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East Harem

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Mensaje por Invitado Vie Mar 11, 2011 8:38 am

Por primera vez no había respondido a la contestación dudosa de Kenshi. Continuó su camino, sabiendo que tendría mas de una incomodidad por el simple hecho de estar siguiendo sus pasos, por atravesar una calle transitada de gente y porque no tuviese precisamente gran cantidad de tela para taparse y pasar desapercibido. En aquella primera demostración de poca moral Radu había demostrado ser un sádico con imaginación para dar y tomar. Una persona que ponía a prueba, tanto a los que le rodeaban como a si mismo; ya que muchos hubieran aprovechado la intimidad del baño del restaurante para desfogarse sin tener muy en cuenta la opinión de su amante. Por suerte, y a pesar de su desbordante malicia los que le conocían podían decir que era un hombre lo suficientemente maduro como para ser responsable de sus actos. Y lo que ocupaba sus obligaciones en aquel momento estaba claro: había comprado un esclavo, lo había tentado y se había burlado lo suficientemente de él como para ver su entereza ante situaciones que podrían resultar increíblemente humillantes; y se encargaría de solucionar todo lo que había causado nada mas poner un pie en su casa.

Sus ojos brillaron con un tinte indescifrable, enigmático, pero a la vez cálido cuando miró hacia atrás, sintiendo como Kenshi quería aferrarse a él de manera discreta y dulce. Por un momento parecía un niño asustado que caminaba a su primer día de colegio. Sonrió, y a pesar de querer cogerle la mano de nuevo vio mejor no hacerlo. El esclavo había tenido la suficiente confianza como para intentar un contacto con él por propia voluntad, y aunque pareciera algo nimio Radu sabía que era uno de los muchos pasos que le gustaría verle dar en un futuro. Continuó caminando, sin decir palabra alguna, Llegando a la cima de la cuesta y deteniéndose en una casa baja, cuyo aspecto no parecía desentonar con el resto de edificios de al rededor. Si alguien la viese por fuera diría que era una simple casa mas, con una fachada de ladrillo y ventanas alargadas, cuya entrada estaba precedida por tres escalones negros y cuya puerta exhibía un color cromo, con cristales gruesos y aspecto impenetrable.

-Todo irá bien -murmuró, sin mirarlo, antes de girar la llave, abrir la puerta y apartarse a un lado, dedicándole una tenue sonrisa- Adelante. Estás en tu casa, Ken-chan~

East Harem. Así era conocido el ambiente en el que el escritor pasaba la mayor parte de su tiempo; al menos cuando escribía. Era una construcción extensa, de decoración variada que abarcaba desde tintes hindúes hasta escenarios típicos turcos. Traspasando el corto pasillo y apartando una cortina semitransparente uno se daba de frente con el enorme salón, donde lo mas destacante era el gran ventanal del fondo custodiado por las cortinas color rojo sangre. Sobre una alfombra triangular y roja, un grueso diván pegado a una pared ladeada. Siguiendo la estela, un juego de sofás cheslong, una mesa baja de cristal y un televisor. A su derecha una pared semicurva, tapando en parte el cuarto, y frente a esta el baño. A su izquierda una gran ventana, una mesa triangular y un gran jarrón con flores. Al frente la cocina, sin puerta -como todas las parcelas de la casa, sustituidas por vaporosas cortinas-, con una ventana sobre al encimera en forma de ancho arco que da directamente con el salón.

Cada detalle adornado con cuadros, largos y finos capiteles en las esquinas y bastante textil; tanto en cortinas, alfombras o los numerosos cojines de cada sillón, siendo como el condensado palacete de un sultán.

-Te prepararé el baño en seguida. Ponte cómodo -señaló a su alrededor, dándole pleno permiso para explorar. Acercándose a él le pasó el brazo por los hombros, desde atrás, atrayéndole contra su cuerpo. Su larga melena se deslizó como agua sobre su raído kimono y sus labios volvieron a pulsar sobre la piel de su cuello, dándole un sutil y suave beso antes de dejarle marchar y encaminarse al baño.

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Mensaje por Invitado Sáb Mar 26, 2011 5:34 am

Suspiró tranquilo. Suspiró al notar el deje de su mano sobre las telas de la prenda que segundos antes atrapó entre sus dedos con la máxima suavidad posible. Eso le relajaba, le hacía sentir mejor y mucho más protegido que hasta hacía unos momentos a pesar de fijar atenciones en su cuerpo como lo estaba llegando a hacer. La tela de su Kimono era lo suficientemente corta como para dejar ver más de la mitad de sus cuidadas y sensibles piernas así como su pecho, el cual estaba prácticamente al descubierto. Sentía la brisa correr y pegar de frente contra su piel desnuda, más no le importaba en absoluto, todo lo contrario, parecía no notar nada más que el calor que la parte media de su cuerpo le hacía sentir. No recibió respuesta, tampoco un signo de agrado por la acción antes realizada, lo que le fue una vez mas un alivio que le permitió suspirar y seguir caminando hacia su nuevo hogar. No notó el brillo en los ojos de su amo.

No tardaron mucho mas que un par de minutos en subir la no demasiado empinada cuesta que les conduciría a su destino, el cual poco a poco, a medida que la cuesta se acababa y sus cabezas asomaban por entre el asfalto, pudo observar con gran atención. Bien era cierto que el lugar no parecía ser demasiado lujoso tal y como su mente pensó que lo sería, todo lo contrario, el exterior tenía un aspecto humilde y sencillo, tal y como a Kenshi le gustaba. Maravillado entornó con suavidad los ojos mientras se acercaban a su ritmo, evitando siempre el contacto directo con su parte mas íntima mientras andaban. Las escaleras negras llamaron su atención más incluso que la puerta, por la cual entró tras haber escuchado las palabras directas de Radu, el cual con educación entró en segundo lugar, ofreciéndole una cálida y ténue sonrisa.

Sus ojos recorrieron cada centímetro de la entrada con total disimulo, en el mercado una vez le dijeron que su profesionalidad era el núcleo para ser un buen esclavo: justo eso era lo que intentaba, ser profesional a pesar de haber servido tan solo en una gran familia. El ambiente desde un principio le comenzó a ser agradable, la tranquilidad, la fragancia en la zona, incluso el pequeño cantar de los pájaros de fuera. Gracias a eso su tranquilidad se vio incrementada así como sus nervios se reducieron. La separación del mayor anteriormente fue casi imposible de evitar, por lo que aprovechó esa libertad para llevar, nuevamente, su mano hacia su entrepierna para taparla mientras seguía al mayor en su recorrido.

Le encantaba la decoración y los detalles esparcidos por toda la casa, de orígenes distintos aunque bastante llamativos en su contraste. Si algo era de lo que estaba seguro era que Radu tenía un gran estilo, tanto para decorar como denotante en su persona, eso le hizo sonreír con mucha, mucha suavidad, casi un ladeo de labios imperceptible. Llegaron al salón tras atravesar una de las múltiples cortinas que había por toda la casa: un detalle que igualmente le encandiló en su momento. No pudo aguantar las ganas de echar un vistazo por todo el lugar, volteando su cuerpo para conseguir un plano mucho mas completo. Poco después escuchó la voz del hombre que le había comprado, una voz que llamó su atención lo suficientemente tarde como para verse atrapado entre sus brazos sin la mas mínima rudeza. Asintió con suavidad, dejándole hacer, era su deber al fin y al cabo, someterse y dejarse llevar por cualquier acción o petición de aquel que tenía el completo derecho a controlarle. Lo más inesperado no fue su última frase, si no el beso que recibió en su cuello. Su piel era sensible, demasiado, tanto que tuvo que aguantar sus ganas por suspirar mordiéndose el labio inferior. Patético sin duda...más no podía controlarlo. Nada mas separarse se volteó para formar una educada reverencia, aun sin separar sus manos de su entrepierna.- M-Muchas gracias... -Nuevos tartamudeos, a veces se preguntaba el porqué de sus tan inesperadas apariciones. No elevó su vista hasta que Radu se hubo marchado, no quería que pensara que era un maleducado ni mucho menos.

Suspiró una vez mas, ¿de veras estaba allí?, ¿de veras había dejado de ser parte de aquel mercado que tantos males le hizo pasar?...no sabía como había logrado todo aquello en un solo día. Bajó su mirada mientras separaba sus manos, pudiendo ver la dureza que aun perduraba y denotaba a través de su Kimono. Fue entonces cuando negó con la cabeza, dándose cuenta de la irresponsabilidad que estaba cometiendo en ese preciso instante. Se llevó una de sus manos a los labios justo antes de comenzar a caminar hasta tomar el camino correcto para dirigirse al baño, donde Radu se suponía que estaba.- Déjeme ayudarle, porfavor -Resonó por los pasillos al estar vacíos y ser una casa grande. Volvió a bajar su vista una vez mas, una simple mirada de reojo...y se sonrojó, se sonrojó al recordar el porqué de esa dureza, una respuesta un tanto infantil frente a los acontecimientos, pero así era Kenshi, infantil y demasiado vergonzoso. A pesar de eso no dejó de caminar, observando todas y cada una de las habitaciones por las que pasaba para hallar el baño.

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Mensaje por Invitado Mar Mar 29, 2011 7:28 pm

La casa de Radu no era especialmente grande. Lo único que tenía era mucho espacio para llenarlo de detalles combinados, dándole la forma mediterránea que tenía en aquellos momentos. Si uno se diese una simple vuelta, descubriría que no había mucho por ver: todo estaba separado por parcelas sin puerta, como muros de pared a medio terminar, para simplificar la construcción y que todo se comunicase con todo. La cocina, el baño, su habitación... en realidad no había mucho mas que ver. Aquel tipo de diseño había corrido a manos de su editora, que había querido premiarle por uno de sus libros mas exitosos.

Dejando atrás a Kenshi, había ocupado el baño; quizás la pieza mas majestuosa de un hogar que en un principio era mas que modesto. Tenía un plato de ducha en una esquina, con una mampara de cristal transparente. Al lado, una bañera donde sobraría espacio si llegasen a meterse los dos, con una escalinata de dos peldaños a un lado. En el grueso bordillo algunos de los complementos de baño y unas velas. Al parecer el escritor había gozado de alguna noche “romántica” hacía relativamente poco. Al otro lado, y frente a aquella ostentosidad, el lavabo, los grandes espejos y el inodoro, todo enmarcado por pequeñas alfombras que buscaban no desentonar con el color ámbar brillante de los azulejos. Todo aquello parecía empapelado con un deje a desierto y oasis.

Radu había cogido el telefonillo de la ducha y tenía intenciones de dar un repaso a la bañera. Era una costumbre que se le había quedado de los japoneses, aunque no tuviera una vivienda tan tradicional. Abrió la llave con un gesto de muñeca y salió a presión el agua fría, que rebotó en la superficie y creo un zumbido que casi acalló las palabras del esclavo, que no quería quedarse sin participar, como no, en la cooperación de la limpieza. Se sonrió con picardía, dejando el telefonillo dentro de la bañera mientras el agua iba calentándose. Dio unos pasos hacia la entrada, semitapada por una cortina echada a un lado, y se asomó. Kenshi había tenido prisa y se había querido meter en su habitación.

-Ahí iremos luego -murmuró con un tono de voz que insinuaba mas de lo que decía. Le cogió de la mano, guiándolo hasta el interior del baño-. Primero quiero limpiar todos los recovecos de tu cuerpo personalmente. Y por supuesto, necesitarás ayuda~ -sonrió de manera encantadora, extendiendo los brazos para atraparle entre ellos aún sabiendo que no escaparía o se resistiría a su contacto. Por lo que había comprobado, el mas joven era complaciente hasta rayar en la exasperación. Acariciando las raídas mangas de un kimono que estaba a punto de tirar con gusto a la basura, descendió hasta su cadera, separando una de las manos hasta plantarla, con un golpe seco y un apretón, en su entrepierna. La dureza fue inmediatamente sujeta, siendo esta demasiado evidente como para pasarla de largo. Quien lo diría, buenas medidas...
Radu no desaprovechó momento para encararlo y atisbar sus reacciones, así como los intentos de decir que “no necesitaba ayuda” que pudiera realizar. Conociéndole, intentaría hacerse cargo por si mismo de aquel palpitante inconveniente.

-¿Hace cuanto que no follas? -preguntó directamente- Te has puesto duro en una cafetería, ¿sabes? -le recordó, como si hubiera sido simplemente culpa suya. ¿Le refutaría? Retarle a contestar era otra de las cosas que le divertirían de Kenshi- Tengo curiosidad por un montón de cosas que ocurren a puerta cerrada del Mercado, y quiero que me ayudes a saciar mis curiosidades, ¿podrías~? -le suplicó infantilmente, ladeando la cabeza mientras comenzaba a frotar su miembro por sobre la ropa, dejando que la tela del kimono se deslizase por sus bajos

Con el zumbido del agua de fondo y el vapor comenzando a manar del interior de la gran bañera, Radu deshizo el endeble nudo que mantenía el yukata junto, colando las manos dentro de la ropa para tocar directamente su piel, como ya hubiese hecho en la tienda. Dejó al descubierto su hombría, que parecía querer volver a sentir sus dedos presionando sobre su punta, mas no lo hizo. Observando el rostro del esclavo, dio unos pasos atrás antes de inclinarse y coger el telefonillo, regulando la temperatura hasta dejarla aceptablemente tibia. Luego, tras una sonrisa afable y simpática, le apuntó con él, empapando su cuerpo, su rostro, sus prendas y el piso.

-No me veas como un amo estricto, Ken-chan -volvió a acercarse, descalzo como estaba, importándole poco si también se mojaba-. Quiero que te relajes y que puedas confiar y contarme cosas que te molesten, ¿de acuerdo~? Todo lo que yo pueda decirte siempre tiene que llevarse a cabo solo si estás conforme -estaba mintiendo descaradamente porque sabía que el menor no se negaría a nada de lo que le pidiese. Y si lo hacía...

Bajó el telefonillo a ras de piel, haciendo que los finos chorros de agua cosquilleasen por su pecho, uno de sus pezones y su bajo vientre, hasta bajar y dejar que masajease su miembro, el cual acabó tocando directamente. Pulsó el dedo índice en su punta, haciendo círculos antes de bajar, como si limpiase las partes que le parecían mas importantes. Tomándolo en su mano, comenzó a masturbarlo sin perder mucho mas tiempo.

-¿Que tal así~? -murmuró frente a sus labios, haciendo un recorrido con el telefonillo por su espalda hasta sus cuartos traseros, colando la parte que expulsaba agua entre sus nalgas- ¿Mejor? ¿Quieres correrte? Aguanta un poco o me ensuciarás un traje la mar de caro~ -besó sus labios, succionando el inferior para instarle a abrir la boca, mintiendo de nuevo.

Bajando, mordisqueó su mentón, haciendo lo propio con su cuello. Los chorros de agua pugnaban por entrar en el tenso interior del esclavo, y Radu no daba mucha tregua en cuanto de dejar de presionar contra él.

-No llego a esta parte, así que tendrás que inclinarte~ -susurró en su oído, dándole un sensual beso después.

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Mensaje por Invitado Dom Jun 19, 2011 12:45 pm

Casi llegó a pasar por todas las habitaciones antes de llegar a la que parecía la mas grande de todas. Sabía que la voz no había venido de ahí sin embargo su curiosidad apareció de repente y sin previo aviso, tener un poco después de tanto tiempo sin interesarle nada no era malo, al fin y al cabo. La habitación de Radu le llamó la atención gracias a la decoración tan exquisita y atractiva de la que presumía. No era todo lo grande que se imaginó en un principio, ni mucho menos, pero de esa manera le resultaba mucho mas agradable y reconfortable. Una casa grande y con demasiado espacio le habría traído malos recuerdos, una suerte que la de su nuevo amo no fuese así.

Mientras observaba se aconteció un minúsculo ladeo en sus labios, casi pareció sonreír, pero nada como eso pasó. Estaba algo mas contento que antes, si, pero no lo suficiente como para decir que estaba tan feliz como para sonreír por ello, ni mucho menos. Se asustó un poco al escuchar la voz del contrario, al parecer no debió haber entrado en la habitación tan pronto. ¿Ir después?, ¿él también dormiría ahí?, por un momento se sintió tan intimidado como al salir del mercado negro. Tal y como fuese acabó por asentir y comenzar a andar hacia atrás, justamente hacia el pasillo por el que antes había pasado para buscarle. Su intención fue ir hacia el baño por el mismo, pero al parecer no era eso lo que el mayor quería. Su mano fue sujeta si mas aviso que sus palabras. No la apartó, era obvio que no lo haría. Al igual que tampoco dijo nada al escuchar lo que tenía en mente, eso de lavar su cuerpo él mismo hasta que quedase totalmente limpio. Le ponía nervioso, lo suficiente como para hacerle tragar saliva.

Si el moreno creía que no se separía estaba en lo correcto. No movió tan siquiera sus manos cuando los brazos del otro rodearon su cuerpo hasta hacer que éste quedara pegado al suyo de una manera mucho mas notable que otras veces. Todo lo que vino después provocó que su boca se abriera, pero no solo eso, pues con tan simple apretón consiguió hacerle suspirar. Claro que mordió su labio inferior para evitar que el sonido fuese mayor, creía que con su frecuencia molestaría a su señor, lo único que no sabía era que precisamente ese detalle de no abrir la boca podría llegar a molestarle. Su mente no despejó en ningún momento la idea de estar siendo un estorbo, demasiado tiempo en aquel tan lúgubre lugar había provocado que su mente se viese corrompida con los años, para él su misma persona era una porquería mas para la sociedad en la que vivían. Eso al menos hasta llegados al momento de escuchar esa pregunta, por la cual todos sus pensamientos cambiaron, incluso entornó los ojos y alzó la cabeza para mirar al formulador.

-¿Q-Qué...? -le tomó por completa sorpresa, no esperaba que su amo fuese tan directo como para preguntar cosas como aquella. Sin duda sus nervios aumentaron tanto como podrían haberse aumentado en la cafetería mísmamente nombrada. Sabía perfectamente que había estado mal, ¿pero acaso él podía controlar su cuerpo de tal manera?, los frotes acontecidos por debajo de la mesa del lugar anterior no habían sido moco de pavo, no al menos para él. No quería contestarle de mala manera, es mas, no estaba acostumbrado a hacer tal cosa, al contrario.- S-Siento mucho si llegó a molestarle, señor... -a pesar de saber que no solo había sido su culpa terminó por cayarse, evitar problemas era lo único que quería. Uno de sus pies se montó sobre el otro así como sus dedos se encogieron, no le era fácil hablar con tal agarre cometido en su entrepierna. Cerró sus ojos durante un momento. Con cada segundo que pasaba sentía como el calor de su cuerpo aumentaba tan solo por un simple apretón, debía dar pena en comparación con otras personas que seguramente se habrían lanzado al cuello del escritor. Pero él era diferente, ni por asomo haría algo como aquello, no al menos sin que se lo ordenaran.- ¿Ayudarle? -susurró con suavidad justo antes de asentir con la cabeza, algo mas tranquilo. Iba a servirle de ayuda al hombre que le compró, que le liberó de la miseria del lugar del que quería saber, ¿cómo no iba a ayudarle?, ¿en que cabeza cabía?.- Será un... -sus palabras quedaron tapadas por un nuevo sonido saliente de sus labios. Más que un suspiro esta vez pareció un jadeo de impresión, no se esperaba que tales frotes comenzaran con tanta rapidéz.-...placer

Cerró sus ojos para evitar mirarle por demasiado tiempo. Sus mejillas comenzaban a colorearse y eso, para él, no era nada bueno. Sintió un nuevo escalofrío recorrer su cuerpo al notar la separación de la prenda por ambos lados de su cuerpo, a pesar de estar rota y para el arrastre el tacto seguía siendo agradable, suave cual seda. Eso, por suerte, consiguió hacerle entreabrir sus párpados. Aunque por poco tiempo. Los frotes se rebajaron, si, al igual que la incomodidez de sus pensamientos, pero lo que vino a continuación destruyó sus expectativas. Todo su cuerpo, absolutamente todo, quedó empapado debido al tan grande chorro de agua que impactó sobre él durante unos momentos. Se giró un tanto, evitando de esa manera que las gotas templadas chocaran contra su rostro. A pesar de todo incluso sus cabellos se humedecieron, no era una sensación desagradable...se sentía algo mas limpio que antes, sin embargo el modo fue lo único que le echó hacia atrás. "No verle como un amo estricto" era difícil después de lo que acababa de pasar, pero lo intentaría, pues sabía que en el fondo aquel hombre era una buena persona. O al menos eso era lo que su inocente mente quería hacerle ver.

Relajarse era lo que mas necesitaba y, además, quería, pero le era imposible estando mojado, duro, y nervioso. Al menos las palabras del mayor fueron nobles, le gustó escucharlas y saber que no siempre debía ser tal y como llevaba siendo desde que salió de su jaula. Tan solo asintió con suavidad y calma, le era imposible formar palabra alguna, y si lo hacía, seguramente no se entenderían por sus tartamudeos. Encogió nuevamente los dedos de sus pies al sentir esos corros vagar por su cuerpo, le hacían cosquillas, al menos los primeros cinco segundos antes de bajar hacia su entrepierna de nuevo e intensificar las sensaciones. Ladeó su rostro un poco pues se sentía arder a pesar de la humedad que ahora cubría su cuerpo. Al escuchar nuevamente sus palabras alzó su rostro, notando la cercanía del contrario. Seguía pensando en él como un hombre apuesto, exótico y atrayente, sin embargo no podía asemejar esos aspectos con su personalidad.- M-Mejor...si... -apretó sus párpados al notar, además de los frotes de la masturbación, el recorrido directo del chorro. Era una sensación nunca experimentada, todo a la vez...no, nunca había sentido algo como aquello.

¿Que si quería correrse?, era lo mas obvio, llevaba aguantándose desde que salieron de la cafetería, demasiado tiempo para poder retenerse mas. A pesar de todo tuvo que hacerlo, no quería mancharle, no a esas prendas tan caras que nombró en su frase. Antes de poder tan siquiera contestar sus labios quedaron sellados por los del contrario en un nuevo beso, no tan húmedo e intenso como el efectuado en el mercado pero si igual de sorpresivo. Abrió sus labios tal y como esperaba mientras se dignaba a bajar por su mentón.- A-Ahh...hm... -Suaves jadeillos placenteros fueron expulsados de su garganta sin poder evitarlo. Justo antes del beso escuchó, otra vez, la voz del moreno. Se inclinó, aguantándose de las ropas del mayor a pesar de saber que las mojaría un poco, ¿qué eran un par de gotas en comparación con los charcos formados en el suelo? Esperaba no sentir nada fuera de lo normal a pesar de intuir lo que se proponía hacer. No sería el único que le hiciera tales cosas.

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Mensaje por Invitado Lun Ago 22, 2011 8:25 am

Era encantador. Radu no se consideraba una persona que pudiese dar ordenes sin mas a los demás, ya que a pesar de su carácter dominante y apremiante, tenía un don de gentes bastante pasivo. Le gustaba que las cosas fluyesen sin mas a su alrededor, aunque admitía ser estricto con las cosas que decía y que no se cumplían. Toda aquella deliciosa contradicción la marcaba el esclavo: Parecía ser el tipo de persona que pudiese obedecer a ciegas aunque se estuviese muriendo de miedo, pero por otro lado se veía en sus ojos las inmensas ganas que tenía de negarse, alejarse y esconderse bajo una manta como un niño que escucha discutir a sus padres.
Era demasiado dulce. Y el novelista se estaba viendo como alguien que disfrutaba de esa vulnerable aura que el otro exudaba.

Posando una mano en su pecho, le había dejado apoyarse en él. La ropa que llevaba había sido un regalo de su editor cuando por fin había hecho su debut como escritor, y que poco a poco se había convertido en una prenda que utilizaba para el día a día en cualquier lugar que mereciera algo de profesionalidad. Que se mojase era el menor de sus problemas. Los insistentes chorros del agua seguían disputándose las posibilidades de penetrar entre aquellos tensos muros de carne y piel temblorosa, mientras Radu parecía estar tatareando algún tipo de melodía inventada para aquellos momentos en la ducha. Cogió el bajo del kimono y lo subió hasta que dejó visible la espalda, marcada con algunos golpecillos que quizás ni el propio Kenshi sabía que tenía. La vida en el mercado era dura, exasperante, y no encontraba el momento de preguntarle sobre todo ello para plasmarlo después en un libro. Sobre todo teniendo en cuenta aquella piel de marfil que no parecía importarle el lugar donde se encontrase. Lisa, perfecta, blanca. Complementaba mucho con la suya.

-Los japoneses tienen unos cuerpos envidiables y una capacidad para parecer mas jóvenes que no se ve en otros países -comentó, entablando una conversación la mar de normal a pesar de lo que estaban haciendo-. Espero que cuides esta hermosa piel tanto como lo haré yo, Ken-chan. Sería una pena que la marcasen con algo irreparable y estropease este aspecto de lienzo en blanco que tiene~ -acarició con la mano libre su cadera, bajando hasta sus nalgas, separando el telefonillo y pasando los dedos entre ellas, frotando, limpiando, antes de estirarla con dos de sus dedos y volver a mojarlo. Si por el fuera no dejaría de tocarle nunca, pero algo le decía que, hasta que no se lo permitiese, el otro no descargaría las frustraciones que venía soportando desde la cafetería.

Apartando la ducha, posó una mano en su hombro para hacer que se alzase.

-Quítate esa prenda -dijo, mientras caminaba al borde de la bañera y lo arrastraba consigo-. Muy bien. Apóyate aquí, sin miedo -señaló el gran desnivel que había entre la bañera (rodeada por las baldosas del suelo como parte de la decoración) y el suelo, prefiriendo que esquivase los dos escaloncillos que llevaba a esta-. Si ves que no puedes aguantar puedes apoyar el estómago en este borde -señaló las planas baldosas antes del hueco de la bañera. Luego se levantó, dejó el telefonillo momentáneamente dentro de la bañera y se apartó el pelo hacia atrás, notando ya toda la humedad que se condensaba en el ambiente.
Caminó hacia el lado contrario, cogiendo uno de los botes de champú color miel para mirar la etiqueta. Hizo una mueca, lo bajó y cogió el de color blanco, volviendo de nuevo con el mas joven y perdiéndose tras su postura vulnerable.

-Bien, ahora relájate. Esto no te dolerá -comentó, escuchándose el “click” de la tapa del jabón y un tenso silencio y quietud hasta que la fría y suave sustancia del acondicionador acarició los cuartos traseros de Kenshi. Radu hincó una rodilla en el suelo, separó una de sus nalgas y pasó los dedos impregnados de crema por el borde de su tentadora entrada, bordeándola, acariciándola y lubricándola con lo que mas a mano tenía. Aquello no dejaba de ser igual de efectivo, y si tenía propiedades para limpiar mejor que mejor- No hagas fuerza. Estás demasiado tenso -miró hacia arriba, distinguiendo su corta cabellera oscura. Sonrió-. Tienes que empezar a confiar en mi o no habrá manera de que vivamos juntos~

Radu no tenía ni idea de como sería su convivencia con alguien tan pasivo como Kenshi. Siempre había acostumbrado a hacer las cosas solo y a no preocuparse de mantener a nadie mas. ¿A caso pretendía desecharlo una vez le contase todo lo que quisiera saber sobre el mercado? ¿O se dedicaría a abordarlo cada vez que necesitase desfogarse? Ni hablar. Aquel muchacho era interesante. ¿Hasta donde podría llegar la fidelidad con su amo? ¿Cuando dolor soportaría antes de poder decir “no” sin reparos? ¿Que límite de tolerancia tendría y hasta donde podía llegar a reprimirse? Preguntas y mas preguntas. Situaciones que solo conseguían que el cosquilleo de su entrepierna reclamase su atención y la sacase de los pantalones.
De un gesto, empujó el dedo índice dentro suyo, que se deslizó, a pesar de todo, con facilidad gracias a la crema. Viéndolo desaparecer poco a poco hasta que los nudillos fueron el límite, Radu permaneció serio, pensativo, como si estuviese muy lejos de la escena. ¿Sería del tipo de amo que podría en aquel instante levantarse y metérsela sin permiso previo o preparación? ¿O del tipo que podría guardar las formas? Tenía un gran dilema moral en aquel instante. Y mientras, el primer dedo se movía, rebuscando en su interior, destensdandole y siendo acompañado por otro cuando el momento había sido oportuno.

Sin mencionar palabra, coló la otra mano entre sus piernas, acariciando el espacio entre su entrada y sus testículos, pasando estos con una caricia antes de comenzar de nuevo a masturbarle.

-Puedes alcanzar el telefonillo de la ducha, ¿verdad? -comentó, envistiéndole, resbalándose en su interior gracias al acondicionador- Dámelo antes de que te corras o no podré limpiar por dentro~ -y por fin, volvió a sonreír.

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