Un extraño, uno raro. -priv Konoe-

Había tenido un mal día, sí, un pésimo día a decir verdad y estaba atareado. No quería hacer más que llegar a su departamento, tomar una ducha y de ahí a dormir. Pero era obvio que para un tipo como Saito eso era un tanto imposible. La personalidad inquieto de éste se lo impedía, y prefería caminar un par de cuadras para que la energía se le fuera por completo y así llegar agotado a su hogar.
Pasó a unos de los locales del centro y compró un un té y una porción de galletas surtidas, le mataría el hambre por el momento y así podría seguir con cordura su camino después de tan ardua labor. Por el tiempo que allí estuvo se dedicó a ver a las personas que pasaban por el lugar, muchas de ellas se fijaban en los ojos bicolor del chico y otras que iban apuradas lo pasaban por algo, por lo general eran los niños pequeños los que se admiraban más. A Yakumo no le gustaba que pensaran que era un tipo de mascota demonio por esta cualidad y muchas veces en su adolescencia dudo de su raza completamente humana.

Aquella tarde su trabajo de medio tiempo en la pastelería había estado más atareado de lo normal ¿La razón? Simple. Estaban a finales de mes, es decir, los sueldos de las personas normales se encontraban rebosantes de efectivo y aprovechaban dicha sugerente ocación para darse ciertos lujos o simplemente comprar viveres para el día a día. Ya llebaba trabajando horas extras por más de dor horas, y la cosa no daba abasto, los clientes iban y venían cuales pirañas hambrientas y los niveles de energía de Konoe, por otro lado, disminuian a medida que avanzaba la tarde; gracias al cielo que su jefe en vista de los hechos le permitió retirarse una vez percatado de tales injusticias laborales por parte de sus compañeros por no relebarle de su cargo y practicamentre le hechó del local con una bolsa de cosas para que cenara- Huu... - Suspiró con decaimiento y caminó con la cabeza gacha varias cuadras, sin prestar atención a su entorno.
Sin advertir la presencia agena entre tantas masas de personas moviendose, un obstáculo en el camino, más bien una persona detenida en medio de la acera, provocó que este chocara con el susodicho, soltando en un descuido la bolsa con panes y ciertos dulces dentro de la misma, al mismo tiempo caian algunas galletas de la otra persona al suelo - Aak, C-cielos... Perdón! -Balbuceó con una mano en su rostro, más especificamente en su nariz, producto del golpe y sin abrir los ojos.

Apenas se había llevado el vaso de té a la boca y ahí, lo chocaron. De manera rápida, alejó el vaso con el liquido casi hirviendo y cerró un ojo por causa de unas gotas que habían caído en su mano. Sin querer, segundos antes había olvidado la bolsa con galletas, las cuales al dar una mirada las encontró en el suelo. Suspiro de manera molesta mirando al más bajo.- Deberías tener más cuidado -vociferó, claro, le echaría toda la culpa al menor y no reconocería nunca parte de su responsabilidad al quedarse quieto en medio de la acera, por lo menos pensaría esto mientras estuviera enfadado, ya luego reconocería su error.- Diablos me he quemado -dicho en voz alta para que el otro se diera cuenta de lo que había echo. Terminó por agacharse, dejo el té en el suelo y recogió las galletas para echarlas a la bolsa, no se las comería, obviamente, pero tampoco las dejaría allí.- Si no te estas muriendo, podrías recoger lo que botaste también -le miró hacia arriba algo enfadado por toda la situación, sabía que el menor se había pegado en la nariz pero no tenía intención de preguntar nada.- Hay gente que no tiene conciencia -murmuro después a regañadientes.
Sin duda no había persona más intolerante que Saito, pero no siempre era así, y sólo actuaba de esta manera cuando no conocía a las personas, cuando eran estúpidas o cuando eran menores que él.
Ahora se quedaría con hambre. Al ponerse de pie llevo consigo el vaso y caminó hasta un basurero de cerca y botó todo, ya no tenía ganas de beber, ni de comer nada; el cansancio, por lo demás había incrementado su cólera hace unos segundos y ahora sólo quería llegar a su departamento. Nuevamente miró al menor y suspiro, se acercó a él.- Lo siento, no debí tratarte así, quieres comer algo?, he arruinado tu cena -ofreció mientras aun veía un par de migajas en el suelo.