De improvisto. (Mitsuki Maou)

"Maldita sea..." Eso fue lo que el asesino, lo que ese cabrón había pensado, tras hacer salido de un "encargo". Ese era su día de mala, muy mala suerte, primero, el dinero del antiguo asesinato no se había entregado como él quería, después, el banco le denegó un cheque de muchos ceros en el, luego, le enviaron un encargo a OTRO país, que bueno, le atacaron de sorpresa y salio malherido de la pelea.

Llegó a Tokyo desde un jet privado, pero sin atención medica, ¿Qué demonios era eso!? Un maldito yet privado, champagne, mierdas lujosas pero ¿¡nisiquiera un doctor!? Vaya día que pasaba el castaño. Al caminar hacia un hotel, derramando sangre desde su puño con algunas vendas sueltas, torpemente vendadas, apoyó su hombro y brazo contra la pared de un local. Divisó un callejón, pensó en descansar ahí unos minutos y hacer que el sangrado se detuviese un poco, hasta llegar al hotel.

Al llegar al callejón, se acostó contra la pared, respirando agitadamente, mientras que tensaba las vendas, para cubrir su herida de mejor manera. Ladeo la cabeza, sorprendiendose un poco, sin que lo demostrase, divisando una puerta al final. La curiosidad le invadío, por lo que se puso de pie, caminando hacia esta, viendo a unos hombres en traje, que abrieron la puerta para el castaño, este, entró confiadamente.

- Ug... - soltó un bufido, al notar poca claridad en el luga, pero lo que si pudo notar, era un mostrador, a la cual, se le acercó - Ah... Entiendo... - recordó, que le habían comentado sobre ese lugar, sobre el Mercado Negro - Buenas.... - dijo serio, pensando en comprar un esclavo - Desearía comprar un esclavo... Ahora. - era impaciente.

Vio a una mujer de cabellera rosada. Suspiró algo molesto, pues no le gustaban mucho las mujeres, viendo el ademan, le siguio manteniendo una distancia, el aroma proviniente de la otra le repugnaba. Al ser llevado enfrente de una enorme jaula, observó el interior, sin sorprenderse, pues, ya habia visto cosas peores que... Un niño en una maldita jaula.

- Tsk... - soltó un bufido, acercandose más, viendo fijamente el rostro del menor, un tanto escondido por cabellos grisaceos - Un niño... - comentó, de forma fria - Mitsuki... - dijo, entrecerando la mirada, dando la media vuelta, quedando al lado de la mujer, en sentido opuesto - Ese esta bien...

Caminó hacia el mostrador, tambaleandose un poco, el dolor le era insoportable, pero no iba a demostrar tal debilidad, jamás lo haría. Apoyó su mano sana encima del mostrador, respirando agitadamente, quería terminar la compra de una buena vez, para irse al hotel y hacer los tramites para comprar un departamento.

- Que sea rápido, por favor... - alzó la voz, para que la mujer le escuchara y se apresurara, estaba irritado, el día le fue del asco, del puro asco.

Observó a la mujer sacar unas hojas y al escuchar que rellenara este mismo, se cabreo un poco más, ya que su mano estaba sangrando, tenía suerte de que podía usar ambas manos para escribir. Con algo de dificultad, observaba la hoja, viendo lo que tenía que rellenar, fastidiado, tomó el boligafo escribiendo...

Ficha a rellenar
- Nombre: Morio.
- Esclavo: Mitsuki Maou.
- Directo o a Domicilio: Directo.
- Modo de pago: [Cheque]

Al terminar de escribir, notó unas cuantas motas de sangre en la hoja, pero no le importo, solo lo entrego a la mujer que yacia delante suyo y espero a que le entregasen al esclavo, no, al niño.

Extrañamente hoy le tocaba estar en la jaula, y digo extrañamente por que normalmente los que se portaban bien podían estar libremente por el patio medio a su bola, ero hoy no, y eso que había sido obediente como siempre, pero daba igual, era invierno y hacia un frió fuera impresionante, así que aun estando en una jaula diminuta, incomoda, asfixiante y demás cosas malas, al menos estaba calentito allí dentro, así así supongo que no se podía quejar.

De todos modos hoy no había ido tanta clientela como otros días, lo cual le gustaba, odiaba estar allí como un objeto todo mirandole e inspecionandole era brr...no lo soportaba. or suerte o no, depende de como se mirase ni uno solo se fijó en el a lo largo del día, la mayoría como no, buscaban gente mas adulta, o simplemente feminas.
Pero hubo una excepción, a mitad de tarde Kitty la encargada de turno, que por cierto siempre era muy amable, y la quería mucho acercó a un hombre bastante alto y....¿como decirlo? ah, si...daba miedo.
Este se acerco y como no se le quedó mirando, revisandole, el menor apartó el rostro acurrucandose algo sobre si mismo, estaba bastante intimidado por la mirada ajena, por suerte al muy poco ambos se fuero, aunque le pareció oir una palabras con las cuales tal vez no estaba conforme.

Pasó el rato y al poco llegaron los cuidadores abriendole la jaula y sacandole de malas formas, soltando el menor algunos quejidos y poniendo morros. Al no mucho lo empujaron hacia lo que le habían informado de camino "tu amo".
En escucharles, abrió bastante los ojos quedando atónito, un amor...n-no podía, no, no, no, él no quería ningún amo, seguro que le trataba mal como aquel hombre que no hacia más que pegarle e insultarle una y otra vez.
Tragó saliva y sin apartar la mirada del suelo con una voz muy muy débil y algo aguda, más de lo normal dijo - Bu-buenos días señor...

Oyó el suspiro, luego como su voz se tornaba de forma entrecortada al escucharlo hablar, aún hipnotizado, un poco, por esa infantil voz que le parecío de lo más lindo... ¿Lindo? Espera, ¿Qué estaba pensando? Dios, perdía la cabeza, pero volvio a recuperarse instantaneamente cuando escuchó las palabras ajenas, haciendo que su ceño se frunciera, arrugando la piel de ese lugar, exagerado en el acto. Pero omitio un poco el comentario, pues, comenzó a andar hacia la salida de ese putrefacto lugar, abriendo la puerta, tras haber girado la manija de esta, que, al parecer, necesitaba un buena atornillada.

¿Modo especial? ¿Qué carajos era eso? No lo sabía, en absoluto, era una persona que nadie llegaba a tratar, algunos tipos interesados con los que tuvo sexo casual, sólo unos tres, pues, los otros resultaron mal heridos por sobrepasarse de los actos. ¿Especial? ¿Qué era eso? No entendió muy bien esas oraciones, por lo que comenzó a buscar una respuesta por lo menos entendible para el peligris. Abrió la boca...

- ¿Especial? Tsk... - soltó un bufido, rabioso, mirandolo con fiereza, viendo como se despedía de la mujer - Tratame como tratas a los demás, no necesito serte especial... - comentó, brusco y frío como siempre, tomando al otro de la mano, para acercarlo a la salida - Primero, antes de preguntar a donde te llevaré, mejor salgamos de este maldito lugar, ¿Quieres?

Lo sujetó, no con mucha fuerza, pues no quería lastimarlo, era un niño y sabía muy bien que ese tipo de cuerpos eran fragiles y que percibian el dolor con más facilidad, bueno, más que él. Cerró de un tirón la puerta del mercado negro, viendo a los guardos que apuntaron sus ojos a él, soltó un suspiró y se llevó al menor, de la mano, de la OTRA mano para no enciarlo de sangre, no quería manchar aquel puro cuerpo, la blanquecina piel, esa suave piel que, notó entre su tersa mano, sin vacilo a un agarre firme.

- Tsk... - se apretó parte del abdomen, adolorido, el encargo había sido muy largo y trabajoso - Bien... Vamonos a un hotel... Necesito descansar - maldijo al que lo contrató, agredeció a los que le quitaron el estrés, es decir, a los que mató y reverenció el dinero que le prometieron - ¡Maldición! - vió que su mano, aún con la venda sujetando las heridas, esta blanca tela se tornó rojiza.

Miró al menor, escondiendo su mano ensangrentada en el bolsillo de su pantalón, soltandolo de la mano, para alzar esta y viendo como un taxi pasó y se detuvo, se acercó a este, indicandole la dirección de uno de los hoteles de cinco estrellas de la ciudad. Observó minuciosamente al otro, esperando que no notase mucho su estado físico, era asqueroso verlo así, además que se sentía avergonzado por ello, se notaba débil y mal herido, eso lo repudiaba.

- Vamos, Mitsuki... - lo llamó, con una voz profunda, ligada a la seriedad y a la firmeza que le correspondía, desde que lo compró, era la primera vez que lo llamó por su nombre - Ahora... - lo miró fijamente, con fiereza, como si quisiera que ese cuerpo se erizara y cayerá en su orden a la petición.

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Perdon si hago muchos dialogosUu

Pues obvio que había escuchado por el trayecto los quejidos del menor y el dolor que sentía lo había notado, pues francamente lo había tomado con demasiado fuerza de la muñeca, casi rompiendo esta. Oh... Lo había repudiado con eso de "No me toques", parecía que iba a ser dificil llevarse con el peligris... Pero bueno, ¿Desde cuando se llevaba bien con alguien? ¡Ja! Nunca se había preocupado por ese tipo de cosas y no lo haría aún siendo un menor con el que tratase. La petición que antes escuchó, eso de que no le hiciera daño, se le hacía muy divertido, muy gracioso, algo cómico aunque no se hechase a reír, pues, nunca se vería capaz de lastimar a un niño... Según él, todavía no ha lastimado a uno.

Se preguntó que duda tenía el otro sobre el, ¿Qué quería preguntarle? Que molesto era responderle esas cuestiones al menor, además, sería mucho mejor que el otro dejara de quejarse, soltar suspiros y que quedase callado, como dicen, calladito se vería más bonito. No había notado que el otro vió su mano ensangrentada, si se hubiese percatado de aquello, hubiera amenazado al pequeño de que no dijese nada sobre su herida que desbordaba sangre, aunque comenzaba a detenerse el sangrado, pero parte del líquido se había colado a la tela del pantalón. Entró en el taxi al ver que Mitsuki había entrado obedientemente, pero... Notó algo más, unos detallitos, claro que los pudo ver, era muy atento a las cosas sean minimas o no; había visto unas lágrimas que empaparon las largas pestañas del otro y caían por el bulbo de estas y depositadas en el mentón después de haberse deslizados por esos blancos y regordetes cachetes.

- Tsk... - soltó un bufido lleno de dolor, el abdomen lo mataba y no era broma - Al hotel... - dió el nombre con facilidad, pero mascullando entre dientes, la mano le dolía infiernos - Ha... - suspiró, acostando su cabeza contra la cabecera del asiento, ladeando su cabeza, deslizando algunos mechones de sus cabellos por sus mejillas, dejando visible su otro ojo que antes yació tapado.

Lo miró fijamente, penetrantemente, como si quisiera transpasar esas pupilas y hurgar lo más interno del menor, como si viera por ventanas hacia un paisaje y dando a recalcar el dicho de "Los ojos son las ventanas del alma". Volvió a dar otro suspiro acomodando su cuerpo y su pose, con dificultad por lo malherido que estaba, alzando su mano sana, para llegar a sacar un pañuelo de tela color gris del bolsillo de su camisa, que, si, esta estaba lo bastante limpia como para limpiarle las mejillas al otro y así lo hizo, rozó tierna y cuidadosamente (raro en él) la tela contra la piel ajena, limpiandole esa sustancia salada.

- Deja de llorar, que es molesto ver a un nene derramar lágrimas... - dijo serio, algo frio, pasando el pañuelo cuidadosamente por los cachetes que estaban algo rosadas, se veían... Mordisqueables - Ni que te fuera a golpear o algo así... - propuso una mueca al decir esto, no era capaz de lastimar a un niño, le era imposible hacerlo y no sabía se llegaría a poder, pero bueno, que no reten su paciencia, que sino se convertirá en un demonio, si ya no lo es - Ya... - al ver su rostro limpio guardo el pañuelo en donde antes, soltando un bufido y apretando los dientes para aguantar las punzadas que daban su cuerpo, maldiciendo nuevamente al cliente que le encargó el trabajo.

Rodó sus ojos de ese hermoso color verdoso, que carecían de brillo a saber porque, tal vez la frialdad que poseía, viendo las marcas que dejó antes por el agarre en el pequeño cuerpo ajeno, Dios, ¿Acaso ese cuerpo era tan sensible? Las muñecas parecían haber sido atadas con brutalidad de unas sogas. El taxi se detuvo enfrente del hotel el cual le dijo antes, suspiró, sacando el dinero y entregandoselo al otro, que no lo miró de forma extraña pues, ¿Qué había de raro ya en esa ciudad? Sólo la minima contradicción a eso daba risa. Se bajó del auto cerrando la puerta con ligera fuerza acercandose a la puerta del otro lado, abriendola para que el menor saliera... Raramente estaba siendo amable, pero ¿Qué más daba? Era un asesino que su debilidad eran... Los niños.

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Sigue: Here

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(Repetí muchas veces "había" -_-Uu)