Empresa Natsui Corporation [Takai]

Estaba en el departamento que yacia al lado del edificio en donde trabajaba, ademas, de que era el jefe de todo el lugar, claro estaba, ese cargo fue planeado desde antes para él, desde que era un niño, un crio... Que no sabía nada sobre ese mundo tan molesto y frivolo. Como siempre hacia, semejante a un ritual, se ducho, se afeito el poco vello facial, se acomodó su cabellera, haciendose un peinado hacia atrás, haciendolo ver más serio de lo que era.

Salió de su baño, con una toalla cubriendo su parte baja mostrando su esculpido cuerpo, parecía como si manos de dioses lo hubieran hecho, de abdomen firme con ligeras marcas de su esfuerzo en el gimnasio, pecho musculosos y unos biceps sin llegar a la gran exageración. Buscando en su closet ese traje que le quedaba como anillo al dedo, comenzó a vestirse para ir a su trabajo.

Llegó a la entrada siendo saludado por los trabajadores del lugar, el respondio de forma respetuosa y seria. Caminó hacia una de las secciones más importantes de la compania, donde archivaban las transacciones nacionales, reginaonales e internacionales. Estaba de mal humor, por lo cual, azotó con fuerza esas dos puertas que conformaban la entrada al lugar.

Viendo un desorden, papeles en forma de bolita en el suelo, junto al humano, la persona, el chico, que le robó la mirada desde su entrada por intercambio de otra ciudad. Un peliazul de tez clara, de una mirada que nunca pudo ver por esos anteojos y ese hermoso fleco que adornaba su joven rostro, de una voz temblorosa, de una tímida personalidad, obsesionado con la informatica y la electronica, un nerd, un nerd que enamoró a Takai.

El ruido de la puerta había asustado a los que molestaban al menor, su mirada se posó friamente en ese grupito de chicos. Dando unos pasos al lugar se colocó enfrente del escritorio de Takumi, golpeó con su palma de la mano, la mesa, dejandola ahí, quieta, después del golpe y el ruido causado por esta, haciendo exaltar a algunos del lugar.

- Cabrones de mierda... - sí, boca de camionero - Si tienen tanto tiempo para hacer malditas bolitas de papel... - tomó algunas del suelo, lanzandoselas a los trabajadores que hicieron el desorden - ¡Terminen el maldito envio a Okinawa! Esta mañana el jefe de la empresa "x" me llamó formando un reclamo de que no llegó los archivos de los productos que debemos enviarles ¡Hoy! - enojado, como siempre - Dejen de molestar a Hirotaka y ¡ponganse a trabajar malditos crios del demonio!

Después de esa bronca, se calmó un poco, vigilando el lugar, que quedó en total calma por su regaño en la sección. De vez en cuando, rodaba su mirada hasta el otro, el peliazul, el nerd, ese hermoso chico, ese... Takumi Hirotaka, divisando su cuerpo, delgado bajo prendas sueltas, mirando minuciosamente ese ser que anteriormente despertó un calor en su cuerpo, que lo hizo imaginarse con él, haciendole el amor y dominando ese cuerpo tan apetecible.

Sostuvo una carpeta con algunos documentos en el, papeles importantes para la compania y algunas que otras sugerencias de empleados para el lugar. Estaba calmado después de esa bronca, pero el comentario tan insolente (por así decirlo) del menor, le hizo hervir de enojo. No, no era porque defendio a esos malditos crios del infierno, sino... Que había despreciado sus sentimientos de protección en esa situación que, francamente, le hizo molestar mucho. Trató de mantener la calma, pero no pudo, rechinando un poco sus dientes, casi partiendolos, cerró la carpeta dejandola encima de un escritorio cercano.

A paso firme, se acercó al menor peliazul y de un brusco agarre, lo tomó del cuello de la camisa halando de la misma, levantandolo del asiento en donde yacia sentado, tirando de el con facilidad, sacandolo de la sección llevandolo hacía otro cuarto, en donde pudiese hablar con más privacidad.
Era facil de arrastrarlo por todo un pasillo completo, por lo delgado que era, no pesaba nada; era obvio el porque, ¡No comía nada!. Pasando por ese trayecto, algunos de los trabajadores quedaron mirandolos algo extrañados, para luego mirar a otro lugar o mirarse entre ellos, soltando varias carcajadas, que, el castaño omitio.

De un golpe abrio la puerta de su oficina al final del pasillo de ese piso, entrando dejando el cuerpo del nerd en el suelo, claro estaba, lo había lanzado controlando parte de su increíble ira. Cerró fuertemente la puerta, colocando el seguro en el, no quiso ser interrumpido y el que tocase tan solo la puerta, pagaría las consecuencias. Llevó sus manos a su corbata, aflojandola un poco, tocio un poco, mirando fijamente al otro, con una mirada seria y llena de enojo. Tras haber cerrado la puerta, volvio a tomar al menor del cuello de la camisa, pero esta vez, con mucha más fuerza, alzandolo con un solo brazo, dejandolo sentado, encima del sillón que adornaba el lugar. Lo soltó.

- ¿¡No pasa nada!? - gritó, apretando fuertemente sus manos en puño - ¿¡Eres estupido o qué!? - sintio como sus uñas desgarraban fuertemente contra las palmas de sus manos - ¡Demonios, Takumi, esta mierda ha pasado desde que llegastes acá! - tragó en seco, alcanzó la mesa donde yacia algunos licores, sirviendose un trago de whisky. Apretó un poco el vaso, haciendo que se quebrara un poco la parte superior, pero sin que se rompiese - No... No es eso. Esto no es lo que quiero hablar o discutir contigo.

Claro que no era eso que quería discutir, no lo era, en absoluto. Recostó su espalda contra la pared de color blanquecino, buscando en su cabeza, las palabras con las cuales, expresar la razón de haberlo traído a ese lugar. ¿Pero cómo? Eran sentimientos de cariño hacia alguien ajeno y más, un hombre, un hombre adorable y lindo. Era como un amor plátonico, algo que solo el sentía, algo con el que él podía perder la razón y la cabeza, la calma y la serenidad, algo que podía desatar má de lo que estaba, su instinto de poseer a alguien.

- Takumi... - su seria voz, recorrió el lugar - Me molestó el que me dijeras, que no importaba... Porque yo hice toda esa maldita escena, para que te dejaran en paz... Porque eres alguien preciado para mí y no quiero que esos pendejos, te molesten ni te lastimen. - se sintio algo cursi con lo que dijo, aunque, tecnicamente, no era para nada cursi.