Una boca más que alimentar [Vergil]

Maldito sea ese lugar, maldita humanidad, maldito el día en la que se dejó capturar por aquellos tipos. ¡Él! ¡Un esclavo! La palabra le resultaba altamente repugnante a sus oídos, no podía ni pensarla. Esclavo, alguien como él reducido a eso, de ser el títere de algún indeseable. O bueno, eso era lo que creería el pobre alma descarriada que se atreviera a tratar de tenerle en su posesión. Pero ah, era tan ridículo que no pudiera siquiera escapar de aquel lugar. La vigilancia parecía digna de las mayores prisiones, y francamente, hubiera preferido estar encarcelado en una que estar allí, era denigrante, desagradante hasta extremos ridículos. Él no era un maldito esclavo, era un cazarecompensar, alguien temido, alguien fuerte que no conocía el miedo. Y allí estaba, a la espera de tal vez ser comprado por alguien. Aunque tal vez estaría bien ser comprado... tal vez escaparía de una forma más eficiente, ¿y si tenía tenía que matar a su comprante que más daba?

Aquel día estaba tan aburrido que en su celda que se acostó a echar una siesta, estar allí era tan sumamente monótono. Siquiera tenía a su querida Yamato cerca, lo bien que se lo podría pasar con ella... aniquilando a aquellos apresores, aquellos que osaron meterle en aquel lugar como si no fuera nada. Con esos pensamientos se quedó dormido... aunque intranquilo y alerta, tanto que en cuando sintió movimiento cerca abrió los ojos y se incorporó raudo en aquella incomodísima cama, mirando a la reja y viendo a una chica que le miraba asustada, con unos tipos con malas caras detrás. "Has sido comprado", dijo esta.

Vaya noticia... Así que al final había ocurrido, alguien había deseado adquirirlo... desde luego esa persona no sabía en lo que se metía, no sabía que clase de persona era. No tuvo tampoco más remedio que acompañar a aquellas personas hasta llegar a otra sala. Miró con indiferencia a los presentes hasta que abrió mucho los ojos al fijarse en una persona en particular allí presente...

Su rostro... tan similar al suyo... ¿Similar? Era identico, totalmente, aunque tenía un gesto un poco pasota, a diferencia de sus fracciones más serias. Pero el parecido era asombroso, era conciente de ello. Tanto que las personas presentes les miraban alternativamente a ambos, anodadados. Si es que incluso su cabello era de su mismo color, aunque con otro peinado. Estaba... demasiado sorprendido, aunque intentaba no aparentarlo... pero que dificil era.

-Tu...- le miró fríamente. -¿Quien eres?- fue lo único que se atrevió a preguntarle en ese momento. ¿Y era ese el que le había adquirido? ¿Era un chiste? ¿Una ilusión? ¿Un mal sueño?

Oyé la respuesta y alzó ligeramente una ceja, molesto. ¿Su amo? Eso ya lo sabía, y éste sabía perfectamente a que se había referido con aquella pregunta, ¿acaso deseaba tomarle el pelo o algo? Pues bien, podrían ser todo lo parecidos que quisiera, pero en absoluto le llamaría de amo y le trataría como tal, para Vergil ese tipo no era más que un obstáculo y una molestia... claro, que un obstaculo y molestia que resultaba demasiado inquietante y perturbador debido obviamente a ese parecido tan evidente. ¿Y a que venía esa sonrisa de estúpido que tenía en la cara? ¿Acaso se sentía superior a él de algún modo? Apretó los puños oyendo como le preguntaba por su apellido y le miró sin cambiar su expresión seria y de molestia, esa pregunta era extraña, ¿de donde coño quería que sacara un apellido? La verdad, no pensaba contestarle de inmediato, se quedó callado unos segundos. Lo cierto es que deseaba saber quien era ese tipo.

Miró alrededor cuando éste le dijo que salieran de ese lugar y vio a aquella gente que les miraba como si se encontraran viendo la televisión o algún tipo de culebrón interesante. Le pareció tan patético y despreciable que no tuvo problemas en efectivamente comenzar a andar fuera de la tienda sin más, dejando atrás a ese albino que parecía su reflejo casi, menos por aquellas pequeñas diferencias que había entre si. En medio de todo le indignó que éste fuera incluso más alto, seguramente se creía más por eso, se veía del tipo de persona orgullosa y arrogante. Orgulloso y arrogante como él mismo.

Una vez fuera miró con relativo poco interés alrededor, deteniéndose a la entrada de la tienda y pensando detenidamente. ¿Qué debía hacer ahora? La verdad es que el plan habría sido huir, matar a quien fuera con tal de conseguir si libertad luego de haber sido comprado. Pero la cosa había dado un giro totalmente inesperado. La persona que le había comprado compartía con él un asombroso parecido físico, y la verdad es que eso era verdaderamente consternador, no entendía bien que pasaba ahí, y se había dado cuenta de que el otro tampoco. Y ahora la curiosidad e inquietud se estaban sobreponiendo a sus ansias de libertad. Así pues le seguiría un poco el rollo e iría con él, necesitaba saber que estaba pasando ahí, porque sentía que no era ninguna casualidad, ¿cómo serlo? Aquello debía ser más importante y más grande que una simple coincidencia.

Se giró al oír pasos detrás de suya y volvió a mirarle. Era demasiado chocante, era perturbador y extraño estar mirando al rostro de alguien así, alguien tan similar. Aunque trataba de mirarle con indiferencia no podía evitar que su semblante también mostrara confusión, se cruzó de brazos mirándole y recordó su pregunta de antes sobre su apellido, pensando de pronto que era posible que supiera porqué habría preguntado eso exactamente.

-Sparda es, obviamente... mi apellido paterno.- cont3estó a la pregunta de antes mirándole fijamente, tal vez esperando algún tipo de reacción que no fuera esa estúpida sonrisa que tenía todo el rato. Quería saber que estaba pasando, y quería saberlo cuanto antes.