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Perséfone.

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Perséfone. Empty Perséfone.

Mensaje por Invitado Dom Ene 09, 2011 4:12 pm

Nombre: Perséfone.
Apellido: Kirgyakos.
Apodo: Omega.
Edad: 18 años.
Sexo: Femenino.
Orientación sexual: Heterosexual.
Raza: Demonio.
Descripción psicológica: La repugnante psíquis de Perséfone no es cosa simple. Es como un robot defectuoso de fábrica, a los ojos de la sociedad, no vale para nada pero, dentro de ella, guarda un intrincado sistema de acciones que nunca cesa de evolucionar. Al oír de sadismo, no os dejéis llevar por los estereotipos que series de televisión como CSI os meten entre ceja y ceja. Su psicología es más oscura, más cercana a la maldad pura que a ser fruto de una simple enfermedad. ¿Quieres saber qué es un sádico? Sigue leyendo.

Imagina, por un momento, en tu sana e ingenua mente, que la crueldad y el deseo de hacer sufrir a los demás son tus más cercanos amigos y consejeros, que son los únicos que te ayudan a sentirte bien, que disfrutas llevando a cabo toda clase de vejaciones para con tus similares. Que, pese a la marginación y odio que todos puedan sentir hacia ti, te da lo mismo. Que mancharte las manos de sangre mientras pegas una y otra vez a ese chico que tanto te interesa y tanto te ha hecho sufrir es la única manera de sentirte explotar de excitación.

¿Aún no te haces una idea? Bien, es normal.

Estás sentado en el cesped de un parque, tus amigos, o lo que tu quieres creer, te ceden las caladas de un porro que, aseguran, te hará ver las estrellas. Lo aceptas. Fumas. Entonces, uno de ellos, ido por los efectos de la droga, te da un empujón y te caes al suelo, en el proceso desollándote una mano que interpusiste con tal de minimizar el daño del golpe. El olor a hierro de la sangre penetra en tu nariz, se hace dueño de tu cuerpo, te nublas por la excitación que ya sabes que va a venir. Y, antes de que él se de cuenta, ya le has agarrado del cuello con fuerza, estrangulándole y provocando que sólo pueda emitir leves quejidos de dolor, haciéndote entender cuán agudo es su sufrimiento. Pero eso sólo te provoca más, te hace desear que siga gimiendo así. Que te lleve al clímax. Lo arrastras hacia el camino de cemento y piedra que hay unos metros más allá y donde termina el cesped, y lo tiras ahí con toda la fuerza que eres capaz. Pero no acaba ahí. Antes de que te des cuenta, ya le has golpeado una y otra vez en la cara, su nariz, ya ensangrentada, te hace reír y sentirte tan bien que te dan ganas de llorar.

Y mil cosas más. Pero, volviendo a lo que decíamos antes, si eres cuerdo y lees esto, no podrás nunca entender cuán profunda es la sensación que satisface a un sádico cuando maltrata a sus congéneres. Por ello, profundizaremos un poco más.

...Pero, aún medio inconsciente, no quieres que se calle. Quieres alargar su proceso de dolor de manera egoísta y repugnante. Por ello, lo levantas con cierta delicadeza, y le obligas a mirarte. Tus ojos, felices y con un brillo de demencia y psicopatía que darían miedo al mismísimo Diablo. Los suyos, aterrorizados, te lanzan continuamente una miríada de silenciosas súplicas. Llevas un dedo a una mancha de sangre, y luego, lo chupas tranquilamente sin dejar de mirarlo a los ojos. Entonces cierras los tuyos y suspiras de placer. Ahí se acaba tu entretenimiento.

Perséfone es una psicópata. Una sádica. Una drogadicta enferma. Desea por encima de todo provocar dolor a todo aquel que le interese. Sin cesar nunca en su empeño. Cuando se propone algo, puede estar semanas, meses, incluso años persiguiendo esa promesa que se ha hecho a su fuero interno hasta conseguirlo. Acosando. Acechando. Y, finalmente, asestando el golpe final. Es una predadora, no teme a nada. ¿Enfermedades mentales? Se ríe en la cara de aquellos depresivos u autistas. Ellos no saben lo que es realmente el placer. Es sigilosa, se mueve y pareciera que desaparece entre las sombras para, desde la espalda, lanzarse a por ti. Sus artes te convencerán de que es una persona amable y bondadosa, te engatusará para acorralarte en un callejón sin salida. Y sacará su lado desquiciado y ávido de éxtasis para saciarlo contigo. Cuando no logra cumplir sus metas, se refugia bajo todo tipo de drogas, ya sean porros, speed, LSD o cocaína. Le es indiferente.

Descripción física:
No, Perséfone no es alguien que se pueda etiquetar como 'ordinario' u 'clásico'. De hecho, a simple vista, no da la impresión de ser alguien en quien confiar. Lo que más resalta de su físico son los orbes azul marino que posee. De mirada penetrante, amenazante y, sobretodo, cruel. Oscura. Eso es lo único que te transmitirá si te mira a los ojos directamente. Mientras sientes cómo la seguridad escapa de ti. Tiene una presencia intimidatoria que muy pocos pueden igualar, no por nada en especial salvo la mente retorcida y cruel que guarda dentro de sí. Sus labios siempre los lleva pintados de un color rojo o, en su defecto, morado oscuro; que contribuyen a empeorar sus facciones, de por sí, malvadas. Su tono de piel es pétreo, muy pálido, casi gris, prácticamente una estatua. Y unas enormes ojeras enmarcan sus ojos, dotándole de un aspecto demacrado, como si padeciese una grave enfermedad las cuales, no obstante, se ven parcialmente ocultas bajo la sombra negra que siempre decora sus orbes.

Su pelo es liso y del color del carbón más negro, cayéndole en cascada hasta las lumbares, donde tiene uno de sus tantos tatuajes, de los cuales sólo ella sabe el significado. Tiene varias cicatrices por el cuerpo, donde la que más sobresale es un largo tajo en las costillas, en la parte izquierda. Mal curado, mal cicatrizado. Su relieve es ensombrecedor. Su cuerpo es delgado, en apariencia frágil; aunque nada más lejos de la realidad: esconde una fuerza y resistencia dentro de sí que es imposible de notar si miras sus andares tranquilos y elegantes, producto de largos años de peleas sin ton ni son y de su propia condición de homicida. Siempre viste con ropajes negros, sin excepciones; a simple vista pudiéndola encasillar en el estilo 'rockero' pero, no obstante, con su punto propio. Sin embargo, lo que más destaca de su apariencia son los zapatos que calza, plataformas u tacones por regla general que contribuyen a aumentar su altura de 170 cms hasta, lo mínimo, 178.

Sus uñas siempre las lleva largas pero bien cuidadas, casi siempre pintadas de tonos como rojos u negros lo que, no obstante, queda escondido a menudo, pues casi siempre van enfundadas en estrechos guantes de cuero negro.

Gustos:

- La adrenalina.
- La velocidad (motos y F1).
- La sangre. O, más general, matar.
- Torturar.
- Poner a prueba a la gente.
- Fumar. Y beber. Aunque de ésto último, es muy selectiva. Lo único que bebe es Martini, Bailey's y Four Roses.
- Dormir hasta el mediodía.
- El sexo, ¿a quién no?
- La novela filosófica, ya sea Platón, Nietzsche, Schopenhauer u Locke.
- American Psycho.
- El invierno y el frío extremo.
- La lluvia. Si es a cántaros, mejor. Y tormenta, orgasmo.
- Las serpientes.
- La música. Elemento esencial en su vida. Donde esté Beethoven, que se quite todo lo demás.

Disgustos:
- Homosexuales.
- Supersticiosos, quejicas y gente excesivamente ruidosa. También aquellos que juzgan a la ligera o van buscando camorra (que la encuentran, aún así).
- Películas románticas.
- La torpeza y la lentitud.
- El calor y el verano.
- La ropa demasiado llamativa, de colores tales como el fucsia, el amarillo o el verde lima.
- El mal gusto (o lo que ella considera mal gusto).
- El mal aliento, los malos olores.
- El pimiento.
- Las etiquetas ('pijos', 'emos', etcétera).
- Aquellos que piensan que todo se puede comprar con dinero.
- Las emociones incontrolables. La calidez u el amor, entiéndase.

Historia:
¿Qué dirías si conocieras a una espartana en el sentido literal de la palabra? ¿Corearías ''this is Esparta!'' con los colegas y te reirías? Posiblemente. Aunque eso significaría el odio instantáneo de Perséfone hacia ti. La fiebre 300 hace tiempo quedó en el olvido, tras la cortina que películas como Crepúsculo y Harry Potter interpusieron delante de ella, pero, aún así, para nuestra protagonista sigue siendo un hecho actual que consigue sacarla de sus casillas.

Porque Perséfone Kirgyakos es una auténtica espartana. Llegados a este punto, os preguntaréis si eso tiene algo que ver con respecto a su carácter violento y enferma mentalidad. Pero la respuesta es no. Creo que estaréis de acuerdo conmigo en que sería bastante estúpido por mi parte el dotarle de una personalidad similar a la que Gerard James Butle sigue bajo el papel del rey Leónidas en la misma película que ha dañado, en opinión de Perséfone, su querida Esparta. No, de hecho no he hecho a mi personaje bajo la influencia de esos rudos y curtidos mercenarios. Aunque lo que acabo de escribir son divagaciones fruto de la improvisación más que de otra cosa y, como creo que querréis leer llegados a este punto (porque si habéis leído la ficha es porque os ha gustado el personaje, o al menos eso espero) es mejor que comencemos con una sinopsis de la vida de mi querida Perséfone.

Nos remontamos a Esparta. Una ciudad que, en cualquiera de los casos, deberíais visitar alguna vez en vuestra vida. Dymas Kirgyakos no sobresalía de ninguna manera entre la masa de habitantes que allí pueblan. Un pequeño negocio. Así salían adelante. Pese a que la verdadera vocación de Dymas siempre fue la música. Tocando la guitarra como nadie, podría haber llegado lejos. Pero la falta de dinero siempre ha sido un impedimento para todas las metas que alguna vez han pululado por nuestra mente... Aún siendo un genio y cargando en tus espaldas una larga tradición cuyo apellido es el único símbolo que queda en el presente. Sumado eso a la prematura muerte de su esposa, Eco, que le quitó buena parte de sus ganas de vivir, se puede evidenciar el hecho más que justificado de que enterrara esa clase de sueños bajo llave en los lugares más escondidos de su mente y se dedicase en cuerpo y alma a proporcionarle una vida más o menos buena a Perséfone. Incluso humillándose a sí mismo entre humanos paletos, tal y como Perséfone pensaba y sigue pensando.

Y así, pasaron los años. Perséfone creció, pasó esos difíciles años comúnmente denominados ''el pavo'' o ''pubertad'' y llegó a ser una señorita ''hecha y derecha''. Y remarco comillas, porque resultó que Perséfone guardaba dentro de ella una personalidad que muy poco tenía en común con la que mostraba a su padre, aquel que se merecía su respeto y, por ello, su agradecimiento. Porque, si seguías a Perséfone en sus escapadas nocturnas verías como el mundo de la delincuencia no era para ella sino el reflejo de la propia ansiedad mental de su bestia interior y que sus compañeros de fechorías, otros tantos pandilleros, eran sus verdaderos colegas. ¿Robar, fumar, beber? Por dios, para Perséfone eso era lo de menos. Su personalidad no era exactamente igual que la de un delincuente que ha acabado en ese mundo por culpa de un trauma. Ella no es así, lo hizo porque sí. Lo hizo porque estaba en su personalidad matar. Era un ser salvaje, peligroso. Lo es. Sigue siéndolo.

Sí, es inteligente. No creáis que no. Pero está loca. Es así, pese a que Dymas lo niegue aún hoy en día. El sadismo que comparte cama con su raciocinio mental no es sino su mejor consejero. De hecho, no se arrepiente para nada cuando da una paliza a esa niñata que le ha mirado mal. Ni cuando le pega una patada a ese niño pequeño que acaba con su paciencia en menos de lo que se dice 'pi'. Pese a que eso sólo sea la guinda del pastel. Si tuviese que describir cada una de las palizas que ha dado o recibido Perséfone tendríais que estar leyendo hasta mañana. Y eso no es lo que yo entiendo por un resumen. Remontándonos a sus recién cumplidos dieciocho años, mencionar cómo su apariencia cambió. La reticencia de Dymas no fue sino una tentativa de seguir haciéndolo para Perséfone. Tatuajes, así como cicatrices que ocultaba de la mirada de su padre, producto de una de esas palizas que siempre obnubilarán su mente y la harán estremecerse. Hace mucho que dejó de tener miedo por las navajas, después de sentirlas sobre su propia piel. Después de sentirla en sus propios músculos desgarrados.

Pero bueno, eso fue el comienzo de la ruptura de la relación entre padre e hija. Porque Perséfone no era alguien al que se pudiese controlar, era y es independiente. Solitaria. Así se lo hizo saber el último día que habló con él y marchó de Esparta, tan sólo con una determinación en mente: la de sembrar el dolor y la masacre allá por donde llegara sin reparo alguno. El hacerse con armas, fue lo de menos. No penséis que es una mercenaria. En realidad, aún no ha aceptado ningún trabajillo... Hasta este momento, aún habiendo llegado a Japón, sólo se dedica a quebrantar la ley por el propio placer de sentir la sangre en sus manos. Pero bueno, me como partes...

... Y vagar por el mundo se convirtió en su profesión. Conocer los rincones de toda Europa durante 1 año, su pasión. Hasta que, al cumplir dieciocho años, se paró en seco en una de las tantas calles de la transitada Barcelona y se dispuso a abrir aún más su ya de por sí extensa cultura al aumentar su meta: América. ¿Las Vegas, Nueva York, California? Japón. Y mira ahora, habiendo llegado hace apenas 2 meses, cómo se ha metido de cabeza en el mundo de la delincuencia, por llamarlo de alguna manera, y se dedica a hacer sufrir a todo el que pueda, lejos de todo cargo de conciencia. Sin cesar de cometer sus fechorías. Sin dejar de vagar por las calles de la ciudad buscando víctimas que le den la más mínima razón para descuartizarles de arriba abajo.

¿Dymas? Alguna vez se le pasa por la cabeza. Entonces, esboza una sonrisa.

Imagen del personaje:
Spoiler:

Extras:
- Es bastante 'nazi'. No aguanta a los homosexuales, y es muy, muy cerrada de mente en ese sentido... Y violenta.
- Insaciable sexualmente. Si es sado, mejor que mejor. Si te acepta como amo, desde luego, lo pasarás bien.


Nombre de la serie/manga/videojuego al que pertenece: -
Nombre real del personaje: -

Invitado
Invitado


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Perséfone. Empty Re: Perséfone.

Mensaje por Cassian Mar Ene 11, 2011 12:07 pm

Me gustó mucho tu ficha y te felicito por ella, está perfecta. Ficha aceptada y cerrada
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