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Mensaje por Kouri Sáb Oct 16, 2010 7:30 pm

El movil se detuvo enfrente de un edificio, pagandole lo debido al conductor, salio con sus bolsas en manos y con el cuerpo del otro en los brazos, ciertamente, no le dolían, ya que el albino era muy delgado y no pesaba nada. Alzó la mirada para ojear el edificio, como siempre hacía al llegar a ella, estaba orgulloso, es decir, el fue el que construyó ese hermoso edificio.

Con cuidado, caminó hacia la entrada siendo observado por el portero. Dando un saludo cordial, entró al lugar yendo hacia el ascensor. Un trabajador le avisó que los asensores se había dañado. Molesto, buscó las escaleras para subirlas proponiendo una mueca, ya que su departamento-casa, se situaba casi a lo ultimo del edificio.

Suspiró pesadamente, comenzando a subir las escaleras hacia el piso de su lugar. Yendo por la mitad, se daba el lujo de mirarle el rostro al otro, algo sudorosa, ya que algunas gotas de sudor le habían caído. Podría decirse que Kouri no era de esos que hacían mucho ejercicio, pero, tenía un cuerpo hermoso, de un abdomen bien esculpido y piernas esbeltas pero de buena musculatura.

Tras haber pasado unos minutos, llegó al piso, sudoroso y jadeante, caminando hacia la puerta al final del pasillo. Pasó la llave por la cerradura, quitandole el seguro, abrio la puerta dejando ver el inmenso lugar que el mismo le decia, casa.
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Mensaje por Sam Einsames Lun Oct 25, 2010 12:25 am

El camino hacia el hogar donde su amo habitaba se le hizo bastante incómodo,no por el hecho de que fuese en un taxi llevado por una persona que no conocía y que aparentemente le miraba mal,si no por ir de aquella manera tan próxima a su comprador,tanto roce le estaba poniendo nervioso,demasiado,se podría decir que su corazón no podría ir mas rápido. No le gustaba,detestaba cualquier contacto pues desde siempre lo usaron para dejarle alguna señal en el cuerpo o a saber dios qué,pero nunca con buenos fines,nunca recibió siquiera una simple caricia de parte de sus padres...nunca...y ahora,no la recibiría por mas que quisiese,por más que lo desease,ambos estaban muertos y él estaba solo en esa vida asquerosa y repugnante que le había tocado vivir.

Cuando el trayecto finalizó y aquel taxi paró dejó escapar de entre sus labios un suspiro agitado,melancólico como todos los suyos lo eran,trágico en parte pues en esos momentos no pensaba en otra cosa que llegar para poder prever el futuro que le esperaba,¿futuro?...más bien diría que esperaba por ver los cuchillos que aquel hombre tenía,necesitaba de ellos al igual que necesitaba del respirar,era sumamente importante para él. Al salir de aquel vehículo y haber sentido el aire fresco recorrer sus mejillas un cierto ápice de añoranza y lejanía invadió su rostro,haciéndose mucho mas triste y melancólico,¿desde cuándo no había sentido tal cosa?...¿desde cuándo no había visto siquiera la luz del sol? Sus ojos se tornaron rojos en pocos momentos pues no estaba acostumbrado,teniendolos que resguardar un poco tras sus manos.

-Hm....no... -susurró justo antes de llegar a las escaleras,no quería ser una carga para nadie pues su vida ya lo era para el mundo o,al menos, eso ese era su pensamiento desde que tenía razón de ser. No pudo hacer nada mas que quedarse mirando a los escalones una vez apartó sus manos de la cara,dentro no había luz,por lo que podía estar tranquilo. Al llegar arriba observó de reojo al hombre que le compró,Kouri,como bien pudo recordar. Sudaba...pudo sentir como un par de gotas de sudor caían sobre su rostro reflejo del esfuerzo que había estado cometiendo desde que empezó a cargarle. Un sacrilegio...Sam no merecía tales tratos.

Intentó que el contacto con el contrario fuese mínimo en todo momento,apartaba sus manos cada vez que se movía para que no se rozasen con él,mantuvo su rostro cabizbajo para que tampoco hubiese contacto con la mirada,no le agradaba lo mas mínimo observar siquiera a personas que no conocía...es más...¿porqué esa persona hacía tal esfuerzo para que se sintiese bien y no cometiese ningún esfuerzo?...él podía solo,además,no podría escaparse debido a sus condiciones físicas,al menos,no por ese momento. Al entrar y poder ver la casa elevó su mirada solo un poco para observarla,era grande y bastante espaciosa,maravillosa podría decirse para acortar. Le impresionó,si,más en su rostro no había mas que tristeza y ganas de entrar en un profundo sueño del que no despertaría jamás.
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Mensaje por Kouri Vie Oct 29, 2010 4:25 am

- ¿No qué...? - escuchó un murmullo departe del otro, al haber llegado al último escalón de esa tediosa subida. Aún así, ¿Qué era ese no? ¿No qué? ¿No quería estar ahí? ¿No le gustaba el lugar? ¿¡Qué demonios sería!? Esas preguntas, lo carcomian.

Soltó unos últimos jadeos, entrando a su casa dejando al menor albino en uno de los cuartos de ese edificio, ese cuarto espacioso y cómodo por donde lo viesen. Con cuidado dejó el cuerpo del peliblanco encima de la cama de ese lugar, ensuciando las sabanas blanquecinas que cubrían adecuadamente ese colchón. Al erguir su espalda, se estiró un poco después de ese "ejercicio" por las escaleras. Tras haber dejado al otro en el cuarto, salio para cerrar la puerta de dos hojas y buscar algo de tomar en la cocina, al parecer, Sam estaba deshidratado desde que lo vio en aquel mercado negro.

Sus pasos volvieron a darse entre ese pasillo, cortando el silencio de antes. Con cautela se acercó otra vez al menor, que anteriormente le rehuyó de forma frívola e impetuosa. Paso, por paso, pensaba sobre lo que ocurrio en ese local, esa palabra... "Matame" Quedó grabada en la memoria de Kouri. ¿Como un ser tan hermoso como él quería perder la vida? No lo entendía, era inhumano, cruel y sádico. Claro que él mismo lo era, pero no de esa forma tan cruda.

Despejó un poco su mente al llegar hacia el mueble, sentandose en el borde de la cama, dejando el vaso con agua en la mesa de noche, que hacía complemento al diseño interior del lugar. Además de traer el vaso con agua, tenía una toalla en manos, un tanto mojada, que estiró para doblarlo a la mitad y comenzar a limpiarle el rostro al menor, pasando por la mejilla izquierda, en donde yacía esa curiosa cicatriz. Aprovechó la cercanía, para acariciarle la cabeza, desordenando esos blancos cabellos, peinandolos entrelazando sus dedos en el.

La suciedad de esas hebras largas, no le importaba en lo más mínimo, ya que pudo sentir la suavidad de esos cabellos, que parte de ellos, en un gran fleco, cubría parte de ese peculiar rostro. Alejó el toque de la cabeza, para deslizar sus dedos por la mejilla cicatrizada, tocando ese lugar con las yemas de sus manos, tentado por la piel pálida que poseía el albino. Movío su mano para, ahora, tocar con su dorsal la cara del menor, deslizando el roce hasta el mentón y apartar su mano poniendose de pie.

- Si quieres algo, dimelo - una ligera sonrisa se curvó en su delineado rostro - Si quieres tomarte una ducha, el baño esta afuera. Te prestaré algunas de mis ropas... - caminó hacia el closet, sacando dos toallas dejandolas caer encima de la cama, alejados a una pequeña distancia del menor.

Caminó hacia la salida y entrada del cuarto, recargandose contra la madera de esta, que conformaba el arco de la puerta, tan sólo se quedó mirando fijamente al otro, ojeando y analizando el cuerpo del ajeno con una mirada intensa y seria, algo que causaba escalofrios y una sensación de que te desnudaba enteramente. Aunque tuviese ese mirar tan intimidante, por así decirlo, sintió un pequeño miedo en su interior, no sabía que diría o haría el ser humano que tenía enfrente y que tendría por un largo tiempo.
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Mensaje por Sam Einsames Lun Nov 08, 2010 2:53 pm

No hizo caso alguna a la pregunta que escuchó poco después de haber dejado escapar sus primeras palabras después de haber abandonado el mercado. No solía hablar por lo que no era extraño que de sus labios no saliesen otras cosas que leves gruñidos o quejidos por las veces que sufría ante los daños que él mismo se ocasionaba sobre su cuerpo,sonidos que todo el mundo podía escuchar si se le acercaba lo suficiente como para ello,aunque...para ser completamente sinceros,nunca dejaba que nadie se le acercase más de lo normal,no más de dos pasos...le daba repelús sentir el contacto de personas que,seguramente,le odiaban internamente.

El recorrido desde la entrada hasta la habitación hacia donde se decidió a llevarle no era una visión de la que estuviese orgulloso,prefería no mirar nada para no memorizar la casa,para no familiarizarse con nada de lo que estaba en ese lugar,siquiera con el hombre que le había hecho el “favor” de comprarle. Si no lo hubiese hecho ahora mismo estaría desangrándose en una de las esquinas de aquel mercado gracias a una de las cuchillas que pudo arrebatarle a esos idiotas de los guardias,los cuales estaban más interesados y atentos a sus propios cuerpos, sus sueldos y el dinero que pudiesen ganar que de aquellos a quienes debían de “cuidar” y vigilar.

No tardaron demasiado en llegar a la habitación al parecer,pues el tacto,la comodidad y la sensación cambiaron por completo,ahora se sentía algo más...reconfortado y descansado a pesar de haber estado tan solo unos segundos posicionado sobre la cama. Abrió sus ojos para observar tanto el mueble sobre el que ahora reposaba como la habitación en sí. No alcanzó a ver a su...amo pues salió del cuarto para hacer dios sabrá qué,eso si, no sentía curiosidad ninguna,solo ganas de salir corriendo hacia otro lado ahora que tenía la oportunidad. Agitó su cabeza y tragó saliva de mientras alzaba con suavidad sus brazos para observar las tan comunes marcas de corte sobre su piel,cerca de once cortes por brazo,alguno más profundo que otro,letras marcadas,signos claros de su ateísmo y sus ganas por dejar esa vida que tan injustamente le había tocado vivir.

Sus piernas no reaccionaron cuando quiso moverlas para poder bajar de la cama y salir corriendo hacia la puerta,no supo el motivo ni lo sabría en ese momento pues,no demasiado después de haberse ido,Kouri regresó con un vaso de agua entre sus manos. No le miró,prefirió hacer eso que mirarle con la más pura desconfianza y resentimiento,inclusive echó su cuerpo hacia atrás para evitar cualquier toque por su parte,más no pudo evitarlos.- Aparta... -Susurró con su delicada y suave voz,como en su ficha decía no le gustaba nada que le tocasen y eso no iba a cambiar por mucho que se intentase,ni siquiera con alguien al que no conocía y podría ser que le gustase...no,desde siempre esa había sido su ley y no iba a cambiarla ahora. Nuevamente se echó hacia atrás, evitando así el contacto directo con su piel,con su cicatriz,con sus sucios y grasientos cabellos...necesitaba una ducha urgentemente.

Escuchó sus palabras con atención a pesar de no dar parte de ello pues era un tema que realmente le interesaba,sentir el agua fría por su cuerpo para hacer que sus enfermizas ideas se calmaran durante unos momentos a pesar de ser una época del año en la que,con unos simples 20º,uno acaba totalmente helado,poco le importaba...si su cuerpo se helaba y caía rompiéndose en mil pedazos era una idea que llamaba su atención hasta tal punto de querer practicarla hasta que le saliese del todo bien,una nueva idea enfermiza pero,a la vez,revitalizante para él. Ladeó la cabeza hacia otro lado sin querer responderle mucho más,no tenía los ánimos,ni las ganas,ni las intenciones de hacerlo por mucho que Kouri lo quisiese,no a un desconocido...a nadie,no pensaba compartir absolutamente nada con los demás...se bastaba consigo mismo.

Una vez se fue hacia la puerta le observó de reojo,solo unos momentos, para asegurarse de que le seguía observando de esa manera. Lo único que podía hacer era ignorarlo y hacer como que no estaba...si,eso sería lo mejor. Se levantó de la cama con la cabeza aún agachada,dejando que sus cabellos taparan su rostro de forma que en sus ojos solo se viese la más oscura sombra que se pudiese ocasionar. Llevó sus manos hacia su propia camisa para,tras eso, alzarla despacio con la intención de quitársela por completo,dejando ver aquellos dos piercings que colgaban de su piel, de sus caderas, dos signos claros de que le gustaba el dolor en sitios tan escondidos como ese. Pudo dejar ver ,además,su delgadez y su tez blanca como la propia nieve en el invierno,sus marcas de cortes y quemaduras que él mismo había creado.

¿Su vergüenza?...guardad dentro de sí,no iba a dejar ver ni siquiera ese sentimiento que sentía todo el mundo en cualquier momento de su vida. El desnudarse frente a un tipo que no conocía era algo nuevo para él,no le resultaba extraño...pero si contradictorio,¿y si le miraba de una forma diferente a como se le mira una persona normal?,¿y si se fijaba demasiado en su cuerpo?...bah,¿que le importaba?,¿quién iba a fijarse en un debilucho asqueroso como Sam lo era?
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Mensaje por Kouri Lun Nov 15, 2010 2:09 am

Al estar apoyado en el marco de la puerta, miraba minusiosamente los actos del menor, como sus claros cabellos se movían lentamente acorde con su cuerpo, que se había erguido, quedando sentado en la cama, jorobando un poco la espalda, escondiendo ese delgado rostro entre esas sucias hebras plateadas. Kouri se sorprendió al ver al menor desvistiendose, mostrando ese pálido cuerpo, no, no pálido... Sino blanco, un blanco tan puro que daban ganas de ensuciar de una forma tan cruel y brutal. Los adornos entrelazados entre esa notoria y suave piel, le llamaron la atención, las ansias y la tentación, de querer tocarlas y morderlas, además que estaban en las caderas, eran tan sexy y no solo eso, le quedaban bien a ese delgado, no, anorexico cuerpo.

No se controló, por lo que se incorporó y caminó hacia donde estaba el contrario sentado, sin quitarle la mirada de encima, viendo más cerca a Sam. Tomó la toalla en manos, extendiendola, arruinando el perfecto dobladillo, acercandose al menor, cubriendolo con la toalla, ese desnudo y tentador cuerpo, que proclamaba la suciedad de su antigua estadia.

- Ten cuidado de no resfriarte... - le acarició uno de los hombros, por encima de la toalla.

Al estar mucho más cerca, notó los cortes y quemaduras en ese hermoso cuerpo, en esa hermosa y blanquecina piel. Sorprendiendose un poco, no dijo nada, quedando en silencio, tan solo contemplando el precioso cuerpo del albino, teniendo bastante insteres en los percings de las caderas y las orejas. Francamente, era un hombre al que le gustaba los percings, por lo que, le atraía más la persona a su lado.

- Tienes bastantes percings... - con cuidado, tocó con las yemas de sus dedos, la oreja izquierda del albino - Te sientan bien... - comentó, halagandolo.
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Mensaje por Sam Einsames Lun Nov 29, 2010 1:02 pm

Tras haberse desprendido de la primera prenda sus manos, frías como el hielo, se dirigieron hacia aquellos dos pequeños piercings que decoraban ambos lados de su cadera, una parte sensible,provocativa pero, sobretodo, dolorosa. Aún recordaba el día en que cogió una de las agujas de aquel mercado, con las que medicaban a los esclavos de los que disponían para vender a personas ricas que pudiesen comprarles. Su mente, ese día, se había nublado aún mas debido a las palizas continuas que recibió al no querer probar nada de lo que le daban, la comida de aquel lugar conseguía darle más dolores de barriga que los que ya tenía a menudo desde que entró. Al estar su mente de ese modo su sentido del tacto se desvaneció por minutos, minutos largos, casi horas, más solo fuero unos segundos en su mente. Cuerpo desvalido y aguja en mano, acabó por clavárselas con cierta profundidad en la piel, ocasionando dos estrechas perforaciones que darían paso a desmayos, bajadas de tensión y pérdidas continuas de sangre. Aún recordaba ese día como el día en que casi llega a alcanzar a la muerte.

Una vez ajustados y colocados correctamente suspiró cansado, el camino no le había incomodado ni mucho menos, pero sí había apagado aquel rayo de esperanza por abandonar ese mundo que había en sus ojos pues, aquel hombre que le había comprado, estaría empeñado en hacerle vivir a partir de ese momento. No le gustaba esa idea, no le gustaba esa casa, no le gustaba la compañía...no le gustaba su amo. Esperó que no se acercase pues aún estaba quitándose la ropa, demasiado había hecho al dejar que viese su cuerpo sin camiseta, cosa que apenas habían hecho más personas que las del mercado, las cuales no habían visto tan solo su parte superior del cuerpo, no, habían visto mucha más que eso...mucho más.

Llevó sus manos hacia el broche de su cinturón para poder desabrocharlo con cuidado, la hebilla estaba un tanto rota de tanto afilarla para, llegado el momento, usarla como arma blanca sobre su blanquecina piel. No llegó a apartarla del todo cuando notó cierta frescura en su espalda. Un escalofrío recorrió su cuerpo ante el cambio de temperatura pues, aquella toalla que habían posicionado sobre el aún seguía fría, y lo seguiría estando hasta que se calentase al contacto con su propio cuerpo. Además de eso pudo notar como su hombro se calentaba, solo un poco, debido a los frotes que se repartieron por parte del mayor, sentado ahora a su lado. Su primera reacción fue apartarse hacia un lado, esquivar su contacto, más al poco tiempo después sintió algo que le hizo sentir un nuevo estremecimiento: un toque en su oreja izquierda.

Al separarse los aros de su oreja tintinearon, chocando entre ellos con cierto ritmo. Se levantó corriendo, atrapando la toalla entre sus manos para evitar que cayese al suelo y su cuerpo quedara al descubierto de nuevo. No le gustaba que le tocasen, demasiado lo habían hecho ya en el mercado...suerte que no con perversión, pues aún seguía sin conocer los placeres que podía llegar a sentir con las caricias,los besos, los abrazos...incluso con las propias palabras. - No me toque... -Rogó, agachando la cabeza. Pudo notar como su cuerpo empezó a temblar ante aquello. No estaba acostumbrado además de que comenzaba a tener frío, perfecto...eso ponía mucho mas fáciles las cosas.

Se apartó de él gracias a que dio un par de pasos hacia atrás sin dignarse a mirarle siquiera. No quería hacerlo, tan solo quería ir a la ducha, cerrar la puerta y terminar de desvestirse como dios mandaba. Por eso mismo esperó a aquel hombre, esperó a que se levantase para que le indicase el camino hacia el cuarto de baño. Ahora la pregunta era... ¿tendría pestillo aquella habitación?,¿podría echarlo y evitar que Kouri le molestase mientras lavaba su cuerpo?
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Mensaje por Kouri Miér Dic 22, 2010 4:34 am

Sintio el movimiento del colchón, viendo al menor alejarse de esa forma tan brusca, como si tuviera miedo o como si le repudiaba. Lo tomó algo sorpresivo esa acción de rechazo, pero no le importó, no mucho, ya que, pensó que era normal, estaba siendo muy impulsivo con el otro, pero era inevitable, él era de esa forma y nada ni nadie lo cambiaria. Suspiró algo tedioso, poniendose de pie, acercandose al otro, parecía que quería darse esa ducha, por lo que caminó hasta detenerse bajo el umbral de la puerta, moviendo un poco su cuerpo, ladeando la cabeza, mirando al menor, fijamente, notando que el otro, no le miraba y como esos cabellos cubrian ese blanquecino y delgado rostro, que a su criterio, era muy bello.

- Ven... - dijo, serio, pero con una suave sonrisa dibujada en su blanco rostro - Por acá está el baño... - dijo, caminando hacia el lugar que había dicho, esperando a que el menor le siguiera.

Movio su cuerpo por el lugar, de forma elegante, a paso calmado, no tenía prisa, estaba pensando en algunas cosas, como... Las palabras que aun se mantenían frescas en su mente, ese "Matame" que salío de la comisura de los finos labios del ajeno, era como una marca que, aunque pasara dias, no sanaría. Él era un apreciador de la vida, sabiendo que esta era insulsa, después de lo que pasó a su pequeña edad, los maltratos, rasguños que cicatrizaron con el tiempo, traumas como fotos en muros de la mente, el frío de la soledad, que, parte de ella se mantenía aún en su alma.

Al despejar un poco su mente, vio la puerta del baño enfrente de él, tomando con suavidad, entre sus finos y largos dedos, la manilla de la puerta de forma rectangular, tirando hacia abajo de esta, abriendo la puerta para dejar ver el espacioso cuarto, entrando en este para acomodar las cosas para que el albino se duchara con más calma y comodidad. Tras haber ordenado el lugar, salio de ahí, para que el menor entrara y tomara una merecida ducha después de haber pasado tanto tiempo encerrado en esa jaula, en esa putrida jaula, que había manchado con el transcurso del tiempo, la blanca piel del albino, que, era una tentación para Kouri.

Quedó apoyado contra la pared, la pared que era en donde yacia la puerta, viendo hacia la puerta del cuarto, esperando a que el menor saliera para poder asegurarse de que se iba a tomar un baño o una ducha. La imagen anterior pasó por su imagen, el cuerpo del menor al descubierto, pequeñas tetillas, abdomen plano, demasiado a su parecer, brazos flacidos... Debil. Suspiró, ladeando un poco la cabeza, entrecerrando la mirada, recordando los detalles de las prendas del albino, abriendo un poco su mirada, tras haberse dado cuenta, de que, la hebilla del cinturon que cargaba el otro, rodeando esa delgada cintura, esta... ¿Afilada? o ¿Lo había visto mal?

- Que raro... - susurró muy bajo, para él mismo, comodando su abrigo, mirando fijamente la puerta - No, debí haber visto mal... - suspiró - O tal vez no... - lo último, lo comentó, por lo que el menor dijo anteriormente, una palabra que grabó un nuevo trauma y desesperación su interior.
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Mensaje por Sam Einsames Miér Dic 29, 2010 3:34 pm

El extenso y fuerte cuerpo del mayor no tardó en retomar sus pasos hacia la puerta tal y como pensaba en un momento que haría tras haberle tocado, gesto que le había trastornado tanto como el primer roce en el mercado negro. Aún lo recordaba, aún recordaba como todas esas manos pálidas, sucias y escuetas rodeaban su cuerpo como si de un muñeco se tratase, pero no un muñeco cualquiera, no, si no uno de porcelana, de la mas fina, frágil y blanquecina porcelana. Fueron muchos los tratos que recibió desde aquel día, tratos buenos, tratos malos en su mayoría, tratos que ni tan siquiera a un perro podrían asimilarse.

Esa era la vida de todos y cada uno de los esclavos por los que se cobraban su vidas, por las que ponían precios sin respetar los sentimientos, las esperanzas y los sueños rotos que los actos de los empleados conllevaban. Sintió un suave escalofrío recorrer su espalda, sensación causada por el simple recuerdo de aquella primera vez. Tragó saliva y agitó con suavidad su cabeza al mismo tiempo que dirigía sus manos hacia su propio pecho para frotarlo, cruzando ambos brazos entre sí para poder llegar además a la parte superior de éstos, los cuales estaban fríos como el hielo, como su propio cuerpo.

Lo observó desde atrás con una simple mirada de reojo pues no quería mirarle, aún albergaba ese sentimiento de miedo y desconfianza dentro de su cabeza. Era una maldita tortura el tener que posar de aquella manera frente a un hombre que no conocía de nada, que no conocía siquiera desde hacía un par de horas...¿porqué a él?,¿tan miserable era?...preguntas y preguntas de las cuales Sam ya sabía la respuesta: desgraciado, miserable, pobre, desdichado, infeliz. Eran los adjetivos mas precisos para poder definirle enteramente, lo suficiente como para provocar que las personas se le alejasen, se apartasen de su lado para no dirigirle ni siquiera la palabra. Adoraba esa sensación, esa sensación de soledad, de asco y repulsión hacia su persona...él lo sabía, si no acababa con su vida no podría estar tranquilo, le haría un favor al mundo, y nadie podría hacerle cambiar de opinión, nunca nadie lo había intentado.

Pudo verle marchar hacia el pasillo mientras frotaba sus brazos, dando la falsa impresión de que los estaba calentando, falsa impresión pues, realmente, lo que hacía era arañar su piel con el afile de sus uñas, las cuales aún se mantenían algo largas gracias al tiempo que pasaron sin cortarse. Pudo sentir como su dermis era mínimamente trastocada, como sus uñas traspasaban el primer tejido y dejaba un tono rojizo y algo blanquecino con cada nueva bajada y subida, pudo notar incluso como dos pequeñas gotas de aquel líquido carmesí tan conocido para él atravesaba el umbral de sus uñas.- Hm... -No sintió dolor alguno, si no mas bien tranquilidad, disfrute y alivio en parte pues no lo pudo hacer en toda la mañana, incluida la tarde hasta ese momento. Suspiró mientras cerraba sus labios para morder con sus paletas la parte inferior de la carne que, igualmente herida, se contraía y descendía ante el impulso del mordisco.

Cerró sus ojos y se relamió para apartar con su propia lengua los pequeños pellejos que se había arrancado del labio, al igual que en sus brazos, la primera capa que los protegía. En cuanto los abrió comenzó a caminar hacia el lugar donde el mayor esperaba con supuesta paciencia. Pudo verlo desde la salida pues no estaba demasiado lejos, un par de habitaciones de distancia y ya estaba junto a él. No le dirigió la palabra, tampoco le miró, se limitó a pasar dentro del baño y cerrar la puerta tras él, mostrándole como última visión el rostro de un adolescente permisivamente excluido de la sociedad, de un adolescente egoísta que solo quería una cosa para estar meramente satisfecho con lo que le ha tocado vivir: la mismísima muerte, la escapada a la otra vida, la huida a la maldad y a los buenos tratos que la vida podría haberle ofrecido si su actitud no hubiese sido esa. Por supuesto no dejó que le viese los brazos, nunca dejaría que los viese a no ser que lo comprobase por el mismo y le forzara a ello.

Una vez cerró la puerta echó el pestillo con cuidado para que no se enterase y le pillase por sorpresa si es que intentaba abrir la puerta para hacer algo malo. Su respiración se hizo algo mas pronunciada a medida que su espalda se juntaba con la fría madera de la puerta, madera que poco después comenzó a chirriar debido al escurre que se produjo en ella. Sam echó su cuerpo hacia abajo, formando la suficiente presión como para poder quemar un poco su piel mientras bajaba con el simple contacto de la madera. Apretó sus nalgas contra el suelo y elevó sus rodillas no sin antes quitar de su cinturón la hebilla con forma de calavera lúgubre, la cual estaba equipada con una pequeña “arma” , un objeto de valor que le provocaría mareos, náuseas, que le haría ver la luz hacia un mundo en el que siempre pudo haber llegado a soñar: el infierno, las dulces y humeantes llamas del infierno, pues no merecía otro trato mas que ese.

Negó con la cabeza repetidas veces antes de parpadear confuso, confundido...¿que haría ahora?,¿provocaría lo que siempre había querido?,¿provocaría su propia muerte aún si el hecho de que muriese podría perjudicar a ese hombre?...poco le importaba, su vida, su destino, su suerte...nada de eso merecía ser salvado.
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Mensaje por Kouri Lun Ene 17, 2011 2:58 am

Vió al otro frotarse los brazos, por lo que pensó que tenía frío y que el calefactor no estaba a una adecuada temperatura para ese ambiente que, bueno, necesitaba un regulador para calentar el lugar. Pero... Algo raro se asomó por sus ojos... Eran esos brazos delgados, blanquecinos, desprotegidos y ahora... ¿Con motas de sangre? Le pareció extraño, bueno, comenzaba a pensar y analizar que ese albino, tendía a lastimarse y no era sólo esta vez que lo notaba y lo pensaba, desde que esas fuertes palabras cruzaron su timpano, considero al otro como un suicida, pero eso no le quitaba lo interesante y lo bello, más bien, todo lo contrario.

El menor había decendido su mirada, como si odiase verlo a la cara o se resistía a ello, no le agradó del todo pues, era su "amo" y era de "incorrecto", a saber que es de verdad lo correcto o no, que no le dirigieran la mirada de forma fija, a los ojos o por lo menos, a su rostro. Entró, al baño, escuchando el cerrar de la manilla y el sonido que daba al pasarle el seguro a la puerta ¿Qué haría el albino con la puerta cerrada, con llave? Es decir, no le iba a hacer nada, no todavía, por lo que ¿Trataría de... Lastimarse más de lo que ya estaba?. Su mente comenzó a divagar entre pensamientos negativos y sangrientos, mirando de forma perdida hacia la pared, con un semblante inexpresivo. No sabía que hacer con una persona así a su lado, era... Indecifrable. Unos ojos que nunca mostraba, una voz que levemente se escuchaba, era misterioso y le era tedioso, pues, no podía predecir sus actos, no, no aún, lo haría, aprendería a leer al menor tarde o temprano.

- Ha... - suspiró con pesadez cerrando los ojos, encontrandose con una ligera oscuridad, para volver a arrugar sus parpados y mirar hacia la calefacción. Quizo pensar que era frío lo que tenía el otro, por lo que se acercó al aparato, aumentando la temperatura de esta, sintiendose el ambiente más cálido - Listo... - comentó serio, yendo hacia la cocina para prepararse algo caliente, un té o un café con leche.

Con la taza sujetada por el asa que poseía, salió del lugar apoyando su espalda, otra vez contra la pared, al lado de la puerta del baño, mirando esta como si de interesante se tratase, pensando en lo que estaba haciendo el otro... ¿Qué pensaba el otro? Le intrigó y molestó que fuera ilegible, como un libro escrito con un idioma muerto o algo así. Dió un sorbo topando sus labios contra el borde de la taza, rodando sus ojos verdeos, mirando de soslayo la puerta y el umbral de esta. Además de las imagenes innecesarias en su cabeza, algunas perversiones se pasearon por el lugar, algunas cosas como ¿El otro se masturbaba? ¿Se tocaba? ¿Veía... Porno? ¿Era un chico de manias obsenas? Y de esas dudas, volvía a recaer en las otras.

- Él estará bien... - trató de convencerse de que no pasaría nada, bueno, ¿Quién sabe? Podía ser que sólo se tomaría una ducha calmada y saldría con la cabellera grisacea, que tanto le atraía, empapada, con las mejillas limpias al igual que todo su cuerpo, con la toalla cubriendolo o tal vez una bata - Demonios... No puedo calmarme - hablaba solo y eso era lo que menos le importaba.

Movió sus pies uno delante del otro, caminando hacia la mesa de la sala, la más cercana a él, dejando la taza vacía encima del vidrio que conformaba la "tabla" de forma rectangular de esta. Tomó el celular, revisandolo a ver si tenía algunos mensajes, llamadas perdidas, cosas importantes para él, pues, era un hombre ocupado por su trabajo y tambien, por si llegaba a pasar algo, no se fiaba del menor ni de su poco convencimiento, estaba ya... Preocupado y eso le irritaba. No resistió, sabía que era un acosador parandose al lado de la puerta en espera de la presencia del otro y que invadía su privacidad, pero estar sin saber nada, le incomodaba.

- Sam... - llamó de forma suave, con su grave voz, alzando su mano, formado en puño, tocando con sus nudillos, la puerta de madera, esperando respuesta del otro - ¿Estás bien? - comentó, mirando con seriedad, apartando su mano soltando sus dedos tras haber tocado con ligera fuerza para llamar la atención del albino.



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(perdón por que quedase tan corto u___u!)
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Mensaje por Sam Einsames Mar Feb 22, 2011 10:23 am

Sus ojos, confusos, observaban cada mílimetros de sus muñecas, de las venas por las que recorría cada mililitro de su sangre carmesí. Esos ojos inertes, vacíos, llenos del dolor que en toda su vida le hizo sufrir sin descanso, retazos de un sueño que no le ofrecerían jamás los candados hacia una leve sonrisa...una sonrisa que nunca, nunca asomaría de sus labios. No hasta que alguien obtuviese la llave correcta, no hasta que los cierres de su corazón se abrieran al afortunado, a la afortunada, ¿qué mas podría darle?, él mismo sabía que era imposible...Poco a poco sus manos fueron cerrándose hasta tocarse, hasta poder sentir la misma frialdad que las envolvía. Entre ellas su camino hacia un futuro que nadie recordaría, la puerta hacia el dolor, el placer que conseguiría al arrebatar lo único que tenía y lo que mas odiaba...su vida. Tragó saliba al notar como, la punta de aquella hebilla, se clavaba totalmente en su piel haciéndole sangrar sin recelo. Pequeñas gotas cayeron sobre el suelo formando tres pequeños círculos que no quiso visualizar: eso demostraba su cobardía.

Apretó con fuerza con la intención de atraversar cada tejido de su piel, cada músculo, cada parte de su cuerpo hasta atraversarse por completo, más no pudo hacerlo. Una pequeña gota del sudor mas frío cayó por su frente al notar esas sensaciones de compadecencia hacia sí mismo que siempre le detenían, más esa vez no lograría controlar su mente. Notó su mano temblar debido al dolor y, ahora, al tacto caliente del hilo de sangre que corría desde la herida hasta su muñeca, viéndose ésta por primera vez tintada del color que mas temía en su interior pero, que a la vez, por el que deseaba verse envuelto. Su respiración se agitó mucho mas mientras apartaba el pico de la hebilla de su piel, pudiendo comprobar como el color metal había quedado impreso por el mismo que sus muñecas. Lo dejó a un lado mientras, nuevamente, apretaba sus dedos hasta llegar a clavar sus uñas, intensificando el dolor, dejándo así que la sangre corriese con mayor intensidad, llegándo ésta hasta el principio de su propio codo.

Se separó de la puerta para poder levantarse con cuidado de no resbalar con esas gotas crecientes, pues muchas mas acudieron al encuentro de las mísmas cuando estuvo totalmente incorporado. No las miró, siguió con su mirada depositada sobre esa muñeca ahora bañada en odio, en desconfianza. Comenzó a andar sin mirar siquiera al suelo, dejándose guiar por lo que su campo visual le concedía de visión. No cesó sus pasos hasta que, sus manos, llegaron a tocar el grifo del lavamanos. Alzó su rostro con lentitus mientras su fequillo, aún algo sucio, tapaba el único ojo sano y sin magulladuras que tenía. Abrió sus labios con suavidad, pues la imagen que vio en el espejo colgado frente a él le horrorizó. Labios sangrantes, el propio rostro de un chico maltratado, de un chico sin las mas mínimas ganas de vivir, de un chico desafortunado...de alguien solitario y sin méritos en la vida. No pudo aguantar la pequeña lágrima que poco a poco comenzó a recorrer su mejilla, lágrima que expresó todo lo que sentía en ese momento: desesperación, ira, ganas de alejarse de si mismo, odio, desconfianza, soledad...

Fue entonces cuando escuchó aquel toque, esa llamada de aviso junto con las palabras del hombre que le compró, que compró su vida, su cuerpo, que se dignó a querer darle una vida que no...no podría aceptar por mucho que el fondo de su corazón le dictase. Sus labios se abrieron algo más y sus cuerdas vocales se forzaron, quería decir algo, quería decirle que estaba bien pero...no le salían las palabras, no quería mentir como antes le había hecho al seguirle, al decirle que le matase en cuanto sus miradas se encontraron por primera vez. Bajó esa mano herida hacia sus pantalones para poder desabrocharlos y así notar el dolor con cada roce, dolor que provocó el cerrar de sus ojos, de la visión del mundo por unos segundos. Una vez desabrochado acabó por bajarlos hasta dejar sus piernas blanquecinas y delgadas al descubierto. Se alejó del espejo para poder ver, desde la lejanía, su cuerpo semidesnudo, su cuerpo débil y atrofiado. Palpó el comienzo de cada una de sus costillas, pudiendo notar entre cada roce y roce la delgadez que dejaba incluso notarlas, al igual que pasaba con sus estrechísimas caderas y su clavícula, totalmente marcada. Juntó sus piernas un tanto pues el frío tacto de sus manos le hacía estremecer hasta tal punto de llegar a sentir escalofríos: su piel era extremadamente sensible en esos casos.

Siguió alejándose hasta llegar a rozar el borde de la bañera en donde se suponía tendría que lavar su cuerpo: mas haría algo mas que eso. Entró sin demasiado esfuerzo pues sus piernas eran largas al igual que sus brazos, los cuales quedaron apoyados en la pared del fondo, donde no mucho después reposó su espalda como lo hizo anteriormente en la puerta del baño. Dejó aquella hebilla sobre un extremo para evitar que cayese, teniéndola así a mano para cuando volviese a usarla. Apartó de él toda la ropa que quedaba para así quedar totalmente desnudo frente a su propio reflejo, el cual le miraba con recelo, con pena y desgracia: le ignoró. Se ignoró a si mismo...pues hasta él sentía que no era nadie capaz de llamar la atención. Abrió el grifo seguidamente mientras agarraba ese pequeño arma de destrucción. Un suspiro doloroso surcó sus labios cuando notó como, el agua totalmente helada, chocaba contra su espalda y parte de su pecho. Su respiración también se vio afectada, al igual que los latidos de su pobre y abandonado corazón, los cuales aumentaron el ritmo, aumentaron hasta tal punto de llegar a dolerse incluso. Aguantó como pudo hasta que, cerrando los ojos y apretando con fuerza sus dedos clavó la punta de su hebilla en la vena mayor de su muñeca ya manchada por su sangre.

Un leve grito inundó la habitación, grito que seguramente Kouri escuchó. Sin más remordimiento que su pasado comenzó a hacer descender su mano, rajando los tejidos de su piel, cortando poco a poco cada hilo que le mantenía atado a ese mundo. Su consciencia poco a poco se iba perdiendo en la lejanía de las paredes del baño, su mente dejó de pensar por unos instantes en los que su cabeza quedó agachada incapaz de mantenerse en pie ni un solo instante más. Sus rodillas cedieron hasta el punto de caer y provocar un nuevo golpe en el cuerpo del albino, el cual siguió empleando toda la fuerza que pudo hasta llegados a su límite. La hebilla cayó al suelo de la bañera junto con las decenas de pequeñas gotas que, poco a poco, fueron tintando el agua del más vivo color rojo, su sangre. Sus labios, totalmente morados, terminaron por cerrarse al igual que sus ojos, los cuales dejaron de expresar sentimiento para pasar a la nada, pues era capaz de sentir. Su cuerpo acabó por helarse hasta el punto de llegar a la mismísima hipotermia, fueron demasiados los segundos que estuvo bajo aquel agua helada que le llevó a la absoluta perdición. Dejó su cuerpo caer hasta tumbarse, dejando reposar su cuello sobre uno de los bordes de la bañera al igual que su muñeca, la cual quedó expuesta a la visión de todo el que entrara. Más gotas de su sangre cayeron al suelo del baño, tintándolo del mismo color. Abrió los ojos una vez, solo una vez para mirar a la puerta y comprobar que estaba totalmente cerrada. Segundos después cayó desmayado, moribundo y sin ninguna intención, sin ningunas ganas de que alguien le salvara.
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Mensaje por Kouri Lun Mar 21, 2011 1:16 am

- ¿Sam...? - por no recibir una respuesta, se alarmó. Intranquilo, comenzó a tocar la puerta, desesperado, sintiendo cómo su corazón comenzaba a latir con pura fuerza, sintiendo como su pupila de los ojos se contraía, era... Una sensación que se calificaria como un presentimiento... Y no uno bueno que se digase.

Escuchó un grito, que llamó toda su atención golpeando con fuerza la puerta, mientras que esos toques se ligaban y difuminaban con el caer del agua de la regadera. Arañó la puerta con sus cortas uñas, rasgando la piel debajo de estas, dejando ver un poco de sangre en ellas, la desesperación lo estaba matando, carcomiendo, con mucha facilidad. Luego, un nuevo ruido se incorporó en sus timpanos y en su miedo, algo contra el suelo ceraminado del baño, era un sonido sordo, pero lo notó. Desesperado, comenzó a agitar la puerta tomando esta desde la manilla, sacudiendola, como si quisiera arrancarla.

Con torpeza, recordó que tenía una llave de todas las puertas del lugar, el problema... No sabía donde estaba, pero por eso, existe la palabra "buscar", por lo que comenzó a registrar todos los cajones, esas gavetas que poseía toda la casa, incluyendo las de la cocina, destrozando varios platos, vasos, tazones, cuchillos regados en el suelo, como si se tratase de una hermosa escena de crimen. Sin poder encontrarlas, no quería perder más el tiempo, tomó uno de los cuchillos para cortar carne, saliendo del lugar sujetando el filoso objeto en manos, clavando esta en la puerta de madera, para hacer una buena raja en ella. Sacó el cuchillo, dejandola caer en el suelo, rayando esta por el filo, apretó su mano en puño, mirando directamente a la marca en la puerta, de forma seria y un tanto perdida, propuso, en darle un buen golpe, incrustando varias astillas en sus nudillos, que, comenzaron a sangrar, pero el dolor en esos instantes... No las sintió, como si de un muerto se tratase.

Atravesó las capas de madera, rompiendo en tiras el mango de su camisa blanquecina, que comenzó a tintarse de su sangre, al igual que sus nudillos, donde algunas gotas carmesís, se deslizaron hasta sus dedos, no muchas, solo unas cuantas, que, marcó sus falanges de rojizo. El antebrazo estaba dentro, buscando con exasperación el seguro, quitandolo con rápidez, dejando lineas rojas encima del metal. Sacó su brazo, lastimandose más, pero ni un quejido, ni un gruñido, ni un cambio de expresión en su serio rostro cambio, abriendo la puerta... Su semblante se disolvió, convirtiendose en uno de sorpresa. Sangre que caía de a gotas, desde las lineas que danzaban en el brazo contrario... Desde esa delgada muñeca, que, sujetó, que... Pudo tocar sin la necesidad de presenciar lo que estaba ahora enfrente de su mirar. El dolor... Los recuerdos de su infancia, azotaron contra su mente, que, lo traisionó, pues... Pensó que no volvería a presenciar con sus sentimientos, esos amargos tiras de memorias. Su mirada, fija, en el cuerpo del otro, no cambió, hasta que algo, su conciencia, algo en el, lo cacheteo, metaforicamente, despertandolo.

Se acercó rapidamente, mirando el desastre que tenía en ese lugar, vió la hebilla del pantalón, tomandola, manchando su mano con la sangre ajena, que en el objeto tenía como reciduo de ese suicidio, que, trataría de evitar de cualquier manera. La dejó en la papelera, para ir a donde el cuerpo del menor, cerrando el grifo, dejando que el agua escurriese por el destrozado y hermoso cuerpo del otro, parecía, que una anorexia lo carcomio, a ese frágil y ahora, apagado cuerpo. Se quitó la camisa, rompiendolas en tiras, buscando tambien las toallas blancas del cuarto de baño, tapando la gran herida que tenía en la muñeca del menor, era... Gigantezca, algo que lo aturdió más. Al rozar su cálida piel contra la del albino, notó, que este estaba helado y tambien lo dedujo, al verle los labios. El miedo lo consumia, al igual que el tiempo que pasaba. Buscó alcohol, desordenando el lugar, además de agua oxigenada, todos los medicamentos liquidos para las heridas que podía poseer en su lugar.

La sangre no dejaba de fluir, quería detenerlo... No quería perderlo, pero lo que si deseaba perder, era el dolor que dio contra su pecho, que ahora, estaba desnudo, pues usaría lo que tenía para vendar al menor, todo para sanarlo, para salvarlo. Derramó el alcohol, con lentitud, mientras se metía en la tina, moviendo un poco al menor, para, colocarse detrás, abrazando ese frio cuerpo, que al parecer, sucumbio antes las manos de la muerte, pero, sin ser Dios o algo mágico, iba a salvarlo... Sin saber como, pero lo haría, ¿Incoherente, no? Pero en esos momentos, no podía ni separar la coherencia con la la ironia. Comenzó a lavar la herida, mientras tapaba el agujero de la tina, para dejar salir el agua caliente, que quemó su piel, pero... Aunque esta se irritara, lo soportaría, para transmitirle el calor necesario al cuerpo contrario con el abrazo que sujetaba en esos instantes.

Buscó las tiras hechas por su camisa, algodón que se manchó por culpa de su brutalidad con la puerta, pero, limpiandola, es decir, arrancando suavemente los trozos manchados con sus manos ya limpias por el agua y alcohol, las dejó encima de la herida, con el algodón humedo, comenzó a sellar la herida, cerrando el grifo del agua, estaba hirviendo y su cuerpo se quemaba... Ahora podía asimilar como era quemarse vivo. Con las tiras y algunas vendas, envolvió la marca que con tanto afán, dolor y gusto, se hizo el menor. ¿Cómo lo sabía? Pues... Pedir que le quitasen la vida, no era algo con la cual jugar... O tomarse a la ligera y no dudo que fue por gusto, pues... Sin el gusto al dolor, el menor no tendría heridas que vió con mucho disimulo.

Al ver esta vendada, tomó el brazo con cuidado, danle un beso en el torpe vendaje, pues, el temblor de sus manos, el arder de toda su piel, el dolor en su pecho y todas las emociones que se mezclaron, hacían que su cuerpo, fallara un poco. Pasó su otro brazo, por los hombros del otro, sintiendo el rozar de la clavicula en sus antebrazos, sumergiendolo un poco más en esa agua, que, parecía de termal... O más caliente. Recordó que en el cuarto de baño tenía una botella de vino y sabía de una manera muy, pero muy incomoda de hacer que una persona tragara el liquido, aunque tambien corría el riesgo de ahogarlo, así que cedió, además de que no quería apartarse del cuerpo ajeno, mientras besaba varias veces la muñeca, enojado... Se sentía como un incompetente, un inutil... Era la primera vez que sentía su impotencia.

El agua comenzaba a cambiar de temperatura, como era obvio, por lo que buscó una bata con sus manos, estirandola, sin despegar su torso que daba contra el dorso del menor. Cogiendo la tela en manos, la sujetó con los dientes mientras se ponía de pie cargando al menor en forma nupcial, pues, fue muy fácil de flexionar sus piernas dentro de la tina y moverlo por el agua tenuemente manchada, pues, era flaco. Tapó el cuerpo desnudo del otro, que, no le dio tiempo a contemplar y ni le prestó atención a eso, lo que tenía en mente, lo único, era calentar ese cuerpo y traerlo otra vez a este mundo, pues, el sangrado se había detenido tras unos minutos, que para el, fueron largos, ahogandose en un sufrimiento que no podía explicar y no necesitaba explicarlo. Salió del baño, pisando algunas astillas, que pasó desapercibido, encaminandose al cuarto de donde antes salió.

Lo recostó en la cama, buscando con su mirada inexpresiva el control del calefactor. Encontró esta, moviendola, para subir la temperatura hasta unos 38 grados o más, pero ni se percató de lo máximo del aparato, pues ignoraba eso, pendiente del menor. Alzó las mantas, poniendo su cuerpo dentro al igual que la de Sam, abrazandolo por atrás, como había hecho en el baño, arrugando las mantas, que en esos momentos cubrian cada parte del albino, mientras que las fuertes extremidades del pelinegro, lo rodeaban, aferrandolo con fuerza.

- Sam... - murmuró en seco, dandole un beso en la pálida y fria mejilla, sin despegar sus labios del lugar, respirando por la boca, haciendo que su aliento chocara con la piel contraria - Se que no rezo... Se que he sido una persona que... Ha ignorado tu ser... Y aún lo hago... Pero solo esta vez... Dejame a esta persona conmigo... - ocultó su rostro en el hombro del menor - Me sueno como un idiota... Pero... Sam, regresa a mi... - apretó más el cuerpo del otro, mientra mordia su labio inferior, con tanta fuerza, que dejó caer un hilillo delgado de sangre - No quiero perderte... - dijo en un susurro casi muerto, sabía que no iba a pasar nada, pues el había perdido a tantas personas y en eso podía compararse al menor... La soledad lo había consumido en sus dias, en su infancia, que enfrentó con dolor... Por lo que no quería perder al albino, que... Aunque fuese un primer día, le gustó, le atrajo, aunque fuera autodestructivo, le quería, porque... Además de querer sacarlo de las tinieblas, quería que sintiera lo que Kouri no pudo sentir a la edad que tenía su "emito" - Quiero hacerte feliz... - dijo agonizando, no se podía ni reconocer en ese estado tan lastimero... El menor, al parecer, desató parte que ni sabía que existía dentro de el.

El cuarto comenzó a calentarse, tanto, que su cuerpo comenzó a sudar, mezclando y contrastando esta con la piel contraria, además, sus cabellos se pegaban a su sien y su mejilla, además de la frente y tras las orejas, pero no le resultó incomodo, solo... Omitia esos pequeños detalles, que, si estuviera como debería, es decir, normal, le llegarian a fastidiar, pero ese no era el caso. Su corazón comenzó a latir con fuerza, el temor le invadió, otra vez, por quinta vez... Pero no podía tranquilizarse hasta ver los rojizos orbes del otro, sus labios moverse, su cuerpo recuperar la temperatura que tenía antes, su miedo a toque de otros... No se calmaría hasta verlo... Respirar.

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