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Mensaje por Invitado Vie Abr 08, 2011 10:35 pm

Aquel día había sido un auténtico caos. La salida de una nueva fragancia, así como su respectivo envoltorio, caja, forma de la botella y manera de presentarlo le había tenido caminando a la intemperie por media ciudad, bajando y subiendo del coche -un viejo Toyota gris con el logo de la empresa impreso a los lados- hasta que los engranajes de la puerta del piloto parecieron quejarse. No era fácil encargarse del marketing de los productos, ya que mientras su equipo confeccionaba y pensaba ideas antes de mostrarlos en la junta de presentación, Iori, como jefe encargado de la sección escudriñaba cual sería la mejor opción para presentarlo en un anuncio propiamente dicho. Para colmo, la sucursal de diseño estaba en el lado opuesto del suyo, y pedir opiniones a través del teléfono o los mails nunca había logrado que sacasen conclusiones mayoritarias.

Tras dejar el coche de empresa, la tarde estaba casi cayéndole encima. El sol, tras su hora punta, había descendido al otro lado, dejando un tono entre el azul y el anaranjado, indefinido, mientras caminaba hacia su sesión en el quiropráctico con una bolsa de melocotones en la mano. Quizás era su mejor momento del día, ya que podría verle la cara al muchacho que siempre le atendía, tan parecida al primer amor que ya hubiese dejado en su Okinawa natal. No sabía por qué, pero siempre le pasaba la imagen de su rostro por la cabeza. Era un joven castaño, de mirada afable y de manos cálidas, que de una forma u otra conseguía siempre aliviar todos los dolores que pudiese tener. Le confortaba, le hacía feliz y le daba una hora entera de paz que desgraciadamente se le hacía muy corta.

“Deberías relajarte, Iori-kun -se había dicho aquella mista tarde, mientras el dulce olor de los melocotones le llegaba desde la mesa bajo la ventana-. Trabajas demasiado. ¿No has pensado en salir alguna vez por la noche? Quizás algún ambiente lejos de lo laboral logre destensar este cuello tan tieso~” -rió, apretando los nervios, como queriendo reafirmar su consejo.

¿Que saliese? Estaba a punto de entregar un proyecto, no podía tomarse esas libertades. Pero estaba agotado de la rutina, y si no calculaba mal -y con cierta pena-, la última vez que había usado su cama para algo mas que para dormir había sido antes de los inicios del proyecto: dos meses antes. Su última novia -la segunda que había tenido en Tokyo- había preferido estar con alguien menos ocupado, y los encuentros esporádicos se habían convertido en algo ventajoso, aunque vacío.

-... -no tenía nada planeado. Tenía que revisar las fotos de las modelos disponibles, sacadas del casting, para seleccionar a la que mas se adecuase con la imagen de la fragancia. Era un trabajo que se podía hacer en cualquier parte, incluso tomando una copa... Pero su guía de pensamiento y su pesadez física, aliviada gracias al cielo por las hábiles manos del quiropráctico decidieron que sería mejor dejarse caer en el sofá por hoy con una lata de cerveza en la mano. Se detuvo en un Mini-market de camino a casa, llenando una cesta con algunos aperitivos salados, que en caja llenaron una bolsa antes de salir. Se detuvo y miró a su espalda, tomando la nota de que, como propaganda, no estaría mal distribuir frascos pequeños del producto en aquel tipo de tiendas.

Luego abrió al carpeta, curvando a su izquierda antes de subir la pequeña cuesta y encaminarse por las calles a su casa, observando las fotos de las chicas a la luz de las farolas mientras no resistía la tentación de llevarse uno de los palitos salados de queso que había comprado a la boca.

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Mensaje por Invitado Dom Mayo 15, 2011 9:09 pm

Demasiadas personas recorrían las calles ese día. Se sentía más abochornado de lo normal ahora que había perdido ese algo que tanto le costó encontrar mientras estaba metido en esa tienda sin más sentido para él que una roca en medio de la calle. Estaba enfadado, bastante, ya eran dos los amos que fueron a comprarle y que sin embargo le dejaban de nuevo en el lugar para que encontrase uno que le conveniese más que ellos o algo diferente de lo usual. Suspiros iban y suspiros venían, así como miradas a todos los hombres que pasaba y que, desde su punto de vista, tenían muy buena pinta. Eran inusuales, en cada calle podía encontrarse con dos o tres a lo sumo si se contaba él mismo, esa población le comenzaba a dar asco...¿y si volaba hacia otra ciudad?, era una oferta que en sí mismo no podía rechazar por mucho que quisiera. Demasiado había sufrido ya como para quedarse allí mas tiempo sin nada que hacer, además, estaba lleno de chicas que, aunque monas, eran unas víboras comparadas con él mismo, y eso ya era decir.

Sus ropas no eran lo que se dijeran...formales, más bien todo lo contrario. No pudo irse con más prenda que el pantalón ceñido negro, su camisa blanca desabrochada con toques y complementos visuals y unas botas largas y anchas. Sus cabellos reposaban recogidos en una coleta el mismo color, naranja, hacía calor y prefería no armarla demasiado con sus insinuaciones post-veraniegas. Un nuevo suspiro se formó al ver, de lejos, como una gran marea de gente venía hacia su acera aprovechando que el semáforo estaba verde para los peatones: malditas fuesen las horas puntas y la multitud de personas que vivían en aquella ciudad. Tokyo...debió habérselo imaginado, debió haberselo pensado antes de llegar y decidir vivir una vida como esa, llena de soledad y cierto repelús por esas chicas que se le acercaban sin tener ningún motivo tan solo para preguntarle el móvil, o peor...si tenía pareja. Esas preguntas no hacían mas que molestarle y hacerle fruncir el ceño, encontrar pareja no era algo tan fácil en un sitio como ese, en donde se daban a los animales, a las personas, como si muñecos se tratase, como si fueran de quita y pon.

En cuanto cruzó esa calle y se adentró en un callejón con salida hacia el cielo aprovechó para despegar del suelo y entretenerse en volar por el cielo con los brazos en la cabeza y alguna que otra pregunta sútil que a tantas personas les había dado por preguntar cuando a nadie le interesaba su vida, contra mucho menos la privada. Desde arriba las vistas eran muchísimo mas llamativas, hermosas si se quería ver de ese modo. Por sobre las nubes aún podía verse la ciudad y la nube de polvo que, desde arriba, parecía amenazar a las personas con enfermedades y muchísimas cosas provocadas por la contaminación y las fábricas de los alrededores. Rodó su mirada con desinterés antes de aletear un poco más con cuidado en no ser visto por demasiadas personas, podría tener problemas con la tienda y, sinceramente, no quería regresar a ese lugar ni con cola...ahora sería libre, iría de casa en casa y de hombre en hombre, y que alguien le dijese lo contrario.

Pronto comenzaría a oscurecer a los ojos de Eiron y de todas las personas que aún comproban o paseaban por entre las calles. El tráfico y las mareas aglomerantes se habían detenido, no había mas que dos pocas a lo lejos en vista desde el cielo y una justo bajo su cuerpo. Cómo se alegraba de no estar allí...ahora podría comer, dormir, soñar despierto, buscar todos los hombres que le diera la gana y, como no, disfrutar de un aire puro sobre a contaminación. Se llevó, por suerte, algo de dinero antes de irse de la casa de su último amo, lo suficiente como para comer en una semana y un poco más, ¿y si buscaba trabajo?, ¿lo contratarían como stripper?, ¿o quizás bailarín?...señorito de compañía tampoco era una mala idea, al fin y al cabo a él le encantaban esas cosas por muy raras que fuesen en un hombre.

Se obligó a trabajar para buscar comida, trabajo y alguien que realmente le respetase como el hombre que és, de la forma que és y la naturalidad que corre por sus venas en grandes dosis de cariño, confianza, amor y diversión. Siguió a un coche del que preguntó en donde se posicionaba el hotel mas tranquilo y mas barato. No todas tenían que ir acompañados pero...¿y si conseguía ese día lo que estuvo buscando durante a saber cuánto tiempo? Una grata sorpresa, sin duda, no sabía como reaccinar incluso ante ello. Por desgracia en todos los lugares en los que lpreguntaba acabaron rechazándole sin compasión alguna: que si su pelo es demasiado largo, que si la camiseta le tapa demasiado, y lo mejor de todo..."¿has pensado en unirte a circo con esas alas?", la maldición se la había llegado por si acaso. Pasó por un par de tiendas a pesar de no haber encontrado nada para compara algo de comer: gomitas. Una tienda simple de chucherías en la que compró ocho gomitas y todos de diferentes colores. Le agradaban los dulces siempre y cuando tuviesen algo de azúcar, estaba bajo de ello por no comer en condiciones.

Mientras andaba pudo comprobar una cosa que no le hizo la mas mínima gracia: dejó la cartera en la cinta transportadora de alimentos. Dio media vuelta, provocand con eso que su pelo se soltara y quedara totalmente largo, prácticamente por el pecho y algo más. Para su desgracia acabó por chocarse con alguien en el trayecto a pesar de tener dos buenas alas para planer sin ayuda de los humanos. Escuchó el ruído de papeles a su lado así como el sonido de un café cayéndose al suelo, no se equivocaba...al hombre con el que chocó se le cayeron fotos de chicas, bastante guapas todas, más prefirió fijarse en aquel bombón andante que se postraba ante él. Tragó saliva no sin antes llevar una de sus manos hacia su cadera.- Perdóneme,señor ~ -lo dijo, por suerte, con el tono normal de su voz. El rostro, el cuerpo...o le había tocado el premio gordo o ese era su día de completa suerte.- ¿Me permite que le ayude?

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Mensaje por Invitado Jue Jun 02, 2011 3:35 pm

Tan enfrascado iba mirando la sexta foto -una muchacha pelirroja con aire seductor, cuyo perfil le revelaban sus veintidós años de edad y sus graduados en no sabía que especialidades- que no pudo esquivar, y mucho menos ver al chico que se le plantaba delante. La carpeta se abrió y todos los currículos y fichas; así como las texturas y colores que utilizaría para la caja del frasco cayeron al suelo, planeando por el aire hasta llenar aquella pequeña porción de semioscura calle. Iori solo pudo soltar un leve jadeo de sorpresa cuando incluso la bolsa del supermercado calló con el tintineo de las latas de cerveza.
El zumbido de una de las farolas al parpadear fue lo único que acompañó a la vocecilla del oportunista, haciendo que el moreno, que había hincado una rodilla en el suelo para recoger los folios alzase el mentón para mirarlo, enfocando unas largas y estilizadas piernas hasta reptar por todo su delgado cuerpo y finalmente llegar a su rostro.

-No te preocupes, estaba distraído -alargó los gruesos labios y estrechó los ojos al sonreír de manera sosegada y con cierta vergüenza que no trató de disimular- Oh, gracias. Bastará con que las amontone de nuevo y las ordenaré al llegar a casa -se inclinó hacia delante y dio una vuelta sobre su eje, recogiendo todos lo que se hubiesen volado. Abrió la carpeta e hizo un montoncito, aceptando los que el pelirrojo había recogido por él con otro ligero “gracias” antes de enderezarse, bolsa en mano. El palito que se comía descansaba en algún lugar de la gravilla al caersele de la boca.

-¿Estás bien? -colocó la carpeta bajo el brazo- ¿No te has hecho daño...? -la bendita farola que iluminaba aquella porción de la calle con un foco directo y anaranjado volvió a quejarse antes de volver a caer como una cascada sobre ellos. Iori parpadeó, abriendo los ojos sin poder contener aquella extraña fascinación puramente laboral que le chocó de frente en forma de figura etérea y hermosa. En principio tuvo un pequeño deja vù con la chica pelirroja que ojeaba en las fotos de sus archivos, pero aquella persona no podía ni comparársele. Un escalofrío llamado “inspiración” le subió por la espalda hasta darle un calambrazo en la cabeza.

-Esto... -vocalizó- Eres realmente guapo -analizó al contrario hasta la saciedad, como si quisiese dar su completo aprobado a lo que estaba vistiendo o le hubiese pedido una opinión personal para cambiar las cortinas de un salón. Aunque bien mirado, y pensándolo fríamente, que un hombre le dijese a otro (lo había deducido por la camisa entreabierta) aquello de repente, en medio de la noche y en un callejón era un poco sospechoso- Es decir, ¡no lo digo por nada extraño! -corrigió aquel arranque de sinceridad antes de buscar entre los bolsillos de sus prendas una tarjeta de presentación de su empresa, sacando la cartera de uno de los internos de su chaqueta antes de sacar una y tendérsela al pelirrojo.
Tenía un colorido diseño entre blancos, verdes, rosas y amarillos, con el nombre de la compañía a un lado y el teléfono y fax en el otro. Una vez la recibió dejó la mano extendida para estrechársela mientras se presentaba y guardaba torpemente de nuevo la cartera.

-Soy Nagamasa Iori. Jefe de sección en Marketing y ventas. ¿Has modelado alguna vez? -ladeó la cabeza, borrando de su mente a las chicas de las fichas tan bien hechas que tenía en la carpeta- Tienes una imagen muy llamativa, ¿te interesaría participar en la sesión fotográfica de mañana?

Quizás estaba siendo muy directo. Y realmente le gustaría entrar en mas detalles en un lugar algo mas cercano y acorde con la situación -su casa, por ejemplo-; pero aquello le haría parecer aún mas sospechoso, si cabe, que ahora. No deseaba asustar al chaval, pero el nombre de la nueva fragancia parecía estar inspirado totalmente en su persona.

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Mensaje por Invitado Dom Jun 19, 2011 2:08 pm

El vuelo de las fichas no fue un gran problema, ni para él ni para aquel hombre tan atractivo con el que había chocado. A pesar de querer simular preocupación y el haber sentido mucho aquel incidente una sonrisilla se instauró en su rostro de una forma mas que evidente. Se veía bastante bien así agachado de ese modo ante él, suerte que aquel rostro que anteriormente le llamó la atención seguía bajo para recoger aquellos papeles del suelo. Sus gomitas corrieron el mismo destino que los documentos del extraño a excepción de un par de ellas; la primera quedó entre sus dedos mientras que, la segunda, permaneció intacta en el interior de su boca. La masticó un tanto antes de tragarla y llevarse la sobrante a la boca, ganando tiempo antes de echar sus manos hacia atrás y unirlas tras su espalda, dándole un toque algo mas juvenil y atrayente como todo él. Sus cabellos permanecieron intactos hasta que una pequeña brisa decidió alborotárselos un tanto, formando leves ondulaciones bajo el coletero que llevaba.

No tardó nada en agacharse para coger los papeles que mas cerca tenía así como los que quedaron a su espalda. Tuvo que imitar el giro del contrario para poder recogerlo todo, claro que su forma de hacerlo varió por completo, su energía y frescura pudo notarse a la perfección. Un vez todo recogido, o prácticamente todo, volvió a girarse para observar al contrario con la misma sonrisilla de antes no sin antes otorgarle el montón que había formado. Posó sus manos sobre sus rodillas para coger impulso e incorporarse tal y como hizo el otro. Decidió, antes que nada, darle otro repaso para ver si se equivocaba. Para nada, tanto su rostro como su cuerpo le atraían en demasía. Iba a ser verdad eso de que le había tocado el premio gordo. Sus alas permanecieron en todo momento escondidas para evitar cualquier inconveniente, muchas personas habían incluso huído de él al ver lo que realmente era.

-Tranquilo, estoy más que bien -Obviamente se estaba refiriendo, de un modo indirecto, al choque que tuvo con él y el tenerle ahora delante. Seguramente fuese lo mejor que le hubiera pasado en todo el día. Ladeó un poco su rostro antes de alzar la mirada hacia la farola. Maldito fuese ese sonido, le ponía nervioso. Negó con la cabeza para apartar esa idea de su mente mientras alzaba sus manos con la clara intención de soltar sus cabellos unos momentos y volver a recogérselos, estaba mucho mas cómodo de ese modo. Caminar con brisa y el pelo totalmente suelto a veces era molesto, sobretodo si éstos tapaban sus ojos e impedían su visión. Pasó de largo esa "sensación" que pareció entrarle al contrario pues estuvo bastante ocupado en recogerse el pelo, sin embargo no pudo dejar de lado esas palabras que escuchó a continuación. Su sonrisa se hizo incluso mas visible y encantadora. ¿Guapo?, lo sabía perfectamente, se cuidaba para que todos pensaran eso de él junto con mil cosas mas, todas buenas y significativas. Dejó escapar una suave risilla al escuchar el finalice de su frase. No se lo había tomado a mal ni mucho menos, ¿que parecía otra cosa?, tampoco, aunque los motivos del moreno fueran malos él misno no haría nada por evitarlo.- jaja, gracias por el cumplido~ -el tintineo de sus palabras logró que la situación se calmara lo suficiente.

Bajó su vista un poco para observar aquella tarjeta. Enarcó incluso su ceja mientras alzaba una de sus manos para agarrarla entre sus dedos y observarla, pasando por momentos de la mano que le ofreció. Le sonaba bastante el nombre pero no cayó justo en el momento, no al menos hasta que el otro terminó por presentarse. Volvió a hacer descender su mirada para ver esa mano, la cual agarró aunque no para estrecharla, si no para atraer al otro y darle dos besos, como siempre hacía con todo el mundo.- Eiron White, un placer -le guiñó el ojo mientras se separaba. Su pregunta le hizo ladear la cabeza. Nunca había trabajado de esa manera, modelar era algo nuevo para él en todos los sentidos aunque tuviese el tipo y el cuerpo perfecto para dedicarse a ello. Dejó que terminara de hablar a pesar de todo, quería conocer el motivo por el cual le preguntaba tal cosa, ¿servir de modelo para una empresa de marketing?, ahora si: le había tocado el gordo.- ¿Interesarme? cuénteme todo sobre esa sesión, Iori-kun~

No tardó siquiera dos segundos en enganchársele del brazo para no perder contacto. Sus acciones a veces eran demasiado precipitadas, pero bueno, quien estaba interesado en él pronto se acostumbraba.- ¿Está muy lejos su casa? -si, se estaba encasquetando por su cara bonita. No tenía lugar a donde ir exceptuando los miles de sitios donde resguardarse en la ciudad así que...¿por qué no aprovecharse un poco de aquel hombre?, no parecía ser agresivo ni desagradable, todo lo contrario, su primera impresión fue la de un hombre atento, comprensivo y bastante...impulsivo, sin contar esa parte acechante que tanta gracia le hizo en un comienzo.

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Mensaje por Invitado Mar Jul 05, 2011 12:08 pm

Iori no dejó de sorprenderse ante el carácter tan espontáneo de aquel joven de apariencia andrógina, hermosa y elegante. Desde los dos besos que le había dado para presentarse -algo que le pareció muy occidental-, hasta el hecho de que le llamase directamente por su nombre nada mas conocerse. Quizás estaba demasiado metido en esos dos pensamientos que pasó por alto el que quisiera meterse en su casa con toda la confianza del mundo. Lo importante era que parecía haber aceptado, por lo que no se quedaría atrás respecto a seguir dándole publicidad y patrocinando a los futuros proyectos de su empresa.
Así pues, con la carpeta bajo un brazo y Eiron colgado del otro emprendió la marcha por el callejón residencial, mientras las luces seguían parpadeando a su espalda.

-No, está solo al doblar la esquina -contestó espontáneamente antes de pasar a explicar, con cierta emoción y lo mas concisamente posible el tema de la sesión de mañana y en lo que estaban trabajando actualmente. Reservándose ciertos detalles confidenciales que solo concernían a la empresa, por supuesto:- Estamos trabajando en una nueva fragancia para las noches de verano. Algo refrescante, pero a la vez sensual y atrayente. Antes de que salga al mercado necesitamos publicidad, anuncios, y en estos días se han hecho los casting para elegir a quien representará la esencia del perfume -señaló la carpeta con todas las hojas que se habían esparcido por el suelo al chocar hacía menos de un minuto con el pelirrojo-. De hecho, tengo un montón de candidatas. Mañana se hará una sesión de fotos para elegir a la que mejor combine con lo que buscamos, y creo que podrías conseguirlo.

Sonrió con entusiasmo contenido. ¿Por que tenían que ser mujeres las que representasen una “sensual noche de verano”? Aquel muchacho, con el que se había encontrado por pura casualidad parecía un enviado a hacer aquel tipo de propaganda. Sobre todo considerando el nombre que habían elegido para el perfume.
Llegando al final del callejón giró a su izquierda, donde seguía una pared sin salida. La última casa, con una placa sobe la hendidura del buzón que restaba su apellido, era el actual hogar del interesado trabajador. Desde fuera presentaba un aspecto simple, de un solo piso y amplia, moderna.

-Aunque está un poco fuera de plazo podría inscribirte, ¿te gustaría probar? -buscó en sus bolsillos, colgándose la bolsa de aperitivos y cervezas en el antebrazo, las llaves de la casa- Aunque no te aseguro que seas seleccionado no estaría de mas intentarlo, ¿verdad? Sinceramente me gustas para el puesto~ -Iori se consideraba alguien con buen ojo en su trabajo, y aunque había chicas que podrían dar la talla en Eiron había visto un “algo” que podría impresionar al público. Ahora solo faltaba ver si se desenvolvía delante de una cámara.


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