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Nostalgia [Ren Feng]

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Nostalgia [Ren Feng] Empty Nostalgia [Ren Feng]

Mensaje por Invitado Vie Nov 12, 2010 6:53 pm

Tener seguidores era importante. Cuanto mas grande fuera el grupo mas ventaja tendrían, esa era una lógica aplastante. Sin embargo, en un mundo tan impredecible como la mafia, era mejor no tener demasiados aliados a los que apegarse. Siempre habían algunos de los que se podrían prescindir, y eran los llamados “carne de cañón”.
Ese mismo pensamiento le hizo detenerse a las puertas del Mercado Negro, uno de los negocios que tenían casi la misma función que una mafia: extorsionar al gobierno y quebrantar las normas con la mayor libertad del mundo.

La familia Asai era una pequeña Mafia de Tokyo cuya sede se ubicaba en las afueras de la ciudad. El actual cabecilla de la familia era Hiroyuki Asai, un hombre aún mas impredecible que sus propios actos y cuyos propósitos nunca estaban definidos. Parecía querer ganar siempre, imponerse y pisotear a todos los que le quedasen por debajo. Mientras entraba a la recepción del mercado, parecía incluso estar paseando por su propia casa. Iba acompañado por el chófer, que caminaba un paso por detrás de él.

Cuando estuvo frente a la mesa sonrió con aquella mueca suya que parecía en principio tan afable que incluso te hacía desconfiar de él.

-Buenas noches -saludó, ya que pasaban de las ocho-. No estaba buscando nada demasiado especial, solo alguien que haga caso -después de todo era solo un “escudo”. No durarían vivos mucho tiempo...


PD: Me gustaría que fuese Hiroyuki el que viese a Ren en su celda en lugar de que lo llevases a él directamente. Puedes mostrarle cualquier esclavo Oc (?) mientras, si no te importa =3

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Mensaje por Kitty Sáb Nov 13, 2010 6:33 am

Ya era tarde y solo faltaba una hora para cerrar cuando llego un cliente , sonrei amable al escuchar su saludo y correspondi el mismo

- buenas noches , en que puedo ayudarlo ^^

Dije amablemente mientras escuchaba lo que decia , no parecia ser muy exigente y no dio mayores referencias asi quizas seria mejor que el mismo escogiera

- todos hacen caso y si no puede dejarlos unos dias aqui para un adiestramiento especial

Explique mientras salia de detras del mostrados y empezaba a caminar con direccion a las jaulas

- porfavor siganme ,seria mas recomendable que usted viniera solo , no hay micho espacio ahi adentro

L e recomende y espere que el tipo de porte imponente caminara unos pasos detras de mi para poder guiarlo atravez de ese laberinto de jaulas y que el mismo pudiera escoger a su acompañante
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Mensaje por Invitado Dom Nov 14, 2010 7:33 am

-¿Entrenamiento especial? -repitió, haciéndole un gesto al chófer para que se quedase atrás, siguiendo a la joven vendedora, a la cual le sacaba unas cuantas cabezas, hacia la puerta de la trastienda- Eso significa que no todos hacen caso entonces, ¿verdad?

No le importaba si era rebelde, o si pretendía tener sus derechos como persona y negarse a ser el esclavo de nadie. Él solo quería “relleno” para el grupo, ya que sabía que había muchos que no le aceptaban aún -y no creía que lo hicieran nunca-, como el jefe de la casa Asai. Con sacar a cualquiera de aquellos infelices de allí bastaba. Uno que fuese imponente, quizás... Si sabía defenderse era posible que pasase de la siguiente semana.

Caminó por el pasillo, a penas iluminado, escuchando solo el sonido de sus propios pasos y los de la mujer que le había dado vía libre para mirar las celdas. Tras los barrotes, rostros desaliñados, expresiones resignadas, llenas de odio o de pena. Algunos estaban encadenados a la pared, por lo que supuso que no le convendrían al ser demasiado extremistas en sus actos. Mirando de reojo y notando cada vez mas aquel deprimente aura desolada, la sonrisa se le había borrado. Se subió las gafas sin montura de un elegante y frívolo gesto con los dedos antes de seguir andando. El eco de sus zapatos de piel, a parte de algún que otro quejido proveniente del fondo, fue llegados a un punto lo único que se escuchaba.

Pasando de largo estaba cuando un escalofrío le hizo detenerse, como si hubiese visto los ojos de un predador entre un tupido manto de matorrales en medio del bosque. Giró la cabeza hacia un lado, confirmando que no había sido solo su imaginación. En aquella celda, igualmente encadenado que el resto, un hombre de pelo largo y mirada orgullosa se había llevado toda su atención. Y no era porque estuviese en mejores condiciones que el resto, sino porque su vívida imagen le había aparecido, como si hubiese sido ayer, frente a sus ojos a modo de algún retorcido y desgastado flasback de película.

“¿Que está haciendo aquí el heredero de los Feng?” -su mente actuó antes que su raciocinio. Su cuerpo se giró hasta estar frente a la celda, como si quisiera confirmar lo que acababa de pensar.

-Señorita -llamó a la vendedora, pero sin despegar la vista de su objetivo- ¿Tiene los datos de este chico de aquí?

No podía creer su buena suerte...

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Mensaje por Kitty Lun Nov 15, 2010 10:48 am

- no se preocupe , nunca hemos tenido una queja sobre ningun esclavo pero si la hubiera estamos listos para "corregir" el caracter a gusto del cliente

Dije amable mientras ibamos a la zona de las jaulas ahi deje que el cliente observara todo lo que quisiera .... despues de un leve rato parecio estar interesado en uno de los esclavos y me pidio sus datos

- claro , permitame un segundo

Le pedi mientras iba por los datos que me habia pedido , regrese casi de inmediato y le di la carpeta al cliente

- esa es toda la informacion que tenemos de el , usted tiene un gran gusto este es uno de nuestros mejores especimenes

Comente antes de dejar que el mismo cliente analizara la gran oportunidad que tenia para adquirir a ese maravilloso chico
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Mensaje por Invitado Mar Nov 16, 2010 4:38 pm

Aquel momento de ausencia de la chica fue aprovechado por Hiroyuki, que dió un paso al frente tras ver los pesados grilletes que retenían a aquel esclavo a la pared del fondo. Después de todo nadie en su sano juicio se acercaría a la jaula de un tigre que pudiese darte un zarpazo en cualquier momento. Y aún así, mantuvo las distancias. Miró los barrotes, sucios, desgastados y mellados, seguramente de los intentos de fuga de inquilinos anteriores o, por qué no, del que ahora residía allí, entre la oscuridad y el viciado aire de los pasillos de piedra del Mercado.

No quiso hablar. Solo miró. Observó detenidamente, atisbando sus rasgos, como si todos los demás sonidos de su alrededor se hubiesen apagado de golpe. El recuerdo granulado y lejano que le daba su mente no podía evitar meterse entre lo que estaba viendo y sus recuerdos, como si quisiera hacer una comparativa entre ambas personas que estaba a cada segundo mas clara.

Escuchar la voz de la muchacha le hizo parpadear, girándose para mirarla durante un instante, ya que su vista volvía, atraída, hacia el que estaba seguro era uno de los hijos de Feng.

-Gracias -abrió la carpeta, esbozando una sonrisa-. No lo dudo...

Y allí estaba. Su nombre. Su apellido. Su procedencia. Era él. Sus ojos brillaron entre el regocijo, el entusiasmo, la nostalgia y la malicia al tener en sus manos una joya como aquella. Lo único que no se explicaba era como había acabado en un lugar como aquel.

-Me lo llevaré... ¿? -leyó su raza, y no pudo evitar hacer una mueca de extrañeza. No conocía su historia, ni su pasado ni los motivos por los que estaba en un estado tan deplorable, pero...

"¿Un Dragón?"


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Mensaje por Invitado Mar Nov 16, 2010 5:35 pm

¿Cuantos días habían pasado ya? ¿Cuantos días desde que esos hombres vinieron a su cuarto, en lo más profundo de la mansión Feng, como si fuera un tesoro secreto que no debía ser mostrado a nadie? Ni siquiera le dejaron salir para llorar la muerte de su padre adoptivo... su hermano se hizo con el mando y... él sufrió las consecuencias.

Le ataron, le amordazaron, y le arrastraron, como un vulgar perro. Cada vez que luchaba, le golpeaban. Cada vez que intentaba hablar, tiraban de la correa que había tensado alrededor de su cuello... su dignidad, días anteriores por las nubes, estaba ahora a ras de suelo... en todo el sentido de la palabra.

A pesar de tal trato, pudo distinguir las conversaciones de los dos hombres, y su hermano... ¡su maldito hermano! ¡Lo estaba vendiendo al mercado negro! ¡Había revelado su verdadera naturaleza, esa que con tanto ahínco su padre adoptivo había luchado por luchar y guardar, en un acto posesivo y egoísta, por el simple placer de tener al bello dragón en su familia!

Unos sentimientos que no albergaba en absoluto Lei, ahora cabeza de familia.

Lo último que vio fue como le metían en una jaula, en un camión... luego todo fue oscuridad.

Cuando se despertó y volvió en sí... estaba encadenado, enjaulado y listo para ser vendido. Gritó, lucho, protesto, e incluso dejó de comer, exigiendo su libertad... y recibiendo solo amonestaciones que variaron según lo que hiciera. Finalmente los golpes, el cansancio y el saber que era inútil, acabaron haciendo mella en él, y decidió sentarse y dejar pasar el tiempo...

Solo de vez en cuando recobraba su espíritu combativo, cuando oía como alguien se acercaba a su jaula. En todos ellos brillaba en sus ojos la lujuria y la depravación, y con verdadero asco, Ren les aseguraba que como le compraran les aseguraría que las torturas de la mafia china era algo que le habían enseñado de pequeño... y que continuamente él había mejorado de adulto.

Eso bastaba para esos desperdicios humanos para que buscaran a otra puta con la que divertirse...

Y hoy, una vez más, oyó pasos acercándose, y voces.

“Tsk” pensó internamente, fastidiado. Las cadenas estaban frías, y pesaban en sus muñecas... ¿es que esto no iba acabar nunca? ¿Cuando se darían por vencidos en lo de venderle?

Una sombra y otra pasaron ante su jaula, y los ojos dorados de Ren los miraron con desafío... pero pasaron.

Bajo la mirada, y volvió a sumirse en sus negros pensamientos, hasta que otra vez una sombra le hizo alzar la vista rápidamente, a la defensiva. ¿Por qué coño había vuelto?

Unos ojos amatistas, que brillaban tras unas gafas que ponían “CARO” por los cuatro costados, atraparon los suyos.

Había tantas sensaciones latiendo en ellos que temió marearse, así que procuro ampliar la mirada, y analizar a su próximo objetivo a batir.

Era mayor que él, pero tenía unas facciones suaves, y un pelo largo... aunque no tanto como el suyo. Sería bueno para tirar de él... una agresión física también era un buen método para espantarlos.... lo malo es que luego la vendedora se lo cobraría. Nunca dudaban a la hora de cobrar, ya fueran castigos o dinero. Era alto, el desgraciado, y su traje parecía ocultar una constitución fisica nada desdeñable.

Pero dejando su aspecto de lado... lo más destacable de ese hombre era lo que desprendía todo su ser: seguridad. Confianza en sí mismo. En lo que quería y en sus propósitos. Y tal como le miraba...

“Todos tiene que aprender a reconocer alguna vez que no todas las cosas están disponibles” pensó Ren, con la mandíbula tensa. “Ya vera...” se juro a si mismo.

Empezó la función, haciendo que le miraba de arriba a abajo, con expresión evaluadora.

-No soy adecuado para los tipos que llevan trajes de Armani... podría romperlo... a ti, y al traje, claro- aclaró, con una siniestra sonrisa, mientras alzaba orgullosamente el rostro.


Última edición por Ren Feng el Sáb Nov 20, 2010 2:19 pm, editado 1 vez

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Mensaje por Invitado Mar Nov 16, 2010 6:53 pm

Sosteniendo la carpeta aún abierta, no pudiendo dejar de leer los datos de aquel hombre que habían acabado en sus manos con una facilidad insultante, estaba dispuesto a volver al mostrador de la puerta principal, donde rellenaría los formularios que fuesen necesarios para por fin efectuar su compra. No podía negarlo, estaba ansioso, extasiado... Pero al mismo tiempo con una curiosidad latente por saber y comprender las propias emociones que le recorrían el cuerpo. Por suerte, era algo que no se manifestaba en su físico, siempre imponente; siempre perfecto.

A pesar de haberse criado de la manera mas humilde posible, su persona desprendía finura. Era la viva imagen de la opulencia, la firmeza, y su rostro, a parte de ladino, evidenciaba la inteligencia de alguien que ha escalado puestos en la vida llevándose por delante a quien hiciera falta llevarse. Mirase por donde se mirase, no parecía tener ningún fallo en su físico agraciado.

Sin embargo, la personalidad era otra cuestión a tratar a parte...

Frente a la muchacha de aspecto joven y servicial, y con las gafas en medio del puente perfilado de su nariz, se mantuvo firme en su lectura, como si quisiera memorizar cuanto antes aquella valiosa información. Claro está, hasta que al fin escuchó su voz. Su mano se alzó, subiéndose las gafas sin montura, que emitieron un brillo al mismo tiempo que la cruz de oro que colgaba de su oreja derecha. Giró el rostro a un lado, cerrando despacio la carpeta hasta que las dos partes de esta chocaron, emitiendo un ruido seco.

Y sonrió. Tuvo que hacerlo al ver la sonrisa torcida del recién conocido como Ren, el cual seguramente se había obligado tantas veces a esbozarla que ya le salía de manera natural.

-Por eso no te preocupes -contrarrestó-. Este es un Louis Vuitton -si algún conocido suyo estuviese presente en la escena sabría de inmediato que su aparente simpatía era solo eso; apariencia. Solo una cosa era cierta: estaba emocionado. Complacido. Aquella voz era como la guinda de un pastel hecho completamente a su gusto-. Nadie dictamina si algo es adecuado para si o no, simplemente lo sabe. No hay mas ciencia. Y en este caso, es lo mismo.

No se molestó en volver a girar el cuerpo hacia la celda. Su elección era definitiva.

-Ha pasado tiempo, Ren Feng -recitó su nombre, como si lo saborease-. Quisiera escuchar de tus propios labios que es lo que se cocía tras las puertas de la casa principal de tu familia, pero eso será en un lugar mas apropiado, mas limpio y con un buen vaso de Blanco delante~

Le tendió la carpeta a la chica, teniendo ya en la memoria las cosas que le habían parecido mas importantes. Luego, antes de enfilar el oscuro y pedregoso pasillo, le dedicó una última mirada antes de darle la espalda, como si le dijese de manera muda que no tardarían en encontrarse de frente, sin barrotes de por medio.

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Mensaje por Invitado Miér Nov 17, 2010 3:12 am

Maldito bastardo... ¡estaba sonriendo! ¡Ese maldito desgraciado estaba sonriendo! ¿Desde cuando las amenazas hacían sonreír? Y no solo era un bastardo que sonreía... ¡también era un desgraciado al que le gustaba usar su lengua viperina para filosofar!

¿A que narices venía eso de “saber” lo que es adecuado o no? ¿Es que tenía tantas ganas de morir? A lo mejor no había sabido leer entre líneas de lo “romper su traje y a él”... quizás era tenía que decírselo de forma más directa: me compras y mueres. No le gustaba ser tan poco sutil, ya que era muy vulgar, pero ante este individuo... tendría que rebajarse a su inteligencia.

Ya iba a soltarle un par de lindezas y verdades, irritado de que le diera la espalda como si todo estuviese arreglado, cuando habló de nuevo... y pronunció su nombre. Pero no solo fue eso, su nombre era algo que sin duda vendría en su ficha. El problema era que sabía el significado de su apellido, de su familia...

El rostro de Ren se ensombreció, mientras sus ojos dorados brillaban, augurando futuras fatalidades y calamidades para el sujeto que tenía enfrente... que supiera el nombre Feng indicaba que no era un cualquiera... no era un bastardo cualquiera, más bien. Debía pertenecer a la exclusiva familia de la mafia...

-... no sé quien eres bastardo, pero metete tus blancos donde te quepan, pues que sepas quién soy y que aún así te atrevas a comprarme...- negó con la cabeza, como si no diera crédito. No daba crédito de su estupidez. -Te saldrá caro, y no obtendrás nada a cambio- auguró, casi en un siseo, mientras le atravesaba con la mirada. Ya no había rastro de sonrisa, fuera mortalmente siniestra o no, en el rostro de Ren: esto ya no le hacía ni pizca de gracia.

Se cruzó de brazos, por lo que las cadenas tintinearon, bien dispuesto a no salir de la jaula sin dar guerra. Su dignidad y orgullo (lo que quedaban de ellos) estaban en juego.


Última edición por Ren Feng el Sáb Nov 20, 2010 2:18 pm, editado 2 veces

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Mensaje por Kitty Miér Nov 17, 2010 9:05 am

El dragoncito de esa jaula era demasiado lioso , tanto que ya me costaba recordar a cuantos clientes interesados habia espantado con sus amenazas ..... lo bueno era que a este cliente en vez de espantarlo lo atraia mas poseer a ese especimen , eso era bueno paa el negocio , ademas si los cuidadores le daban otra paliza al dragoncito por no obedecer podrian terminar por matarlo despues de todo al jefe le molestaban mucho los esclavos liosos

- porfavor , no te portes mal de nuevo ..... ademas tu nuevo amo parece ser buena persona seguramente te querra mucho

Dije con una sonrisa , si algo habia aprendido al trabajar en el mercado negro era que no podia dejarme guiar por los rostros pero no era algo que debiera discutir con el dragon inconforme asi que rapidamente aleje al cliente de ahi

- debe llenar unos documentos para la compra , sigame porfavor

Ambos avanzamos al mostrador donde le facilite al cliente una ficha y un boligrafo

- el precio esta especificado al pie de la hoja , llene sus datos , pague por el y podra llevarselo de inmediato o si es conveniente para usted podriamos llevarlo a su casa

Ficha a rellenar
- Nombre:
- Esclavo:
- Directo o a Domicilio:
- Modo de pago: [Visa / Metálico / cheque]

Explique mientras esperaba a que el llenara la ficha de compra , estaba un poco preocupada , si decidia llevarselo el mismo el dragon podria causar disturbios y no era conveniente que lo devolvieran despues de todo aquel hombre era el unico que mostraba tanto interes en aquel chico problematico
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Mensaje por Invitado Jue Nov 18, 2010 8:06 am

Enfiló el pasillo, viendo no lejos de su posición el halo de luz que dejaba la puerta abierta. Algunos de los esclavos, pobres desgraciados hundidos en sus propios pensamientos y fantasías de libertad, le miraban de reojo o, en el caso de un peculiar albino, directamente a los ojos, como si le importase poco quien estuviese tras los barrotes, porque sabía perfectamente lo superior que era. A Hiroyuki le causó curiosidad, pero no más que el Dragón que había dejado atrás, soltándole improperios sutiles, como si su habla, igual de refinada que su aspecto, se negase a decir algo malsonante del todo.

Lejos de sentirse airado o furioso por mandar a un lugar tan inadecuado a su bebida favorita, soltó una risilla siseante, muy suya, antes de hacer un gesto con la mano, sin molestarse en volver a mirar hacia atrás. De igual forma, ya había perdido la celda del otro de vista.

-¿Quien ha dicho que busco algo a cambio? -se detuvo un solo instante frente a la puerta, moviendo los labios y mirando a algún punto en concreto con una mirada insana, extraña- Precisamente por saber quién eres te estoy comprando -dijo sin mas, antes de salir, enfrentando de nuevo la luz de la recepción del Mercado. Su chófer seguía allí, junto a la puerta, esperándole. Era un hombre rubio, grande y con aspecto de no ser simplemente alguien que conducía el caro Jaguar gama XF color blanco que esperaba fuera.

-Es un chico difícil, ¿verdad? -le comentó a la muchacha, tomando el documento que le tendía, tras escuchar la petición que le había hecho al dragón de mantener la calma- Estoy seguro de que no han sido pocos los que se han interesado en él, ¿me equivoco?

La ficha a rellenar era insultantemente fácil. Y el precio especificado no dejaba de ser asequible para alguien como él. Sacando una pluma de la chaqueta, prefirió escribir con ella al gustarle mucho mas el trazo fino que esta dejaba.

Ficha a rellenar
- Nombre: Hiroyuki Asai.
- Esclavo: Ren Feng.
-Directo o a Domicilio: Directo.
-Modo de pago: Cheque.


Revisó, tapó la pluma y la devolvió al bolsillo interno de su chaqueta, sacando el talonario, donde puso la cifra especificada y un garabato identificable como su firma. Luego, le tendió ambas cosas a la chica. Iba a mencionarle que podría darle un calmante al joven Ren, en el probable caso de que su cabezonería le impidiese guardar las formas, pero se lo guardó. De eso ya se encargaría él mismo.

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Mensaje por Kitty Jue Nov 18, 2010 9:14 am

- no le mentire , es un chico bastante lioso ..... es de una especie muy exotica y especial pero vaya que da lata ..... como dice usted han habido muchos interesados pero el dragoncito busca la manera de aullentarlos siempre

Comente mientras lo veia llenar la ficha , no demoro mucho asi que cuando termino tome la ficha y el cheque , despues de guardarlos en un lugar seguro tome el telefono

- porfavor espere unos segundos , mandare a que lo saquen de su jaula .... sera un trabajo dificil pero ni modo n_ñ

Dije mientras marcaba el numero de los cuidadores y les daba la orden de traer a aquel lioso ante su amo , claro , tambien dandoles el consejo de que fueran mas de tres cuidadores y que llevaran unos dardos paralizantes porsiacaso ya que aquel chico era demasiado brioso cuando no queria algo y por lo que vi no deseaba irse con aquel chico de tan buena pinta


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Mensaje por Invitado Jue Nov 18, 2010 10:04 am

“… ¿Qué parecía buena persona? ¿Pero esa maldita vendedora tenía ojos? ¿Cómo podía ser él buena persona? Es más, ¡las buenas personas no compraban en el mercado negro! ¡Mierda, mierda y más mierda!” pensó, mirando a la vendedora como calculando su coeficiente intelectual.

Ren estaba que echaba chispas, le asestó una patada a los barrotes, para desahogar su mal humor… algo que segundos después de tradujo en un dolor que le ayudo a templar los ánimos. Por fortuna ya estaba sentado… si no habría empezado a cojear de forma patética.

En cuanto a las últimas palabras del hombre que iba a convertirse en su supuesto amo… solo pudo susurrar:

-Inconsciente…- suspiró, como si el asunto no fuera con él… total, ya le había avisado. Y realmente… no entendía del todo sus intenciones. Generalmente sería al revés. ¡Si alguien cuerdo supiera que estaba comprando a un antiguo hijo de la mafia, sería normalmente porque estaba cansado de vivir! Pero este hombre no parecía de esos. No, no, no… demasiado bastardo para querer morir tan pronto.

Aún así, todavía seguía molesto por las palabras de la vendedora.

-¡Ja!… me querrá, por supuesto, ¡claro!- rezongaba por lo bajo- … y yo también le querré… ¡dos metros bajo tierra!- farfullaba por lo bajo, intentando aflojar ya por incontable vez las cadenas que aprisionaban sus muñecas.

Nada, inútil, como siempre…

Suspiró mirando sus muñecas lastimadas. Estaban en un estado deplorable… como todo en él, últimamente. Lo que no hacía sino aumentar su mal humor, con lo obsesivamente mirado que era en cuanto su aspecto físico. Sus antiguas ropas de seda estaban sin color y rasgadas en varios sitios, su pelo largo caía sin vida y sin el resplandor pasado. Golpes y arañazos adornaban su anteriormente perfecta piel. ¡Agh, que frustración más grande la suya!

Una vez más el sonido de pasos rápidos acercándose le sacaron de sus pensamientos. Alzo de manera rápida la vista… y solo con verlos, ya se vio sus intenciones. Cinco hombres, con pinta de no andarse con chiquitas, empezaron a abrir la jaula.

Ren estaba en tensión, pero quieto… a la espera, se podría decir. No le perdían de vista, pero el aparente calmado dragón les hizo bajar la guardia, pese haber sido avisados… en cuanto uno de los hombres extendió el brazo para coger a Ren del hombro… empezó la acción.

El joven dragón alargó rápidamente su brazo, pese a sus cadenas, y lo sujeto por encima del codo, para que, de un tirón, arrastrarlo hacía delante. El hombre metió un grito de sorpresa y pánico, que fue sustituido pronto por uno de dolor, cuando la palma abierta de la otra mano de Ren le recibió de lleno, en su movimiento hacía delante, haciendo crujir de una forma muy desagradable su nariz.

-¡Joder!- aulló el cuidador. Se llevó la mano a su rostro, que se empezó a cubrir de sangre. -¡Maldito sea, agarradle sin miramientos!- ordenó a los otros cuatro, con una horrible voz nasal.

Por mucho que luchara Ren, contra cuatro y encadenado, poco podía hacer.

Le pusieron de pie a la fuerza, tirándole del pelo, y sujetándole con fuerza de los brazos. El de la nariz rota, que hacía lo que podía por contener la hemorragia, le asestó una bofetada de despedida a Ren, ganándose una de esas miradas que te aseguraban que estaría en los primeros puestos de la lista “hombres a los que voy a despellejar”.
Le quitaron las cadenas de las muñecas, pero no antes de asegurarse de que estaban bien sujetas esas peligrosas manos, y que le ponían un collar ajutado al cuello, con una cadena... como si fuera una correa.

Eso suponía la mayor vergüenza y humillación para Ren.

“¿Voy a ser tratado como un vulgar perro?” pensó, apretando los dientes con rabia, aún con su rostro ardiendo por la bofetada.

Y ya, sin miramientos, lo llevaron/arrastraron a la recepción. La luz de la sala, lo cegó los primeros momentos, poco acostumbrado a ella los últimos días… pero casi prefirió no ver en lo que le quedaba de vida, porque allí estaba él… su “dueño”.

Lo colocaron a su lado, tendiéndole la cadena al mafioso, y obligándole a ponerse de rodillas hacía él, con un par de manos puestas en sus hombros, haciendo presión para que no se levantara y se liara a repartir justicia por la sala.

-Lo mejor será ponerle varios calmantes, o dará muchos problemas para llevarlo, señor- comentó la voz rencorosa, y ahora nasal, del cuidador, alias “nariz rota”, mientras se acercaba a Ren con una aguja que parecía para elefantes en una mano, mientras la otra sostenía un pañuelo manchado de sangre contra su nariz.


Última edición por Ren Feng el Sáb Nov 20, 2010 2:17 pm, editado 1 vez

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Mensaje por Invitado Sáb Nov 20, 2010 10:55 am

Si hasta la propia vendedora coincidía con el hecho de que el dragón fuese problemático, se imaginaba la impresión de él que se habían llevado otros compradores anteriores a él. Solo con mirarle se veía que tenía demasiado orgullo acumulado como para dejarse comprar, aunque eso significase pudrirse en una celda para el resto de su vida. Aquel pensamiento casi le había hecho estremecer, pero de puro placer macabro. No le gustaban las personas que se revelaban. Lo admitía, amaba a los sumisos que atendían sus deseos, que le respetaban, como era el caso del hombre que a su vez hacía de chófer y ciertas cosas mas que no venían al caso. Pensó, mientras esperaba, como haría pues para tratar con alguien que le había odiado nada mas verle por atreverse a comprarle. ¿Vía diplomática? ¿Conversación con beneficios? Algo le decía que el otro no se rebajaría... y por ello tenía tanto atractivo. Su mirada, su rostro, su belleza natural y su porte...

Hiroyuki estiró una sonrisa, llevándose la mano al rostro para subirse las gafas en un gesto que parecía estar palpándose las sienes. Cuando escuchó el ruido proveniente de la trastienda hacerse cada vez mas audible, miró por sobre estas a un ensangrentado cuidador y a Ren, sin barrotes ya de por medio. No se diferenciaban mucho en altura, aunque era difícil saberlo cuando los empleados lo mantenían mirando al suelo para luego arrodillarlo contra este, sujetándole tan fuerte de los hombros que acabaría marcado. La mirada desde arriba y de reojo que les dedicó el cabecilla de los Asai fue de todo menos amable.

Estiró la mano y cogió la cadena.

-Discrepo -dijo, mirando aquella aguja casi rozando la piel del mas joven-. Será mejor que no.

La vendedora le lanzó una mirada como de sorpresa, y los cuidadores, sobre todo el que había quedado desfigurado, frunció las cejas, como si le hubiesen privado de un pequeño y dulce placer al negarse. Intentó convencerlo de que si no lo hacía, se escaparía, daría aún mas guerra y podría llegar a herirle. Hiroyuki sonrió sutilmente antes de volver a negarse.

-Lo último que necesita alguien recién salido de una celda es que le atraviesen el cuello con una aguja, ¿no cree? -le miró y sonrió, mas como advertencia que por simpatía. Sabía perfectamente que pequeños gestos como aquel no bastarían, pero algo le había quedado claro: si a un perro le dabas una patada no esperes a que luego venga a comer de su mano. No quería hacer una comparativa tan vulgar tratándose de Ren, pero era irónicamente acertada- Podemos hacer esto por las buenas, Ren Feng. No tienes nada mas que hacer aquí, y no perderías nada con venir conmigo. ¿Piensas que este deplorable lugar es alguien digno de ti? ¿O que es mejor que ser el esclavo de alguien como yo? Me ofendes~ -su sonrisa decía completamente lo contrario, pero sus ojos recalcaban dicha ofensa.

Sintiendo la cadena entre sus dedos, bajó la vista, observándola mientras la movía entre estos, haciéndola tintinear. La siguió lentamente, eslabón por eslabón, hasta que finalizó en el collar del cuello del muchacho. Nunca imaginó que sostendría el destino de aquella persona de manera tan literal...

No pudo reprimir el impulso de inclinarse, ante las miradas de los presentes, y apartarle el sucio cabello a un lado para palpar su mejilla, enrojecida por algún brutal golpe que hubiese recibido antes de presentarlo ante él. Era hermoso. Demasiado como para clasificarlo como tal, incluso en un estado como aquel. Delineando su pómulo y bajando a su mentón, volvió a erguirse, dándose media vuelta para cederle la cadena y el mandato de llevarle al coche a su chófer. Y fue cuando el rencoroso y acechante cuidador vio su oportunidad.

Miró a su compañero, al cual le hizo un gesto simplemente con la mirada para que se apartase a un lado. Deslizando la mano por el cuello del efusivo dragón, tiró de la cadena que sostenía Hiroyuki, a penas sin ejercer fuerza sobre ella, haciéndola caer al suelo en un tintineo desagradable. Sabía que si acortaba las distancias mas de la cuenta Ren saltaría, por lo que tomando eso como ventaja acabó por hundirle la aguja en el cuello, mientras su compañero le sujetaba uno de los brazos, como si estuviese refrenandole.

Hiroyuki se giró lentamente, siendo testigo como todo el narcótico de la jeringuilla desaparecía dentro del organismo de su joya.

-Mis mas sinceras disculpas, Señor. Estaba a punto de atacarle -le miró, con una sonrisilla fingidamente afligida, buscando a poyo en su compañero, que asintió-. No se preocupe, en unas horas lo tendrá otra vez dando el...

Un silbido atravesó el aire. Luego, un alarido de dolor y el golpe seco que produjo el cuerpo del “nariz rota” contra el suelo. Que dado el balazo que se acababa de llevar en la rodilla, la nariz sería el menor de sus problemas.

Tras unos pasos, Hiroyuki se acercó, apuntándole en la sien con la Beretta M9 de nueve milímetros, la cual llevaba incorporado en el cañón el tubo del silenciador. Una de las ventajas y precauciones que tenía cualquiera con aquella profesión. Mirándole de manera siniestra, ofuscada, la presionó contra su cabeza.

-No te atrevas a volver a tocarle -murmuró, con voz siseante, mientras notaba el sudor frío del otro bajar por su frente. Las ganas de volarle la tapa de los sesos no le faltaron, pero se olvidó completamente de él al ver a su lado el tubo vacío de la jeringa, manchada en el charco de sangre que se extendía de la herida ajena. Instantáneamente, miró hacia Ren.

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Mensaje por Invitado Sáb Nov 20, 2010 2:04 pm

Los dedos en sus hombros dolían. El suelo, clavándose en sus rodillas resultaba duro y frío, a través de sus finos pantalones... pero lo que más le dolía, no era algo físico. El mero sonido de la cadena, siendo pasada a la mano de su “dueño” supuso un duro golpe... tuvo que contenerse, y mucho, para no tirar hacía atrás, e intentar soltarse. Y es que era eso: un intento. Estando tan vigilado, sobre todo por “nariz rota”, que parecía estar deseoso por tener un motivo por el cual convertir sus últimos momentos de estadía en la tienda en un infierno; las probabilidades de escapar con éxito eran muy lejanas.

“Nothing is imposible” decía el logan de esa marca occidental que no recordaba... como se notaba que el que lo había escrito no era una maldita pet... ¡un momento! Él no quería decir que se reconociera como pet, ¡ni mucho menos! De alguna forma, encontraría la forma de recobrar su prestigio. Le habían enseñado desde pequeño a mandar, y hacer que le obedecieran, aún por el método del temor... y aunque el desgraciado de su “dueño” no pareciera verse intimidado en absoluto, solo era él... ya se apañaría con el resto.

Ahora, todos esos pensamientos, planes e intenciones tendrían que esperar... ya notaba esa aguja rozar su cuello, y cerró los ojos con fuerza, listo para sentir el funesto pinchazo...

“¡Maldito cuidador! ¡Le tendría que haber hundido la nariz hasta el cerebro!” pensó, aguantando la respiración, completamente tenso... casi esperando que al estar tan tenso la aguja no entrase.

Lo que ya no se espero, y le hizo abrir los ojos incrédulo, fue cuando el “amo” no permitió tal acción. Clavó sus ojos en ese hombre con intensidad, y ligeramente entrecerrados por la sospecha, como si pudiera ver sus pensamientos... que en realidad no podía, pero lo hubiera deseado. Y es que no acababa de comprender a ese individuo. Cuando creía que era un maldito desgraciado, tenía detalles como ese... y cuando lo creía íntimamente humano, recordaba que lo había comprado... y que, solo por eso, ya merecía la muerte.

Pero por ahora... solo por impedir que el maldito cuidador se desahogara con él, se había una pizca de su respeto... muy pequeña. Casi nula y inexistente. Microscópica, por si no había quedado claro. Y solo por eso... no replicó a su sugerencia, o más bien, amenaza, de hacer las cosas por las buenas. En cualquier otro momento, desde luego habría replicado tan osadas palabras, pero por ahora, se conformaba con desear su muerte.

“Y tu me ofendes si crees que solo por eso no quiero tu cuello”
pensó, resentido. Pero tenía orgullo, y honor, así una vez más se recordó que le debía lo de la aguja.

Miró de reojo el rostro deformado y ensangrentado del cuidador... si, se lo debía. No le gustaba nada su mirada. Pero que nada.

Sin embargo, el lento tirón de la cadena, tan ineludible como el destino que le esperaba, le acercó a su dueño... y por primera vez, sintió el contacto de su piel contra la suya. La comisura de su labio tembló levemente por el dolor cuando, apartándole el pelo, le acarició la zona golpeada por “nariz rota”. Pero esa fue su única señal de molestia. Dolores como ese... no eran nada para él. Cuando esos dedos, ligeramente rasposos por el manejo de las armas, bajaron hasta su mentón, aparto el rostro de un tirón, pese a estar sujeto. Una cosa es que no le arrancara el dedo de un mordisco por atreverse a tocarlo... pero otra cosa era dejarlo totalmente impune. Así le demostraba que no lo había aceptado, ni mucho menos, como su dueño. Ni pensaba hacerlo... pero si como un problema.

Cuando se separo de él, respiro de nuevo... no se había dado cuenta de que había estado conteniendo la respiración cuando lo había estado tocando. De verdad, esta situación estaba empezando a acabar con él y con su poca paciencia. Estaba deseando largarse, o por lo menos ponerse en pie. Le dolía esa postura, tanto físicamente como su consabido orgullo. Pero fue un ingenuo si pensó que ya se había quedado a gusto el bastardo del cuidador.

No sabría decir a ciencia cierta que ocurrió, pues Ren no estuvo atento. Si vista seguía atrapada por ese singular individuo, que le conocía, pero que no recordaba... y que ahora esa su dueño. Sin embargo, las cosas sintió que no iban bien, cuando sintió un fuerte agarre en su brazo, que por una vez, no venía a cuento, ya que no se había liado a ostias. ¡Ni se había movido!

Solo pudo el rostro para ver al culpable de tal acción. Eso fue suficiente, y la la vez insuficiente. La cruel sonrisa del cuidador dejaba pocas dudas de sus intenciones, y sentir como su piel era perforada sin piedad en su cuello quitó las quedaran.

-¡No... m-maldito...!-
exclamó ahogadamente, mientras se llevaba una mano a su cuello, cuanto notó como la aguja abandonaba su cuerpo tras haber inyectado su contenido... ¡como le pillara al bastardo!

Pero el tranquilizante pudo jurar que era efectivo... e inmediato.

Los parpados empezaron a pesarle como autentico plomo. Y no era lo único. Su cuerpo no parecía suyo. Un desagradable cosquilleo se deslizo por todos sus miembros, volviéndolos sumisos, sin fuerza... y su mente... distaba de estar en sus mejores momentos.

El grito de dolor que dio “nariz rota” llego lejano y sin significado a sus oídos. Todo su mundo retumbo y tembló, cuando se deslizó hasta el suelo en un golpe seco, y se quedo allí, aturdido, notando como el frío de la superficie chocaba contra la calidez de su cuerpo. Su largo pelo había cubierto parcialmente su visión y su rostro, pero... a través del suelo, notaba los pasos, el sonido de las voces... y nada más. Le llegaban, pero su aturullada mente no las entendía.

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Mensaje por Invitado Lun Nov 22, 2010 3:56 pm

Sus ojos se abrieron, cambiando la expresión por primera vez desde que hubiese entrado en aquel lóbrego lugar, apartado entre los callejones y los bajos fondos de la ciudad. La imagen del cuerpo de Ren cayendo al suelo pareció ralentizarsele de manera desesperante, y las ganas de meterle un tiro a aquel desaliñado cuidador crecieron. Sin embargo, mantuvo la serenidad. Al menos, un poco tras darle un buen golpe a “Nariz rota” con la empuñadura del arma. Tendiéndosela al chófer, que la cogió al vuelo, se acercó a Ren, cogiéndole por los hombros para apartar su rostro del suelo. Hincó una rodilla en este, para apoyarle, mientras le retiraba el largo cabello de su rostro ido, sin expresión ni gesto.

-Ren -le llamó, con aquella voz suya entre siseante y provocadora, pasando la mano por la mejilla contraria al golpe. Miró sus ojos, abriendoselos suavemente con el pulgar. Tenía las pupilas dilatadas y un brillo incoherente que le hizo sospechar que le habían administrado demasiado sedante. Miró de reojo al quejumbroso cuidador, que intentaba parar su propia hemorragia, al mismo tiempo que sostenía el cuerpo casi inerte del otro con un cuidado y una delicadeza que no se expresaba en sus ojos minutos antes.

-¿Quiere que le ayude, Boss? -el rubio, que hasta el momento no había intervenido, dio unos pasos al frente, guardando el arma en su propio pantalón tras ponerle el seguro, sin apartar demasiado la vigilancia del cuidador. Que aunque no pudiera moverse, podría querer tomar represalias de algún tipo. Tenía un evidente tono seco, forzado, que indicaba su procedencia quizás americana.

-Nos vamos -dijo simplemente, colando un brazo tras la espalda del dragón y la otra bajo sus rodillas, soltando un pequeño jadeo al levantarse con él en brazos, dejando su rostro pegado a su hombro. Mirando a los presentes, y sin querer mostrar una mirada mas amable, se dio la vuelta y puso rumbo a la salida. Su acompañante, casi de inmediato, le siguió.

El Jaguar XF blanco estaba aparcado a un lado de la entrada a los barrios bajos. Era un coche impecable, impoluto y lujoso que destacaba tanto como una joya en una mina de carbón. No fueron pocos los que desviaron la vista hacia el cabeza de los Asai, que parecía tan mortalmente serio que no dudaban en volver la vista al frente. Una vez mas, el chófer se encargó de abrir la puerta y ayudarle a acomodarse junto a aquel muchacho en el espacioso asiento trasero, para después cerrar y ocupar el asiento del piloto. Tras hacer vibrar los motores con un giro de muñeca, se pusieron en marcha.

Hiroyuki llevaba al supuesto heredero de los Feng -que dado como le había encontrado, algo le decía que ya no tenía el privilegio de serlo- sentado en el regazo y recostado sobre si. Pese a su altura y su cuerpo no musculoso, sino bien formado de complexión atlética, pesaba muy poco. No sabía cuanto tiempo había pasado desde que le hubieron encerrado en un lugar como el mercado negro. Solo lo recordaba de cuatro años atrás, con aquel encuentro efímero, pero que marcó una parte de su existencia mientras esta avanzaba sin descanso.

Había sido al mediodía. Después de atravesar en avión el mar oriental hasta China, había aterrizado en Pekín con dos de sus seguidores traídos de su grupo en rusia, y los cuales acabaron fusionados con el resto de la casa Asai. No le era indiferente el odio que le tenían los mas veteranos de la familia, pero pasar los días ante la expectativa de que pudieran venir a matarte era siniestramente emocionante.

Las relaciones que tenía la casa Asai con China no eran del todo nulas. De hecho, ya se hubo intentado una alianza tras muchos conflictos por la venta y exportación ilegal de armas o drogas al país vecino, aunque por suerte aquello ya pasaba dos generaciones. Para reafirmar los lazos y poder tenerlos como posible poder de retaguardia, se reuniría con el cabeza de familia, con el cual supuso que compartiría sus ideales y algunas opiniones meramente personales. Ni que decir que la casa era increíble. Mas ostentosa aún que la suya propia y con un aire señorial que le resultó difícil de negar. Calculando aquella inmensidad, la cantidad de subordinados que tendría sería igual de desproporcionada...

Aunque todo careció de sentido cuando le vio. La voz del cabeza de familia, que le decía algo sobre la antigüedad del edificio, se convirtió en un murmullo lejano y distorsionado. Caminando por uno de los pasillos cubiertos que llevaba al patio interior, decorado con un estanque, un muchacho de tez clara, pelo largo y porte de príncipe. Un kimono perfecto delineaba un cuerpo igual de apolíneo y su andar apenas ejecutaba movimientos torpes o fuera de ritmo. Su cuerpo se detuvo, teniendo que seguirlo con la mirada hasta que su larga cabellera hondeó al doblar una esquina del pasillo.

Ese fue el día en el que se había perdido completamente en su silueta.


-Boss -la voz de Donovan, el chófer, le sacó de sus pensamientos. Miró a un lado, donde el otro le abría la puerta. Habían llegado a casa tras haber perdido la noción del tiempo pensando en el pasado. Soltó un suspiro, viendo como Ren seguía inmóvil, en sus brazos, y que en alguna parte del recuerdo había sujetado su mano, entrelazando sus dedos con los del dragón, como si temiese que desapareciese con las nubes difusas de su mente.

-Teper´ ty moya... -susurró.


[Ruso; “Ahora eres mío”]


[y seguimos aquí~ ]

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