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Mensaje por Invitado Sáb Dic 10, 2011 11:13 am

Las exhibiciones de esclavos eran una forma de encontrar personas lo suficientemente degeneradas que pudiesen llegar a comprarlos; prefería no imaginar con que fines. La primera de aquellas reuniones se había celebrado hacía casi un año, en los principios de aquel dudoso y conocido negocio que abría sus brazos a una sociedad marchitada por los deseos mas primarios y el ansia de poder dominar sobre otros. La inestable economía se había disparado conforme el mundo se transformaba en un lugar superficial, lleno de criaturas que aún hoy escapaban al razonamiento.

-Es inusual que un cliente pida hablar con un esclavo específicamente. No creo que la sala se haya hecho con ese propósito...

-La sala solo es un medio para que los “amos” tengan “esclavos”, ¿no es así? -el alto moreno le replicó a su compañero mientras caminaba, manojo de llaves en mano, hacia una de las celdas cercanas a la trastienda. Estiró una sonrisa cínica y despreocupada, mientras el hombre ya entrado en años que le acompañaba no comprendía del todo que era lo que pretendía el “cliente” en aquella exhibición tan personal.

-Tu verás -suspiró-. Pero no olvides las normas. Aunque se trate de una persona debemos respetar el protocolo.

-¿Quien dice que solo vaya a ser una? -le miró de reojo, deteniéndose junto a la jaula correspondiente, agitando las llaves en busca de la correcta. Una estoica, pero seria y desgarradora mirada observaba sus movimientos desde dentro, en la misma posición y postura que siempre mantenía tan dignamente- Hay que llevar también al de la 503.

-¿¡A ese demonio!? -se alarmó- Pero tío, ¡es de rango D! ¿No vas a ayudarme?

La verja soltó un chillido desagradable cuando se abrió, sin la mayor precaución. Poca hacía falta con un esclavo como aquel -según decían la mayoría de los cuidadores-, pero para Kunimasa, Katakura Kojuuro era algún tipo de dragón que esperaba su oportunidad para directamente arrancarte la cabeza de un mordisco.

-Tienes un arma, ¿no? Aturdelo y simplemente llévale -resumió, adentrándose en la celda y poniendo un brazo en jarra para mirar al que la ocupaba-. En pié, viejo. Tu también tienes una visita -le informó. Una vez su mirada ámbar chocó contra la ajena, procedió a soltar la cadena que le unía a la pared y a ponerle en pie. Con una sonrisa, extrajo de alguna parte de su ropa una cuerda, la cual tensó ante la mirada confusa del contrario.

-¿No utilizas cadenas? Es mas seguro... -le advirtió.

-Es una “exhibición”, ¿no? -entornó los ojos con maldad- Hay que dar espectáculo.

[…]

Cuando la puerta de madera desgastada y reforzada con láminas de hierro se abrió, la sala se iluminó con dos únicos focos, que ayudaban en la iluminación insuficiente de las trece ventanas altas por donde entraba la escasa luz del día. Se había levantado niebla, y todo pronóstico delataba una posible y abundante lluvia.
Rodeando la inmensa habitación, una docena de sillones color negro y blanco, simulando un tablero de ajedrez. Junto a cada uno de estos, mesas con lo que parecían aperitivos y comida. A doble altura, y separado por dos escalones -como una tribuna de sentencias-, el que sería el escenario de la exhibición; vacío a la espera de los que jugarían el rol de espectador.

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Mensaje por Chosokabe Miér Dic 21, 2011 12:24 pm

Sip. El albino se levantó ese día con los cables cruzados. Era domingo, tenía el día libre, incluso se había salvado de ir a limpiar la pescadería. Suspiró mientras miraba la pantalla del ordenador en la que aparecía el nombre del buscador. - Maldito Kaede. Mira que negarme ir a pasar el día al club de host. Con esa cara de soso que tiene y como se las apaña para ser a la vez tan mono.- el mouse pululaba por la diferentes páginas web que visitaba el pirata, hasta que se aburrió y se puso a buscar porno.

Si has leído bien, porno. Su vista se movía sin rumbo fijo por la pantalla hasta que vio algo - ¿Mercado Negro? Suena a tienda erótica. A lo mejor le puedo comprar algo de coña a Kaede - le picó la curiosidad y entró. Después de un rato jugueteando por la web encontró un submenú que le permitía la visualización de la mayoría de esclavos y pets que se podían allí adquirir.

-Interesante- su sonrisa de lobo marino se agrando hasta que se formaron arrugas en las comisuras de los labios. - Gatos... Perros... Aves... Reptiles... Que te parece Kuroi ¿Me compro una nueva mascota?- gritó girando su cabeza hacia detrás buscando a su loro el cual, apareció de no se sabe donde y se posó en su hombro. Graznó. -¿Eeeehh? ¿No te gustan?- volvió a graznar. -Esta bien, entonces buscaremos un esclavo. Así por lo menos no tendré que recoger la casa y me tendrán el almuerzo hecho cuando vuelva de currar- rió como todo un pirata.

Comenzó a leer en voz alta el apellido que aparecía al lado de cada foto de cada uno de los esclavos. En su azul orbe se reflejaba lo que en la pantalla se proyectaba -¡!- su mirada se clavó en la fotografía de un hombre de rostro marcado con una cicatriz, facciones marcadas, mandíbula ancha y unos ojos de mirada segura y penetrante. - ¿Katakura... Kojuuro?- se llevó la mano al rostro tapándosela con ella para luego estallar en millones de risotadas. -No me lo creo. No me lo puedo creer. JAJAJAJAJAJAJA-

[…]

Encontrándose sentado en uno de aquellos sillones esperando a que trajesen a aquel con el cual había solicitado hablar. Se le hacía eterno el tiempo de espera pero consiguió matarlo comiéndose la mayoría del catering allí servido. Al rato se abrió la puerta. -¡Por fín! Me estaba hartando de esperar- dijo descruzando las piernas, mirando de medio lado y con el labio superior subido a la persona que se le acercaba.

Lo miró de arriba a bajo con una sonrisa ladina en el rostro. - Así que el ojo derecho del dragón se encuentra denigrado a ser un simple esclavo. Bueno, si lo pensamos detenidamente tu clan siempre fue subordinado del de Date, por lo tanto tu rol no ha cambiado demasiado ¿no crees?... Ryu no migime- el apodo del samurai fue dicho lentamente y con un tono, digamos, serio.

-Y ¿que te ha sucedido para acabar aquí? ¡No me digas que Date ya no te quiere!- preguntó sorprendido ante aquella posibilidad - Bueno ¿donde habré dejado mis modales de host? Siéntate, por favor. Ponte cómodo- el albino se levantó haciendo una tosca pero sutil reverencia. Luego dejó ver un envoltorio de tela de color negro, alargado, que portaba algo con forma aparentemente cilíndrica en su interior.

-Te he traído un regalo. Para que no digas que no soy detallista- sacó de la funda una katana, pero no cualquier katana, si no la perteneciente a Katakura Kojuuro. Rescatada de los profundos recuerdos que unen al clan Date y al de los Katakura. El rostro del pirata permanecía serio -¿Te suena?- meneó ligeramente el arma en alto. -Supongo que si.- la dejó sobre una alargada mesa baja que se encontraba delante del albino. - Pues a causa de esta arma y de mi curiosidad estoy hoy aquí. Pero primero que nada dime... migime-nii- volvió a sonreír como un niño pequeño - ¿Que te trae por aquí?- ladeó la cabeza, ladino.
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Mensaje por Invitado Mar Ene 10, 2012 6:13 am

Tenía el kimono tan desaliñado que incluso el propio Kojuuro pensó, momentáneamente, que era la peor forma de presentarse a quien fuese que le había solicitado en la sala. Y no ayudaba nada estar atado con cuerdas, que le recorrían los brazos y el cuello como si fuese un vulgar animal de corral descontrolado.
En su marcha por el pasillo, sostenido y secundado por el alto vendedor, pensó en quién podría estar interesado en hablarle de manera tan íntima como para llamarlo, pero sin tener intenciones de comprarle. De inmediato, y con cierto atisbo de esperanza, pensó en su joven señor, quizás arrepentido o cansado de esperar que alguien mas que él ocupase su puesto dentro del clan.
No, Kojuuro no era pretencioso. Le bastaba, mientras atravesaba la gran puerta, ver la silueta conocida de Masamune; aquellas facciones adolescentes y directas y aquella sonrisa prepotente que pretendía comerse el mundo.

-¿...? -pero la figura que le esperaba era tosca, desgarbada y enorme. Ancha, descocada, y con una forma de hablar propia de alguien de provincias costeras. Su acento y su forma de llamarle le provocaron cierto Deja vù que le hizo fruncir las cejas, mientras Kunimasa observaba la escena antes de volver a marcharse a atender en la parte frontal de la tienda. El recinto estaba vigilado, y aunque presentar armas a los esclavos no estaba del todo bien visto, las leyes del Mercado se habían degradado tanto que hasta aquel curioso obsequio llamaba la atención de los vigilantes en las salas de control.

-Te conozco -empezó, declinando la oferta de sentarse al tener tensas las cuerdas que unían su cuello con sus manos, entrelazas por delante-. Aunque eres el último hombre que esperaba ver entregándome un presente como este -era nostálgico. La empuñadura, la inscripción que hacía años atrás había hecho en un lado de la hoja: tan brillante como la recordaba. Kojuuro hincó una rodilla en el suelo, y estirando las manos hasta su límite quiso tocar la katana, volver a sentir su peso y su forma, antes de acabar sentado en cuclillas frente a esta como algún tipo de ceremonia noble y respetuosa.

-¿Despierta tu curiosidad un hecho tan intrascendente como el que un hombre simple acabe en un lugar igual de simple? -preguntó, tan digno que de no ser por las ataduras aquello parecería una reunión de negocios demasiado formal. Levantó la vista; afilada, serena y tosca- Me halaga que recorrieses todo el camino desde tu patria para venir a verme, pero realmente no hay mucho sobre lo que indagar. Chosokabe Motochika.

Le recordaba. Por supuesto que si. Su señor, líder del clan Date, tuvo problemas con los piratas años atrás. Y lo que parecía una lucha encarnizada por tierras e invasiones sorpresivas por parte del otro grupo acabó en una colaboración repentina para asegurar la victoria y el rescate de camaradas. Un giro que había hecho que ambas familias pudieran “tolerarse y cooperar”. Incluso recordaba, viendo aquellos ojos maliciosos y aquella sonrisa de mas de una intención, que no habían sido pocas las veces que le había visto vagar por la casa principal de los Date tras una larga tarde de jolgorio con su Señor.

-En todo caso, podría preguntarte lo mismo. ¿A que se debe la visita? -aún con todo, no podía evitar tener cierto recelo hacia el albino- Los piratas no se caracterizan por hacer regalos sin pedir nada a cambio. A no ser que te envíe alguien mas o que pretendas “abordar” también este lugar -frunció las cejas- ¿Es acaso una orden de Masamune-sama? ¿Un favor...?

Aquella era una forma de saber si Chosokabe había tenido contacto reciente con Masamune. Y, de ser así, al menos conocer su estado y el del clan tras todo aquel tiempo de ausencia indefinida. Especuló que incluso aquella visita, junto con la espada, pudiesen ser algún tipo de “prueba” por su parte.

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Mensaje por Chosokabe Miér Ene 18, 2012 11:58 am

Las ataduras, la ropa desaliñada, su cuerpo marcado. Cuerpo casi al descubierto y aquella falta de afecto por parte de su señor le otorgaba a Kojuro un aspecto entre lo mundano, lo señorial y lo tierno, que la mente del pescador no pudo dejar pasar creando ciertas escenas no aptas para el publico menor de edad.

Su ojo azul lo escruto sin disimulo sentado como estaba ricamente en el sofá mientras el moreno le cocía a preguntas. - Calma, calma. ¿Que es esto? ¿Una sala de interrogatorios? ¡Encima que vengo de visita me tratas con unos modales pésimos!- resopló por la nariz para calmarse. - Oye onii-san, sólo he venido para darte esto... Si, de parte de tu señor. Lo vi hace no mucho al coincidir con él en pleno centro de la ciudad...-

-Abre flashback-

Ya había cerrado la pescadería y se tomó la cerveza de rigor con sus chicos en el bar de Ikumatsu. De camino a casa, en moto, parado en un semáforo pasó por delante suya una figura conocida. No muy alto, pelo oscuro, manos enfundadas en los bolsillos y un parche negro. - ¡RYU-NIISAN!- berreó el muy pescadero desde la moto. El moreno se dio por aludido saliendo de sus pensamientos y mirando al albino con asombro en la mirada.

- Tanto tiempo sin verte ¿Que tal te va todo?- preguntaba el albino apoyando el culo contra la parte posterior de la moto ya aparcada.
- Tsk. El liderar una familia y una empresa no es una party- se disgustaba bajando la mirada al suelo.
- Me lo imagino. Pues mira que es casualidad que te encontraba ya que tenía pensado ir a verte- sonreía.
-Ah? Really? ¿Que me ibas a pedir? ¿Dinero? Sabes que no tengo nada para ti- ladeó la cabeza y levantó un labio además de levantar la voz.
- Aquí nadie quiera nada de ti, ¡mocoso!- le levantó para ambos poder poner frente con frente, como si estuviesen a punto de meterse de hostias. Pero se separaron y comenzaron a reírse.
- Y ¿para que me querías?-
Chosokabe se puso serio, apoyándose de nuevo en la moto con la mano izquierda metida en el bolsillo - ¿Que tal está tu ojo derecho?- la pregunta, por supuesto, iba con segundas tintas las cuales Masamune agarró al vuelo. Abrió su ojo sabo asombrado ante la pregunta, a continuación frunció el ceño y cabizbajo dijo -Vamos a beber algo-

Ambos se perdieron por las calles de la ciudad y en uno de los bares predilectos del menor este le contó lo sucedido con su ojo derecho.

-Fin del flashback-

Chosokabe se acercó al mayor, arrodillándose ante él, poniéndose a su altura. Con una mirada firme le encaró pero su voz era más tierna de lo habitual - No se que pretende tu señor con lo que te hace, ni me importa pero, si sales de aquí algún día debes hablar con él y aclarar las cosas.- alcanzó la katana, colocó las palmas de las manos ajenas boca-arriba para colocar el arma sobre estas. - Esto te pertenece. Debes acarrear el peso de este arma y lo que esta conlleva.- dejó que el moreno sintiese el peso de la hoja envainada mientras le ponía una mano en el hombro a modo de apoyo moral. - Pero, por ahora tengo que llevármela, o eso es lo que me ha dicho ryu-niichan- se encogió de hombros. - Dijo que si salías y tenías la decencia de aparecer por la casa de los Date, debes aparecer con este arma amarrada a la cintura.- levantó el arma dejándola de nuevo sobre la mesa, volviendo con Kojuro y pasando sus manos por las axilas del mayor.

-¡Vamos! ¡Arriba! Que con tan poca ropa y esta humedad el reuma te va a matar ¡jajajajaja!- se rió calmando el ambiente mientras levantaba al mayor.
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Mensaje por Invitado Dom Ene 22, 2012 11:45 am

No pudo evitar que un atisbo de esperanza y curiosidad cruzaran sus ojos en aquel momento, cuando levantó el mentón de un golpe al escuchar que Masamune estaba en la capital. ¿Habría venido para entregarle el arma y aquel peculiar y nada sutil mensaje de desafío por su parte? ¿Para verle y solucionarle todas sus dudas? Si había hecho algo mal con sus instrucciones para el clan, o si sus actos molestaban o herían la sensibilidad de su señor podría haber terminado todo con una espada y un instante a solas en cualquier habitación de la casa.
Y bajo todas sus cavilaciones, la voz pausada y sensata del pirata le volvió a la realidad, reforzando aquellos consejos con el frío y reconfortante peso del arma sobre sus manos.

-Nunca he dejado de ser consciente del peso que acarrea llevarla -respondió, y por un momento dio igual sus ataduras, su ropa o su aspecto descuidado, pues parecía conservar toda la dignidad de su persona. Pensaba que si su señor quería un enfrentamiento directo contra él, que blandiese la katana que estaba destinada a protegerle para quizás limpiar su consciencia, se lo concedería. Y cuando ese día llegase se daría el lujo de morir a sus manos.

“Masamune-sama...” -el peso de la empuñadura abandonó sus fríos dedos, mientras contraía aún mas una expresión que le hacía parecer mucho mas mayor de lo que en realidad era. Bajó el mentón, cerrando los ojos y aceptando el destino impuesto por los deseos del mas joven, y que recorrería sin dudar cuando pudiese atravesar la puerta del Mercado.

-¡...! -su expresión fue todo un poema cuando sintió la desmedida fuerza del pirata levantarle del suelo. Abrió los ojos, los labios, de los cuales se le escapó un jadeo, y una fina gota de sudor frío se le deslizó por la sucia mejilla. Encogió los brazos, para que estos no tirasen de las cuerdas y le apretasen el cuello, parpadeando, confuso, al tener cerca el rostro divertido y dicharachero del albino-... Que es esto, ¿estás intentando animarme llamándome viejo? -estiró los labios en una tranquila sonrisa, comprobando que, aunque penosa, la consolación había hecho que dejase aparcado el tema de su duelo- ¿A que se debe esta colaboración con Masamune-sama, de todas formas? Soy consciente de que podríais consideraros “amigos” en aquel entonces, pero tenía entendido que la relación acabó por enfriarse.

Kojuuro recordaba haber tenido celos. Celos sanos, por suerte; cuando Chosokabe Motochika irrumpía en la casa de los Date buscando pelea que terminaba, poco después, en largas noches en vela bebiendo y hablando con el cabeza de familia. La relación que él tenía con Masamune era muy distinta a la suya.

-Agradezco mucho tu disposición para entregarme el mensaje, aunque sigo sin poder evitar pensar que pedirás algo a cambio -con cierta vergüenza, y no siendo consciente de su peso, bajó los labios y no se podía decir a ciencia cierta si incluso se había ruborizado, dada las condiciones en las que estaba su piel-. Y por Dios, bájame. Aunque no se lo parezca a un impetuoso joven como tu, no estoy tan mayor como para no poder andar -estiró todo lo que pudo los brazos, posándolos en sus hombros para enderezarse por si mismo en el suelo. Frente al pirata, intentó al menos subirse el yukata para que cubriese parte de sus propios hombros.

-Se que no debería pedir esto; siendo quien soy nada me deshonra mas, pero... -le miró- Agradecería que cuidases de Masamune-sama hasta mi regreso. A pesar de ser muy capaz de defenderse solo no puedo evitar sentirme intranquilo.

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Mensaje por Chosokabe Miér Feb 01, 2012 3:39 pm

Le bajó tal y como pedía el mayor mientras este hablaba pidiéndole un último favor. Por su parte le albino le recolocaba poniéndole en su sitio el kimono y, de paso, metiéndole mano. Bueno más que meterle mano eran roces casuales de sus dedos contra el pecho ajeno mientras colocaba la tela donde debía. También jaló del obi un par de veces. - Se que no eres tan mayor pero lo que no sabía es que fueses la mejor niñera del mundo. Estando en este estado por culpa de tu señor y aún me pides que le eche un ojo- se señaló el único sano que tiene.

Suspiró pesadamente - Supongo que tendrás tus razones para pedirme lo a mi, también entiendo tu intranquilidad. Tu señor es algo fiera, susceptible y fácilmente entra en combustión así que aceptaré tu pedido y cuidaré de él siempre que pueda porque, aunque no lo parezca, también soy un hombre ocupado ¡jajajajaja!- rió provocando que su pecho y hombros se moviesen arriba y abajo.

-Pero como ha salido de tu boca, si que te pediré algo a cambio- su expresión jovial se tornó mueca sarnosa y pícara. La sonrisa no era la misma siendo esta un despliegue de malas intenciones al igual que su mirar. Su ojo clavado sobre los marrones ajenos. - Te explico. Como me has gustado, siempre has tenido madera de líder y no te achicas ante la adversidad.... te pido que cuides mi pescadería mientras yo me tomo una vacaciones. Es que mis subordinados, a los que adoro, son unos perros sarnosos, hijos de puta, malhablados y hacen los que le sale del culo en cuanto les quito el ojo de encima. Seguro que cuando me valla de vacaciones son capaces de cerrarme el local he irse de fiesta día si día también.- Chosokabe sólo podía confiar en Kojuro.

En ese momento se volteó agarrando la katana, desenvainándola, admirando aquel filo en el cual se veía reflejado. Agarró con la otra mano las cuerdas del reo atrayéndolo hacia si, dejando ambos cuerpos juntos, tanto que podía escucharse el frufru de la ropa. Levantó el arma y de un preciso movimiento cortó las ataduras que unían el cuello con las manos del mayor. - Por supuesto retrasaré mis vacaciones hasta que salgas de este vertedero- por lo que se ve a los guardas que vigilaban la estancia desde lo alto no les gustó aquel gesto de bondad y decidieron bajar, armados con ametralladoras, para pedir explicaciones.

Dichos soldados los rodearon formando un circulo -Señor cliente ¿Sabe lo que acaba de hacer? No es aconsejable desatar a un esclavo por lo que pudiese pasar.-
Chosokabe, con alma, con la mirada fija en las pupilas ajenas desató el amarre que mantenía las muñecas de Kojuro unidas. -¿Incluso sabiendo que ese esclavo es un buen hombre? ¡Yo soy el cliente! ¡Yo soy quien manda aquí y ahora! ¡Y nadie me toca los huevos!- alzaba la voz cada vez más mientras subía el mentón y se acercaba, a paso lento pero contundente, hacia su interlocutor hasta que llegó a su altura. El albino le pasaba con diferencia una cabeza al guarda. Desde arriba, con fiereza en la mirada y una sonrisa que asustaría al más pintado pregunto - ¿Algo que objetar?- sacó pecho haciendo que el guarda diese un paso atrás con nerviosismo.

Para terminar envainó la katana lanzándola, sin mirar, hacia Kojuro que se encontraba a sus espaldas.
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Mensaje por Invitado Sáb Feb 25, 2012 9:35 am

Pescadería...
Al principio no le parecía un trato justo, pero si pensaba que todos los hombres de Chosokabe eran igual de cabezotas y enormes que él, a parte de tener unos cuestionables códigos de decencia, solo rezaba porque vendiesen unas buenas pastillas para las jaquecas que cogería los días que estuviese “colaborando” con ellos. Tuvo la necesidad de decirle que no era seguro el cuando podría salir, ni si dejaría que alguien que no fuese el propio Masamune le sacase, pero la cercanía repentina a la que expuso su cuerpo con el propio le dejó una sensación de confusión demasiado amplia como para añadir nada.

Vio la espada, el filo brillar gracias a los focos que rodeaban la sala y el movimiento descendiente que tuvo, y que sin embargo dejó, sin mas consecuencia, su mirada. No percibía ese tipo de malicia insana en aquel único ojo visible del pirata. Al menos no una que buscase hacerle daño físico.
Parpadeó, viéndose libre, antes de alzar la vista y encontrarse de lleno rodeado de guardias.

“Los piratas y su sutileza...” -se vio pensando al ser testigo de la escena entre el albino y el guardia, así como también fue consciente de todas las armas que ahora le apuntaban a él por sostener su propia katana. Giró los ojos, y muy digno se arregló la ropa, se llevó la mano al cuello y terminó de quitarse la cuerda que le oprimía la garganta. Luego, sujetando solo la espada con el pulgar, donde se apoyaba el tope de la empuñadura, levantó las manos a la altura del pecho. Sería fácil deshacerse de ellos. Fácil y arriesgado, pero no era un imposible. Desenvainar, atacar, esquivar las mortales balas que atravesarían el aire...
En cierta forma añoraba la sensación de temeridad.

-Caballeros -habló, olvidándose por el momento de sus fantasías mentales-. Pirata -recalcó como una ironía, como queriendo captar la atención de este último con ella al haberlo excluido de los términos educados-; tranquilicémonos. Nadie va a matar a nadie -anunció con pesadez, como si estuviera declarando una evidencia que, a ojos de los demás, no parecía tan obvia si el esclavo se negaba a soltar la espada.
Uno de los guardias armados se acercó por la espalda, bajando ligeramente el cañón del arma para poder arrebatársela de las manos y establecer así cierta seguridad. Kojuuro miró de reojo hacia su izquierda, y antes de notar el agarre en la funda de la katana ya había deslizado los dedos bajo la empuñadura, creado una sujeción mas resistente y dado un golpe hacia atrás.
La punta de la dura funda se le clavó al otro en las cosquillas, escuchándose un jadeo y una maldición de dolor. Katakura se vio mandando al diablo su delicadeza, girándose, abriendo las piernas y desenvainando la noble espada que guardaba la espalda de su señor. Pero esta no llegó ni hasta la mitad de la inscripción cuando una potente voz resonó desde los altavoces.

>¡Quietos! -se hizo el silencio, y nadie se movió. Incluido el samurai- Dejadle. El “cliente” se hará responsable si el esclavo quiere usar el arma que le ha dado contra él. ¿No es así? -se dirigió a Chosokabe.
Los guardias se miraron en derredor, miraron a los dos que habían acorralado dentro del círculo y de inmediato se irguieron, acomodando las armas sobre sus hombros y volviendo de nuevo a sus puestos.

Kojuuro cerró los ojos, respiró hondo y suspiró, dejando que la tensión de sus músculos aflojara antes de ponerse derecho, terminar de envainar y colocar, como en los viejos tiempos, la katana sostenida dentro del obi. Miró al albino.

-Verte aquí solo me recuerda mi deber como guerrero -pareció recriminarle, pero sonrió-. Aceptaré tu trato. Es lo mínimo que puedo hacer si cuidas de él por mi -se acercó un par de pasos, con el brazo apoyado en el espacio que dejaba el arma. Levantó la vista-. No le culpes por mi situación -recordó lo que le había dicho en un principio-. No suele hacer las cosas sin motivo, y estoy seguro de que tuve gran parte de la culpa. Volveré a su lado tan pronto como salde mi deuda contigo.

Y queriendo volver a agradecer, hizo una leve inclinación de cabeza frente al albino, teniendo la equivocada idea de que aquella visita había llegado a su fin.

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Mensaje por Chosokabe Dom Mar 04, 2012 1:33 pm

Pues claro que se dio cuenta que le había dicho “pirata” de forma irónica, pero Chosokabe no se sintió menospreciado sino todo lo contrario, alagado ya que hacia unos años abandonó la piratería y ahora era pescadero, así que al llamarlo pirata de nuevo se sonrió haciendo una sutil reverencia como agradeciendo el piropo.

Después de eso e impulsado por los movimientos del esclavo, el albino se remangaba las mangas de la camisa mientras apretaba los puños un par de veces, preparándolos así para comenzar con una pelea. Abría las piernas, se encorvaba, moviendo uno de sus brazos hacia detrás preparado para lanzar el primer puñetazo, cosa que nunca ocurrió al ser intervenidos por una voz en off.

El pirata miraba para arriba con su ojo entrecerrado, sonrió, así agradeciendo a aquella voz su intromisión. - ¡Arigato yo!- soltó hacia la oscuridad a la vez que su cuerpo volvía a la tranquilidad. Hizo crujir su cuello un par de veces mientras Kojuuro le hablaba. -¡JA! Que tu señor haga las cosas sin motivo no te lo discuto pero si es impulsivo. Muy impulsivo. A lo mejor lo que hiciste no se merece este castigo pero a Ryu-nii no se le ocurrió otra cosa y por no pedirte perdón y demostrar que se equivocaba, te ha dejado aquí ¿na?- esa era su hipótesis, nunca preguntó a Masamune el porque del encierro de Kojuuro.

- Hmm. Bueno hablemos de otra cosa ya que el trato esta cerrado- crujió uno de sus brazos. – Ibas a comenzar una pelea que pintaba divertida pero hemos sido detenidos. Mala cosa, estaba comenzando a excitarme y ahora no tengo con quien desquitarme- giró la cabeza para mirarlo produciendo que su ojo a la vista se iluminase con un brillo funesto mezcla de maldad y picardía. Comenzó a andar hacia él hasta que sintió la empuñadura de la katana sobre su estómago. – O puedo ejercer mi derecho como cliente del mercado negro y divertirme contigo. – continuó dando pasos hacia delante acorralando a Kojuuro paso a paso, lentamente, con su inconfundible sonrisa en el rostro.
La luz de los focos producían sobra sobre su cara al estar mirando hacia abajo dada la diferencia de altura entre ellos. Con las manos en los bolsillos, con andar desenfadado terminó arrinconando al esclavo hasta que las piernas de este se topasen contra el sofá.

- ¿Qué te parece? Algo de diversión nunca le viene mal a nadie, sobre todo a ti. Tanto tiempo en una solitaria y fría celda, sin compañía, sin alguien con quien hablar, sin sentir el calor humano… sin sexo- había sacado una mano de su bolsillo para acariciarle el rostro desde el pómulo hasta el mentón. Recorriendo la antigua cicatriz que marcaba el rostro. De esta forma el albino dejó su mano en la barbilla ajena para mantener la testa de Kojuuro fija.
Se arqueó para acercarse a su cara y rozar su nariz con la contraria, humedecerse los labios con la legua, abrir levemente la boca… pero no llego a los labios ajenos ya que antes lo había empujado suavemente para que el cuerpo del samurai cayese en el sofá.

- No tienes de que preocuparte, seré gentil contigo porque hay que serlo con las personas mayores ¡jajajaja!- su sonrisa se extendía a la vez que se desabrochaba algunos botones de la camisa, colocando una rodilla entre las piernas del mayor, el otro brazo en el respaldo del sofá dejando a Kojuuro sin escapatoria. –No te lo tomes a mal Migime-nii ha sido una broma- le enseñó la lengua un segundo para luego juntarse a él para besarle. Que decir tiene que los besos de nuestro pirata no son para nada sutiles y menos al introducirle la lengua hasta la campanilla, desnudándolo con la mano sobrante, acariciando las partes de piel que dejaba al descubierto.

Al fin le dejó respirar -¿qué tal? ¿Seguimos? ¿prefieres un lugar más íntimo?- sonrió socarronamente porque sabia que algunos guardias los estaban observando. En cuanto a las preguntas la verdad es que le preguntó por pura cordial de host en prácticas porque da igual lo que dijese el otro, el pirata continuaría hasta desnudarlo.
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Mensaje por Invitado Mar Mar 27, 2012 4:43 pm

En un principio las palabras que decía el pirata tenían toda su razón de ser. En el lado derecho de su celda hallaba el silencio y la quietud al no haber nadie que ocupase el cuadrilátero contiguo, y a su derecha recibía el mismo silencio por parte del asesino del clan Fuuma, quien solo le regalaba miradas con las que le juraba que le abriría la yugular en cuanto tuviese la oportunidad de alcanzarlo sin el impedimento de los barrotes. Si debía hablar de “contacto físico” solo podía resignarse a contestar que era uno no deseado por parte de los vigilantes y los guardias, y aún así seguía insistiendo para sus adentros que no necesitaba nada de lo que amablemente estaba enumerando. No era un hombre tan débil como para perder la cordura o desesperarse si caía en la abstinencia, y es lo que dio a entender con un fruncimiento de cejas y una mirada severa, apartando el rostro a un lado antes de ser invadido por la sorpresa de dejarse manipular por la gravedad y caer.

Abrió los ojos, mientras su ceño tenso parecía oscurecer su expresión estupefacta y ofendida, notando la gruesa y descarada lengua del albino deslizarse dentro de su boca, buscando en cada rincón hasta parecer una bestia hambrienta en busca de algún manjar exquisito. Apretó los párpados, olvidándose de que aquel “era una broma” podría llegar a explicar todo lo que estaba haciendo.

-¿Este era el verdadero objetivo de venir aquí? -apartó el rostro a un lado, airado y compuesto, como siempre solía -o intentaba- estar. Le miró por el rabillo del ojo, pasándose un lateral de la mano bajo los labios para limpiar la saliva y los rastros de aquel beso sin molestarse en parecer sutil o simpático- Has resultado ser de lo mas bajo -dijo con dureza, murmurando con saña mientras podía intuir como muchos de los guardias de la sala, así como los técnicos que vigilaban desde arriba por el cristal cromado, dejaban caer con toda su sátira curiosidad sus miradas y sonrisillas en la escena.

Kojuuro no se molestó en apartarle las manos o poner distancia entre ellos. Si se había “excitado” por una batalla incompleta lo solucionaría terminándola, pero justamente. Desenfundó la katana a medias, utilizando mas velocidad y fuerza de la necesaria para hundirle la parte inferior de la empuñadura de metal en el estómago. Acto seguido la sujetó con firmeza en su puño, boca abajo, mientras el filo soltaba un destello amenazador antes de amenazar horizontalmente el cuello ajeno.
Resultaba irónico que le estuviera apuntando después de pedirle que cuidara de Masamune. Pero no lo era tanto si quería preservar algo de su dignidad para cuando tuviera que volver a reunirse con él.

-No te negaré un duelo si es lo que quieres. Aunque sea con fines tan deshonrosos yo, Katakura Kojuuro, me presto a un enfrentamiento que no te haga arrepentirte de haber venido hasta aquí -esbozó una sonrisa casi demoníaca, mientras los ojos le destellaban de ese “algo” que no parecía sacar a relucir muchas veces. Después de tanto tiempo inactivo, su alma de guerrero a veces pedía ser aplacada de vez en cuando, y parecía que Chosokabe le había dado la excusa perfecta.

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Mensaje por Chosokabe Mar Abr 10, 2012 9:13 am

-¡Madre mía! ¿Pero quien es este? ¿Una mojama? ¿Un samurai sacado de la época Sengoku? (literalmente, así era)- pensaba el pescadero al ver como el mayor se resistía. -¡mgh!- aguantó un quejido mientras una gota de sudor se derramaba por su mentón al sentir el mango del arma contra su estómago. Que vale que lo tuviese duro y bien formado gracias al gimnasio pero ese golpe casi lo deja doblado.
Y luego, el filo brillante y tan amenazador como la sonrisa del mayor que lo mantenía estático como una figura de piedra. – Ahora mismo un duelo honorable es lo menos que me apetece.- mantuvo el silencio durante unos segundos pensando en arriesgarse o no, cara o cruz, dejaremos a Kojuuro que decida si la vida del albino terminaría allí. – Lo único que deseo en estos momentos es volverte a probar Migime-nii. Tus labios tan inesperadamente suaves me llaman y sería una pena dejarlos tanto tiempo solos.- se acercó teniendo siempre presente la hoja de la katana la cual sintió al acercarse de nuevo al moreno pero antes de llegar a su boca se paró, su aliento chocaba contra Kojuuro pero el albino se envalentonó besándole al fin. Con la katana haciéndole un sutil corte en el cuello el cual comenzó a sangrar.

Este beso fue ligero, sólo el roce de dos pares de carnosos labios. Se separó dejando que la sangre dibujase un río que se perdía en su pecho y formaba una mancha en la camisa blanca. – Si provocas una pelea en este lugar no crees que recibirás un trato aún peor dentro del Marcado en cuanto vuelvas- la pregunta era retórica ya que era una verdad. – Entonces tranquilízate y no provoques a los guardias, sólo provócame a mi.- se deshizo de la camisa tirándola al suelo. – Baja el arma. – susurraba. Adelantó un brazo hasta agarrar el obi del kimono para aflojarlo provocando que la vestimenta del samurai quedase floja. Sus manos se deslizaban lentamente sobre la tela hasta que ella sola cayó dejando al descubierto una de las piernas del samurai.

- ¿Habías hecho algo así con tu Masamune?- el albino, sin dejar de sonreír, pasó uno de sus brazos bajo la corva de la pierna al descubierto, dejando expuesto parte de la ropa interior ajena. – Porque si no lo has hecho te enseñaré con gusto – acariciaba el interior del muslo contrario mientras el enorme cuerpo del pescador se iba inclinando hacia delante de este modo podía besar toda la extensión de la pierna hasta llegar a las ingles. Allí se recreó mordiendo, lamiendo y besando todas las partes sensibles que cubría la ropa intima, creando sonidos de lo indecoroso pero muy excitantes para el albino. Por supuesto una de sus manos acariciaba el interior de uno de sus muslos, mientras la otra ascendía por el pecho del mayor para pellizcarle un pezón – Abre más las piernas- susurró contra su entrepierna.

Cuando pensó que la zona estaba bastante húmeda se volvió a incorporar creando sobra sobre el cuerpo del mayor. –Despójate de tu vestimenta, samurai. Quiero verte mejor- se relamió los labios mientras se desabrochaba el pantalón dejando al aire la goma de sus calzoncillos violetas.
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Mensaje por Invitado Vie Jun 22, 2012 11:21 am

“¡Insolente!” -gritó su mente ante los actos desvergonzados de los que estaba siendo objetivo, teniendo que morderse la lengua y admitir, para sus adentros, que tenía gran parte de razón respecto a los guardias. El numeroso grupo que vigilaba desde arriba estaba destinado a impedir que cualquier posible cliente saliera herido, y por mucho que Chosokabe hubiera querido “hacerse responsable” de sus actos, bastaba que hiciera un intento de defenderse para que no dudasen ni un segundo en aturdirlo.
Impotente, frustrado, apretó la empuñadura de la katana antes de dejar que su filo tintinease contra el suelo, estremecido por sus manos, su lengua y su descarada forma de actuar sin permiso. Tan parecida a la de él que pudo sorprenderle el que mencionase su nombre dentro de un contexto como aquel.

En algún momento de su vida, las cosas habían empezado a girar en torno a aquel niño. A su familia, a sus complejos, a su modo de pensar, de vivir; a sus entrenamientos, a sus clases. Desempeñaba la función de un maestro, de un padre, un vasallo y finalmente de su ojo derecho. Y nunca se había arrepentido de nada, y no pensaba que pudiese hacerlo en lo que le quedase de vida. Pero muchas veces, su traidora mente le susurraba si había cometido algún error que le hubiera dado a Masamune la idea de que podían acabar, sin más consecuencias, en la situación dónde estaban ahora. En donde un “no puedo hacerlo” se convertía en aquel caprichoso encierro plagado de pruebas para su tambaleante moral.
Porque se tambaleaba. Peligrosamente. Ya fuera por necesidad impúdica -que lo dudaba- o por un creciente acopio irascible que le empujaba a comer algún tipo de rebeldía contra aquella parte inmadura de Masamune.

Bajando la vista a los interiores descubiertos del pirata, pensó por un momento que no podía caer mas bajo. Que su cuerpo había quedado expuesto, sus ropas desaliñadas y su honorable espada haciendo de complemento en el suelo de aquel perverso mausoleo. Frunció las cejas, mientras controlaba dignamente la respiración y se incorporaba de un modo más decente en el sillón, bajando la vista, pasándose el dorso de la mano bajo los labios, notando su aliento caliente, un sabor que no era suyo… Y le dieron igual los guardias, los vigilantes, e incluso la presencia de cualquier otro esclavo en aquella sala. Movió la pierna contra las del albino, sujetó su gruesa muñeca y se incorporó tan rápido como pudo, haciéndole perder el equilibrio, valiéndose de la otra mano para poder arrastrarlo al sillón de un empujón en el pecho, dejarlo de cualquier manera sobre él y que pudiese tener una posición más ventajosa siendo el que quedase encima.

Uno de los guardias bajó el arma y enarcó una ceja, volviendo luego a la mira. El esclavo había quedado sobre el estómago del supuesto cliente, con el obi ya casi desecho cayendo sobre sus muslos, ahora abiertos a cada lado del enorme cuerpo del pirata. Tenía una mano posada en su hombro, mientras que la otra sostenía el respaldo del sofá, y su mirada era tan fija como su expresión estoica e inquisitiva.

-¿Es que el recado de Masamune incluía que me “enseñases” como complacer a los demás? ¿Esa es la idea que tiene de mí? -apretó los dientes y se incorporó sobre el cuerpo del intermediario, y sus palabras estuvieron lejos de sonar resignadas-. De ser así termina lo que hayas venido a hacer -como le había ordenado momentos atrás, se despojó de lo que quedaba de su kimono, desprendiéndose de las mangas, tirando del obi y descubriendo las cicatrices más visibles de su cuerpo-, pero cuando te vayas, llévate contigo la espada. En su día, juré servir a un señor digno, a alguien de moral fuerte y principios definidos; no a un compañero de cama que pone a prueba mi fidelidad con estos métodos.

Soltó una risilla discreta, pero que sonó heladora, burlona. No hacia Chosokabe, o hacia Masamune, si no hacia sí mismo, que no parecía tener el autocontrol suficiente para defender a un cuerpo que ya reaccionaba favorablemente a todo. No creía poder llegar mas al fondo de su propia humillación.
Lanzó una mirada al albino, y se inclinó hacia él, pasando la mano que antes adornaba el sillón por aquella melena esponjosa y llamativa, por el pliegue que dejaban las tiras del parche, mientras la otra ya hacía su recorrido por el pecho en actitud activa y reclamadora, pero carente de verdadero interés.

-Adelante, pirata -habló, como quién da una orden directa de segar una vida-. Esto solo será una anécdota más que detallarás con él mientras compartís el sake por la noche.

Se estaba comportando como un crío respondiendo a las provocaciones.

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Mensaje por Chosokabe Mar Jul 10, 2012 9:22 am

Los cristales de las mirillas telescópicas que adornaban las armas de los guardias comenzaron a brillar mientras todas y cada una comenzaron a apuntar hacia un mismo punto... Kojuuro. No le importaba que los observasen, el pirata ya lo había hecho al descubierto y en sitios peores que aquel. Lo que si que le molestó, y mucho, fue la nueva actitud de su “presa” la cual había pasado a ser un niño al que los morros le llegan al suelo mientras tiene un berrinche.

-¡Que mierda es está!-
implosionó su cabeza mientras Kujuuro comenzaba a soltar cosas sin sentido para él. Desbió su azul orbe a la mano que se deslizaba por su pecho y ropa. La agarró separándola de su piel. Su rostro pintaba una expresión de completo aturdimiento mezclado con desconcierto - Vamos a ver dos cosas Migime-nii, si que he venido de parte de Ryu-nii pero sólo a darte la espada. El me dijo: “dale esto. Él lo entenderá”. Yo no se mucho de vosotros pero supongo que se refiere a que aún no ha olvidado tus años de lealtad hacia él como señor del clan y todo eso.- Deslizó su mano libre por el cuello del moreno procurando que sus dedos acariciarán la marrón melena. Haciendo con esto que ambos rostros se juntasen un poco más.

- No me llevaré esa espada porque es tuya y de nadie más. Lo otro que te tengo que decir es que deberías saber que los pensamientos de Ryu-nii no son tan sucios como los míos y que te quiera follar aquí y ahora ha sido algo que ha surgido espontáneamente. Nadie y repito ¡nadie! me ordena a mi a quien me tiro o me dejo de tirar - se acercó para propinar un suave y lento lengüetazo sobre los labios del mayor. - Es que verte con ese kimono y las cadenas te dan un “no se que”- esa maldita sonrisa de pirata, abierta, socarrona y sexy no desaparecía de su cara mientras incorporaba su cuerpo y hundía el rostro en el hueco del cuello ajeno propinando allí lengüetazos y mordiscos salteados, dejando marcas de color rosa.

- ¿Ya te encuentras mejor sabiendo que ryu-nii no tiene nada que ver con esto? Porque será mejor que te relajes si quieres que todo esto salga bien y ambos pasemos un buen rato.- susurraba contra el cuello y oreja del mayor. Mientras su respiración se volvía más pesada, su voz más grabe y su ojo más brillante. - Pero ahora hablando con seriedad. Te mentí cuando dije que esto ha surgido espontáneamente. Cuando ryu-nii aún no te había encerrado aquí e iba algunas noches a vuestra casa para pasar el rato pues... en un principio era porque me gusta hacer rabiar a ryu-nii y pelearnos hasta hacernos sangre pero luego fuimos, tu y yo, teniendo más contacto y entablando conversación, obviando los sermones que nos dabas por haber roto la mitad de la casa con nuestras trifulcas.- paro a recoger aire, a terminar de sentarse bien en el sillón con Kojuuro a horcajadas sobre él.

Chosokabe apoyó la frente en el pecho contrario para que el moreno no le viese el rostro mientras sus manos rodeaban la cintura ajena - Pues tu nunca lo notaste pero al final terminaba yendo a vuestra casa para verte a ti. Eres serio pero comprensible y amable. Eres fiel y un magnífico espadachín... y por eso he venido. Vi una foto tuya en la página web de este antro y fui a hablar con Ryu-nii para echarle la bronca del siglo por meterte aquí. Pero porque perteneces a Masamune me es imposible sacarte de aquí - levanta la cara para encararlo -¡Si no ya lo hubiese echo!- resopló por la nariz.

¿Aquello podía haber sido algo parecido a una declaración de amor? Puede que si, puede que no. Yo creo que Chosokabe ve a Kojuuro como lo ve Masamune y siente ese cariño hacia él, además de una atracción sexual dadas sus edades y el largo tiempo en alta mar del pirata. - Igualmente no le des mucha importancia a esto que se me ha bajado la sangre a la otra cabeza- volvió a sonreír socarronamante mientras su vista se dirigía al prominente bulto de su pantalón. Se relamió los labios haciendo que sus manos agarrasen fuertemente las nalgas ajenas para luego abrir la boca para proferirle un profundo y húmedo beso.
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Mensaje por Invitado Sáb Ago 04, 2012 3:14 pm

¿Quién no recordaba las visitas del pirata a los dominios de Date? ¿Quién no se había llevado las manos a la cabeza cuando empezaban a picarse, bebiendo, para luego acabar en medio del patio, según ellos, entrenando? Los vasallos siempre solían formar un círculo alrededor de ellos para animar a su jefe a encajarle un gancho a su compañero, y aunque Kojuuro se recordaba sonriendo y observando sentado en uno de los pasillos externos de la casa, era cierto que, en un momento dado, siempre debía intervenir. No porque Masamune desenfundase las espadas y Chosokabe expusiera sin miedos aquel ancla mortífera, si no porque la casa no era capaz de soportar el aura de aquellos dos grandes conquistadores.
Eran buenos tiempos. Tiempos en los que se ponía en medio, como un padre preocupado, y separaba a los más jóvenes y calmaba sus ánimos con sake. Esos momentos en los que, como ahora, tenía un contacto físico con el albino que, en su día, le parecía amigable y despreocupado para no ser de su bando. ¿Aquella era la razón por la que siempre se le acercaba? No se había dado cuenta.
Y quizás fue por esa misma revelación que aquel beso, repentino e intenso, no obtuvo ninguna obstrucción por su parte. Su ceño no se frunció tanto, y su expresión de circunstancias parecía una de atención ante sus actos.

-Me sorprendes -dijo, con su voz calma, jadeante, después de aquella sorpresa evidente que había sentido. Y apareció en su faz algo que hasta ahora no había salido a la luz: rubor. Había pasado mucho desde que alguien le había notado realmente, aún estando tras la sombra de Masamune. No como su comandante y mano derecha. Como hombre. Aunque, por supuesto, lo último que esperaba era estar recibiendo aquel tipo de atención de otro-. Por tus palabras, pareces estar celoso, pero al mismo tiempo tienes la suficiente integridad para respetar las posesiones de otros -esbozó una sonrisa, no sin la picaresca que podría tener un hombre como Kojuuro en aquel tipo de situaciones-. Ignoraba que los piratas pudiesen tener un temple tan admirable. O al menos eso me gustaría decir… -y miró hacia abajo, donde aquel prominente bulto -¿en serio podía ser tan enorme?- amenazaba con llevarse mucho más que su sangre en aquel sillón.

Los guardias seguían observando. Kunimasa seguía observando, socarrón y curioso, preguntándose como acabaría todo. Algunos de los vigilantes de la sala de control y, mediante los comunicadores, los que presenciaban la escena parecían igual de expectantes.
Kojuuro, por su parte, parecía responder a los estímulos. Para su suerte o desgracia, estaba ya familiarizado con el tacto de un hombre, aunque hubiera sido de uno específicamente. Si Chosokabe llevaba mucho en alta mar, él llevaba lo suficiente encerrado allí como para sucumbir rápido.

-Te arrepentirás de esto al salir -dijo, con un suspiro similar a un jadeo, resignado, mientras el interior de sus muslos acogía aquella erección ajena, frotándose contra ellos. Movió la cadera, empujado por aquellas manos que seguían insistiendo en apretarle los cuartos traseros, notando sus propios interiorres hincharse. ¿Estaba sintiendo vergüenza? ¿Reparo por ser un amigo de Masamune con el que hacía algo semejante? Ahora no se comportaba como un chiquillo, era demasiado consciente de lo que hacía. Y quería hacerlo-. Te arrepentirás… -repitió, notando el calor emanar de su nuca, con aquella expresión suya que parecía evocar una incomodidad que sólo era recato, y más tarde deseo. Suspiró, por lo bajo, moviendo las manos hasta desenredar y deshacerse de las telas que guardaban aquella ansiosa mercancía que llevaba, desde hacía un rato, pulsando contra su cuerpo.
Verla exponerse, vigorosa y dura, solo lo hizo parpadear y pensar que la juventud era jodidamente increíble en aquellas épocas. Era una suerte que él tuviese el control de aquel acto…

-Yo también me arrepentiré. Debo de estar loco… -murmuró, haciendo lo propio consigo mismo, dejando que su mano envolviese su semi-erección antes de doblarse hacia delante y frotarla contra la ajena. Sintió su calor inmediatamente, y aquello le hizo soltar un suspiro, afianzando más las rodillas en aquel asiento y moviendo la agarrotada cintura para poder embestir contra su propia mano, contra la húmeda hombría de aquel pirata, a la que también había envuelto con ella.
Levantó la vista hacia él, con los ojos adquiriendo un nuevo y obnubilado deseo, soltando junto con una sonrisa otro jadeo. Una de esas sonrisas que solían compartir mientras bebían en el jardín de la casa Date, pero teñida con aquella malicia que producía el hambre en aquellos actos.

Sin mencionar palabra, se acercó a su rostro, abrió la boca, y pasando más debajo de su mentón, mordió su cuello, a la altura de su nuez, mientras el ritmo de su mano aumentaba, exigente. Más de uno arriba tragó saliva ruidosamente.

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Mensaje por Chosokabe Jue Sep 06, 2012 1:03 pm

La palabras de Kojuuro, aunque susurrantes, llegaban claras a los oídos del pirata. Aquellos “te arrepentirás” les eran jocosos, producían que el pirata soltase alguna risotada entre respiraciones arrítmicas y sonidos guturales. Sus manos no soltaban, aún, aquel redondo trasero.

Se lo veía venir, Kojuuro cayó en las redes del pirata cuan atún gordo y hermoso, lo veía venir desde que la testa del mayor se sonrojó. – Esto va a ser de lo mejorcito- pensó a la vez que su colmillo salía a relucir entre su dentadura. – Puede que estés loco Minime-nii, pero de deseo. Ambos podemos decir que andamos algo escasos de contacto físico ajeno así que no te preocupes, tu locura es recíproca- gemía sin coacción a causa de los tratos en su cuello y en su miembro.

Su cadera comenzaba a moverse arriba y abajo adaptándose a los movimientos de su compañero, más específicamente de su mano. – Lo haces muy bien o-nii-san. ¿Tus manos siempre son así de cálidas? Porque si es así me vendrías de perlas en mis viajes en alta mar. Esas noches solitarias con ese frío viento que no arrecia, serías una estufa perfecta.- su voz se rompía. A su vez sus manos se despedían del trasero ajeno con desdicha.

Obviamente ambas manos se movían serpentines sobre el samurai procurando desprenderse de aquellas telas que impedían la visión de la curtida piel del mayor. Una zarpa instaba al moreno a echar su cabeza hacia detrás, dejando su espalda recta y sus pezones al descubierto. Pezones con los cuales el pirata se cebó durante un periodo inestimado de tiempo. Mientras, la segunda zarpa, terminaba de desnudarlo y comenzaba con la suave estimulación en el interior de los muslos y en los glúteos contrarios.

- Eres tan sexy. Con tu hombría, masculinidad y seriedad propios de un señor feudal y aún así, segundo al mando. Eso te confiere sabiduría o-nii-san, sabiendo que en vanguardia o como cabeza de un clan eres más propicio a los ataques. Aunque todo esto ya lo sabes jajaja- la mano que lo mantenía recto lo soltó, sólo para poder lamerse los dedos lenta y concienzudamente. No quería hacer daño al mayor. – Sabes.. tsk… Vas demasiado rápido ¿No querrás correrte ya? Eso no sería divertido- con la misma mano ensalivada sobre la contraria disminuyó las revoluciones que la mano de Kojuuro marcaba sobre ambos penes.

-Se que tienes ganas, lo llevas aguantando no se ni cuanto pero es mejor así, te lo aseguro- Chosokabe lo miraba a los ojos, no quería perderse ninguna de las expresiones del otro. Era tan satisfactorio verlo así que la polla del albino palpitaba cada vez más y más. Su lengua dibujó un camino ascendente desde el pecho hasta la boca del comandante de las legiones de los Date. Alcanzando los labios de Kojuuro comenzó con un pequeño beso, seguido por sus labios haciendo de ariete a la lengua que se colaba húmeda y suave en la boca del moreno. Demandante, posesivo pero a su vez calmado. Era el tipo de sexo que quería con aquel morenazo de entrada edad.

Colocó su mano entre ambas bocas para lubricarlas con saliva. A continuación alzó levemente el trasero contrario, dejando su ano algo expuesto a las miras telescópicas. Seguidamente deslizó delicadamente los dedos humedecidos por su entrada. – Te resultará incómodo al principio pero vete tomándolo como algo normal así que, no dejes de frotar nuestras pollas. Por cierto, que bonita la tienes- sonrió bravuconamente mirando ambos miembros envueltos con las manos.

Comenzó a mover los dedos en el interior del mayor, alzó la cabeza al unísono para saber, por la expresión de su rostro, si estaba tocando en el sitio idóneo.

(off: perdón pro lo cortito. Feliz cumpleaños)
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