ngh! -...claro que no se esperaba que el gatito diese aún guerra, por lo que sintiendo la mandíbula adolorida se llevó una mano al mentón, aflojando su agarre a inclinándose ligeramente hacia atrás, cerrando uno de los ojos. Maldijo al crío no supo cuantas veces, intentando recuperar la compostura y que la vena de la sien no le estallase aún, o perdería el control -mas aún- de sus acciones. Aunque no hizo ninguna falta perseguirle, ya que al parecer el chico se las apañaba para quedarse donde estaba.

-¡¡Estate quieto de una puñetera vez!! -gritó, perdiendo su inexistente paciencia, mirándole mientras aún intentaba encajarse la mandíbula. Una de sus cejas, fruncidas, se levantaron para apreciar en silencio una vez mas sus atributos, y fue definitivo lo que querría de aquel muchacho. Tenía unos buenos genes y un olor tan exquisito que le mareaba. No podía dejar escapar algo así, por muy joven que pareciese. Su obsesión por la buena sangre era demasiada y su instinto casi animal era igual de incontrolable que sus ideas. Y, para que negarlo, la pantera le había cabreado.

Antes de que pudiera volver a incorporarse para seguir tratandole como un vulgar saco de boxeo tomó sus muñecas con fuerza, acercándose hasta encararle con una mueca de ímpetu y plena excitación, pero no sardónica. Había algo extraño e indescifrable en su manera de mirarle, como si fuese imposible distinguir si era una buena o una mala persona. Aunque con lo que estaba haciendo no pudiese considerarse del todo buena...

-No me cabrees mas, te aviso -soltó, pareciendo de golpe un mafioso. Pegó la nariz a la mejilla de la joven pantera y volvió a aspirar, oliéndole, antes de darle un lametón. Acto seguido, le dio la vuelta, dejándolo de rodillas sobre el banco de madera y todo lo inclinado contra la pared que se podía. Sujetó una de sus manos contra esta, para que no hiciera mas movimientos bruscos, separándole de nuevo las piernas con ayuda de las propias. Volvió a toquetear la cola antes de levantarla y dejar a la vista sus casi inmaculados y pálidos glúteos, firmes y redondos. Pasó los dedos de la mano libre sobre ellos, como comprobando su suavidad, antes de colarse entre estos para separarlos, teniendo una visión perfecta de su estrecha y sonrosada entrada, mas tentadora aún que su propio olor.

Sintió crecer su miembro bajo el vaquero a una velocidad pasmosa; aunque ya estuviese parcialmente arriba al sentirle por sus conductos olfativos. Sentía ganas de morder su espalda arqueada y embestirle tan fuerte que sus gemidos hiciesen eco en el bosquecillo de bambú que pasaba la cabaña. Kunimasa miró de reojo por el gran ventanal. Había anochecido del todo, y era improbable que alguien viniese a aquel lugar dado el aire frío que hacía. Pero no podía tomarse tanto tiempo, ya fuese por las personas que pudiesen venir, por la cena que ahora mismo estarían sirviendo en su habitación o por su hermano, que capaz era de dejarle fuera con tal de follarse a una mujer que seguramente acababa de conocer mientras flotaba tontamente en las termas...

-No tengo tiempo para prepararte -susurró tras inclinarse sobre él, dando por sentado que si que era virgen. Es mas, lo podría jurar. Su dedo índice acarició la circunferencia de su entrada, presionando intermitentemente sin llegar a penetrarlo. Luego, tomándole de los muslos, le cerró las piernas, mientras desabrochaba el cinturón de su pantalón y se bajaba la bragueta, rebuscando en la ropa interior hasta que su propia dureza dio contra las nalgas del mas pequeño. Antes de que pudiera volver a rebelarse, golpeó la pared junto a su cabeza, inclinándose y pegándose a él desde atrás, relamiéndose, mientras alcanzaba a morder una de sus orejas.

-Vamos, aprieta las piernas -susurró con voz ronca, mientras penetraba entre sus muslos, notando el tacto suave de su piel y la caricia adicional que le daban sus testículos y su pene al enterrarse del todo en ellos. Soltó un gruñido, apretando su mano y apartando la otra de la pared para sujetarle por el pecho ante la segura posibilidad de que no aguantase su peso. Sus dígitos apretaron sus pezones, endurecidos por el frío, mientras comenzaba sus envites entre jadeos y sonidos obscenos producto de la propia lubricación que daba su pre-semen.

A pesar de ser simplemente una autosatisfacción personal, estaba extasiado. Mordisqueaba los hombros de la pantera mientras seguía moviéndose, notando su pequeño cuerpo bajo el suyo, entre sus brazos. Apretaba su mano contra la pared de madera cada vez que hacía un movimiento hacia delante, jadeando, entrando en calor al poco tiempo. Llevaba mucho sin poder experimentar aquel tipo de placer instantáneo, y se había sumergido casi instantáneamente en él.


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Mensaje por Invitado Mar Nov 30, 2010 9:10 am

Pronto comenzó a sentir como la yema de un dedo acariciaba sus pliegues, aquella zona sensible que lo hizo temblar y temer, nunca se había tocado allí y era espantosamente vulnerable, sentía un poco de calor, pero la verdad es que en comparación con el de las nalgas eso era prácticamente nada, no sentía placer en absoluto, para él la situación emergente era un completa pesadilla. ¿Por qué? No podía huir, ese sicópata lo había tomado, tenía miedo, mucho miedo, sobre todo cuando lo puso a cuatro patas, no pudo hablar, ni siquiera gritar cuando levantó su cola de mala manera.

No podía aguantar la situación, todo escapaba de sus manos, se desbordaba, sus ideas estaban nubladas por una niebla densa que hacía que su cabeza estuviera completamente en blanco. Solo podía saber una cosa bien clara. Quería escapar. ¿Porque? ¿Porque le tenían que pasar esas cosas? ahora estaba tumbado en el suelo arenoso, completamente desnudo y encima sujetado por un hombre que medía dos veces él. La sensación fue de ahogo ciertamente, su corazón palpitaba muy rápido galopando sobre su pecho de manera confusa. ¿Como que no tenía tiempo de prepararle? ¡quien era ese tipo! su cola se puso recta empezando a danzar peligrosamente para poder alcanzarle o darle algún golpe y sus manos intentaron alzarse, agarrándose de la fría madera que no hacía más que resbalar sus palmas. Esto era de locos ¡De locos!

¿Que se estuviera quieto? ¡Que no le cabreara?¡ ¿Pero qué derecho tenía sobre él? tenía que luchar, su instinto se lo decía todo, pero estaba completamente encerrado en su cuerpo, empezando a temer por cosas más serias. ¿No sería.. capaz..de.. No¡ ¡No podía hacer eso! Maldito lunático loco, no lograba entender porque lo olía, porque se ponía así, porque lo atacaba físicamente cuando él no había hecho nada. No le había molestado, tan solo había chocado con él, y el otro únicamente lo había tomado sin permiso haciendo lo que le viniera en gana. Quería de vuelta su toalla, quería poder librarse de su amarre y echarlo de allí rápidamente antes de que pasaran cosa peores. Nunca había encontrado un problema así, y eso que vivía en la calle.

¡Basta!! Suéltame ¡ -grito con la voz marcada mientras intentaba luchar contra él, pero era más difícil de lo que se creía, al escuchar su bragueta sintió profundo escalofríos, no quería lo que venía ahora, no lo deseaba, tuvo miedo de lo que pudiera ocurrir, por eso apretó sus nalgas completamente avergonzado de todo, de enseñar esa zona tan sensible y pura, y de sentirla mancillada. antes de que pudiera apartarlo notó la caliente punta de su polla entre sus nalgas, haciendo que sus orejitas se movieran alteradas y su cintura intentara escapar de sus garras. Pero lo mantenía preso, probando aquellos deliciosos y esponjosos glúteos. Su longitud sin venir a cuento empezó a frotarse entre ellas, la sensación era muy fuerte para el menor, notando todas sus venitas y la calentura tremenda del hombre, su virilidad bien dura marcando territorio, dejando un poquito del rastro que se establecía por su pre semen, empezando a cada movimiento a ser más deslizante y resbaladizo. Era un completo flan, tiritando sin poder defenderse ni respirar cuando el vaivén empezó a establecerse. Sus cabellos se movían con sutileza por los movimientos, su boca estaba abierta, pero por ella no pasaba el aire, sus ojos sin poder descansar se abrían de par en par en una angustia suprema reflejada en cada uno de sus orbes.

Nooh.. -dijo en un hilito de voz arañando con sus uñas la madera del banco mientras se estiraba hacía arriba intentando huir de él. Obviamente no pensaba apretar sus piernas ni sus muslos, suficiente era sentirlo allí estacionado. Sus ojos rojizos empezaron a moverse inquietos mientras la respiración se iba agravando. Eso lo solían hacer los machos, sobre todo para temas de reproducción y celos, marcando así a la que sería su hembra para el cortejo. ¡Pero él no era una chica! Por ello con todas sus fuerzas dio un gran manotazo, la verdad es que usó toda su energía para lograr lo que hizo. Su cuerpo se giró cayendo de lado mientras arrastraba las manos del otro haciendo que le soltase, quedando en su cintura, sus nalguitas tocaron el suelo, pinchándose un poco con las hojas caídas y el terreno arenoso. Sus manos cambiaron poniéndose delante del macho, agarrando sus hombros. La imagen era esplendida, a través de la mirada de la pantera se veía como analizaba la gran polla del mayor, erecta y jugosa parecía clamar atención, se notaba la confusión y el pequeño miedo en sus orbes. Por parte del otro, contemplaba perfectamente toda la constitución de su animal, aquellas orejitas agachadas, casi como un cachorrito pidiendo clemencia, la cola entre sus piernas, apoyándose en su pene como ocultándolo para que no viera si estado. La fina piel.. Su estrecha cadera, su vientre delgado y pálido, aquellos botoncitos algo rojos por el tacto de antes.

-...De..jame..-apenas pudo decir.



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Mensaje por Invitado Dom Dic 05, 2010 8:20 am

Kunimasa se sentía en el séptimo cielo, y eso que no había llegado a penetrarle. Se movía contra sus suaves y pálidos muslos, sintiendo el roce de su pequeño pene -al menos, en comparación con el suyo- a cada vaivén. Gruñía de manera casi animal a cada envite, sujetando su mano, reteniendole y notando como temblaba bajo él. Su espalda parecía arquearse cada vez que su dureza se hundía entre sus piernas, como si intentase no sucumbir a aquellos roces o, por el contrario, planeando una nueva forma de huir.

Realmente, lo que hacía el universitario era mas digno de un macho en celo. Su obsesión por la buena sangre le hacía ser algo superficial muchas veces, y las muchas otras no dudaba en simplemente saciarse con cualquiera. Siempre había sido alguien con aquel tipo de instintos animales; quizás por la educación imprudente de su madre respecto al respeto que pudiese sentir hacia los demás. Aunque sinceramente, estando en aquella situación, le importaba una mierda la moralidad. Le estaba gustando y estaba a poco de correrse solo notando aquella aterciopelada piel, y era lo único que le interesaba.

-Haah... -cerró los ojos y entreabrió los labios, ya ni notando el frío que azotaba fuera de aquella imitación de cabaña. A veces le parecía oír la vocecilla de la pantera quejarse o reclamarle que le soltase y le dejase, haciendo caso omiso a sus peticiones. Al menos, claro, hasta que el chiquillo volvió a hacer de las suyas una vez mas. ¿El “estarse quieto y no cabrearlo” no había sido lo suficientemente claro? Porque se estaba ganando que lo forzase de verdad allí mismo...

...y de hecho, la primera muestra de que estaba perdiendo a pasos gigantes la paciencia, fue el tremendo golpe que dio al bando de madera de donde se había caído, que crujió dolorosamente en el silencio que se había aposentado entre ambos. Kunimasa miró a la joven pantera con la vena de la sien mas hinchada que su propio miembro, que ahora se erguía, húmedo y endurecido frente al otro, buscando saciarse y descargarse.

-No tengo tiempo para escuchar tus opiniones, chaval -dijo, crispado y con frialdad, dejando que le apartase si quería con las manos en los hombros. Con las suyas propias apartó la cola a un lado, acariciando de nuevo la parte baja antes de soltarla. Le tomó de las rodillas y las juntó, sujetándole con firmeza las piernas, ahora apoyadas en su hombro tras terminar de recostarlo en el suelo-. Vas a ayudarme a correrme... -fue una clara orden que, aunque el otro no quisiera cumplir, Kunimasa se encargaría de hacer que lo hiciera.

Volvió a penetrar entre sus muslos, pudiendo presenciarlo perfectamente ahora que estaba de frente. Su abdomen se dobló hacia delante para intentar quedar a la altura del pequeño cuerpo, haciendo que a cada movimiento se le marcasen los músculos y una gota de sudor cayese desde su mentón. Volvió a gruñir, arremetiendo mas fuerte, como si verdaderamente se lo estuviese follando. Era placentero, aún a pesar de acostarse con su novia cada vez que podía. Por un momento se le pasó por la cabeza como sería cuando la metiese dentro suyo a la hora de ir a concebir a su hijo; haciéndole soltar otro gemido tras otro envite. Entreabrió los ojos, dando de lleno en su expresión ¿avergonzada? ¿Incómoda? ¿O quizás le tenía miedo? Podría ser que, después de todo, aquello le estuviese gustando... El mayor era nulo con la empatía hacia los demás...

-Ngh... -una de sus manos dejó sus piernas y serpenteó hacia su pecho, posándose sobre los pectorales del muchacho, como si realmente le pareciera increíble no encontrar allí dos pechos en fase de crecimiento. La pantera tenía un olor dulce, un cuerpo delicado y una voz agradable que, hasta ese momento, solo había visto en una mujer. Masajeó con el índice y el pulgar el contorno de su pezón, apretándolo con la punta de sus dedos antes de deslizarse a su clavícula y su hombro, al cual se sujetó cuando sintió una ardiente oleada de placer subirle por la espalda. Tras otro fuerte y ronco gruñido, acabó corriéndose de dos últimas estocadas, manchando las piernas, el estómago y el pecho del niño sin mas reparo con las grandes cantidades de semen retenido.

Soltando un suspiro, se inclinó hacia delante, ya sin brusquedad, acercándose a un lateral de su rostro para posar la frente en su hombro, cerrando los ojos mientras los espasmos de su cuerpo desaparecían progresivamente. Sentía su polla palpitar sobre la del otro chico, mientras su respiración sacudía su cuerpo. Su calor corporal pareció envolver al otro, y por un momento el viento frío de fuera dejó de ser un problema.

[…]

Cuando el sonido de la cremallera subirse dejó claro que Kunimasa estaba de nuevo decente, el silbido de la ventisca recalcó que el tiempo estaba empeorando. La terma de fuera se agitaba mientras en su superficie se formaban hondas por la llovizna que había empezado a caer.

-Te alojas en la posada, ¿verdad? -dijo, mas afirmándolo que preguntándolo. Desde su intimidante altura, miró al jovencito con el que se había saciado, al cual se había limitado a devolverle la toalla- Mas te vale que no huyas de mi, porque te encontraré -le soltó, amenazándolo claramente. Luego, tras dirigirle una mirada por el rabillo del ojo, salió sin mas de la cabaña.


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Mensaje por Invitado Lun Dic 06, 2010 7:22 pm

Allí estaba, tirado… No podía creer lo que había pasado, el otro ya hace tiempo que se había marchado quizás unos minutos, pero él no era capaz de moverse del lugar, tenía una sensación pegajosa en sus glúteos, logrando que temblara ligeramente en esa zona por culpa del calor impuesto. Aún en su cabeza estaba la escena de cómo le había tomado y sin más mandato lo había subido casi a sus hombros para poder restregarse mejor mientras su gran polla disfrutaba de la fricción de sus nalgas. Lo peor es que se sentía ultrajado como si le hubieran quitado parte de sus derechos o privilegios.

La lluvia era apenas visible, pequeñas gotas trasparentes que comenzaban a cubrir su cuerpo, algunas se mezclaban con el semen de su piel enfriándolo, su cabeza estaba agachada y efectivamente sus cabellos empezaban a tornarse húmedos, al igual que su desnudez, el frío comenzaba a ser devastador por mucho que estuviera cerca de una terma caliente. La toalla no servía para nada y en su cabeza no hacían más que pasarse más imágenes, logrando tiritar un poco.

Era una pantera acostumbrada a la calle, pero jamás se había enfrentado con una persona así, un… acosador. No podía entender como era posible que aquel hombre no hiciera caso a sus palabras, como si tuviera poderío sobre él, pero no era así, no le pertenecía ni siquiera se conocían y mucho menos tenía derecho hacer lo que había echo. Correrse encima suya, todavía podía oler la esencia dura del hombre, era un macho que lo había marcado con un potente símbolo por lo menos eso lo notarían los animales.

Su cola se movió sintiéndose incomodo por el rastro de calor de sus nalgas, era como si aún estuvieran calientes, casi podía jurar que seguía notando su roce, sus penetraciones, cada parte de su longitud, sus venas hinchadas, su glande húmedo y carnoso, y por su puesto la dureza de su miembro. Sus orejitas se bajaron ligeramente mientras apretaba en puño sintiéndose impotente. No, el no era de los que se dejaba vencer y mucho menos asustar, por eso tuvo claro que no obedecería sus palabras, si se creía que se iba a quedar allí para esperarle estaba muy equivocado. No le vería más eso claro, mejor en la calle que en unos baños termales con un lunático.


Pero claro, había que volver a su habitación, ¡que demonios! Se iba a bañar aún lloviese, aunque pillara el constipado lo la enfermedad más grave que pudiera encontrar. Se alzó rápido, para el tiempo que llevaba quieto, sus piernas tardaron en coger estabilidad, pero pronto se vieron caminando hacía la terma, no tardó en sumergirse en ella probando su calor, limpiándose las impurezas y por supuesto cada rastro del otro. De esta manera estaba más tranquilo, al principio no podía parar de pensar, pero al final quedo maravillado por la sensación quedando en una especie de trance. El agua caliente , el vapor, las piedras … todo era especial.

[..]

Podría haberse quedado allí mucho tiempo si no fuera porque la lluvia comenzaba a ser bestial, el calor desaparecía rápido, dejando su cuerpo tiritando. La toalla del suelo estaba empapada, pero servía para taparle. La sensación que le dio cuando salió fue horrible, el viento, el agua fría, caló cada zona desnuda logrando que empezara a sufrir del momento, casi podía decir que sus extremidades eran bloques de hielo o peor. Por eso no tardó en correr, manchándose por el barro que se había formado, sus pies se impregnaron de el. Su único pensamiento era llegar, ducharse, entrar en calor y marcharse corriendo al amanecer. Solo deseaba hacerlo todo bien. ¿Qué hora era? ¿Las 3? Las 4… Dios el tiempo volaba y él seguramente cogería una hipotermia o una buena gripe. A quien se le ocurría quedarse medio dormido en ese lugar.

El bosque le mantuvo bastante tiempo ocupado, pero por fin pudo distinguir las murallas de madera típicas del hotel, gracias a dios no había punto de queda porque si no estaría perdido, la suerte era que a esas horas no había prácticamente nadie, y por suerte su habitación era corrediza y no era necesaria llave, por lo menos desde el patio. Por eso fue sencillo medianamente conseguir pasar lo lo anterior, ahora le empezaba a doler un poco la cabeza pero no cambiaba de idea, se ducharía se vestiría y justo le daría para marcharse.

Era gracioso pensar que ni siquiera tenía algo parecido a una casa, simplemente unas chabolas con los magos en una zona de la ciudad olvidada, pero bueno quisiera o no, era un lugar donde cobijarse, era muy importante. Por dios sus brazos pesaban mucho... y sus gemelos perdían estabilidad, en el ultimo tramo dio unos tumbos peligrosos, casi parecía que se iba a desplomar, pero por suerte consiguió alcanzar su destino abriendo su puerta con pesadez.



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Mensaje por Invitado Miér Dic 15, 2010 9:40 pm

Tras su marcha, había recorrido de vuelta aquel tupido bosque, viendo como a cada paso los arboles se separaban y adelgazaban los troncos, viéndose por fin el suelo. Las nubes, cargadas de lo que sería al tormenta de aquella noche recibieron una dura mirada de su parte. Luego, antes de entrar a la posada, miró a su espalda. Aquel gatito perdido no le había seguido, y si se quedaba mucho tiempo se tragaría el chaparrón de lleno. Chasqueando la lengua se dijo que no tenía por qué importarle, mientras no cometiera ninguna estupidez y muriese. Después de todo era una especie perfecta para el y su futura descendencia, y no podía permitir que le pasara algo. Y mucho menos que otro lo estrenase.

-Señor, hay una alerta de tormenta para esta noche, estamos cubriendo los patios -la joven recepcionista se dirigió a él con aquella vocecilla suave y femenina, pasiva en toda regla, tras acercarse a él dando una serie de pasos cortos y rápidos debido al kimono. Kunimasa miró hacia dentro, dio un cabeceo y puso rumbo hacia su habitación. Si llovía demasiado y azotaba un viento muy fuerte se quedarían sin suministro eléctrico. Y sin electricidad no habría calefacción. No era por preocuparse tontamente por su hermano, pero saber de su estado y que no se iba a desmayar por los rincones eran datos que quería saber. Mas que nada para recoger su cuerpo hecho polvo.

-Que raro... -comentaba otra mujer, a la que Kunimasa esquivó tras subir las escaleras y casi chocarse con ella en el pasillo lateral, al parecer saliendo de una de las últimas habitaciones. Cargaba una gran bandeja de comida que al parecer no había podido dejar en el cuarto ante la ausencia del inquilino. Cediéndole el paso, siguió de frente hasta detenerse.

-Yonekuni -abrió la puerta y miró dentro de la habitación, donde el rubio, con aspecto rejuvenecido después de haberse dado un baño en las termas, ya comía con cierta lentitud intrigante, como si sus pensamientos divagasen muy lejos de aquella croqueta que sostenía con los palillos-. Pide mantas extra para esta noche, al parecer se acerca una tormenta.

Cerró la puerta y miró la comida de la mesa. A ojo podía distinguir gambas fritas, arroz, pescado, verduras y un gran plato de bambú cocido con setas, cuyo olor le incitó a sentarse para cenar también. La ventana seguía abierta, y el aire frío que entraba por ella era solo un aviso de como soplaría entrada la noche. Cogiendo los palillos, miró de nuevo a su hermano, teniéndolo de frente. Sus ojos parecían estar mirando a algún enemigo al que sin duda había que aplastar de inmediato. A parte que parecía que el vientecillo helado no le afectaba para nada.

-¿Es que te has acalorado estando en las termas? -su hermano parpadeó, como si se hubiese dado cuenta en aquel momento de que había llegado. Miró la croqueta que sostenía y finalmente se la comió- ¿Has oído lo que dije de las mantas?

-Si, si -eso era que no, claro- ¿Donde fuiste? ¿Con algunas de las chicas del piso de abajo? -preguntó, aunque no interesandole demasiado la respuesta. Después de todo había visto algo desagradable en las termas, y no lo decía especialmente por haberse encontrado con el antiguo presidente de su clase.

-No exactamente -cogió una buena porción de bambú, haciendo malabares con la lengua para no quemarse. Tras tragar y beber agua, desvió la vista hacia la ventana, como si esperase ver al figura del estúpido gato aparecer y coger refugio.

-¡Que aburrido~! -resopló Yonekuni entonces, bebiendo cerveza- He visto algunas que podrían gustarte, ¿sabes? Lindas y de caderas anchas. Seguro que tendrían buenos niños -sonrió, socarrón, antes de que Kunimasa le tirase una bola de papel a la frente.

Tras la cena, retiraron la mesa de centro y se extendieron los futones. Dejando a la mujer encargarse de traer mas mantas para que al menos Yonekuni no se congelase a mitad de la noche -lo cual era raro, porque siendo él lo mas normal es que le robase el calor corporal a algunas chicas-, Kunimasa se encargó de dejar las maletas a un lado. Mañana tendrían que colocarlas al menos para organizarse. Se alzó, mientras su hermano protestaba, y cerró la ventana, por la cual quedó mirando un rato largo. El cielo estaba encapotado, y las nubes se movían alarmantemente deprisa producto del viento. Menuda suerte. Solo esperaba que se despejase para mañana o no podrían disfrutar ni de las vistas ni de las termas exteriores.

Cerrando las solapas de madera internas y echando el pestillo, se dispuso a acostarse.

[…]

Abrió los ojos, y seguía estando oscuro. El zumbido del agua le indicaba que la lluvia caía sin piedad en el exterior, haciendo que le subiese un escalofrío por la espalda al sacar un brazo de debajo de la gruesa manta del futón. Parpadeó y giro la cabeza, viendo que Yonekuni había desaparecido. Había dejado las mantas revueltas y la puerta de la habitación entreabierta. Si aún estaba caminando por el pasillo no lo escuchaba, ya que el lejano retumbar de los truenos podía mezclarse perfectamente con el de sus pasos. Cuando se levantó, buscando ver alguna silueta en la fina rendija que daba al pasillo, notó el aire de la estancia helado, y como había supuesto se habían quedado sin suministro, ya fuera por la necesidad de cortarlo para evitar accidentes o por un mal funcionamiento de la fuente, seguramente afectada por el tiempo de montaña.

Rascándose la nuca, apartó el edredón y se levantó, mirando como el reloj digital de la cómoda marcaba ya mas de las cinco de la mañana. Acabó por asomarse tras bostezar y ver que la ventana seguía perfectamente cerrada. El pasillo estaba a oscuras, aunque podía intuir el resplandor que dejarían los rayos lejanos, cayendo de entre las nubes. Caminó, con aquel yukata de mangas anchas y largas tapándole, desarreglado por las posturas que hubiese adquirido al dormir, escuchando ruidos de la habitación del pasillo lateral. No estaba siguiendo a su hermano, ya que lo mas probable es que fuera a la caza de alguna muchacha, pero le resultó curioso ver que la habitación vacía horas antes había sido nuevamente ocupada. A Kunimasa le llegaba un olor suave, a jabón, muy parecido al que había traído Yonekuni tras volver de las termas.

Avanzó, dejando atrás las escaleras, hasta el final del pasillo, viendo la tenue luz aún encendida a través de la puerta. Reconocía aquel olor entre el jabón, y por el movimiento que había dentro casi podía intuir lo que estaba pensando. Rascándose la clavícula, muy a mano gracias al Yukata abierto, sus ojos parecieron resplandecer antes de correr la puerta, entrar dentro de la habitación y volver a cerrarla a sus espaldas sin brusquedad, como si de repente se hubiese aparecido en aquel espacio humilde y carente de muchas cosas.

-¿Que parte de “no huyas de mi” no has entendido? -manifestó entonces.

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Mensaje por Invitado Dom Abr 17, 2011 4:53 pm

Por fin sus pies disfrutaban del suelo de madera, al menos era mucho más cálido que la fría roca en la que había tenido que estar horas. ¿Era normal no? Estaba demasiado cansado, demasiado shokeado como para reaccionar, como para caminar, como para pensar, como para estar en pie. Todo había sido demasiado rápido, el momento de esa noche parecía ser una pesadilla reflejada, realmente quería despertarse y amanecer en la calle, donde se ganaba la vida, donde estaba seguro. Pero por más que procuraba deshacerse de ese sueño tan horrendo, la realidad hacía mella en sus ojos, haciendo que cierta desesperación desbordara de ellos. ¿Por qué? ¿Qué había hecho mal? ¡Solo chocarse! Solo eso, ese encuentro había producido aquel fatal destino, que un sicópata que no conocía de nada, lo tomara como suyo, como una maldita propiedad, un objeto sin más que quería para su descendencia ¡Era de locos! Además ¡Él era un macho! Y ese no era el mayor problema, si no que ya le había.. ya le había tocado, ya había sentido su virilidad, esa zona todavía estaba caliente por dentro, estaba pegajosa y el olor de territorio era demasiado fuerte para él, de verdad estaba deseando desaparecer, ser un conejo y escapar por la gorra de algún mago.

Loe nervios se quedaban estacionados en su piel, esta estaba verdaderamente fría, casi congelada, para una pantera como él, de sangre caliente eso casi era un delito. Mojado, miles de gotas recorrían su piel, haciendo pequeños charcos en el suelo a cada paso que daba para dirigirse a su habitación, con todo el sigilo posible intentaba que sus dientes no castañearan, sabía que tenía que hacer, escapar, desaparecer en la madrugada, darse la ducha caliente e irse en cuanto su pequeña maleta estuviera lista. Pero claro, era algo lento, no solo estaba el hecho de su peligroso tambaleo, de aquel suave mareo que lograba que pareciera que la habitación estuviera inclinada, si no del pequeño dolor de cabeza que asolaba al joven. Era normal después de quedarse desnudo con una tormenta, dejando congelar cada extremidad, cada centímetro de sus órganos, de su piel, las defensas estaban por los suelos por el ataque sexual del acosador y eso se veía reflejado en su debilidad, en que seguramente algún virus o bacteria había aprovechado para adentrarse en su cuerpo.

Con un poco de dificultad, consiguió llegar a su cuarto, se iba agarrando a la madera, a los tabiques, su respiración estaba bastante afectada, el respirar se notaba demasiado liviano, daba la sensación de que sus pulmones no capturaban bien el oxigeno necesario para no caer desmayado. Pero todo fue a mejor cuando pasando la sala llegó a su baño, con cierta torpeza encendió el agua del grifo, dejándola correr un buen rato, sus ojos rojizos cristalinos estaban algo vacíos, todavía perdidos, asustados y afectados por los acontecimientos. Era increíble, que aquel joven pudiera ser tan sumamente atractivo, cada curva, cada recta, cada delineación inspiraba al deseo y la dominación. Su pequeña cadera, y estrecha cintura eran dignas fabricaciones del demonio para la lujuria, y eso sin hablar de sus nalgas, ahora un poco enrojecidas por la fuerte fricción que hubo anteriormente del enorme pene perteneciente al hombre que supuestamente le había tomado como suyo. Esas piernas, esos muslos, daban ganas de abrirlos con rudeza y violencia para poder observar bien lo que ocultaban, esa zona irresistible para penetrar, virgen y estrecha. Pero lo mejor, era el olor de la pantera, lograba atraer a los machos, e incluso a las hembras más dominantes. Agradable, adictivo y placentero.

Su piel estaba manchada de barro por estar tumbado en la arena en conjunto con el agua que caía del cielo. Por fin se rellenó por completo, estaba suficientemente calida para hacer que al meter poco a poco sus pies, empezara a suspirar de alivio, casi eran gemidos de alegría por la buena sensación que daba. Se fue adentrando hasta quedar cubierto de pecho, y allí se quedó un buen tiempo para poder tomar todo aquello, sus mejillas por el cambio de temperatura se vieron algo transformadas, tomando un cierto tono sonrosado, sus orbes se veían algo vidriadas, seguramente tendría alguna décima de fiebre, no demasiado, pero suficiente para hacerle sentir cansado y sin fuerzas. Realmente quería huir. Tenía un poco de miedo, no estaba acostumbrado a esas situaciones, sus manos vagamente fueron a su rostro, mojándolo un poco más, mientras inspiraba mucho aire, soltándolo poco a poco repitiendo esto varias veces para relajarse. Decidió que lo mejor era enjabonarse rápido y salir corriendo, si no amanecería y el problema se agravaría. Por ello encontrando el champú, se puso una gran cantidad en las manos, empezando a masajear su cuero cabelludo, por desgracia en su cabeza no hacían más que aparecer imágenes de lo ocurrido, y eso lo tensaba mucho, sentirse encerrado, atrapado, había sido una experiencia demasiado aterradora, siendo controlado sin que él quisiera, manejado como un muñeco. Y encima le dijo que no se le ocurriera escapar ¿estaba loco? Lo peor de todo es que ahora, lo recordaba demasiado caliente, no quiso pensar en excitante por que..por que ¡Eso jamás!

Pasó un buen rato en la bañera, hasta que finalmente terminó de asearse, y decidió que lo mejor sería salir de allí. Su ropa había quedado olvidada, así que solo pudo tomar un yukata que regalaban en el hotel. El se secó lo más rápido que pudo y cuando hubo estado listo, sin otra cosa que ponerse, se colocó aquella prenda. La verdad es que no era un buen momento para llevarla, pero no había alternativa. Se le quedaba ceñida, dejando intuido aquel cuerpo delgado, únicamente se abría por su pecho y piernas, pues no sabía colocarse bien el cinto, aunque lo agradecía, así estaba más libre y costaba menos correr, aunque claro, se veía completamente su cuello, su clavícula desnuda, incluso parte de su pecho y hombro. Además las piernas quedaban descubiertas dependiendo de la postura al estar sentado. ‘’ Vamos vamos con rapidez’’ Pensaba mientras aún algo mareado se iba a la sala principal, dando unos poco tumbos, el ruido era evidente, además, al abrir los cajones se escucha de sobra su huida, pero él confiaba en la seguridad de la noche. Pobre inocente.

Se puso se rodillas, ya con la maleta delante, metiendo las cosas rápidamente, sus cabellos estaban húmedos, las gotas caían en la ropa, y en su frente se formaba una hermosa cortina con sus cabellos azabache, que enseguida se vio deformada, pues escuchó como se abría la puerta, y de alzar la cabeza, se movieron despegándose de esta, soltando alguna gota cristalina, la angustia se vio reflejada en sus ojos al darse cuenta de lo evidente. Ese hombre estaba allí, había entrado y cerrado la puerta detrás suya, dejándole sin salida. Además sus palabras dejaron claro que le había pillado con las manos en la masa. Sus nervios afloraron con fuerza, su boca se abrió queriendo hablar, pero no salió ninguna palabra, pues todas se habían quedado estacionadas en su garganta, apretando su falange. -…Aa..h… -Eso fue lo único que pudo decir, pues por instinto, sus músculos se tensaron, y como gacela, se dispuso a huir del lugar costara lo que costara, aún no se había puesto los zapatos iba descalzo, por eso resbaló un poco en el primer instante cuando se echó hacía atrás. Sus manos tocaron el suelo para alzarse, se iría por la terraza ¡Tenía que desaparecer! Inmediatamente se dio la vuelta, dándole la espalda en el suelo, para levantarse, o directamente a cuatro patas escapar del lugar. Sus orejas estaban alerta, y semi agachadas, demostrando su miedo. Su cola permanecía tensión, en tensión hasta que se decidió avanzar.

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Mensaje por Invitado Dom Abr 24, 2011 5:39 pm

Si quedaba alguien despierto en la posada le resultaba un auténtico misterio. El viento seguía azotando de manera incesante la construcción de madera de la posada, revolviendo las aguas de las termas exteriores y casi doblando los árboles de tronco elástico de principios del bosque. Las gruesas maderas que conformaban los tabiques de los pasillos externos crujieron, mientras la niebla bajaba, espesa, desde la misma cumbre de la montaña hasta las faldas, donde estaba aquel humilde retiro. Las presiones medioambientales eran algo con lo que un negocio como aquel se enfrentaba muy a menudo, sobro todo estando en un lugar tan apartado de la propia ciudad. Los bosquecillos que habían entre ciudades, las montañas, los pequeños manantiales o los ríos atravesaban el país a cada cambio de altura, y las condiciones meteorológicas eran tan impredecibles como inevitables.
La tormenta, tal y como le había avisado una de las empleadas, había empezado con sutileza, convirtiéndose en un verdadero huracán de aguanieve y fuertes vientos, haciendo volar peligrosa y desatinadamente las ramas partidas, los faros que antes adornaban el arco de entrada al final de las escaleras, los escombros de piedrecillas del suelo y el cartel de horarios de la casa de baños. El rendimiento de los radiadores había descendido hasta verse obligados a dejar de funcionar por el momento, haciendo que el aire que se respiraba dentro de la casa fuera exhalado como vaho inconstante.

La ventana de la habitación de Yuta temblaba, como queriendo salirse de su soporte para dejar entrar al viento que la azotaba desde fuera. La luz parpadeante y anaranjada, guardando un toque tradicional y cálido al ambiente parpadeaba en el techo, mientras el zumbido de la lluvia fue lo único que se escuchó en aquel instante de revelación. Kunimasa observó, desde su imponente altura, como el gatito abría los párpados al verle, aterrado, y como los pelos de la cola parecían crispársele de puro nerviosismo. Era obvio que quería decir muchas cosas, gritarle tal vez, o pedir ayuda a alguien que considerase mas cuerdo y menos cruel. Pero de sus labios solo salían jadeos entrecortados por el miedo, lo cual Madarame no se explicaba demasiado. Había utilizado sus piernas para correrse, frotándose contra el interior de sus muslos, y no tenía motivos para decir que le había dolido. Después de todo no había pasado mas de ahí. ¿Humillación? ¿Estaba humillado? ¿Dolido? ¿O solo le asustaba el que pudiera intentar violarlo de verdad la próxima vez?

-¡Idiota, esa ventana...! -dio un par de zancadas al frente cuando lo vio con claras intenciones de abrir las ventanas que llevaban al pequeño balcón del cuarto en un intento desesperado por huir. Estiró el brazo, sujetándole la muñeca antes de que el roce en el pestillo fuera a mas, empujándolo hacia si. El cuerpo del mas pequeño chocó contra el suyo, el cual rodeó con el brazo antes de levantar la mano contraria y sujetar su mentón firmemente, alzándolo. Vio, entre aquella semioscuridad, la ropa desperdigada por el suelo y la maleta, signo de que se estaba preparando para marcharse. Girando los ojos, enfocó a los de la pantera- ¿Pensabas huir con esta tormenta? Estás desesperado -su nariz dio contra su cabello corto, aún húmedo y desprendiendo aquel olor tan exquisito y dulce-. No hagas tonterías y estate quieto el tiempo que dure nuestra estancia en este lugar. Por mucho que quieras huir de mi, no podrás... -murmuró aquello último, olisqueándolo hasta bajar y desordenar su flequillo, acariciando en una semicurva su mejilla con la punta de la nariz hasta lamer la comisura de sus labios con deleite.

No sabía si era por la luz naranja o sus propios deseos latentes, pero el pet se veía demasiado tentador como para no desear darle un mordisco. Sus labios brillaban, humedecidos por su propia saliva. Sus ojos le miraban, inquisidores y llenos de un sentimiento que quizás era miedo, o quizás rencor... Su pequeño cuerpo se acoplaba tan bien entre sus bazos que no pasó mucho hasta que quiso volver a tocarlo de nuevo. La mano que sostenía su mentón descendió, incitante, por su pálido cuello, sintiendo aquella pequeña nuez bajo la punta de sus dedos, su suavidad y mas adelante sus clavículas. A pesar del frío, su cuerpo se calentaba a marchas forzadas, teniendo un insidioso deseo de echar al suelo a aquel chiquillo, cuyo nombre aún no conocía, y hundirse en él una y otra vez, hasta que les diera la mañana y los truenos de fondo fueran solo un acompañamiento a sus gemidos.

-Oye -atajó, al ver sus intentos de besos frustrados-, abre la boca -el pulgar de una de sus manos se coló entre sus labios, notando la caricia de su lengua antes de pretender meter la suya propia y robarle el aliento de un beso.

Sin embargo, el abrupto ruido de las solapas de la ventana chocando contra la pared le hicieron levantar el rostro, recibiendo, con una mueca de desagrado e irritación todo el viento y la lluvia helada. Kunimasa soltó a la pantera, chasqueó la lengua y cerró uno de los ojos, cubriéndose con el antebrazo mientras abandonaba su puesto e iba a cerrar la ventana, que golpeteaba con saña contra la pared. El silvido del viento y la fuerza de este empujaba los cierres, casi impidiéndole por mas tiempo del que su paciencia soportó el cerrarlas de nuevo. Tras un par de giros, se aseguró de que no se volviese a abrir, pasándose la mano por el empapado cabello antes de girarse con el ceño fruncido y los ánimos por los suelos.

-... Ese crío...

Yuta no estaba en el cuarto.



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Mensaje por Invitado Miér Abr 27, 2011 9:53 am

Huir, huir era lo único que estaba en su cabeza, la única palabra, la única acción, sus manos quisieron ir pronto aquella salida, valga la redundancia, la única que había, pero como de costumbre las cosas no salieron como él quiso, unos fuertes dedos se aferraron a su muñeca con seguridad y firmeza, logrando con un tirón que todo él perdiera el equilibrio, sus pies parecieron enredarse para finalmente caer en el pecho del hombre, fuerte, y grande, siendo rodeado enseguida por unos brazos que lo apretaron contra si. En esa postura sentía su abdomen pegado, su vientre acoplado al otro, su pectoral comprimido con aquel torso, podía oler su fragancia, sentir su calor, su masculinidad, escuchaba cada latido, pues se marcaban en su piel. ¿Cómo no ponerse nervioso? ¿Cómo mantener una respiración adecuada? Notaba su estomago encogerse, pero se pronunció mucho más cuando una de las manos libres fue a su mentón, obligándole a mantener el rostro alzado.

¿Tormenta? La verdad es que no sabía muy bien a lo que se refería, es decir, sabía que el tiempo era malo, pues se había calado hasta los huesos, todavía sentía un mareo extraño y una perdida de fuerzas y energías, pero de hay a no huir por ello, había un pase, es decir, ni que hubiera un tornado ¿no?. Como si de un fuerte golpe se tratara, dejó sus pensamientos al sentir el olfateo de su persona, notó escalofríos varios, como hormigueos descendiendo por su columna vertebral al resto del cuerpo, junto con esas palabras,’’ Por mucho que quieras huir de mi, no podrás ‘’ los nervios erizaron su cuerpo, empezando a sentir de nuevo esa sensación de encerrona, de dominación, de posesión, como si lo estuvieran atando con cadenas, como un maldito conejo sin madriguera, con el lobo abriendo los dientes para atacar. ‘’ No ‘’ Eso quería decir, pero su voz no salía, ahogada, su mandíbula se tensaba un poco, abriéndose por culpa de las caricias, descendientes ahora por su mejilla.

¿Estaba latiendo su corazón con fuerza? Notaba el bombeo constante, casi le impedía respirar ¿era por miedo? Tuvo que cerrar los ojos, sintiendo esa lengua pasar por la comisura de sus labios suave y húmeda, bordeando la comisura. Inmediatamente denegó la posibilidad, impidiéndole el paso. Su cabeza se movió en su contra, buscando una salida, y sus brazos empezaron a resistirse ante tal amarre, sacudidas que no llegaban a nada, solo lograban la fricción de sus cuerpos. Pero como no, el siempre salía perdiendo, ese tipo consiguió meter su dedo, su boca se abría sin permiso, sus dientes jugaban a morderle, mientras que su lengua estaba siendo aplastada y comprimida por la yema, esta saboreaba el músculo blando, ese rosado rebelde, que no hacía más que mojarle.

Sin saber porqué su suerte volvió a cambiar, un fuerte golpe proveniente de la ventana hizo que quedara libre, no se lo pensó dos veces, no iba quedarse para ver la escena, ni siquiera cogió su maleta, solo pensó en su escapatoria, en su oportunidad, rápido como el demonio se dio la vuelta, sus pies estaban algo torpes, pero no le importó, después de todo era una pantera. Sus manos abrieron la puerta de madera, la que estaba fuera del pasillo, no se esperó el golpe que recibió, fue un torrente de aire congelado el que lo empujó hacía dentro, tropezó débilmente sintiendo que se ahogaba. ¡¿Qué era eso?! Tuvo que poner sus manos delante, pues el viento hería sus ojos, sus orejas se agacharon mucho, casi pegándose al cabello, como un gato asustado. Ese ventanal entraba con violencia, su yukata se movía, empezando a enfriar su cuerpo a tiempo vertiginoso, un loco hubiera salido, alguien sensato se hubiera dado la vuelta sabiendo del peligro. El no era alguien sensato.
Sus ojos se afilaron con creces, mostrando su lado salvaje, incluso sacó sus dientes, dejando ver esos orbes carmesí , esa pupila empequeñeciéndose. Sus pasos fueron lentos, duros, haciendo fuerza contra la naturaleza consiguió llegar hasta la puerta de nuevo. Estaba vez nadie le iba frenar, él era libre, siempre lo había sido, nadie podría quitarle aquello, le pertenecía, era lo único que tenía y lo protegería.

Quizás estaba loco, se arrepentía ahora de no haber cogido ni siquiera zapatos, la tormenta era muy fuerte, la lluvia dejaba de serlo, para convertirse en pequeñas agujas húmedas que se clavaban en su piel, por todos lados empapándolo con demasiada facilidad, el frío se colaba por su pecho ahora descubierto, el viento había logrado desnudarlo, pues de su fuerza la tela había empezado a ondular con violencia, deshaciéndose del pobre y enclenque amarre, llevando ahora algo parecido a una bata, una de sus manos se sostenía en su pecho agarrando fuerte la tela con su puño, tapándose lo que podía. Su otra mano busca sitios donde agarrase, donde sentirse seguro, sus sentidos animales estaban perdidos, era como si alguien lo hubiera girado demasiadas veces, y ahora lo soltara en medio de un lugar desconocido, su orientación no funcionaba, pero algo si sabía. Se alejaba del balneario. Sus pies empezaban embarrarse, y por lo tanto los resbalones eran más pronunciados, se tambaleó varias veces, perdiendo casi todo su equilibrio.

Sus pulmones estaba arrugados, estrujados, apenas podía respirar pero no era ese el mayor de sus problemas, su cabeza parecía un torbellino, era como si un martillo golpeara de vez en cuando su cráneo, eso hacía que se cayera, que sus piernas temblasen, que sus ojos se cerraran, que fuera desmayarse, pero la adrenalina corría por sus venas, era lo único que le salvaba de caer. ¿Cuánto tiempo llevaba fuera ya? ¿Habría andando suficiente?




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Mensaje por Invitado Mar Mayo 03, 2011 12:24 pm

En aquel momento de soledad en la habitación, Kunimasa se vio mas enfadado de lo que en un principio había estado. Tuvo el pensamiento de perseguir a que crío para darle de hostias y darle a entender que no podía ir por la vida de manera tan temeraria, ya que le había elegido a él, le había gustado y era él quien decidiría lo que podría hacer y lo que no. Dio un par de zancadas hacia la puerta, que había quedado abierta tras su escape, escuchando el bullicio de las empleadas tranquilizando a los huéspedes. Subían por las escaleras y atendían a las peticiones, mientras cargaban una lámpara de aceite e iban enfundadas con un grueso haori para protegerse del frío.

-¿Madarame-kun? -una de las mujeres se le acercó, trayendo consigo unas mantas y alzando la lámpara para poder alumbrar el rostro de Kunimasa. Recordaba su nombre al tenerlo apuntado por orden de reservas- ¿Necesita algo? He ido a su habitación pero su hermano no estaba en ella, ¿a ocurrido algo?

-No... -miró al final del pasillo, mientras oía las brutales arremetidas del viento, así como a un par de niños estallar en llantos desde algunas de las habitaciones. En el piso de abajo, las chicas parecían a punto de sellar la entrada, esperando que todos los huéspedes estuvieran dentro. Ni aún queriendo podrían salir a buscarles- Oiga, ¿como se llama el que ocupa este cuarto? -señaló a la habitación de su espalda.

[…]

Como había supuesto sin la necesidad de salir, la niebla había bajado de la montaña tan espesa como un manto gris sobre un cuadro, cubriendo la tierra, los troncos altos de los arboles, cada vez mas apiñados a medida que se subía. La montaña no era demasiado inclinada, pero si extensa. Entre salientes, matorrales y desviaciones, el camino hacia las termas al aire libre y la casita de madera dónde había “hecho suyo” a la joven pantera se habían perdido de vista, quedando solo un paisaje gris, desolador y cruel. El viento arremolinaba la niebla, la lluvia le impedía ver nada aún usando como pantalla el brazo. En una ocasión, y no pudiendo afirmar el pie en la tierra, se había dado un fuerte golpe en la espalda al ser arrastrado contra el tronco de un roble.

-¿¡Madarame-kun!? ¡No puede salir con este tiempo! -minutos antes, la mujer había intentado detenerlo- ¡Seguro que quien quiera que esté fuera a encontrado un lugar donde refugiarse, por favor tranquilícese y quédese dentro!

-Tomo prestado esto -Kunimasa, haciendo oídos sordos, había cogido una de las mantas dobladas que tenía una de las chicas en brazos, había abierto la puerta y había salido corriendo todo lo deprisa que el viento y la lluvia le habían permitido.

-¡Madarame-kun! -fue el último grito que se había escuchado antes de que intentasen volver a cerrar la puerta. Tenían que sellarla para que el viento no se la llevase por delante, al igual que reforzar las ventanas. Solo esperaban que al menos ambos jóvenes volviesen vivos.


La tierra bajo sus pies parecía moverse. A penas podía oír algo mas que el silbido del viento y los crujidos de la madera desde lejos. Por suerte se había cambiado antes de salir, ya que de haberlo hecho con el kimono no hubiese dado mas de cinco pasos sin tropezarse con algo. No tenía ni idea de donde estaba, y por mera intuición se había echado a andar hacia la parte derecha del hostal, dónde se apostaba la terma y la casita. Había perdido el rumbo hacía rato, no se sentía la nariz ni los dedos y estaba seguro de que tenía un enorme moratón en la espalda. ¿Por que tanto riesgo? ¿Por qué por alguien a quien acababa de conocer? Era obvio, al menos para Kunimasa. En un país como aquel, tan materialista, tan hundido en la depravación como él mismo lo estaba, encontrar a alguien así pasaba una vez cada diez años. Y no estaba dispuesto a esperar otros diez años para tener hijos, ¡ni de lejos! Aquel tacto y olor, aquella piel, aquel sabor, todo era suyo desde que había dicho que lo era. Y no le dejaría escapar tan fácilmente como se pensaba que sería.

“Maldito gato, te follaré tan fuerte que no podrás volver a correr” -pensó, mientras se le hinchaba la vena de la sien a marchas forzadas al no localizarlo, apartando de un manotazo furioso un trozo de fina corteza que volaba hacia él. Y fue cuando lo vio. O al menos, la tela del kimono que sabía que llevaba, azotando en el viento como si quisiera desprenderse y salir volando junto con la hojarasca de los arboles, la tierra y las ramas.
Kunimasa arrugó las cejas, caminando hacia él en largas y lentas zancadas, siendo empujado por el viento, cegado por la lluvia, pero empujado hacia delante por la necesidad de poder agarrarle entre sus brazos y dejarle claro de una vez a quien pertenecía. Se habían acabado los juegos. Lo arrastraría a su habitación y lo obligaría de ser necesario.

-¿...? -miró, confuso, hacia arriba al escuchar el fuerte crujir de la madera. Uno de los tallos de algún pequeño árbol se había desprendido del suelo, volado por los aires y encajado precariamente entre las ramas de otro mas grande. Junto a la ventolera y el furioso baño de agua, incluso estas comenzaban a ceder, partiéndose por la mitad y cayendo como la tajante hoja de una guillotina- ¡Yuta!

No supo como llegó hasta él, aunque si sintió como su endeble figura y su poco peso se pegaba a su pecho. Kunimasa le rodeó con el brazo, dándole un empujón con su propio cuerpo hacia delante. Tras su espalda cayeron los pesados restos de madera, haciendo vibrar el suelo, salpicando barro y haciéndole resbalar hacia delante. El mayor se vio dando una vuelta completa en el suelo antes de notar como su peso caía hacia abajo: habían llegado a un saliente.

-¡Mierda! -aferró el cuerpo de la pantera mientras asía el húmedo y resbaladizo borde, balanceándose en el vacío unos interminables segundos antes de que la tierra terminase de desprenderse. Kunimasa apretó los dientes, hizo una mueca y cayó hacia abajo, notando demasiado rápido la llegada al fondo de aquel supuesto barranco. Las lluvias de todos los años habían provocado salientes, o “huecos” a lo largo de la montaña, y se habían topado con uno. Tras una empinada cuesta los elevados cachos de tierra formaban semicuevas, similares a cáscaras rotas de huevos. No eran tan profundas como para considerarse un “refugio”, pero al menos tendrían techo.

Madarame parpadeó, adolorido, helado de pies a cabeza, pero sin notar ya el agua caerle encima. Tenía a Yuta encima, pero ningunas ganas de incorporarse. Solo pudo pensar en que mataría a su hermano por aquellas vacaciones de mierda...

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