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Mensaje por Invitado Mar Sep 06, 2011 12:56 pm

Condensar toda una casa en un taxi parecía una tarea estrafalaria y por demás imposible. Sin embargo, en su larga lista de amigos a los que no había visto durante los últimos cuatro años, el único que tenía coche era el que, en su día, no pudo comprarse uno mas pequeño porque no estaba en el mercado. En todo caso bienvenida era la ayuda en aquella mudanza improvisada y clandestina que estaba teniendo.

-Con todo el dinero que te costará pagarme la gasolina hubieras salido ganando si alquilabas un camión -le había dicho su resignado compañero mientras daban el tercer viaje, con aquel diminuto vehículo hasta arriba de cajas y trastos sueltos.

-¿Por qué? Si vamos bien~ -comentó el ahora autónomo mientras sonreía como si su interlocutor estuviese diciendo tonterías. Algo que quedó por los suelos cuando los apelotonados pósters y cuadros del asiento de atrás se balancearon hacia delante, cayendo sobre el conductor y obligándole a hacer una peligrosa maniobra antes de frenar y evitar comerse de lleno una curva que iba a parar a un arrozal.
Con un muelle de plástico multicolor colgándole de la oreja, el que se jugaba los puntos del carnet y su licencia de taxista le lanzó una mirada a su acompañante, que se escudaba tras un peluche de conejo color rosa que pedía por favor que no le diese el puñetazo que se merecía.

-Si. Perfectos... -soltando un suspiro, apartó otro muñequito de traje azul y una pelota de playa deshinchada del volante antes de volver a ponerse en marcha. Por suerte muchos de los muebles se habían quedado atrás, en manos de su hermano mayor, para ser llevados de una manera mas decente a la casa familiar.

Kotetsu había encontrado un nuevo estilo de vida. Tras haber presentado su dimisión en el cuerpo de policía al no permitirsele ejercer como justiciero en potencia, había decidido repentinamente independizarse y hacer justicia por su cuenta. Ser detective era un trabajo perfecto. No se dependía de nadie, sería su propio jefe y tendría sus propias normas. Nada importaba si era por el bien de los ciudadanos y sus derechos.
Por desgracia, y al menos hasta que tuviese clientes serios, no podría permitirse seguir pagando la casa que tenía en Kioto, la cual había compartido con su mujer y su hija, aunque fuese por poco tiempo. Aquel día finalmente ocupaba un pequeño piso en el centro que le serviría a su vez como despacho y lugar de trabajo, y el cual había visto bastante completo y a muy buen precio.

Frente a la puerta del apartamento se amontonaban las cajas que habían traído en todos aquellos viajes, algunas formando un camino hacia el interior de la casa al tener la puerta abierta de par en par. El ex-policía no había tenido ni tiempo de pagarle nada a su amigo -que dudaba que lo siguiera siendo, al menos hasta dentro de unos meses- cuando este había hecho chirriar las ruedas y se había perdido en el horizonte antes de tener que cargar mas cosas y seguir resintiéndose la espalda. Kotetsu levantó una ceja, y ante la mirada confusa de muchos que pasaban caminando por la calle intentó levantar la gran mayoría de cajas y sacos y subirlos, balanceándose peligrosamente mientras parecía darse ánimos a si mismo.

-Oh, eres el nuevo, ¿verdad? -una mujer entrada en años le había detenido en medio del pasillo. A penas pudo verla por entre toda su carga. Antes de que pudiera saludarla, la mujer continuó- Hace unos días atrás te vimos pasearte por aquí. Y yo me pregunté: ¿querrá el piso que ha quedado libre en el segundo o quizás quiera el del cuarto? Al final vas al segundo, ¿verdad? Si es mejor al no tener ascensor. El médico me ha dicho que...

-Un placer, ¿eh? -dio un par de pasos al frente- Si necesita algo puede subir a verme, abuela~

-Pero espera, hijo -la pequeña señora le siguió con un andar de pingüino, poniendo sobre las cajas un gran plato envuelto y caliente que olía a tarta de manzana recién hecha-. Un regalo de bienvenida. ¡Cuidado que quema!

Y vaya que si quemaba. Tras un “oh, gracias~” Kotetsu lo había corroborado cuando el dichoso plato se había deslizado hasta pegarsele a la frente. Apurando el paso, y subiendo las escaleras en zig zag, veía como iba dejando algunas de sus cosas por el camino. Un desastre.

-Buf, quema, queeema... -agudizó la voz, que le vibró mientras sorteaba con sus largas piernas todas las cajas que obstruían el pasillo. Echando la cabeza a un lado para ver el que sería el recibidor de su nueva casa, sonrió, y queriendo estrenarla dio un paso al frente, carraspeando- Hum. “Estoy en cas-... ¡Who! -trastabilló y se fue hacia atrás.

Después de la mudanza se cogería la baja. Y eso que aún no empezaba a trabajar.

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Mensaje por Invitado Sáb Sep 10, 2011 3:03 pm

Como todas las mañanas en las que el sol brillaba, los pajaritos cantaban y Jonh no le ladraba en el tronco de la oreja, Goodman se levantaba a eso de las siete y media de la mañana, esa hora en las que ni las calles están puestas, y comenzaba su rutina diaria.

Primero que nada ponerle el desayuno a su querida mascota, la cual dormía apaciblemente sobre la alfombra del salón o a los pies de su cama, según le de al animalico. Sin despertarlo se dirigía a la ducha y se daba una fugaz ducha de agua fría. ¿Por qué de agua fría? Según su estilista el agua fría regenera los poros y mantiene la piel más tersa y firme durante más años y a Goodman ya le estaban comenzando a salir arrugas.
Lo siguiente era salir desnudo por el pasillo dirección a su cuarto y vestirse apropiadamente para realizar sus ejercicios matutinos.

Con el ajetreo de Keith vistiéndose Jonh se despertó lléndolo a saludar con unos cariñosos lametones en la cara. Por su parte el humano se vestía con unos pantalones deportivos cortos y anchos, se embutía en una camisa con la leyenda Sky High escrita sobre el pecho y una talla más pequeña que la que debería llevar, pareciendo que la tenía dibujada o que había crecido dentro de ella.

Después de lidiar un rato con su perro para ponerle unas alforjas que portan con un par de botellines de agua, agarrar la correa extensible y las llaves de casa, sale de esta hasta hacer la primera parada: la de dar los buenos días al chico que le sube el periódico cada mañana y a la cansina señora del primero, a la cual le da los buenos días apretando los ojos y saliendo en sprint. A continuación hace diferentes estiramientos en las escaleras del edificio. -¡Vamos Jonh! ¡The sky’s, the limit!- ladrido del perro que le daban fuerzas y automotivación para el día entero.

De su casa hasta el parque más cercano, el cual no es pequeño precisamente. Es un parque de perros con varias hectáreas verdes y unos diez kilómetros de caminos de tierra los cual Keith se recorría unas sesenta veces al día. Si, corre unos sesenta kilómetros sólo por la mañana, quitando entrenamientos con su equipo o con el equipo filial, que son día si y día también.
Damos por sentado que el amo y la mascota realizan unas cuantas paradas para recobrar aliento y para beber agua juntos, excepto en los momentos en los que Jonh encuentra a otro amigo can con el quien jugar mientras Keith sigue corriendo. No le preocupa Jonh porque el perro sabía donde estaba Keith en todo momento.

Al terminar con la “carrerita” siempre dan un sprint final de cien metros hasta la fuente del medio del parque. Amo y mascota se preparan y corren como alma que lleva el diablo, ya cansados, agotados y echando la gota gorda llegan a la fuente con sus fuerzas casi extintas. Allí hacen el último descanso, Keith bebiendo agua y Jonh... bueno es un perro, así que se mete en la fuente a remojarse y de paso salpicar en menos medida a su amo.

Ya en los escalones del edificio frente a su puerta, vuelve a hacer ejercicios de elasticidad mientras Jonh hace su descubrimiento del día: unas cajas amontonas, las cuales olisquea entusiasmado y ladra para que el despistado de su amo se percate de ellas. -¿Eh? ¿Cajas? ¡Jonh!- realizo un suave movimiento hacia abajo para que el can se estuviese quieto. Abrió su casa centrandose en desayunar, en quitarse el olor a hombre y a sudor que desprendía. Así que tomo una ducha como dios manda y comenzó con el desayuno que constaba de gachas, viscosas y calentitas gachas que dejaban restos al rededor de su boca.

Mientras veía la tele distraído su can se subió al sofá para limpiarle la cara a base de lametazos - ¡JAJAJAJAJA! ¡Jonh para que me haces cosquillas! JAJAJAJAJAJA- reía mientras luchaba contra el peso del labrador y para que el bol con gachas no terminase regando el suelo.

-¿Y mi periódico? ¿donde está?- se rascaba la nuca mientras ojeaba por encima de los muebles. - Lo deje fuera ¿verdad?- el perro gruño como reprimiéndole - Entre algo despistado por las cajas que están en la puerta de enfrente- y su bombilla se encendió - El piso de enfrente se estaba vendiendo y si hay cajas con cosas delante de la puerta... ¡es que hay nuevo inquilino!- chocó el puño contra la palma de la mano contraria. - Ojalá sepa quien es lo antes posible- dijo mientras abría la puerta y escuchaba es sonido sordo propio de una cabeza contra el suelo de hormigón.

Ya lo vio en el suelo, más bien vio un montón de cajas y debajo, algo que supuestamente era una persona. -¡ah!- vocalizó asustado por el golpe y la extraña situación acercándose a la victima y quedándose mirando al pastel de manzana que se desparramaba dentro del plato. -¡! ¡ops, ops!- levantaba el plato intentando no quemarse y cuando miró para abajo pudo verle el rostro a su nuevo vecino - ¿estas bien? y ¿seguro que estás bien?- hizo aparición su maldito deje.

El rubio comenzó a quitarle cajas de encima y ponerlas fuera, amontonadas -Hola, me llamo keith Goodman y soy tu vecino de enfrente- colocó la última caja. -Jajajajaja nunca había tenido una presentación tan original como esta- decía mirándolo al revés y desde arriba cuando apareció Jonh directo a la cara del detective para saludarlo a base de lametones. -jajajajajaja Este es Jonh, mi mascota. Parece que le caes bien- se alzó asomándose desde el marco de la puerta hacia el interior de la estancia -Ya se que no nos conocemos pero ¿te ayudo con la mudanza? No me cuesta nada y parece que tienes muchas cosas que colocar- sonrió cuan heroe al que le brilla la dentadura por arte y magia de los post.

Elevó un par de cajas bajo sus enormes y formados brazos que se veían a la perfección gracias a la camisa de manga corta que portaba. -Estooo ¿y tu nombre es?- entrecerró los ojillos al sonreir.

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Mensaje por Invitado Jue Sep 15, 2011 7:03 pm

El techo que tenía encima se volvía distante y sentía una quemazón venirle desde la cabeza. Moriría dramáticamente en medio de su mudanza, mientras el delicioso olor del pastel de manzana recién horneado le llegaba desde algún lugar de la entrada de una casa que ni había estrenado. Y todo por no tener una agenda llena de amigos que cargasen las cosas por él. ¿Dónde se metía aquel mastodonte español cuando uno lo necesitaba? Podría valerse de su cuerpo descomunal para hacerle cargar las cajas mas pesadas mientras él se tomaba una cerveza e iba descubriendo el contenido de todo lo que había traído.

Kotetsu no era un hombre que reuniese grandes cosas de valor. Entre sus pertenencias mas caras había un portátil donde antiguamente le llegaban informes confidenciales de la policía, impresiones y archivos de algunos sospechosos y el mando a distancia de la tele. ¿Y la tele? Había sido la primera cosa que se había traído. No veía el momento de sentarse frente a ella y descansar tras hacerle una llamada a su hija anunciando su exitosa mudanza. Claro que primero tendría que sobrevivir a los golpes que se había ido dando en el transcurso de la mañana y levantarse de un suelo frío que le estaba dejando la espalda peor de lo que la tenía.

“¿Un punto amarillo...?” -entornó los ojos para ver bien la cara del jovenzuelo rubio que le saludaba y hablaba como alguien sacado de un anuncio de pasta de dientes, con unos exagerados gestos y una voz de pronunciaciones extrañas.

-Ah, no. Es una persona... Ahg, ¡Wah! -las babas de perro impregnaron rápidamente su cara, logrando que se despertase de aquel letargo en el que se había sumido tras golpearse la cabeza y recibir la avalancha de cajas. Levantó los brazos y cerró uno de los ojos, acariciando el pelaje color oro del animal antes de intentar incorporarse, llegándole de golpe todo lo que el otro le decía- Ah, lo siento, lo siento. Se me han hecho mas pesadas de lo que pensaba -golpeó ligeramente el lomo del presentado como John para calmar toda la euforia que le hacía segregar tanta saliva y se levantó, viendo como daba vueltas a su alrededor.
Kotetsu se limpió la cara con el mismo brazo antes de sacudirse la ropa y rescatar la tarta de manzana del suelo. Un alma caritativa había ido en su ayuda al fin. ¡Gracias al cielo! Para el trabajo duro no habían desconocidos que valiesen.

-Se agradecería. Aún no termino ni de subirlas -aprovechó las buenas intenciones del rubio y le dejó el plato encima de las cajas que ya cargaba-. Soy Kotetsu. Kaburagi Kotetsu. Tu pasa, pasa. Iré a por lo que falta -dando una vuelta sobre su eje y esquivando al perro levantó el brazo y salió corriendo a trompicones para recuperar todo lo que se le había quedado por el camino. El perro le siguió hasta el tramo de escaleras, donde prefirió darse media vuelta y volver con su amo.
Por otra parte Kotetsu, en una carrerilla característica, fue recogiendo desde los cojines y los juguetes destinados a su hija -que por ciertas circunstancias se había terminado quedando...- hasta los papeles que se habían volado. Llegó hasta el rellano, viendo que en el muro de fuera descansaba una pequeña caja con un esclarecedor “Frágil” en rojo pintado a un lado. La cogió y volvió corriendo de nuevo escaleras arriba, intentando alguna técnica ninja para no llamar la atención de la anciana del primero y seguir su camino de manera tranquila.

-¡Ya estoy! -soltó un jadeo agudo, apoyándose en la puerta mientras se quitaba los zapatos antes de entrar, sorteando el escalón y trotando hasta el salón. La casa que había conseguido en la capital no era demasiado grande -calculaba que estaba sobre los cincuenta y cinco metros cuadrados-, con una cocina independiente, una habitación y un salón comedor que podría utilizar de despacho para recibir a futuros clientes. Además contaba con un largo balcón que se comunicaba con el de sus vecinos, y a los cuales lo separaba un fino muro de ladrillos acorde con la fachada del edificio.
Suficiente para una sola persona.

-Uh, lo primero que haré será ahorrar para un aire acondicionado -se limpio el sudor que le caía por el mentón con el dorso de la mano, dejando la diminuta caja sobre otras dos apiladas-. Que calor mas asfixiante -se apresuró y se remangó la camisa, aflojándose la corbata antes de recordar que se le había metido un tío en casa- Ah, el vecino -lo vio frente a la puerta del balcón- ¡Eh, gracias por ayudarme! De momento no hay mucho que colocar ya que no tengo muchos muebles, pero no está mal tener a alguien con quien hablar en un sitio nuevo... ¡Anda, si esto estaba aquí! -se agachó cuan chiquillo curioso en navidad y exploró sus propias cajas, viendo que tenía cosas que no había sabido ubicar en su antigua casa.
Acomodándose en el suelo se aprovechó de la buena voluntad del musculoso rubio y le dejó entrar el equipaje que faltaba. No pasó mucho hasta que escuchó la puerta cerrarse, e inclinándose hacia atrás le mostró con injustificado entusiasmo parte de los cacharros de cocina.

-¿Que te parece? En cuanto terminemos te invito a cenar, “Kei-san”~ -los dejó en el suelo y siguió rebuscando- Aunque tengo que bajar a comprar cervezas frías, me estoy asando -murmuró, abanicándose con la mano. No pudo pasar desapercibido una vez mas la musculatura y todo el espacio que el cuerpo del rubio se ocupaba en una parte de su casa. Parpadeó, sujetando un gran dado de peluche que había sacado también de otra de sus cajas- Oye, no me has dicho a que te dedicas. ¿Eres portero de discoteca o algo así? -dar el pego, lo daba...

Planos::

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Mensaje por Invitado Vie Sep 23, 2011 7:45 am

Se quitó las zapatillas deportivas marca All Star de color blanco antes de introducirse en territorio inhóspito con las cajas bajo los brazos y rogando al cielo porque la tarta no terminase suicidándose. Consiguió poner las susodichas en el suelo y la tarta sobre el pollo de mármol de la cocina.

Se dio la vuelta apreciando la casa en su tranquilidad y desnudez haciéndole recordar su “movidita” mudanza. Se colocó delante de las puertas del balcón dándose cuenta que su balcón se encontraba conectado con el del nuevo inquilino, llevándose así, una grata sorpresa. - Ahora se lo cuento- pensó en voz alta pero se le olvidó por completo en cuanto lo vio entrar comentando no se que sobre las sartenes, cenar, calor y cerveza. Personalmente si dejas esas palabras sueltas o fuera de contexto parece que Tiger le esta pidiendo cosas indecorosas a Sky.

A parte de eso, Keith se acercó para ver de cerca las sartenes -Si tanto calor tienes, Kotetsu-san, puede ir a mi apartamento y descansar allí un rato mientras subo el resto de sus cosas- Jonh ladró - Si Jonh ¡ahora vamos a por el resto! Si nos disculpa vamos a por lo que queda abajo- con un gesto parecido al saludo que hacen los militares con la mano, Keith se despidió momentáneamente del tigre para ir escaleras abajo acompañado de su can al grito de: “la tarta de la cocina es para usted”. Recordando la tarta de manzana suicida.

Ya en la entrada del edificio Keith se encuentra con un arma de destrucción masiva: la vecina del primero. La mujer abrió la boca y...Que si que buen día hace hoy. Que si su hija la venía a visitar este fin de semana. Que si su marido era un pesado pero que lo quería mucho. Que si el perro era de él. Que si estaba ayudando al nuevo a instalarse. Que si no hacía mucho calor para hacer una mudanza. Que que tipo de persona era el nuevo vecino. Que si no era muy mayor para estar de alquiler. Que si tenía una hija. Que porque los cerdos no vuelan. Que si las ranas no tienen pelo. Que como se aparean los puercoespines.

Mientras nuestro boy scout escuchaba toda esta sarta de información, que apunto estuvo de reventarle la cabeza, su perro gimoteaba en una esquina a punto del colapso.

¿El tetrix? ¡No!... Keith Goodman. Si, detrás de esas seis cajas que cargaba apiladas de forma mágicamente inexplicable se hallaba el rubio que las había agarrado, no se sabe como, sólo por no escuchar más a la vieja destroza-timpanos, de la cual se despidió con un "gomen soshite gomen-nasai" e intentaba subir las escaleras de nuevo hasta el piso de Kotetsu, sólo guiándose por el sonido que hacían las patas de Jonh al subir.

- ¿Que a qué... me dedico?- decía entrecortádamente, entre jadeo y jadeo, mientras flexionaba las piernas soltando lentamente las cajas sobre el piso de madera y comenzando a desmontar aquel batiburrillo que había montado para cargarlas y dejarlas ordenaditas por el suelo. -Al contrario, ¡todo lo contrario! No soy portero de discoteca ni nada por el estilo. Soy jugador de rugby profesional y profesor de este deporte pero totalmente amateur. jajajaja- reía cansado pero sonriendo mientras recorrían su rostro gotas de sudor que brillaban gracias al sol que entraba por el balcón, al cual se dirigió abriéndolo de par en par para que el aire refrescase su cuerpo y la estancia produciendo con ello que su cabello oropel se moviese. Inspiró fuertemente hinchando sus pulmones y dilatando su ya marcados pectorales.

- Aire. Si que hace calor si.- se giró para Kotetsu acuclillándose a su vera - Y usted, Kotetsu-san ¿a que se dedica? ¿Es médico? ¿Abogado? ¿Publicista?... ¡no! ¿Periodista? Lo digo por su gorro- le señaló aquel accesorio tan característico. -jajaja que malo soy, seguro que no he acertado- se rascó la nuca pero en ese momento Jonh, desde la puerta, ladró produciendo que su amo se asomase y viese como su perro ladraba hacia el interior de su propio apartamento. -¿Que pasa?- pensativo quedó durante unos segundos para luego llevarse las manos a la cabeza con expresión teatralmente preocupada. -¡La lavadora!- la susodicha esta estropeada y cuando entra en modo centrifugado se le sale el agua y lo inunda todo.
Como acto reflejo el rubio corrió como alma poseída hasta su terraza a apagar la lavadora librándose de un pequeño cataclismo hogareño.

Volvió más cansado aún de su domicilio con la cabeza gacha, recuperando oxígeno y con un par de latas de cola, una en cada mano. - Escuché algo de un par de cervezas, lo siento y de verdad lo siento, en la nevera sólo tengo refrescos y en cuanto a la cena...- se sentó a su lado alzando el rostro con una espléndida sonrisa, suspiró sonriente - ¡claro que acepto! pero sólo si es para celebrar su llegada a esta comunidad, nada de agradecerme que le haya ayudado ademas....- miró a su alrededor -todavía falta sacar todas las cosas- encontró un muelle de plástico multicolor con el cual se puso a juguetear.

-Si no le importa que vea sus objetos personales le puedo ayudar a desembalar, por cierto ¿y los muebles? y ¿la tele?- Ladeó la cabeza a la vez que su perro también lo hacía y parecía aparecer en el aire una gran interrogación.

(off: siento la mierda de post. Rioko ininspirada mode)

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Mensaje por Invitado Vie Sep 30, 2011 5:08 pm

La velocidad a la que se movía su nuevo y enorme vecino hacía parecer que, en un principio, no hubiese salido del apartamento. Kotetsu se había entretenido otro momento en descubrir las cajas con su ropa y otra con los álbumes de fotos familiares, y cuando se había querido dar cuenta el gran “Kei-san” ya había terminado de amontonar su vacía casa con lo que faltaba de las cajas del rellano.
Sacudió uno de los libretos con fotos plagadas de su hija en su plena juventud y lo dejó a un lado, guiñando un ojo y haciendo un gesto con la mano para subirse la visera de aquel gorro que daba pie a caer en conclusiones algo dudosas sobre su profesión. Dejando a un lado la repentina admiración que creció al conocer a un jugador profesional -independientemente del deporte-, puso una pose extraña que pretendía, en cierto modo, hacerle ver absolutamente interesante.

-Soy policía -extendió una sonrisa socarrona y cínica que se deformó cuando recordó que había entregado su placa porque habían querido degradarlo por sus métodos. Parpadeó, balbuceó cosas incomprensibles y acabó rascándose la cabeza por sobre el gorro-. Aunque igual ya no; me he despedido antes de mudarme... -murmuró, recuperando su ánimo dos segundos después, continuando sacando las fotos y recuerdos de la caja- ¡Ahora soy detective! -reveló con entusiasmo cuando Keith por fin había dejado el culo quieto en un sitio- Es el trabajo perfecto para ayudar a los demás sin que se interpongan cosas tan superficiales como el daño a la propiedad y los derechos humanos, ¡los culpables son culpables! Deben ir a la cárcel y expiar todos sus crímenes.

Cuando hablaba de justicia, a Kotetsu se le iluminaba la mirada y parecía poner sus convicciones sobre un pedestal. Era el tipo de hombre entusiasta -digamos que demasiado- con los temas relacionados con la seguridad de las personas. Tenía gran afán por protegerlos a todos, y escogiendo una profesión como aquella podría meterse de lleno en casos que quizás a la policía no llegaban por ciertas circunstancias. Montaría su negocio en casa y distribuiría su publicidad, ¡era perfecto! Incluso se imaginaba a si mismo en algunas escenas escabrosas sacadas de alguna serie televisiva de argumentos similares. Su hija quedaría impresionada con sus acciones y, por fin, se ganaría su admiración.

Al fondo de la caja, y envuelto en papel de periódico, había un montaje de tres fotos hecho en madera, el cual desplegó hasta encontrarse con las fotos de su boda y el nacimiento de su hija. Pareció enternecer la mirada antes de levantarse, sacudirlo y esquivar tanto a las cajas como al rubio y al perro, deteniéndose en uno de los pocos muebles que ya adornaban el salón. El mismo donde había puesto al tele, aún envuelta por el papel de burbujas. Centrada, dejó aquel juego de tres fotos, como si presentase tanto a su difunta esposa como a su distanciada hija la nueva casa que había elegido para vivir en aquel nuevo capítulo de su vida.

-Uh... ¿eh? -giró medio cuerpo de manera casi imposible al escuchar a Keith disculparse tanto y ofreciéndose de nuevo- No tienes que preocuparte, bajaré a por algunas bien frías a la tienda de la esquina y celebraremos como dios manda mis inicios como defensor de los débiles -levantó el puño y luego levantó el dedo índice, señalando al rubio y agravando la voz- Kei-san, si tienes problemas... -hizo una pausa dramática- Llámame. Iré de inmediato -otra larga pausa que culminó con una risilla del tigre, que chasqueó los dedos- ¡O algo así! ¿A que he estado genial~?

Volvió a hacer maniobras complicadas para coger el resto de fotos y libros para colocarlos en aquel mueblecillo provisional. Luego se agachó y cogió los utensilios de cocina, los cuales llevó a su lugar correspondiente para ir despejando el salón.

-Muebles no tengo demasiados. Si me hacen falta algunos en particular me encargaré de pedírselos a mi hermano -informó mientras toda caja que veía con ropa era movida hasta la habitación. Allí solo había traído lo imprescindible, así como los muebles mas pequeños como la cómoda y alguna que otra mesa plegable con banquetas diminutas para tener un lugar donde comer. Su madre también le había metido un futón en lo que traían la cama-. De todas formas aún faltan por traer, no hay que agobiarse demasiado cuando hace tanto calor, ¿no crees? Imagino que en días como estos no dan ganas de hacer mucho, y menos jugar al Rugby, ¿verdad~? -ponerse a correr con un uniforme pesado como lo era el de aquel deporte por un campo con aquel sol era inhumano. Supuso que el rubio estaba tomándose hoy el día libre.
Desde la habitación, y mientras sacaba la ropa de las cajas y buscaba el futón, continuó hablando.

-Puedes mirar sin problemas. Tienen que haber algunas cosas mas de la cocina, ¿podrías buscarlas? Cocinaré un arroz frito con el que te chuparás los dedos~ -sacó, de entre suéters y corbatas, lo que parecía ser un delantal con un color amarillo chillón. Los regalos de algunos de sus viejos amigos y sus gustos extraños a la hora de querer verlo enfundado en algo como aquello. Hecho una bola y cogiéndose una de las cajas, estaba el futón y la manta- Uhh... No me gusta dormir en el suelo ahora que me he acostumbrado a la cama. Que nostálgico~ -sonrió y lo dejó a un lado hasta que pudiese barrer un poco el suelo- ¡Kei-san! -volvió a llamarle- ¿No hay problema con que estés aquí? ¿No hay nadie esperándote en casa? Podríamos comer juntos -no quería acapararlo, aunque su ayuda le estaba viniendo de perlas.

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Mensaje por Invitado Miér Oct 05, 2011 3:28 pm

El rubiales sólo podía abrirlos ojos como platos, dejar que su mandíbula cayese y aplaudir ante todo lo que Kotetsu le contaba, todas aquellas poses tan “molonas” y las frases sacadas de una novela policiaca. Sentado en el suelo con aquella pinta y con las piernas cruzadas parecía un tonto a las tres, pero no por nada si no porque las palabras del detective se habían colado hasta el pecho del jugador de rugby tocando la fibra sensible de este, porque Keith, piensa muy similar a su nuevo vecino. -¡Bien dicho! ¡Los malos en la cárcel!- Quiso repetir con ímpetu demostrándole a Kotetsu que pensaba de igual manera que él.

Si no fuese porque Kotetsu le ordenó que buscase los utensilios de cocina se hubiese quedado en el suelo jugueteando con Jonh.
-¡Si, vale! los buscaré. Jonh buscamos calderos, sartenes, vasos, platos y cosas de cocina- como si lo entendiese el can ladró mientras ambos rubios comenzaron a abrir cajas que se volvían locos. -Libros, libretas, un portátil, lámparas de mesa, más libros, fotos sueltas...- en ese momento se dio cuenta de que la niña de pelo castaño se repetía en unas cuantas millones de fotos, así que fácilmente dedujo que la niña era alguien muy querida para el nuevo vecino, pero no quiso preguntar, no es de buena educación indagar en la vida de los demás al empezar a conocerse.

-Zapatos, ropa interior...¿¡ropa interior!?- no sabemos por que se sorprendió tanto mientras cerraba de golpe y porrazo la caja mientras notaba como el calor subía hasta aposentarse en sus mejillas. -Ko...Kotetsu-san aquí tiene más ropa- sudando la gota gorda como estaba, ya no sólo por el calor, dejó la caja en la puerta de la habitación donde se encontraba el moreno. -Si bueno, con este calor se suelen suspender los entrenamientos al aire libre y solemos entrenar en el gimnasio o en la piscina cubierta que tiene las instalaciones del club- decía mientras volvía al salón para proseguir con su búsqueda.

Insertar banda sonora de Indiana Jones. Keith saltaba las cajas y las seguía abriendo encontrándose más de una sorpresa como, por ejemplo, una caja llena de juguetes de la cual sacó un muñeco de acción el cual abrazo al grito de: “yo tenía uno como este”. Obviando esta recesión mental a su infancia por fin hayo el tesoro perdido de las cacerolas y sartenes. Suprimir banda sonora.
En ese momento Kotetsu lo volvió a llamar produciendo que los dos rubios, can y amo, se plantasen en un santiamén delante de la puerta de la habitación. -¿?... No, no hay nadie que me espere en casa porque Jonh está aquí- señaló al can -Así que no se preocupe puede contar conmigo y puede contar conmigo para todo lo que necesite igual que yo acepto gustosamente sus ofertas, tanto como mi protector si necesito ayuda y la de probar su arroz frito -sonrió amigablemente. -Por cierto y por cierto, ya he encontrado los calderos, sartenes y demás. Los he colocado debajo del fregadero para que los tenga a mano- en ese momento un aura maléfica, extraña, densa y oscura pareció asomar por la puerta.

-¿Se puedeeeee?- canturreó la vecina del primero. Por descontado Jonh ladró como un poseso hacia la señora hasta que Keith lo calmó.

-Dígame señora Mayers ¿en que puedo ayudarla?- Keith se limpió el sudor frío que se desplazaba por el lateral de su rostro.

-Esta cajita se encontraba en mi rellano. Creo que es del nuevo inquilino y me da que son vasos.- no miraba a Keith sino al interior del piso, escudriñándolo todo como buena cotilla que es.

-Si, seguramente sea de Kotetsu-san- agarró la caja en la que un lateral rezaba “frágil” y con delicadeza la dejó en el suelo.

-Y ¿donde se encuentra ahora el nuevo inquilino? No he tenido apenas tiempo de saludarlo.- a la señora comenzaban a brillarle los ojos. Y Goodman se le abrían como platos mientras le temblaban las cejas porque ya se conocía el modus operandi de la señora.

-Pues ahora mismo está muy ocupado desempacando las cosas de su habitación y dice que le gustaría terminar con la mudanza lo antes posible para ir a conocer el vecindario- no se le daba bien mentir porque sonreía forzosamente y le temblaba un ojo además de hacer sus gestos mucho más exagerados de los que son habitualmente. -jejejeje lo comprende ¿verdad?- Keith se interpuso entre la señora y el interior de la casa ya que la vieja a punto estuvo de cometer allanamiento de morada.

-Bueno pues ya volveré cuando estén menos liados jijijijiji- la risa de la vieja le procuró un escalofrío a Sky High el cual cerró la puerta lentamente para luego suspirar pesadamente.

-Kotetsu-san ¿que necesita para el arroz frito?- entró en el mismo cuarto donde andaba trasteando el tigre viendo como estaba todo desparramado por el piso. -¿Bajamos a comprar al super?- Jonh apoyó sus patas delanteras sobre el alféizar de la ventana ladrando por ella para después mirar a su amo meneando el rabo. Keith sonrió como quien mira a su propio hijo.
- Ya se, ya se. Kotetsu-san, lo siento y lo siento de verdad, pero voy a tener que bajar a la calle igualmente así que si me dice lo que debo comprar lo haré gustosamente mientras Jonh sale a jugar con su amigo Tama- Jonh se lanzó sobre su amo para lamerle la cara hasta que, por causas aleatorias y el peso del can, ambos rubios terminaron en el suelo, uno todo lamido por el otro.

-Si, si ¡jajajajajaja! no me quieras tanto- Jonh salió disparado hacia la puerta mientras Keith se sacudía el culo del pantalón y se limpiaba la cara con la camisa dejando sus abdominales durante unos segundos al descubierto -Vengase Kotetsu-san así conoce el vecindario y a Tama y a su dueño- se rascó la cabeza mientras reía tontamente al no contar con la presencia del dueño de Tama.

Tama, por cierto, es un Shiba inu de color negro y blanco cariñoso y vivaz mascota propiedad del vecino de los edificios de al lado. Se puede decir que es el novio de Jonh.

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Mensaje por Invitado Sáb Oct 29, 2011 5:52 am

Que la caja de ropa interior le hubiese venido deslizándose por el suelo tras aquel grito de absoluto pasmo de su vecino se le hizo raro, aunque tal y como era el tigre no le dio mas importancia y simplemente pensó que dentro de la caja se le había colado algún bicho que le hubiese hecho reaccionar con aquel grito. Dándole quedamente las gracias abrió la caja como si se tratase de un paquete bomba, sacando las prendas que posteriormente colocaba donde podía hasta tener algo mas de mobiliario. Al final tendría que pedirle a su hermano y a su chatarra con ruedas que trajesen cosas de su antiguo hogar, ya que sería un verdadero desperdicio volver a comprarse nuevos.
Cuando escuchó a la vecina hizo un amago de asomarse inclinando todo el cuerpo para poder ver si la habladora anciana traía, por lo menos, otra tarta recién hecha. Podría servirle de desayuno el día siguiente si se terminaban la que ya le había dado en el postre de la cena.

-¡Ah! ¡Espera, Kei-san! -se levantó enérgicamente del suelo y esquivó cajas dando saltos inconstantes y desequilibrados hasta que sacó medio cuerpo por la puerta, agarrándose al marco para no volver a irse de narices- Necesito saber donde puedo captar clientes, así que guíame bien -hizo de nuevo una pose que le pareció, a sus ojos, muy profesional-. Esta ciudad ya está bajo el amparo de Kaburagi T. Kotetsu~ -puso voz grave antes de buscar sus llaves en todos los bolsillos de sus prendas, dando con ellas encima de la destartalada y endeble mesa del salón.
Las cogió al vuelo y miró al rubio, por fin libre tras el acoso constante del perro.

No pudo evitar soltar un silbido ante el cuerpo que ostentaba aquel jugador. Podía imaginárselo sin problemas haciéndole brutales placajes a hombres de su constitución y dejándolos K.O en el piso. Algún día tendría que pedirle que le llevase a alguna demostración, así echaría la tarde y conocería como hacía para ponerse tan en forma. Puso un brazo en jarra, combinado con una juguetona sonrisa.

-Debes decirme a que gimnasio vas. No he hecho ejercicio últimamente -concretamente, desde que dejó de disponer de las instalaciones de la policía-, así que no es mal plan apuntarme a uno -le dio una sonora palmada en aquel escultural abdomen, y su mano pareció palpar algo tan duro como un muro. A parte de que, a pesar de que en términos de altura era algo mas alto, su cuerpo se veía diminuto a su lado-. Que, ¿vamos tirando?

Kotetsu dejó al rubio cerrar su puerta, sin molestarse mucho en pasarle la llave. Si solo era una pequeña vuelta a la manzana y unas compras para la cena no tardarían demasiado. Dudaba siquiera en salir de la parcela residencial.
Volvió a bajar las escaleras a trompicones, con las piernas separadas, mientras se aseguraba de llevar la cartera en el bolsillo. Casi cayó escaleras abajo cuando Jonh, en un alarde de euforia, volvía corriendo y se colaba entre sus piernas, yendo a dar con su dueño antes de correr de nuevo hacia abajo al ver huir al detective.
Cuando volvió a pisar la calle notó lo tarde que se le había hecho solo subiendo y organizando cajas, pues el cielo ya adquiría, lento pero inevitable, el color anaranjado del atardecer. Miró su reloj: no había sido muy buena idea empezar la mudanza tan tarde; aunque por otro lado gracias a ello había pillado al vecino para que colaborase un poco con él.

-Este barrio es muy tranquilo, ¿verdad? -comentó, mirando y caminando por sus alrededores, ignorando por el momento la tan temida hora punta de la capital-. Dicen que Tokyo es la ciudad de stress constante -rió-; aunque no creas que Kioto es menos estresante -miró a su alrededor en busca de alguna tienda donde poder comprar algunos ingredientes adicionales para la cena. Obviamente no se había traído absolutamente nada de comida; sin contar claro la chocolatina que se comió por el camino.
Por suerte, y resultandole muy conveniente, había una después de caminar a su derecha por la acera y doblar una de las esquinas de la calle. Tras pasar un pequeño tramo de carretera se exponía con un gran cartel de ofertas para navidad.

Se asomó, viendo mucho mas allá lo que parecían los resquicios de un parque. Miró al otro lado, donde se levantaban edificios y rascacielos; y en algún punto la última planta de la torre de Tokyo. En una de las rotondas cercanas había un pequeño espacio con bancos, farolas y porciones de césped que enmarcaban un monumento de forma indescriptible, donde al parecer se juntaban algunas personas también con perro. Cruzó, percatándose de las palabras de su vecino al estar al otro lado de la calle. Se giró hacia él.

-¡Kei-san, ¿vienes o te adelantas?! -señaló a la rotonda antes de hacerle un gesto y entrar a la tienda, la cual inspeccionó antes de buscar lo que necesitaría: arroz, algo de verduras -aunque fuesen ya hechas-, cerveza para rematar la comida y algo de marisco congelado. Lo primero que vio fueron condimentos apiñados en un estante, y se aseguró de coger pimienta dulce y una botella de salsa de soja, colocada justo en el estante siguiente. Al no ver necesaria la cesta, se vio inmediatamente con las manos llenas de cosas; entre todo chucherías varias como bolsas de patatas fritas y algunos dulces con muy buena pinta.

Inevitablemente, y sosteniendo todo como le permitían sus manos -llevaba uno de los botes de especias en la boca-, se acercó al principio de la tienda, donde estaban las revistas, en busca de la Jump de aquel mes...

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Mensaje por Invitado Miér Nov 09, 2011 12:07 pm

Mientras bajaban las escaleras... -¿Clientes? ¿Que tipo de clientes necesita un detective? ¿Cualquiera que tenga problemas? Pues si eso es así a mi se me ha atascado el bajante de la bañera por lavar allí a Jonh. Pero me da que eso es trabajo para un fontanero y Kotetsu-san no lo es- después del monólogo interno Keith suspiro consternado al no saber que contestarle al tigre.

Ya en la calle el can jalaba tanto como podía del rubio teniendo este que acelerar el paso mientras tiraba de la correa para poder refrenarlo. -Jonh, Tama no se va a marchar de allí. ¡Calmate!- ante la orden la mascota bajo las revoluciones de su carrera. - No voy a ningún gimnasio. Uso las instalaciones deportivas del equipo de rugby al que pertenezco, aún así no hay gimnasios cerca así que para mantenerme los días que no tengo entrenamiento tengo algunos aparatos en casa. Esos me hacen la función que necesito. Pero si no has hecho ejercicio en un tiempo te puedo hacer una tabla de ejercios básica. Si quieres y sólo si quieres.- Jonh volvió a jalar teniendo que dejar a Kotetsu atrás.

Aún las ansias por encontrar a Tama eran grandes Goodman prefirió seguir al tigre hasta la tienda de comestibles y dejar a la mascota atada a un poste cercano. -Espera aquí.- le puso la mano delante del hocico y Jonh se sentó meneando la cola y mirando al parque que estaba en la acera de enfrente. - ¡Voy contigo Kotetsu-san!- entró con él sólo para coger varias bebidas energéticas, pan de hamburguesa y carne molida.
Aunque dentro de la tienda se había separado del detective llegó a la par con él a la caja, dejando todos sus productos detrás de los ajenos.

- En efecto este barrio es bastante tranquilo. A no ser por algunos niños que montan alboroto los sábados a altas horas de la madrugada con sus fiestas- negó con la cabeza mientras liberaba la boca del detective del bote de especias - No mucho más. Pero si quiere puede ir a la asociación de vecinos. Ellos pueden ayudarle y aconsejarle.- alzó la cabeza y vio por casualidad que, al lado de la Jump, se encontraba una revista deportiva en la que, para su desgracia, aparecía su figura en portada. Se puso tenso, nervioso, al fin y al cabo Goodman es una persona algo tímida y aquella fotografía y la entrevista escrita en el interior de la revista en la que se hacía conocer a todo el mundo, era algo que no le gustaba pero debía hacer.

Si se acercaba y la escondía sería demasiado descortés y revelador así que decidió hacerse el despistado. -¿Lee algo en especial Kotetsu-san? ¿Existen revistas especializadas en detectives?- su mirada se desviaba a aquella portada que sobresalía levemente desde detrás de otras revistas deportivas, así que decidió mirar a Jonh.

- ¿Y Jonh?-
se sobresaltó aún más al ver que su can no se encontraba donde lo dejó. Sus orbes azules se desviaron hacia la derecha pero desde donde se encontraba sólo pudo ver como una cola salía de su ángulo de visión.
-Insertar cámara lenta- Al segundo siguiente vio como su alma gemela se lanzaba al asfalto con todas las intenciones de cruzar la calle para ver a Tama, el cual le ladraba desde la otra acera mientras su ama se ponía la mano en la boca ya que ella si podía ver el coche que se le venía encima al cánido.- ¡Joooonh!- gritó a la vez que en su rostro se dibujaba una mueca de espanto - Fin de la cámara lenta-



(off: Perdón que sea tan cortito. Decir que desde donde esta Kotetsu que es casi fuera de la tienda, mientras que Keith está más adentro, Kotetsu si puede ver el coche. CHAN, CHAN, CHAAAAANNN. ¿Jonh morira? ¿Keith se tendrá que poner el luto? Lo veremos en el proximo post.)

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Mensaje por Invitado Dom Nov 20, 2011 1:43 pm

Agradeció la ayuda del jugador con una de sus sonrisas infantiles y de sentimiento indescifrable, mientras dejaba todas las cosas recogidas en el mostrador y repasaba mentalmente por si le había faltado alguna cosa. Para la cena haría arroz, huevos, beberían cerveza y comerían algunos aperitivos mientras pasaba la noche e iban conociéndose. Había comprobado que Keith era una persona bastante sociable, y puesto que no conocía a mas vecinos a parte de la anciana podía entablar una amistad con él ya que lo tenía justo al lado. Por lo pronto lo de ayudarle con sus ejercicios le había parecido buena idea, aunque esperaba que no se extralimitase con ellos: ya tenía cierta edad que, aunque no lo admitiese, podía llegar a frenar según que funciones.

-Si existiesen ese tipo de revistas los detectives dejaríamos de estar en el anonimato -explicó, pasando por alto, de momento, la revista con la gran foto del rubio en portada. Había muchos mas días para poder descubrirlo e ir corriendo a tocarle en la puerta para recordáselo-. Es mejor que solo tus clientes frecuentes conozcan tu rostro y su profesión, si no no podrías ir de incógnito para investigar una infidelidad, ¿no te parece? -para Kotetsu era lógico pensar que si una esposa celosa le contrataba, que el marido infiel no conociera su cara facilitaba tener contacto con él, seguirle y enterarse de todas sus actividades. Lo sabía porque desde que había dejado la policía había visto películas de Detectives un montón de veces [en casa aún quedaban dos de un videoclub de Kioto que no había devuelto...].
Con una exclamación había visto como el condenado y rebelde bote de especias había salido rodando al caerse desde el mostrador hasta el suelo. Dio un salto hacia él para recogerlo, escuchando el grito del rubio poco después y mirando instintivamente a la calle, donde el Golden Retriver tentaba a su suerte corriendo por la carretera tras dejar atrás la correa.

Kotetsu chasqueó la lengua, se olvidó del botecillo que pretendía recoger y salió disparado de la tienda. De una larga zancada ya estaba pisando acera, y de otra mas había sorteado parte del asfalto. Se escuchó una gran conmoción repentina mientras el coche daba un frenazo y el conductor tocaba insistentemente el claxon. El cuerpo del detective se había metido en medio justo cuando el perro parecía haber oído la voz de su amo gritando por él. Poco después se vio casi derrapando con los talones por la carretera hasta lograr arrastrar consigo, en su regazo, al gran y confundido can. Tras un grito general y una humareda de ruedas quemadas, silencio. Incluso el proclamado como novio de John había dejado de ladrar.

-Ouch... -Kotetsu se había quedado sentado junto al coche, con el perro boca arriba entre sus piernas, como si estuviera procesando que se había librado de una buena. El tráfico colindante se había parado y hacían resonar las bocinas desesperadamente; algunos curiosos incluso se habían bajado de sus coches para echar un vistazo- Me he quemado la mano~ -sonrió mientras sudaba en frío y calmaba la respiración tras la carrera y la visión de las ruedas del coche demasiado cerca de su espalda. Miró al perro, que se removió hasta sentarse, olisqueándole la palma raspada-. Hey, no vuelvas a cruzar sin mirar, ¿quieres a que tu amo le de un ataque? ¡Agh!

La puerta del coche que casi se los había llevado por delante se abrió, dándole en la cabeza y rompiendo aquel momento de “estás a salvo” que pretendía crear.

-¿¡Está loco!? ¡Me ha dejado el corazón en la garganta, joder! ¡Un poco mas de consideración por los ataques cardiovasculares ajenos! -le chilló, pálido, mientras la gente se apelotonaba en las aceras.

-Ah... hahaha, lo siento~ -se levantó al fin, rascándose la nuca con la mano sana mientras borraba todo rastro de gracia de la cara al ver la malhumorada mirada del hombre. Hizo una reverencia que el perro pareció imitar-. Lo siento -y tras bajar las orejas medio segundo, John corrió a la búsqueda de su amado, que por suerte estaba en la acera de enfrente con su amo, que se había acercado entre la preocupación y el pánico.

El detective se apartó de la carretera, quedando frente a la tienda mientras el tráfico volvía a su cauce. Pareció acordarse de sus compras y se giró hacia el dependiente, que también parecía haberse asomado.

-¡Ah, si! Entonces, ¿cuanto te debo~? -agitó la mano herida para que la brisilla fresca le aliviase.

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Mensaje por Invitado Miér Nov 30, 2011 11:20 am

Un chirrido, un sonido sordo y luego, bocinazos de diferentes tipos. La desaparición inmediata de Kotetsu del interior de la tienda al salir corriendo como una exhalación, más a la huida de su perro, le daba a Keith un mal resultado.

El rubio se encontraba totalmente paralizado, con las pupilas dilatadas, los orbes como ensaladeras y su mirada azul clavada en la puerta de la tienda por donde el tigre había salido. - Jonh- su mente reaccionó al ver que algo no andaba correctamente. Sus piernas se movieron lentamente hacia la entrada de la tienda, pasando la caja registradora, al cajero que tenía la nariz pegada a la ventana, los productos que habían quedado desperdigados por la cinta transportadora y Keith, con aquella mirada que se perdía en el brillo del cristal de la puerta.

Antes de poner un pié en la alfombrilla que precedía a la puerta esta se abrió dejando pasar el desgarbado cuerpo de Kotetsu. El rubio le pasó de largo saliendo de la tienda, encontrándose con el tráfico renovado pero sin señales de su perro. - Keith-saaaaan- escuchó lejana una voz femenina que lo llamaba. Sus ojos se desviaron hacia la acera de enfrente donde se encontraba la dueña del novio de Jonh y este último jugueteando como si nada hubiese pasado. El brillo volvió a los azules orbes. -¡Cuida bien de Jonh, Eli! ¡Termino de comprar y ya voy!- gritaba para ser escuchado por encima del tráfico mientras alzaba un brazo agitándolo en el aire a modo de saludo.

-¿Salado?-
susurró para sí mientras se daba la vuelta, encarando el escaparate de la tienda donde se vio reflejado descubriendo así, de donde provenía aquel sabor salado. - Mhmm- resopló levemente por la nariz al ver como dos rios de lágrimas se deslizaban por sus mejillas hasta perderse en su boca y caer al suelo.
Con la manga de la camisa se limpió entrando de nuevo en la tienda.

Con la cabeza gacha llegó hasta la espalda del tigre donde apoyó su frente. - Lo has salvado ¿verdad?- se percató de la herida de la mano la cual agarró por la muñeca -Jonh es mi alma gemela. Lo sentí así desde el día que lo conocí ya hace tres años y nunca me había separado de él ni me había desobedecido- movió la cabeza de lado a lado restregándose contra la espalda ajena. -Yo tenía que haber rescatado a Jonh. Tuve que tenerlo más vigilado. No debí confiarme tanto... Por lo que parece mis órdenes no tienen tanto peso sobre él y le da más importancia a juguetear con otros perros. Si lo piensas bien es normal, natural, pero aún así...- tuvo que callarse si no comenzaría a llorar. Volvió a limpiarse con la manga de la camisa.

- Arigato, soshite... arigato Kotetsu-san-
se incorporó colocándose delante de este con los ojos enrojecidos y una enorme sonrisa de agradecimiento en la boca. Envolvió ambas manos del moreno entre las suyas. - No se cómo darle las gracias ni devolverle el favor tan grande que ha hecho por mi.- miró las manos del mayor soltándoselas al ver la herida. -¡Gomen soshite, gomen-nasai! ¡Ya esta! Tendero póngalo todo en mi cuenta. Además terminaré toda la mudanza, le colocaré y armaré todos los muebles para que usted no tenga que mover ni un sólo dedo, curaré sus heridas y...- su mirada voló por todo el local - ¡le pagaré el alquiler de un año!- apretaba los puños y, no se de donde, pero había estrellitas a su alrededor de él.

-Aquí tiene- el pobre cajero se tuvo que comer toda aquella escena propia de un shonen manga, cuando dos de los protagonistas hacen Social Link, así que se hartó de esperar y comenzó a guardar la compra en las bolsas y se las estaba tendiendo.

- ¡Arigatou!- se colocó dos bolsas en los brazos y otras dos en la manos saliendo escopetado de la tienda para estar junto a su mascota. Por supuesto al pasarla calle no miró. A cambio recibió un par de bocinazos y algún insulto de nivel uno. Al llegar al otro lado soltó las bolsas en el suelo, abrazando al perro como nunca en su vida, restregando la cara contra el pelaje rubio, ambos en el suelo como dos niños pequeños, elmás peludo lamiendo al otro
-Jonh. Jooonh. ¡No te vuelvas a escapar así! ¿Me escuchaste?- miraba al perro a los ojos mientras lo sujetaba por el collar.
El retriever ladeó la cabeza - Sabes de lo que estoy hablando Jonh- señaló lo que quedaba de correa en la farola de enfrente. El can bajó la cabeza como si lo hubiese entendido -¿No lo harás otra vez? ¿verdad?- el amo alzó una ceja mientras su perro ladró una vez de forma afirmativa.
-¡ Muy bien Jonh! Ahora dale las gracias a tu salvador- ordenó incorporándose y saludando a Elizabeth, la dueña del novio de Jonh.

-Ella es Elizabeth Morin. La dueña de Tama-
el cual ya estaba olisqueando a Kotetsu. - Si quiere preguntarle sobre el barrio o sobre los vecinos, ella es la persona ideal. Ella ha estado viviendo por la zona más tiempo que yo.-
-Encantada. ¿Porque me querría preguntar?- no entendió muy bien Kotetsu tendría que preguntarle a ella sobre las gentes del barrio.


(off: toy cero inspirada. Perdón)

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Mensaje por Invitado Sáb Dic 10, 2011 11:26 am

-¿Oh...? -Kotetsu apenas tuvo que girar la cabeza para observar como el gran rubio pretendía limpiarse las lágrimas y el moquerío de aquel silencioso llanto en su camisa, como un chiquillo que quiere ser consolado de la manera mas adulta posible. Por un momento le resultó tierno ver la extrema preocupación que sentía por su perro, y escuchó en silencio la pequeña historia que le unía a su mascota. Supuso que para algunos eran una compañía insustituible, casi como los hijos. Y como padre pudo entender el sentimiento que acarreaban aquellas lágrimas y aquel emocionado discurso de después.
Kotetsu pasó de la sonrisa paternal al desconcierto de un hombre lento en reaccionar.

-¿Eh...? Espera, que no hace... -¿pagarle el alquiler por tanto tiempo? Sonaba tan alentador... y si se encargaba de la mudanza bien podría pedirle a su hermano que le trajese los muebles, así Keith sería quien se los subiese escaleras arriba y... ¡No! Se estaba dejando llevar por la tentación. Él era un hombre honrado- ¡Que no, que no hace falta! Si esto es un rasguño hombre, no hay que llegar a esos extremos -agitó la mano para que el rubio no llegase incluso a proponerle que tirasen el muro que separaba sus casas para hacerse un duplex y así ayudarle con todas las tareas de su casa.
Antes de que pudiese hacer nada, Keith se había salido con la suya en lo de pagar la compra que había hecho, y como una brisa patosa y agresiva, había salido de la tienda en busca de su perro, casi corriendo la misma suerte que él por el camino. Kotetsu bajó el brazo con el que pretendía alcanzarlo y suspiró, rascándose la nuca.

-Que hombre mas raro -se encogió de hombros, soltando una risilla divertida al verlo levantar los brazos, al otro lado de la acera, para abrazar a John y darle su merecida reprimenda. Escuchando al vendedor despedirse y darle las gracias por su compra, el detective salió, cruzó a trote la calle tras asegurarse el poco tráfico y fue a dar con su vecino y la mujer que le presentó a continuación. Kotetsu dio un cabeceo, presentándose igualmente antes de hincar una rodilla en el suelo y acariciar a aquella bola de pelo blanco que había logrado cautivar al labrador.

-Eh, que suave~ -lo acarició tras las orejas antes de recibir un largo lametazo en la cara, que se limpió parcialmente con el hombro- Oh, en ese caso me sería de mas ayuda, señorita Morin -se levantó y se señaló el pecho con la mano-. Acabo de mudarme y quisiera asentar y dar a conocer mi negocio por esta zona antes de crear publicidad hacia mas sectores.

-Bienvenido seas entonces, Kaburagi-san. ¿Que tipo de negocio va a montar? -se interesó la mujer, mientras caminaban de vuelta al centro del parquecillo, donde no hubo problemas con soltar a los perros mientras charlaban.
Kotetsu utilizó de nuevo aquella pose cool, versión para señoritas.

-Básicamente consiste en ayudar a la gente con sus problemas y a salir de los desengaños que obstruyen su camino a la felicidad -recitó.

-Oh, ¿es psicólogo? -la mujer puso cara de poder conseguirle pacientes de sobra. El estrés de Tokyo mandaba a cualquiera al diván...
Kotetsu se esforzó por no perder su aire interesante, y sutilmente la corrigió.

-Mucho mejor: hago desaparecer el desengaño y guío a las personas hacia la verdad.

-... ¿Es líder de una secta? -la chica dio un paso atrás, mientras Kotetsu caía al suelo al ver que su filosofía de marketing no estaba dando ningún resultado positivo. Lo próximo que daría a entender es que era algún tipo de pervertido que buscaba a muchachas con problemas para embaucarlas.

-Detective -sacó una tarjeta de empresa echa con sus propios medios, donde restaba su nombre, su teléfono y el dibujo infantil de un tigre vestido de policía-. Soy detective -acabó diciendo directamente. La mujer aceptó la tarjeta, resultandole divertido el dibujillo promocional, y volviendo a dar un paso al frente. Miró a Keith.

-¡Vaya! Un detective en nuestro barrio. No sabía que conocieses a alguien así, Keith-san -volvió a Kotetsu-. Puede que consiga clientes en la zona de los altos negocios, donde suelen darse los casos mas comunes de infidelidades con las secretarias... -Elizabeth se ruborizó de golpe- ¡O puede que haya estado viendo demasiado doramas últimamente, no me hagas mucho caso! De cualquier manera, me encargaré de hacerle buena publicidad -le guiñó un ojo-. Si necesita algo mas puede preguntarle a Keith-san donde encontrarme. ¡Vamos, Tama! Hay que preparar la cena~ -llamó al perro.

-Oh, gracias, gracias~ -volvió a reverenciar, mientras la chica se despedía tras ponerle la correa al animal. Kotetsu le dio un codazo en las costillas al rubio en cuando esta estuvo ya lejos- Eh, tu novia es muy guapa. Buen trabajo, “Kei-sama”~ -rió, cogiéndole una de las bolsas de la compra mientras se adelantaba de vuelta a casa. También tenía que preparar la comida prometida al rubio por haberle ayudado con la mudanza- En tu lista de bodas me pido el exprimidor, que es lo mas barato. Si mi negocio va bien te compro la tele de plasma~ -hacía planes, cruzando la calle saltando solo en las líneas blancas del paso peatonal.

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Mensaje por Invitado Lun Dic 26, 2011 9:14 am

La conversación entre el moreno y la mujer Keith se la pasó mirando a uno y luego al otro. Como un partido de tenis. El rubio cabeceaba de izquierda a derecha hasta que Kotetsu sentenció aquel extraño diálogo.

Se agachó amarrándose a la muñeca y agarrando con la mano bien fuertemente la correa de Jonh. El perro sintió el nerviosismo de Keith al comenzar la andadura de vuelta a su piso. Jonh gimoteó hasta que el rubio giró la cabeza para mirarle y sonreirle con cierto tono de preocupación que teñían sus ojos.

-¿Novio? ¿Yo? ¿De Elizabeth? Noooooo. Se equivoca usted. Es una mujer muy guapa, como usted bien dice, pero no es mi novia. Ni de lejos-
no pudo evitar sonrojarse al hablar de amorios o del sexo opuesto. Eran temas que no sabía como tratar ni controlar así que lo único que pudo hacer fue desviar la mirada al suelo lo que originó que su mascota jalase de él en dirección opuesta. - ¡Ah!- al levantar la cabeza se encontró con una farola. Suspiró - Gracias y de nuevo, gracias Jonh- se agachó para abrazarlo.

Al incorporarse seguía los pasos de Kotetsu en dirección a casa. - Kotetsu-san. Debo cancelar el trato que acordamos esta tarde. No sería lógico que aceptase una cena si ha sido usted el que ha salvado a mi perro. No es lo correcto. Así que, si no le parece mal, puedo hacerle la cena y el desayuno de todas las mañanas de todos los días de aquí a dos meses.- aquello parecía una propocición indecente, pero viniendo del rubio, no lo era ni por asomo. Jadeaba mientras hablaba ya que las zancadas del mayor, quieras o no, eran dos pasos del rubio.

[...]

Abriendo la puerta de su casa Keith soltó al can para que corretease libre y fuese a beber agua al igual que su amo, el cual se metió en el cuerpo medio litro de líquido. Sirvió en un vaso el mismo líquido y se lo entregó a su compañero. -Puede dejar las bolsas sobre el pollo.- le señalo donde había dejado él las suyas. -Bueno, pues... bienvenido a mi casa. No es mucho pero se conserva caliente en invierno y fresca en verano.- rió tontamente.

Al entrar por la puerta lo primero que llama la atención es que en una de las esquinas del salón se alzaban varios aparatos de gimnasia: una cinta de correr y un aparato de pesas multifuncional porque con el mismo artilugio hacia brazos, pecho y piernas. Además de una pelota de pilates de color azul.

En la esquina contraria, cerca de la televisión de plasma, se halla una estantería de cristal con todos los trofeos y medallas del rubio jugador. Además de algunos de Jonh el cual había participado en competiciones para canes. Y justo en esa pared los diplomas y títulos de amo y pet.

Se dirigió hacia el pollo de marmol negro y comenzó a sacar los objetos de las bolsas - De Kotetsu-san... mio...de Kotesu-san... mio- y así iba él dividiendo las compras en dos montones. - No le importará hacer la cena aquí ¿verdad? Ya que tiene toda la casa patasarriba- la televisión la encendió la peluda mascota de la casa con el hocico comenzando a ladrar después.
- ¿Que?- mira para el reloj completamente exaltado -¿Ya es la hora?- Jonh volvió a ladrar dos veces más. - Voy, voy- haciendo millones de aspavientos con los brazos su amo buscó el mando de la televisión entre los cojines del sofá y puso el canal donde se podía ver el inicio de: El Encantador de Perros.

Keith dejó el mando cerca de Jonh. -Cuando lo termines de verlo cambias que empieza el partido donde juega Alexandre y recuerda que prometimos verle- el can ladrón una vez mientras no apartaba la mirada de la pantalla. Keith rió quedo.

-A Jonh le encanta ver a Cesar Millán. Por alguna extraña razón que desconozco mira la tele como si entendiese al hombre o lo que le pasa a los perros. Creo que ese programa es casi como un culebrón o uno de esos programas de entrevistas de la sobremesa. No lo se, pero yo también aprendo mucho de Cesar.- arrugo las bolsas vacías. - ¿Tiene mascota Kotetsu-san?- volvía a colocarse detrás de la barra americana donde comenzó a hacer la cena, sacando una sartén y especias.

Se giró hacia el moreno - ¿Que hago de cena?- alzó una ceja extrañado mientras se colocaba un delantal azul con dos alas blancas dibujadas en el pecho.

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Mensaje por Invitado Sáb Feb 04, 2012 2:19 pm

Lo del desayuno y la cena era para pensárselo. Desde luego, que alguien te sirviese comida casera y caliente en la mesa todos los días le recordaría mucho a su época de casado, cuando venía del trabajo y su mujer había preparado alguno de sus platos favoritos. Aunque mayormente de los desayunos se ocupaba él cuando no se quedaba dormido y llegaba tarde a su turno. Sería un cambio drástico cambiar la sonrisa de Tomoe por aquel vecino enorme y americanizado.

Su casa fue digna de verse, por muy ordenadamente desordenada que estuviese con tanto aparato de fitness y juguetes para perro esparcidos por el suelo. Kotetsu no pudo evitar acercarse a las estanterías mientras Keith clasificaba la compra y le hablaba de lejos, soltando un silbido de sorpresa al ver la fila de trofeos relucientes que se exponían frente a sus ojos. Por desgracia tuvo que apartarse, dando un salto a un lado, cuando el perro pareció recriminarle que estaba justo en frente del televisor. Se rasco la nuca y se coló en la cocina ante las preocupaciones de Keith por sobre el qué cocinar.

-En la unidad teníamos un perro. Un Pastor -se remangó la camisa y se asomó para ver que era lo que podía cocinar con todo aquello. Luego se dio cuenta de que solo sabía hacer su especialidad en arroz con gambas y no se lo pensó mucho a la hora de comenzar a picar y pelar cebollas-. Pero nunca he tenido una propia. Simplemente no tenía tiempo para cuidarla y mi hija era demasiado joven para tener una -agitó el cuchillo, sonriendo y mirándole- ¡Aunque tener hijos es como cuidar de un pequeño gato! Siempre hay que vigilarles o se te escapan cuando menos te lo esperes. Ahora tiene doce años, pero en un parpadeo tendrá veinticuatro y querrá casarse. ¡El drama de un padre! Ah, Kei-san, pica esto -le lanzó un pimiento verde.

Pese a su propuesta de hacer la cena a cambio de la pequeña herida que había ocasionado el incidente del perro, Kotetsu se estaba desenvolviendo en la cocina como si le importase poco que no fuese la suya. Había encendido los fogones, puesto el arroz a freír después de lavarlo y dejado la verdura con las gambas congeladas en otro caldero a parte después de echarse a llorar mientras picaba la cebolla entera. Se lavó las manos, sintiendo palpitar la palma y teniendo que agitarla para sentir algo de aire fresco en la piel rasgada. Como último recurso, se sopló.

-Eso tardará un rato, ya me encargo yo de vigilarlo -le dio una palmada en la espalda para que se desentendiese y fuese a cambiarse, ver la tele o seguir cualquier rutina que tuviese al llegar de la calle. Moviendo la sartén y haciendo saltar el arroz para que no se pegase, el detective miró en derredor, como si sospesase que aquella casa fuera similar a la suya propia. La barra americana era un lujo, así como distribuir el salón en pequeñas zonas de ocio aunque este no gozara de muchos metros. Solo de pensar que su hogar seguía lleno de cajas le hacía soltar un suspiro de pereza.

Al programa que daban por la tele, al que el perro era aficionado -lo había escuchado ladrar desde el sofá un par de veces cuando oía a los del televisor hacerlo, lo cual no dejó de hacerle gracia cada vez que se repetía-, le bastó hacer un largo corte publicitario y volver a emitirse para ver finalizada la sencilla y cuantiosa cena de Kotetsu, que sirvió los humeantes platos y los sacó a la mesa del comedor. Volviendo a la cocina, trajo dos de las cervezas que había comprado y la salsa de soja, además de los cubiertos.

-¡Listo! -mostró una sonrisa socarrona, señalando su obra culinaria antes de contradecirse y hacer un gesto modesto al rascarse la nuca- No es gran cosa, pero creo que podrá llenarnos el estómago. Mi arroz nunca nos ha fallado~ -eso se decía, aunque su hija había tenido la fortuna de comer una comida mas variada en casa de su abuela...- ¡Kei-san! -gritó al no verle, llevándose la mano a la boca cuando el perro le miró con las orejas levantadas y cara de desconfianza. Como un crío, se pegó a una pared y se deslizó por ella hasta perderse dentro de la habitación donde le parecía que podía encontrarse el rubio.

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Mensaje por Invitado Jue Mar 01, 2012 4:53 pm

Escucharle con la máxima atención mientras el mayor le contaba un poco de su vida laboral y privada, era lo único que podía hacer y lo hacía con la boca abierta. Anonadado se quedó al saber que su nuevo vecino tiene descendencia. – Con lo joven que parece y con una niña- en su mente resonaba esta frase como queriendo ser absorbida por sus neuronas porque no se lo creía.

Aún estando medio en babia, sus reflejos de deportista no le fallaron provocando que le pimiento volador fuese agarrado al vuelo cuan pelota de rugby al rubio estirar el brazo. Para recomponerse movió la cabeza con un movimiento, sacado de un anuncio, para recolocarse el fleco. – Aaaaaaaaaahh- soltó a causa del asombro y porque no tenía nada más que agregar. – Has hecho muchas en tu vida, o me lo parece a mi- dijo para luego ser enviado por el mayor a que prosiguiera con su vida cotidiana.

Fue eso mismo lo que hizo. Mientras el olor de la comida calentaba y llenaba todo el hogar del rubio este se fue a duchar. – Que majo es Kotetsu-san, además le debo la vida de Jonh. Por mucho que él diga haré cualquier cosa que esté en mi mano para conpensarle- miraba al techo con un puño apretado en alto como si hubiese entendido el sentido de la vida. Se desprendió de toda la ropa poniéndola para lavar, abriendo la llave de la ducha hasta que el agua estuvo en su punto, para poder introducirse en la bañera el tiempo gusto para refrescarse.

-¿Qué puedo hacer? ¡¿qué puedo hacer por él?- suspiro – No se me ocurre nada porque no le conozco así que tendré que preguntárselo directamente, pero así no habrá sorpresa.- se revolvió el pelo. – No doy más de mi – cerró el grifo justo en el momento en el que el moreno le gritó desde afuera. – ¡Voooooy!- becerreó a la vez que salía de la bañera.

Decir tengo que al estar en su propia casa Goodman no cierra las puertas de los cuartos por lo tanto al Kotetsu introducirse en la habitación, a hurtadillas como iba, se habrá encontrado con la puerta del baño abierta y a Goodman como su mama lo trajo al mundo. - Si, si ya voy. Termino de vestirme y voy volando.- se puso SOLO unos pantalones de chándal de color azul oscuro que se encontraban sobre la cama de matrimonio que presidía el dormitorio.
Como podrás ver Keith el pudor se lo dejó en los vestuarios de su equipo de rugby porque no le importó en absoluto que el mayor le viese así.

Salió directo al comedor viendo la mesa de este adornada con un festín, iluminándosele los ojos y a punto de babear como ya lo estaba haciendo Jonh. - Oh my god! No me lo puedo creer. ¡Eres sorprendente Kotestu-san! – se sentó en el sofá al lado del perro. Espero a que el mayor se sentara - ¡Que aproveche!- llenó la cuchara y al metérsela en la boca sus azules orbes se desorbitaron, inspiró largamente por la nariz. Luego sacó lentamente la cuchara de su boca, mastico y tragó. -¡¡ESTA BUENISIMO!! ¡es lo mejor que he comido en meses! Kotetsu-san tiene que enseñarme como lo ha hecho. ¡no! A cambio voy a enseñarle una receta facilísima que aprendí hace poco- siguió comiendo saboreándolo, subiéndosele los colores al rostro y soltando un “que bueno” de vez en cuando.

En un momento dado Jonh ladró señalándole el mando con el hocico. -¿Qué? ¿Ya va a empezar el partido?- miró el reloj de la cocina de reojo. – El partido de Alexandre.- cambió de canal viéndose en la pantalla la salida al cambo de un montón de hombres altos y fornidos protegidos simplemente con un casco y unas rodilleras. –Mi amigo Alexandre es jugador de rugby no de fútbol americano como lo soy yo. Así que siempre aprendemos uno del otro, entrenamos y vemos los partidos del otro para después decirnos en que podríamos mejorar y mejorar de nuevo… ¡Es ese!- de repente en la tele enfocan al capitán de uno de los dos equipos, Alexandre, un británico rubio de ojos verdes, alto y de complexión ancha. – Kotetsu-san ¿cómo se llama tu hija? ¿Qué edad tiene? ¿Podré conocerla? ¿Viene a vivir contigo?- lo cose a preguntas sin saber que podría herir a Kotetsu.

(off: niña cierra tu el post con Basil, ke se me olvido pornertelo en el post de Nathan XD)

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Mensaje por Invitado Dom Abr 29, 2012 7:09 pm

¿Resultaba poco masculino admitir que su vecino estaba de muy buen ver? ¿O que tenía un cuerpo que podría llegar a ser la envidia de cualquier hombre con un mínimo de autoestima? Eran preguntas que Kotetsu no se hizo, pues su personalidad no daba lugar a las dudas que pudieran acarrear sus opiniones. Simplemente admitía los hechos con gracia y una facilidad insultante para muchos. Así que, en respuesta, si; su vecino era guapísimo y tenía un cuerpo de infarto. Y ese era el fin de sus reflexiones poco masculinas por aquel día.

-¿Verdad? -en el salón, poco después, agitaba la cuchara en su lado de la mesa mientras estaba encantado de presumir de sus habilidades en la cocina. O en todo caso, de sus habilidades con su arroz de ingredientes congelados y precocinados- Es una receta que no encontrarás en los libros, ¡saboreala bien, Kei-san! -se echó a reír mientras daba otro bocado y abría su cerveza con un chasquido. Aprovechó entonces para mirar hacia el televisor, inclinándose ligeramente a su izquierda para distinguir al muchacho que el rubio le presentaba.
Se limitó a asentir sin interrumpir las palabras que salían del televisor sobre el equipo, sus contrincantes y las condiciones de juego. Dio un sorbo a la cerveza... y por poco la escupe de vuelta a la lata. Keith le había cogido desprevenido, pues había pasado toda su atención de la tele y su amigo a él y su hija.

-Agh... Bueno... -titubeó con una sonrisa nerviosa en los labios, los cuales se secó con el dorso de la mano. Dejó la lata en la mesa- La verdad es que hace un tiempo que no vive conmigo. Por mi trabajo no lo encuentro seguro; ya sabes, podrían hacer algo en su contra en venganza o amenaza por algún caso que hubiese involucrado a personas peligrosas -explicaba todo aquello como si se tratase del argumento de una serie policíaca, agitando de un lado para otro la cuchara y mirando a Keith con suspicacia. Pero en un momento dado su expresión se había relajado hasta parecer nostálgica, como si se hundiese en un recuerdo triste del pasado que no había forma de olvidar. Y menos aún teniendo aquel anillo en el dedo-. Desde que Tomoe murió no he sido capaz de encargarme de ella. Y no tengo el valor de repetir lo mismo y dejarla sola mientras estoy “salvando al mundo” -soltó una risilla dudosa mientras bajaba la cuchara y cogía de nuevo la lata. Dio un largo trago y repuso-. ¡Pero no te preocupes! Algún fin de semana podrás conocerla. Se llama Kaede, y es muy lista a pesar de tener doce años. ¿Te lo puedes creer? La juventud de estos tiempos crece tan deprisa~

Su vecino era curioso, pero de nada serviría contarle sus dramas hasta el punto de deprimirlo y que al final terminase esquivándolo al encontrárselo por las escaleras. Continuó comiendo, y de vez en cuando comentaba las jugadas que veía durante el partido, haciendo gestos de dolor cuando los placajes resonaban por los altavoces de alta definición. En una ocasión, y ya sentado en el suelo a los pies del sofá, se llevó la mano a su bajo vientre al ver un golpe que, como mínimo, parecía haber dejado a alguien sin descendencia. ¿Tendrían protectores ahí abajo también? No lo supo, pues lo siguiente que hizo fue taparse los ojos.

Al cabo del tiempo que duró el partido, el detective tuvo la suerte de relajarse después de la repentina mudanza. Luego recordaba que tenía aún cosas que ordenar y le pedía a Keith otra cerveza. No mucho tiempo después, casi dormitaba contra el sofá de su vecino.

-Mnh... ¿Que hora es? -remoloneó, levantando la mano para poder ver su reloj de pulsera. Apoyándose en sus rodillas, se levantó y se estiró, bostezando descaradamente- Será mejor irse a la cama. Mañana tengo que patrocinarme~ -se dirigió al rubio y le tendió la mano. Se dio cuenta de que era la herida y la cambió por la otra-. Gracias por ayudarme con la mudanza, Kei-san. Ya sabes, estoy justo al lado por si necesitas algo~ ¡Oh, y tu también, tu también! -acarició al perro.

Mañana buscaría trabajo, repartiría tarjetas y pondría sus primeros anuncios como trabajador independiente. A parte, se compraría una cama, porque dormir en un futón a su edad le dejaría la espalda por los suelos. Literalmente...

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